Ellas creían que me iban a sorprender y en efecto lo lograron, pero estaba dispuesto a hacerles pagar caro su atrevimiento.

«¿Queréis seguir con los jueguitos?, deberéis aceptar de nuevo mis normas

«Estamos dispuestas a todo», contestaron al unísono

Bien, vais a torturaros mutuamente y la que gane será mi «reina predilecta», la otra será nuestra servidora y esclava «para todo». Pensad como queréis castigaros mutuamente, debéis causaros profundo dolor una a la otra y de una forma que yo goce con el espectáculo»

Al cabo de un rato, mi novia manifestó haber pensado una tortura dolorosa y original para infligir a su hermana.

«Puedes empezar»

Ató a su hermana, completamente desnuda, por las manos y la colgó de un de los ganchos que tenemos en el centro de mi estudio, fue subiéndola hasta que solo podía apoyarse en la punta de los dedos de sus pies, su espalda y muslos estaban tensos; entonces, separó ligeramente sus rodillas y las mantuvo abiertas mediante un par de duros almohadones; la hermanita apenas rozaba el suelo con el dedo gordo de cada pie.

En esa postura le puso pezoneras metálicas y las conectó a nuestro transformador eléctrico y empezó a soltarle secas descargas. Su hermana empezó a suplicar y a gemir. Ella puso el transformador en automático- de forma que éste soltaba descargas a discreción y de forma aleatoria sin seguir ningún ritmo preciso- para ella quedarse con las manos libres y, entonces, le penetró el ano con otro electrodo en forma de polla, uniéndolo a una pinza que le puso en el clítoris y de pronto le soltó una descarga.

Su hermanita gritó: «!!Basta, me rindo, lo dejo¡¡»

Le dije: «¿Estás segura? ¿Ya no quieres tener mi polla en tu culo?»

«¡No!, sigue, hermanita, sigue…»

Y así seguimos durante una media hora más. Ella lloraba y gemía, pero por sus muslos regalaban los jugos de su vagina.

Cuando la descolgamos cayó rendida, estaba agotada, se desplomó en el suelo y viéndola sin resistencia no pude contener mi deseo y por primera vez me la follé por delante levantando sus piernas, apoyándolas sobre mis hombros para regalarle una profunda penetración, no dijo ni palabra, solo temblaba y me besaba, al acabar me dijo: » ¿Y cuándo me volverás a encular? ¿Por qué no me enculas así?»

«Tranquila ya te llegará, cada cerdo tiene su San Martín y mis cerdas más»

Pasó un largo rato, tomamos algunas copas de champagne y nuestra conversación se fue restaurando, finalmente le indiqué a mi novia que podía chuparme la polla como premio de la deliciosa tortura que había infligido a su hermana.

Mientras mi novia me la mamaba, inicié un apasionado morreo con su hermana, y, en un momento dado me susurro al oído: «¿No tienes curiosidad por saber que he pensado para ella? …es tan original y único que yo no puedo hacerlo, solo tú puedes; es una variante perversa de lo que ella me ha hecho»

Me lo explicó al oído y quedé perplejo, » ¿Te atreves?», me dijo.

«Por su puesto», le respondí.

«Pues te pido que lo hagas como si fuera cosa tuya, no le digas a mi hermana que ha sido idea mía. No me lo perdonaría»

De pronto les ordené ponerse en pie, les vendé los ojos y las colgué una frente a la otra en la misma postura que había soportado antes mi cuñadita.

Uní el pezón derecho de mi novia con el izquierdo de su hermana y el derecho de esta con el izquierdo de la otra, la distancia era tal que si una se movía tiraba de los pezones de la otra.

Repetí la operación con sus labios vaginales, mediante dos cadenitas más y finalmente introduje sendos electrodos metálicos en forma de polla y de superficies rugosas en sus años.

Conecté la corriente programando el transformador de tal forma que descargará alternativamente en una o en otra cerda. Una recibía la descarga y sentía el dolor de ésta, se revolvía y eso tironeaba de los pezones y de los labios de la otra y ese movimiento volvía a castigar a la primera y pocos segundos después la descarga se invertía y el juego se repetía en el otro sentido.

Mi novia resistió muy bien, pero mi cuñada que ya estaba castigada y a pesar de haber ideado el juego, estaba desesperada y se mordía los labios de la boca hasta sangrar.

En esta postura y retorciéndose de dolor eran maravillosas; ambas tienen unos culos grandes y hermosos, irresistibles para azotarlos y con estos movimientos cimbreantes mucho más.

Así que agarré mi látigo y terminé la faena con una sonora y concentrada azotaina en las nalgas y muslos de ambas, para acentuar su dolor y para dejarles la marca de su amo en sus partes más hermosas.

Al cabo de un largo rato, las solté y cayeron rendidas, las acosté en mi cama y ya llevan durmiendo doce horas, creo que ha llegado la hora de llamarlas y de porculizar a la que tenga el culo más marcado, no tengo preferencia y es realmente difícil saber cuál es más guarra, son dos cerdas deliciosas.

Me prepararon una encerrona y han terminado como se merecían.