Capítulo 1
- Mi despertar en el sexo lésbico II
- Mi despertar en el sexo lésbico I
Así que ella, anuló la posición 69 y se acostó a mi lado. Estuvimos hablando así, la una junto a la otra, mirando el techo de mi apartamento. La suavidad de la cama nos hizo sentir a gusto. La luz del sol se filtraba a través de la ventana. Reviviendo ese momento con este relato erótico, vuelvo a excitarme tal como ocurrió ese día.
—¿Tienes algo de tomar en la nevera?—me preguntó.
—Hay jugo de naranja, si quieres… y leche también.
—Bueno, ya vengo.
Kira regresó con dos vasos de leche. El frío del líquido me alivió del alegre cansancio que padecía. Ese cansancio sexual, único y liberador. Es increíble que el sexo, cuando nos agota nos dé tanta paz. Nos ofrece un cansancio exquisito y único. Ese vaso de leche me refrigeró y alivió mi sed.
Cuando acabamos de bebernos la leche, Kira se aproximó a mí y me besó. Nos besamos con gusto. Yo me excité besándola, degustando de su lengua introducirse en mi boca. Me sentía emocionadísima de estar junto a ella. Y me lamentaba de que mi clítoris estuviera sensible. Porque en caso contrario estaríamos en posición 69.
Un momento después, Kira se alejó un poco de mí, manteniéndose en la cama. Se encontraba de rodillas, desnuda, exhibiendo sus tetas. Entonces llevó sus manos hacia atrás apoyándola tras su nuca. Ahora sus codos apuntaban hacia el techo. De modo que en esa posición pude apreciar sus axilas lindas y afeitadas.
No tardé en reconocer porque había colocado sus manos ahí. Ella comenzó lanzándome un guiño sexy y provocador con uno de sus ojos. Luego inclinó un poco su cabeza hacía su axila derecha. Y finalmente usó sus ojos para señalar dicha axila. Un gesto que duró menos de un segundo, antes de volver a lanzarme un guiño.
—¿Te gustan?—me preguntó.
—Sí, se ven provocadoras, se ven hermosas.
—¿Te gustaría? ¿Eres de las que le gusta el fetiche axilar?
—Claro que sí.
—Entonces que esperas. Dejaremos pendiente lo de la posición 69. A cambio me besarás mis axilas. Para mí es muy excitante.
Kira aún mantenía sus codos hacía el techo. Yo la miré con una mirada profunda y seductora. Estuve contemplando sus axilas durante unos segundos más. Mi mirada denotaba la satisfacción que sentía al verlas. Eran axilas por completo depiladas, sin ningún rastro de vello.
Unos segundos después, me acerqué a su axila derecha y comencé a besársela. Con mis manos en su cintura la tenía bajo mi control. Pero un momento después nos derrumbamos sobre la cama. Ella se mantuvo en posición bocarriba mientras vivimos ese momento de intimidad.
Yo, con total pasión, saboreaba sus axilas como si fuese una vagina más. Una vagina limpia en la que me excitaba el aroma de su desodorante. Lo que más generaba sensaciones intensas a mi cuerpo, eran los gemidos de Kira. Era deleitante escucharla gemir, como si yo estuviese penetrándola.
De hecho, tuve esa misma impresión. Como yo estaba encima de ella, podía sentir nuestras vaginas realizando contacto. Si fuese hombre, le estaría dando todo el placer que se merecía. Ella mientras tanto resistía mi peso sin incomodarse. En realidad solo poseo unos dos o tres kilos más que ella.
—Que rico, mi amor, me encanta este fetiche—me afirmó—. ¿Tus ex novios te lo han hecho?
—Sí, amor, es un fetiche muy común. Es una zona erógena del cuerpo.
—Lo sé. También he investigado sobre eso. En Internet abundan videos sobre este fetiche. En ocasiones disfruto esto más que la posición 69.
—Se nota, querida Kira, se nota.
La posición 69 la disfrutaríamos de nuevo, unas horas más tarde. Porque antes de eso, Kira también tuvo su oportunidad de besar mis axilas. Ella se apropió de mí y se hizo cargo de voltearme de un solo empujón. Es decir, logró colocarme bocarriba con facilidad, de un solo revolcón. Ahora ella estaba sobre mí.
Se apoderó de mis codos, obligándolos a apuntar hacia la cabecera de la cama. Todo fue muy rápido. Fue algo que me dio la certeza de que tenía experiencia realizando eso. Qué no era la primera vez que usaba su potencia sexual para besar axilas femeninas. Ahora ella besaba las mías, que estaban igual de depiladas y hermosas.
Cuando decidió detenerse, cuando se dio por satisfecha, escupió sobre mi axila izquierda. Luego me lanzó una mirada llena de lujuria. Entonces me dio un beso en la boca, dulce y tierno. Un beso tan apasionado cómo los anteriores. Un momento después se levantó, permaneciendo de rodillas en la cama.
—¿A qué más te gustaría jugar hoy?—me preguntó.
—¿Quieres que nos demos un baño juntas?
—Buena idea. Pero no olvides que tenemos pendiente lo de la posición 69 para otra ocasión.
Una vez en el baño estuvimos besándonos con intensidad bajo la ducha. El agua nos refrescaba y pronto el jabón comenzó a limpiar nuestros cuerpos. Sabía que a Kira le hacía falta más placer para estar a mí mismo nivel. Así que en cierto momento decidí arrinconarla contra una de las esquinas del baño.
Me sentí dichosa de darle placer a esta mujer. Con mucho gusto hundí mis dedos en su vagina y comencé a masturbarla. Mientras tanto, le daba besos pasionales, con tal intensidad que a veces la asfixiaba. Kira aceptaba esa asfixia con gusto, mientras utilizaba sus manos para manosearme. Fue un momento de esa tarde muy sensacional.
Estando bajo la ducha le di una buena masturbación a Kira. La tenía arrinconada en la esquina del baño y manoseaba a la vez sus tetas. Ella pasó a un modo neutro para dedicarse a disfrutar de mis caricias. Yo la miraba a los ojos con ternura, mientras se mordía sus labios. A veces sus ojos pasaban al blanco total.
Mis dedos se hundían al interior de la vagina, masajeando de manera rítmica. Los besos asfixiantes que le daba en un principio habían sido abandonados. Ahora solo le daba besos ocasionales, tanto en sus labios, como en sus mejillas. En otras ocasiones, ella descendía un poco sus caderas arrinconadas. Lo hacía para que la estimulación de mis dedos fuese más profunda.
En realidad, ella estaba gozándose al máximo de la masturbación. En otro momento volvió a colocar sus manos tras su nuca, exhibiendo sus bonitas axilas. Pero no lo hizo porque deseara que le besara sus axilas. Lo hizo simplemente porque era su manera de relajar su cuerpo, como si estuviera bailando.
—Que delicia, amor mío, sigue tocando mis tetas, mis caderas. Hazme tuya.
—Lo haré si a cambio me das unos buenos besos.
Kira abrió entonces sus ojos y me dio unos besos provocativos. Esos besos que se dan tanto en los labios como en las mejillas. Besos egoístas, que son dados para encender el deseo. Era como si me hubiese retado con esa forma de darme besos. Y luego, para mi sorpresa, me dio una dulce cachetada en mi mejilla izquierda.
—¿Qué pasa, mi corazón?—le dije—. Qué es esa forma violenta de tratarme.
—Solo quiero que me trates igual, pero allá abajito, en mi vagina.
—¿Quieres venganza?
—Algo así.
De modo que hundí mis dedos con más fuerza. Era la misma fuerza de la cachetada la que ahora la agredía allá abajo. Esa energía sexual y violencia de Kira al cachetearme ahora se la regresaba para darle una masturbación intensa. Entonces comencé a frotar su clítoris de manera frenética. La punta de mis dedos subía y bajaba a gran velocidad.
De pronto, tras mucho acariciarle su vagina, Kira tuvo un squirt. La liberación de flujo vaginal fue tan intensa que comenzamos a reír. La masturbación que le di, arrinconándola contra la esquina del baño, había sido un éxito. En ese momento, ella ubicó sus codos sobre mis hombros. Y luego entrelazó los dedos de sus manos tras mi nuca.
Con sus dedos entrelazados, me empujó hacía ella antes de darme un beso delicioso. Nos besamos, sintiendo como el agua de la ducha nos relajaba. Nos manoseamos un poco más, acariciando nuestras pieles excitadas. Al final, la respiración de nosotras se equilibró y entendimos que no podíamos encontrar más. Ya habíamos conquistado demasiado placer.
—Creo que solo nos queda terminar de bañarnos—dijo.
—Sí, ven y nos bañamos como si fuésemos niñitas. La una a la otra.
—Sí, me gusta la idea… con toda la inocencia del mundo.
Aquel fue un momento de intimidad muy lindo entre las dos. Nos fuimos enjabonando la una a la otra con mucho cariño. La espuma bajaba a nuestros talones mientras nos aseábamos con emoción. Cuando llegó la hora de usar el champú la cosa se puso más erótica. O bueno, más amable, más cercana.
Recuerdo el modo en que Kira se apropió de mi cabello y comenzó a masajearlo. Mi cuero cabello vivió una especie de “masturbación”. Fue un gesto muy amoroso por parte de ella. Y luego cuando llegó mi turno también acaricié su cabello de la misma manera. Después nos tocó aceptar que era la hora de salir del baño.
Usamos las dos toallas disponibles que siempre existen en mi baño para secarnos. Nos dimos el mismo trato de secarnos la una a la otra. También fue algo muy emotivo, pero no tan intenso a los gestos de asearnos. Ahora estábamos listas para salir del baño y regresar a mi cama. Después de salir, saqué dos togas de baño del armario y le di una a Kira.
Ahora estábamos en tregua. Estuvimos viendo televisión sentadas en la cama. Ella decidió sentarse con sus piernas cruzadas. Parecía como si Kira fuese a iniciar una sesión de meditación. Pronto percibí la comodidad que tenía esa posición y decidí imitarla también. Un rato después, ella me robó un beso.
—¿Al fin cómo te ha parecido esta tarde de sexo lésbico?—me preguntó Kira—. ¿Cumple con tus expectativas?
—Solo hasta hoy puedo afirmar que soy bisexual—le dije—. Ha sido fantástico.
—Van a ser las cinco de la tarde. Supongo que apenas estamos comenzando.
—No sé si pueda resistir más, cariño. Tengo mi clítoris muy sensible. No puedo darme mayor masturbación sin sentirme irritada.
—Ya lo sé.
En ese momento, Kira se levantó y fue a buscar su smartphone en su bolso. Tras regresar a su cama, se ubicó a mi lado. Entonces me dejó ver lo que ocurría en la pantalla de su teléfono. Abrió una aplicación de una tienda de sexo para observar los productos en venta. Entonces eligió cuatro tubos de gel lubricante.
Antes de concretar la compra, me pidió que le indicará la dirección de mi apartamento. Tras escribirla, autorizó la compra que se concretó en cuestión de segundos. Era evidente que no era la primera vez que usaba la app. Así que era natural que tuviese ya vinculada su tarjeta de crédito. Una vez apareció el mensaje de “Transacción Exitosa”, Kira me regaló una mirada de fascinación.
—Eso es más que suficiente—dijo—. A más tardar en tres horas tendremos esos lubricantes. ¡Y a gozar de nuevo!
—No había considerado lo de los lubricantes.
—¿Los has usado antes? ¿Has experimentado con ellos?—me preguntó—. Evidentemente no tienes reserva de lubricantes aquí…
—No suelo ser muy devota a los lubricantes. Me gusta vivir la masturbación de manera natural…
—Ya vas a ver lo rico que se siente.
El televisor seguiría encendido durante largo rato, a pesar de que nos estábamos viendo. Decidimos volver a recostarnos, aún vestidas con las togas de baño. Estuvimos conversando, descansando nuestras cabezas en las almohadas. Kira me confesó que tenía una amiga con la que se acostaba ocasionalmente.
Estuvo hablándome sobre ella durante un buen rato. Me describió muchas de las experiencias y fetiches que había vivido junto a esa mujer. A medida que veía cómo me cautivaba, ella intensificaba su narrativa. A veces se sentaba sobre la cama y explicaba con poses aquellos momentos.
En cierto momento se colocó encima de mí, ubicando sus rodillas junto a mi cintura. Entonces apoyó sus manos sobre mis senos amablemente y dijo: “Vamos, Mónica, manosea mis tetas”. Estuvo representando varias escenas así, explicándolas minuciosamente. Incluso me pidió que me colocara en ciertas poses para que pudiera entenderlas mejor.
No había nada de sexo intenso o masturbación en eso. Solo estábamos recordando y reviviendo las escenas, tal como ocurre en un relato erótico. Aunque claro, había momentos en que las ejemplificaciones resultaban excitantes y únicas. Era normal que yo me emocionara y expresara esa excitación con una notable sonrisita.
—¡Wow! Ambas tienen buena imaginación para vivir todo esto en la cama.
—Ni tanto. Es cuestión de dejarse llevar—afirmó—. Los videos pornográficos de lesbianas también me dan buenas ideas. Por cierto querida, ¿te gustaría que tuviésemos un trio con Mónica?
—No suena nada mal.
La sonrisa que apareció en mis labios me delató por completo. Kira se quedó observando mi rostro, perforando mi pensamiento con sus ojos profundos. Así comprendió al instante la convicción que sentía ante su propuesta. Una propuesta que se concretó días más tarde.
En nuestro encuentro con Mónica practicamos lo que yo denominé como un beso anal y vaginal. Para mí fue la primera vez que vivía algo tan excitante. En posición 69 sentía cómo la boca de Mónica se disfrutaba mi vagina. Mientras tanto, Kira se daba el gusto de lamerme el ano, estimulándome con su lengua. Por mi parte yo tenía la satisfacción adicional de estar besando la vagina de Mónica.
¿Hace falta explicar algo más para entender lo que es el beso anal y vaginal? Creo que no. Y ahora que lo escribo en este relato erótico, vuelvo a estremecerme de placer. En definitiva: es un tipo de beso simultáneo y solo se practica en posición 69. Pero a su vez es necesaria la participación de al menos tres personas. Espero que algún día llegues a disfrutarlo, tanto si eres hombre o mujer.
—Vamos, Mónica, no te detengas—le ordené en cierto momento—. Esto es lo más fabuloso que he experimentado en mi vida.
—Me encanta que así sea, cariño—dijo Kira, suspendiendo su beso anal—. ¿Te gusta cómo te hundo mi lengua en tu ano?
—Claro que sí, amor mío—le respondí—. ¡Sigue, sigue!
En la posición 69 en la que estábamos, Mónica se hallaba bajo mi cuerpo. Es decir, yo reposaba sobre ella. Al ver que interrumpí mi actividad de besarle su vagina, ella me dio una cachetada en mi nalga con su mano izquierda. Aunque no fue una cachetada con mucha fuerza, debido a cómo se encontraba recostada.
Así que ese gesto me recordó que también estaba comprometida a darle placer. La vista que tenía de su vagina me resultaba hermosa. Su piel blanca me excitaba, lo mismo que el pequeño bosque ubicado sobre su vagina. Ese vello lo había dejado crecer ella de manera voluntaria. Y sí, se veía delicioso. Sobre todo, porque estaba afeitado con cuidado, formando un triángulo.
Yo besaba la vagina de Mónica con desenfreno. Me saboreaba la punta de su clítoris y con mis manos abría sus labios vaginales. Igual que lo hacía ella conmigo, describía circulitos en su clítoris. Otras veces, pegaba mi boca a su vagina para chuparla. Deseaba comerme esa cuca, que curiosamente, tenía un sabor dulce. Tan dulce como el beso anal y vaginal que estaba recibiendo.
—Qué tarde tan espectacular—dijo Kira cuando acabamos con la posición del 69—. Me siento orgullosa de tenerlas a cada lado mío. Me hacen sentir como una reina en mi propia cama.
—Hoy eres tú la protagonista—dijo Mónica—. No solo estamos en tu reino, en tu apartamento. También fuiste tú la de la idea de presentarme a Tatiana.
—Tienes razón, Mónica—agregué yo—. Ha sido fascinante tener sexo contigo.
—Bueno, Tatiana y Mónica, ya saben que cuando quieran pueden seguir acostándose—declaró Kira—. Quedamos en que nada de celos entre nosotras.
El sitio de encuentro entre nosotras se dio en un café de un centro comercial. Mónica fue la última en llegar. En realidad, fue Kira la que se hizo cargo de que llegara a esa hora. Por petición de ella nos encontramos diez minutos antes de lo acordado. Así que cuando Mónica llegó, fue como si se aproximara toda una reina de belleza. Nada sospechaba aún yo sobre lo del beso anal y vaginal que viviría más tarde.
En su rostro llevaba una sonrisa radiante. Ella iba vestida de un modo elegante, pero casual. Es decir, iba vestida igual que Kira y yo. Al reconocerme, me lanzó una de esas miradas cómplices y sexuales. Y cuando se sentó junto a nosotras, la energía sexual fluía entre nosotras. Solo hasta ese momento nos estrechamos nuestras manos.
—Mónica te presento a Tatiana—dijo Kira—. Tatiana te presento a Mónica.
—Hola, querida Tatiana—me saludó Mónica—. Un placer.
—Mucho gusto, Mónica—dije—. Kira me ha hablado sobre ti.
—Igual que ella de ti.
Estuvimos conversando en ese café alrededor de unos cuarenta minutos. Hablábamos sobre nuestras vidas y otros temas banales. Yo le dije que era escritora profesional, que me ganaba la vida desde casa. Pero cuando le pregunté a que se dedicaba, ella solo respondió: “Después te lo digo”.
La respuesta de Mónica fue del todo amable. De hecho, estaba complementada con una sonrisa tierna que me regaló. También me lanzó una mirada sensual a la que le agregó un guiño. En ese momento, Kira me lanzó una mirada divertida. Las dos estaban ocultándome algo, un secreto que me llenó de curiosidad.
Al final no le di importancia. Seguimos hablando de todo un poco. En la mesa de aquel café, las miradas que me lanzaba Mónica eran muy tiernas. Yo también me conectaba con ella con miradas similares. Las dos sabíamos que estábamos pensando en lo mismo, mientras el sabor de los capuchinos con amaretto me resultaba cada vez más delicioso.
—Bueno, chicas, como acordamos—dijo Kira—, vamos al cine. La película empieza en diez minutos.
—Oh, sí, lo había olvidado—respondió Mónica.
Recuerdo que, en el cine, Kira se sentó en medio de las dos. Tal como estaríamos horas más tarde en su apartamento, recostadas en la cama. Recuerdo que, durante el periodo de tregua, ella usó sus manos para acariciarnos. Hundió sus dedos en nuestras vaginas, estimulándolas. Fue algo muy divertido.
Yo recordaba con gusto lo del beso anal y vaginal mientras tanto. Con mis ojos cerrados deseaba volver a repetir ese momento. Pero sabía que ya mi turno estaba completo. Alguna de las dos merecía vivirlo a continuación. Pensé que sería muy atrevido insinuarles que me dejaran repetir dicho placer.
Ahora deseaba que al menos yo participara besando el ano o la vagina de ellas. Así que no dudé en sugerirlo. Aunque primero comencé agradeciéndoles de nuevo por haberme dado ese placer. Les volví a insistir que había sido tremendamente delicioso.
—¿Quién sigue para disfrutar de ese beso?
—¿Quieres volver a repetirlo?—me preguntó Mónica—. Ese beso anal y vaginal que tú llamas, siempre lo hacemos como ceremonia de bautizo. Cuando Kira y yo empezamos a tener relaciones con una nueva mujer, damos esa iniciación. Siempre les brindamos ese gusto a nuestras nuevas amigas.
—¡Oh! que interesante—dije.
—Espero que tú también lo pongas en práctica—agregó Kira—. Espero que tú y Mónica les den ese gusto a otras mujeres.
—Así será—respondió Mónica entusiasmada.
Un minuto más tarde, ellas volvían a darme el gusto de mi denominado beso anal y vaginal. Aunque en esta ocasión, fue Kira y yo las que nos ubicamos en posición 69. Una vez más gozamos intensamente del placer.