Capítulo 1
Monique
CHARLINES.
Ese día al abrir mi correo, vi uno nuevo. Monique se llamaba ella y me daba las gracias por mis escritos, diciéndome que le gustaban mucho, que le alegraba que las mujeres de una edad siguieran resultando atractivas.
Yo evidentemente, había terminado una serie de relatos de sexo con maduras. La profesora, que, por cierto, había gustado mucho, fue la que destapó la curiosidad. Yo realmente estaba halagado, siempre gusta que te reconozcan el esfuerzo y con las mismas le contesté dándole las gracias.
Para mi sorpresa unos días después me volvió a contestar con un correo un poco más privado, no mucho, solo un poco. Aquí mi mente voló y me dio la idea para escribir un nuevo relato. Aún no sé cómo es ella, ni sus gustos, pero escribiré el relato a mi manera.
A finales de mes bajaba a pasar unos días en Almería y su ciudad, si quería me pillaba de paso. La verdad es que tenía curiosidad, más por conocer a la mujer que por tener una aventura, que también. Decidí escribirle un correo donde le expresaba que pasaría por su ciudad y le ofrecí mi número de teléfono, por si quería hacer las funciones de cicerone. La verdad que mi polla se puso contenta, solo de ver plasmadas ahí, en el papel, unas cuantas letras. Monique, me contestó que estaría encantada y me pasaba también su número de teléfono, para que le llamase cuando llegara a su ciudad.
Salí de mi casa un sábado con dirección a mi destino y con la intención de hacer una parada en su ciudad, ahí estaría el sábado y el domingo, para partir el lunes a mi destino. Había elegido una habitación en un céntrico hotel, para estar mejor comunicado. Al llegar, dejé mis cosas en la habitación y bajé a la cafetería. Desde la cafetería llamé a Monique, le dije dónde estaba y la esperé con cierto nerviosismo y calentura en esa cafetería.
Como aún no nos habíamos visto, le comenté cómo estaba vestido. Me tomé una cerveza mientras esperaba que Monique llegara a la cafetería. A los veinte minutos más o menos ella llegó algo apurada. Era una mujer guapa, elegantemente vestida y con un porte altanero, espaldas rectas y paso firme.
Al verla llegar, me levanté de mi silla y me dirigí a ella.
- ¿Monique?
- ¿Si, Pablo?
- Si, ¿qué te apetece tomar?
- Pues… no sé, un café cortado.
Mientras ella se sentaba en la mesa donde yo estaba, me dirigí a pedir el cortado. Lo acerqué a la mesa y empezamos a hablar, prácticamente éramos dos desconocidos. La conversación fluyó de tal manera que se hizo la hora de comer.
- Se nos ha hecho la hora de comer, ¿me dejas que te invite?
- Por favor, muchas gracias, yo elijo el sitio, dijo Monique.
Monique me llevó a un restaurante que ella conocía, donde comimos muy bien. Mientras transcurría la comida, departimos de un montón de temas y la verdad se nos hizo muy amena. Ambos éramos buenos conversadores y la verdad todo fluía con mucha tranquilidad.
Terminada la comida, dimos un paseo, mientras Monique me enseñaba lo más emblemático de su ciudad. Dimos un buen paseo y a eso de las siete, paramos a tomar un refrigerio en una de las muchas cafeterías de esa ciudad.
Aquí la conversación se centró más en mis relatos, en por qué empecé y por qué me gustaba hacerlos. Le comenté que empecé en la pandemia, como un método de pasar el rato. En los primeros relatos, le conté que cometía infinidad de errores de todo tipo, unas veces por las prisas y otras por desconocimiento. Me encanta el sexo y diría, que casi soy insaciable, por lo que necesitaba y necesito contar mis historias, historias que por cierto creo ahora cuento mucho mejor.
Me gusta el detalle, porque así soy yo en el sexo, me gusta que disfrute quien está a mi lado y que si puede tenga muchos orgasmos. Generalmente las mujeres son un poco más retraídas en el tema sexual, lógico, se pasan la vida con el temor a quedar embarazadas. Esta espada de Damocles es normal que les marque de por vida.
La verdad es que Monique es bastante abierta y creo que tiene muy claro lo que quiere. Me comentó que le gustaban los preliminares, lo que ahora era para ella su prioridad. Que ya no tenía ganas de aguantar que le utilizaran como un simple depósito de semen. Ahora quería disfrutar, sentir, vivir una nueva sexualidad. Algo totalmente lógico.
Como en la mañana, se nos echó la noche encima y Monique me comentó que ahora sería ella quien me invitase a cenar. Nos encaminamos a otro restaurante también conocido por ella y cenamos también muy bien. La cena como no podía ser de otra manera siguió los mismos derroteros que el día ya pasado.
Le propuse tomar algo en algún pub tranquilo y ella me miró ladina.
- ¿Me quieres llevar a lo oscuro?
- ¿Te dejarás llevar?
- Tu prueba, gánatelo.
Fuimos a un local bastante tranquilo, con una música muy suave y una iluminación, digamos que tenue. Pedimos unos combinados y nos sentamos en una mesa un poco apartada, para tener más tranquilidad. La conversación aquí se volvió algo más picante y personal. Le pregunté, qué, que le gustaba a ella en el sexo, como disfrutaba más. Ella me contó que le gustaba que le excitaran hasta que sus ganas fueran insalvables. Hasta que estas ganas le obligaran a pedir ser poseída, ser amada, ser usada, ser, en fin, la protagonista de una historia de pasión desenfrenada.
Joder, eso me puso palote, esa mujer podía ser mucha mujer y la verdad que tenía ganas de comprobarlo. La miré a los ojos y los vi brillantes, me acerqué lento a su boca y no se apartó. Mis labios se pegaron a los suyos y mi lengua recorrió su boca, bailando con su lengua un baile lento y tranquilo. Esa boca sabía a gloria, mis manos recorrían sin prisa los costados de su cuerpo, acercándose a sus senos, pero sin llegar a tocarlos. Su excitación era patente en su respiración, que igual que la mía se había acelerado y ahora cabalgaba sin rumbo por nuestros cuerpos.
Lentamente acerqué mi mano a su pecho, un pecho terso y voluminoso. Lo acaricié con mimo, buscando su pezón, entre el vestido y el sujetador. Monique gemía en mi boca y se dejaba hacer. Apreté su pezón y musitó algo que no llegué a entender. La miré fijamente a los ojos.
- Vámonos de aquí, ¿te apetece?
Monique asintió con la cabeza y me miró con cara de asombro, de vicio, de mujer ardiente. Salimos del pub destino al hotel, subimos a la habitación comiéndonos en el ascensor. Al llegar a la habitación y en medio de esta, la besé, mientras apretaba con ganas su culo. Poco a poco, me fui relajando y dándole la vuelta, empecé a desabrochar su vestido, mientras besaba su cuello. Dejé caer el vestido, mientras mis manos recorrían cada centímetro de su cuerpo, mientras notaba en mis palmas la dureza de sus pezones y la humedad de su sexo.
Mi boca, besaba y mordía su cuello, mientras mis manos soltaban la sujeción del sujetador. Sus pechos poderosos quedaron reflejados en el espejo y su cara se tornó de un bonito color rojo. Las palmas de mis manos los acariciaron sin prisa, mientras mi polla se colocaba entre sus glúteos.
Monique gemía e intentaba volverse, pero no la dejé. La fui acercando muy lento a la cama hasta dejarla sentada en el borde de esta. Me coloqué entre sus piernas, la miré a los ojos y sujetando con decisión la tira de su tanga, se lo fui bajando hasta sacarla por sus pies.
Ante mí, apareció su coño totalmente brillante de sus jugos y me lancé a saborear ese manjar. Su sabor algo salado se coló en mis papilas, haciendo crecer mi polla que ya me empezaba a molestar dentro de los pantalones. Mi boca se pegó a ese sexo y lo lamí con pasión, arando entre los labios vaginales, que poco a poco se fueron abriendo a mi lengua. Por fin, llegué a su clítoris, el cual sorbí, y apreté entre mis labios, mientras mi lengua lo circundaba con lentitud.
Monique gemía y apretaba mi cabeza contra su sexo. Mi lengua incansable rodeaba su botoncito del placer hasta conseguir que sus gritos cada vez fueran más seguidos y más fuertes.
- Si, así, no pares, me corro, no pares si, joder, joder, siii
El flujo de Monique llenó mi cara y mi boca y lo bebí ávidamente. Mientras ella quedaba recostada en la cama, reposando su orgasmo, yo me desnudé rápidamente. Me tumbé a su lado y acaricié todo su cuerpo, a la vez que ella sujetaba con fuerza mi polla.
- Te voy a volver loca putita, le dije, mientras mi mano se colaba entre sus labios, acariciando estos con suma delicadeza.
- Si mi toro, destrózame, hazme tuya, quiero ser tuya.
Mi mano incansable repasaba esos labios vaginales totalmente húmedos. Recorría esos pliegues con lentitud, extrayendo gemidos de la boca de Monique, que ahora ya meneaba mi polla arriba y abajo. Los dos nos mirábamos y nos besábamos al ritmo de nuestras manos. Mis dedos ahora buscaron su clítoris, aprovechando su humedad para hacer la caricia más placentera. Monique gemía en mi boca, mientras su sexo no dejaba de manar, me besaba regalándome sus orgasmos y temblaba entre mis manos.
- Fóllame, hazme tuya, fóllame.
Me levanté de la cama y le puse en cuatro sobre esta. Entré en ella despacio y el recibimiento fue espectacular. Su sexo se abrió acogiendo mi polla, para cerrarse después, según esta iba entrando en ella. Monique sacó su culo mientras apoyaba su cabeza sobre la cama. Yo entraba en ella con suma lentitud, para volver a salir de igual manera. Paré, dejé solamente dentro la punta y moví mi cuerpo notando el roce de su sexo en el capullo de mi polla. Mi polla se endureció notablemente y cuando la noté muy dura, se la clavé de un solo empujón.
Monique gimió fuerte, azoté su culo y le di con un poco más de rapidez, le volví a azotar y aceleré el ritmo, ella entendió y gritaba.
- Dame más fuerte, dame, vamos cabrón dame.
Volví a azotar ese culo que chocaba contra mí, con desesperación. Me sujeté a sus caderas y le di con todas mis fuerzas. Monique gemía y bramaba como una descosida.
- Para, para que me matas, para.
Bajé el ritmo de mi fogosa arremetida y lentamente Monique se fue saliendo de mi enganche, para boca arriba tumbarse en la cama. Me miró con una sonrisa en la cara.
- Joder cabrón, casi me matas.
Yo me tumbé a su lado acariciando sus pechos, donde sus pezones ahora estaban duros como una piedra. Mientras pegaba mi polla a su cadera, apreté su pezón con una fuerza media y vi como botaba en la cama.
- Joder cabrón, me estás volviendo loca.
- No te preocupes, aún te quedan cosas por experimentar.
Dejé que lentamente se fuera reponiendo del anterior asalto, sin dejar de besar sus pechos, acariciarlos y apretar sus pezones. Monique volvía a gemir otra vez y dándose la vuelta, clavó su culo contra mi polla.
- Fóllame así, quiero sentirte muy adentro.
Sujeté mi polla y la encaucé dentro de su coño. Este me recibió con agrado y Monique gimió ahora con mi mano apretando su pezón. Me movía muy lento dentro de ese encharcado coño. Me gustaba sentir como me apretaba y succionaba mi polla hacia su interior. Sujeté a Monique por el cuello, se lo levanté y mientras me sujetaba con mi otra mano a su cadera, le di fuerte, muy fuerte.
- Así te gusta eh, así que te rompa el coño, que te haga gemir como una puta, ¿así te gusta?
- Si así me gusta sí, me vuelves loca, me vas a matar.
Ya no pude aguantar más y me vacié dentro de ella, apretando mi polla y sintiendo como Monique apretaba sus piernas y me mojaba la polla.
- Si joder que rico, que bueno. ¿Me dejas dormir contigo?
- Por supuesto
Agarrados nos quedamos dormidos esperando que llegara el domingo.