Como era la costumbre la familia de Martina viajaba a su casa de verano en temporada de vacaciones, una casa lujosa con amplios prados, piscina, zona BBQ y demás elementos para pasar un buen tiempo de relajación.
Ella acostumbrada a los lujos, buenos restaurantes, ropa a la moda, rutina de gimnasio cuatro veces por semana, que había construido un cuerpo envidiable, piernas fuertes y gruesas, un trasero grande y redondo, las tetas producto a una inversión personal, quedaron de su agrado gracias a unos implantes de 300 cc.
Una tarde el padre de Martina le pide el favor que se acerque a la carpintería del pueblo a recoger dos sillas que necesitaba para una reunión que tendrían en la casa en horas de la noche.
Alrededor de las 6:30pm Martina llega a un local viejo, sucio, donde el olor a madera, pegante y demás químicos se mezcla en una nube de humedad propia del calor de estas zonas veraniegas, al no encontrar timbre golpea una vieja puerta de metal, luego de unos segundos aparece Pedro, el carpintero, vestía una gorra roída por los años, un short camisa a medio abotonar con las mangas remangadas.
El viejo Pedro, un hombre moreno, de unos 60 años de edad, de piel quemada por el sol y frente sudada abre la puerta de su negocio, queda hipnotizado ante la belleza de jovencita que ha venido a importunar su descanso de la tarde, nunca en su vida había visto una cabellera rubia perfectamente peinada en una coleta, unos labios carnudos y rosados que cubrían una sonrisa perfecta de dientes blancos y alineados, sin contar con la hermosa forma de sus ojos color miel y unas tetas que desbordaban el pequeño top rosado que dejaba expuesto un vientre plano, las sandalias de tacones emulaban a las ninfas de la antigua Grecia.
Después de recuperar el aliento y poder pasar saliva Pedro saluda a su despampanante visitante.
-buenas tardes, señorita en qué le puede colaborar el viejo Pedro?
-buenas tardes, he venido a recoger dos sillas de roble que mi padre ha dejado en reparación.
-claro que sí, pero esas sillas aún están en proceso, si gusta siga y espera unos minutos para que se las pueda entregar.
Pedro de forma educada invita a su clienta a seguir, no sin antes divisarla en su totalidad; ella entra con un poco de desagrado, no está acostumbrada a esos olores, a la pobreza que denota el lugar.
-Pedro en cuanto me puede entregar las sillas? Tengo un poco de afán, dice ella con desdén.
-En unos minutos señorita, por favor siga al taller y le muestro el trabajo.
La jovencita se adentra a un patio amplio, lleno de herramientas, madera tirada, hierros en cada pared decorada con imágenes de calendarios viejos donde modelos de poca monta posa en ropa interior, evidentemente no es un lugar que le es común y mucho menos cómodo; mientras que Pedro se encuentra más cómodo, emocionado y excitado que nunca.
-Señorita como puede ver ya es solo que se seque el barniz, quedaran brillantes y hermosas como usted, sonriendo tímidamente se expresa el carpintero.
-Una fría y sin emoción sonrisa es dibujada por la joven en una clara muestra de decencia e incomodidad. Pensé que ya se encontraba el trabajo realizado, mi padre me dijo q estaba al medio día listo.
-Si señorita, eso le exprese a su padre, pero el trabajo ha sido mayor al pensado, pero no se moleste que ya pronto se podrá llevar las sillas y posar esas nalgotas en ellas.
Martina ya no podía ocultar su desagrado en la situación, el olor, los “piropos” que le parecían humillantes y las miradas morbosas de este viejo, pero mantenía la calma e intentaba ser indiferente mirando la pared.
-Usted está mucho mejor que esas modelos, exclamó el viejo tomando un sorbo de cerveza.
-Mire señor Pedro, he sido una persona educada, pero ya me cansé de su miradero, de sus comentarios, deme las sillas como están y me retiro de acá inmediatamente.
-Pero no se ofenda, era un simple piropo, un chiste, aparte su padre dejó un saldo que me debía pagar al recoger las sillas y no veo que usted traiga dinero.
Era verdad, Martina recuerda que su padre le había dejado un dinero en efectivo en la mesa, pero ella como siempre distraída la había dejado.
-Pero le puedo hacer una transferencia desde mi celular.
– ¿Señorita, usted cree que yo tengo cuentas virtuales? Si mucho tengo con qué comer en las mañanas.
-Me imagino, pero debo llevarme las sillas hoy, mi padre me mataría si no cumplo con la tarea que me encomendó, puedo llevármelas y volver mañana en la mañana a pagarle el excedente… le daré un dinero extra por el favor.
-No niña, las cosas como son, dinero en mano y le entregó las sillas, que mire, ya se secaron, ya se las podría llevar a su camioneta, pero sin dinero no se las entregó.
-No sea así don Pedro, hágame el favor, cómo va a creer que lo voy a robar.
La situación había dado un viraje y ponía las cartas a favor del viejo trabajador.
-Pues señorita, hay una forma de que se gane el favor de este viejo humilde. Expresa Pedro pasándole una mano por la espalda baja que no cubre el top.
-Martina nunca había sentido una piel tan áspera y fuerte en su cuerpo. Cuénteme, por favor ayúdeme, como le dije, mañana le traigo el doble de lo que se le adeuda.
-No señorita, la cuestión no es de dinero, ustedes los millonarios creen que todo se soluciona con dinero… Voy a ser directo, usted está muy buena, nunca mis ojos habían visto y seguramente jamás verán una mujer con esas tetas y esas piernas, desde que entró solo he pensado en cómo será gimiendo de placer al tener un hombre encima.
Martina desconcertada, ofendida, pero entendiendo que era una pelea que iba a perder si no cambiaba de actitud sonríe.
-Don Pedro, que gracioso es usted.
-Claro, ahora le parezco gracioso, mire niñita, la cosa es sencilla, quítese ese topcito y esa faldita y empezamos a negociar.
-Pe pe pero don Pedro, cómo se le ocurre.
-Yo no soy ningún don! Exclamó el viejo enfurecido, o me hace caso o se va yendo para su casa y me deja acá tranquilo.
-O sea que si me quito la ropa y me quedo en tanga me podría llevar las sillas?
-Así es, es solo eso. Expresó Pedro con serenidad.
-No habiendo otra opción.
Martina desabrocha su top de la espalda, no llevaba sujetador, lo acomoda en una mesa polvorienta, la falta le toma un poco más de trabajo, pero tras razonar lo hace, su cuerpo solo queda con una pequeña tanga azul celeste de encaje.
El viejo no lo puede creer, qué tetas, qué culo, qué mujer es lo único que pasa por su cabeza, su erección es inmediata.
-Listo don Pedro, ¿me puedo vestir y llevar las sillas?
– JA JA responde el viejo, ya le dije que ningún don, eso era para empezar a negociar, ahora siéntese en ese butaco. Señalando una pequeña pieza de madera.
Martina sin más opción, acomoda sus fuertes y grandes nalgas en el butaco, intentando tapas sus senos con las manos. Mientras el viejo que cada vez estaba más sudado se acerca lentamente a ella abriendo su camisa y bajando su short
-Ahora si empieza la negociación Martinita. Expresa el carpintero con sobradez mientras acomoda su pene erecto cerca a la cara de la joven. Puede empezar a chupármelo y así me empiezo a poner en su lugar.
-¡NO, mejor me voy!
-Usted no se va para ningún lado! – el viejo toma con sus manos la coleta de la mujer y aprovechando su fuerza producto de su trabajo hace que la boca abierta quede llena con su verga.
Martina queda en shock, nunca había sentido ese sabor, si bien la verga era de un tamaño promedio el grosor y su color escuro le generaba morbo, era resistirse o disfrutar, igual la situación no iba a cambiar. Poco a poco empieza a comerse esa verga de la cabeza a la base, lamiendo por todas partes, dejándola totalmente bañada por su saliva.
Pedro no aguantaba más y dentro de la excitación del momento la levanto, y acomodo contra su mesa de trabajo, dejando esas nalgas pronunciadas a su disposición, si pensarlo dos veces, con sus manos estalló la delicada tela de la pequeña tanga y decidió embestir esa húmeda, rosada y depilada concha. Martina nunca había sentido la rudeza con la que era penetrada, las manos ásperas recorrían sus suaves nalgas, cada tanto recibía nalgadas con tal fuerza que en pocos segundos tenía marcados los cinco dedos de cada mano. Martina gemía, gemía de placer.
-Lo disfruta jovencita?
-Nunca pensé que pudiera recibir embestidas tan salvajes como las que usted me da
-Disfrute porque quiero terminarle en la boca, que se tome toda mi leche.
-Pero por favor no pare, aguante unos segundos más que ya voy a estallar.
El carpintero acatando la solicitud siguió bombeando de forma acelerada y constante, sintiendo que su verga se bañaba de los fluidos femeninos, no pudo aguantar más y con la energía que tenía halo de la diminuta cintura a la joven, la hizo arrodillar en el piso de tierra, dejando la hermosa cara femenina a la altura de su verga, no hubo necesidad de masturbarse, ya estaba a punto de derramar todo el semen que tenía acumulado por días. La eyaculación cayo en la lengua, en la boca, parte se derramo por el cuello y terminó en las tetas; Martina se saboreó y tragó la leche que tenía en su lengua y sintió como las piernas temblaban al recibir la descarga de otro orgasmo.
-Así me gusta, que se la tome toda, exclamo el viejo mientras tomaba un poco de aire y se apartaba del cuerpo desnudo y agotado de placer que tenía esta joven.
Martina se recuperó, tomo el top y falda, se vistió, su cuerpo estaba sudado, empolvado y con gotas de semen, era tal el nivel de satisfacción sexual que no le importó y caminó así hacia la salida; ya Pedro había cargado las sillas al baúl de la camioneta y como dos personas que acaban de cerrar un negocio cualquiera se despidieron.
-Si no quiere, no venga mañana, ya el pago quedo en su totalidad, exclamó el humilde carpintero con una sonrisa que nunca había tenido.
Martina tomo camino, su mente se encontraba en otro lugar, el recuerdo de ese olor, las texturas de las manos, el sexo sin ningún sentimiento y con mucha rudeza hacía que se sintiera completa y satisfecha, sin duda alguna sabía que regresaría, regresaría a “pagar” el saldo pendiente, sonreía mientras se veía por el retrovisor con la coleta despeinada y semen seco en el escote.