Capítulo 1

Capítulos de la serie:
  • De alumna a doctora puta I

Antón recibe la oferta de un colega, para follarse a una muñeca en su estreno como prostituta. La alumna tímida de gafas logra su sueño de ser zorra con tarifa. Mariami ansía abrir la alas y está lista para su primera cita.


El Viaje

La vibración constante del tren recorría el asiento, y a través de él, la carne temblorosa de Mariami. Tenía las piernas cruzadas, apretando las rodillas como si así pudiera contener la humedad que la acompañaba desde que salió de casa. Su falda plisada, de colegiala tardía, cubría apenas sus muslos pálidos, y bajo ella, unas bragas de algodón blanco ya empezaban a pegarse. No llevaba nada sexy, ni medias, ni tanga. Todavía. Eso estaba en la mochila, junto al body negro de encaje que le había aconsejado Julián cuando hablaban la noche anterior.

Porque lo habían cocido a fuego lento. Lo habían fantaseado hasta que él, ya con la polla en la mano al otro lado del teléfono, le dijo:—Mañana, cuando vayas en el tren, quiero que pienses en mí. Quiero que te toques mientras miras a los pasajeros. Desde que ese motor arranque, ya eres una puta, pero tienes que demostrar que sigues siendo igual de zorra.

Y ella lo hizo. No del todo, porque la vergüenza todavía le ganaba, pero se sentó en ese asiento junto a la ventana, notó la vibración del tren y deslizó una mano bajo la falda. Una caricia torpe, como quien prueba un botón peligroso. Nadie la miraba, y aun así el rubor le subía por el cuello. Gafas torcidas en la nariz, respiración más rápida. La mochila encima de las piernas por si acaso.

Y mientras lo hacía, mientras mojaba sus propios dedos apenas con la yema, recordó esa conversación en la cama de Julián, hace menos de una semana. Esa noche, Julián fumaba tumbado en la cama, con la polla aún babosa después de habérsele corrido en la cara. Mariami se recostó en su pecho y lo acarició. Temblorosa, le soltó:

—Quiero más. Pero más de verdad. Quiero ganarme la vida dando experiencias. Placer y compañía. Y sí… Me da morbo. También quiero sentirme usada por dinero.

Él la miró sin sorpresa. —¿Me lo dices o me lo pides? – No era la primera ni la cuarta conversación al respecto.—Te lo pido.

Un silencio y un suspiro de Julián.

Es un servicio, sin más. Pero disfruta el morbo como lo prefieras. Tu primera vez puedo ofrecérsela a algún colega por mucho dinero.

Ella soltó una sonrisita y se pegó más a su cuello. Llevaba mucho tiempo intentándolo. Intentando que fuese él quien la ayudase, para no empezar por su cuenta.

Sííí?? ¿Y si no les gusto?

Eso es imposible. Pero… se cobra antes, no te preocupes – respondió Julián, sonriendo.

Ya… Bueno, no me preocupo, pero me gusta la idea de que me paguen al llegar. Al menos la primera vez. En efectivo. Como las putas!

Julián le acarició la cabeza. Su alumna tenía la edad de su hija, y esa jovialidad inocente lo embelesaba. La misma edad, literalmente.

Mira, hacemos una cosa. – Le acarició la cabeza. – Yo te pago el tren y te reservo hotel por si acaso, te dejo efectivo para que vuelvas de inmediato en taxi si hace falta y algo de lo de él. Así, el me paga a mí esa parte y el resto a ti, allí, en efectivo.

¿El resto? Joder, ¿cuánto puedo cobrar? – preguntó, incorporándose levemente con expresión sorprendida.

Por la primera vez… si confían en mi en que lo es, y confiarán… y además siendo un fin de semana entero, estando como estás y con tu edad… 8000. Eso les diré,y creo que será hasta fácil.

guau…

Julián no era simplemente un profesor. Era un animal disfrazado de maestro, que llevaba meses corrompiéndola, primero con halagos y mensajes, luego con roces y besos furtivos, hasta que la llevó a su casa para follarla en cada rincón. O así se veía él normalmente. Ella, sin embargo, había acabado yendo más allá de lo que él esperaba y usándole tanto como él a ella.

El tren redujo la velocidad y Mariami vio el cartel de la estación. Última parada. Estiró la falda plisada, se subió las bragas y se colocó las gafas. Al salir, vio a un hombre apartado, fumando con la espalda pegada a la pared de la estación. Camisa azul clara, panza discreta que le apretaba la tela, barba de dos días, y la mirada escondida detrás de unas gafas de cerca. No se acercó, no la llamó. Sólo la miró de reojo, esperando que fuera ella la que hiciera el primer gesto. Porque esa era Antón, un profesor de Macroeconomía amigo de Julián. Un tío al que había que invitar a entrar.

Ella se acercó.—¿Antón? —dijo, con su voz más dulce.El hombre asintió.—Hola. Eh.. Vamos?

Él giró sobre sus pies y empezó a andar hacia la salida. Parecía nervioso. Ella le siguió, sintiéndose por un momento como una niña castigada que sigue al director. Pero sólo por un momento, porque al verle andar, con esa timidez de hombros caídos y manos nerviosas que no saben si meterse en los bolsillos o sostener el paquete de tabaco, algo se encendió en ella.

Voy a ser la puta que este hombre necesita. Voy a ser la zorra que le enseñe a dejar de temblar.

El camino hasta el piso fue silencioso, pero cada vez que pasaban junto a algún escaparate, Mariami se veía reflejada: falda corta, piernas pálidas, mochila pequeña, top escotado. Parecía una colegiala perdida. Y le encantaba pensar que Antón también la veía así.

—¿Vives solo? —preguntó al fin.—Sí. Hace tiempo.—Mejor. Así podemos hacer ruido.

Él tragó saliva, y ella notó cómo aceleraba el paso.

Al llegar al portal, Antón sacó las llaves y tardó un mundo en acertar la cerradura. Las manos le temblaban. Mariami se pegó a su espalda, notando el olor a colonia barata mezclada con… olor de hombre mayor, pensó.—Tranquilo, profe. No muerdo. A no ser que me lo pidas.Él no contestó. Pero al abrir la puerta, ella le vio sonreír por primera vez.

El ascensor olía a limpio, quizá levemente a tabaco, y en ese cubículo estrecho ella decidió empezar el trabajo. Se pegó más a él, dejando que su pecho se aplastara contra su brazo. Él se apartó un centímetro. Ella se pegó dos.—¿Te pone nervioso estar conmigo?—No me lo esperaba, pero un poco sí —admitió, mirando al techo y riéndose un poco de sí mismo.—Pues yo te relajo, no te preocupes.

Él rió, incómodo. Y ella supo que estaba en el camino correcto. Lo iba a hacer suyo. Iba a romper esos nervios y reconstruirlo como un cliente fijo. Antón iba a ser su primer experimento y, en ese sentido, su profesor real.

Cuando llegaron al piso, ella entró primero. Él detrás. Cerró la puerta. Silencio.—¿Me enseñas dónde está el baño? —pidió ella.—Claro, es al fondo.

Ella caminó, y al pasar junto a él, le restregó la cadera por el paquete. Notó la polla blanda y se prometió que en diez minutos esa timidez iba a ser sólo un recuerdo pegajoso en sus bragas.

La cena

La mesa estaba puesta, pero de manera torpe. Un mantel simple, dos platos hondos, cubiertos desparejados y una botella de vino recién abierta. Antón se movía nervioso, sin saber si sentarse primero o dejar que ella tomara el control. Mariami le observaba desde el pasillo, apoyada contra la pared con las manos detrás de la espalda, jugando a balancear una pierna sobre la otra.

—¿Has cocinado tú? —preguntó, con la voz dulce, de alumna aplicada.—Sí… algo sencillo.—¿Me vas a alimentar antes de follarme? Qué detalle, profe.

Todavía estás a tiempo de decirme que sí a salir a cenar. Pensé que no querías.

Y no quiero. He venido a ser una buena puta y sacarte la leche.

Él se atragantó con su propia saliva. La miró sin saber si reír o corregirla. Ella sonrió como una niña traviesa y se acercó a la mesa, sentándose sin pedir permiso. Cruzó las piernas y la falda subió lo justo para dejar claro que no llevaba medias. Antón se sentó enfrente, nervioso, sudándole la frente levemente, aunque hacía fresco. Aparentemente, Julián había escogido a un amigo lo más inofensivo posible para que Malaya naciese. Antón Sirvió vino, sin mirarla a los ojos.

—¿Contratas a muchas putas? —soltó ella, girando la copa entre los dedos.—No… bueno… De vez en cuando. Pero esto es raro.—¿Qué es raro? ¿Que esté aquí? ¿Que me pagues?—Que sea tu primera vez y estés tan segura de ti misma. —admitió. – ¿Es cierto que es la primera vez?

Ya me lo preguntaste por Whatsapp. Es la primera vez que cobro por que me follen. Y hablando de eso…

Oh, por supuesto

Se levantó y se dirigió a la entrada. Sacó la cartera y volvió a la mesa. Le alargó el fajo de billetes.

Mariami se mojó. Le sonrió, cogiendo el fajo y deleitándose en ese momento.

6800. Con los 1200 que le he enviado a Julián, ya está. Me ha dicho que él te los ha dado y no gana nada.

Gana una puta feliz – Dijo Mariami, cada vez más Malaya, contando el dinero.

Se te vé contenta – Añadió Antón, con una sonrisa de cierto alivio, y sentándose a la mesa.

¿Te gustaría que sufriese?

No, claro que no…

Porque puedo aparentarlo, aunque me correré como una cerda y se me notará.

No hace falta – dijo él, sonriendo más ampliamente, claramente más relajado.

¿Sabes que estoy mojada desde que me subí al tren?

Vaya… Es bueno que me lo digas.

Cenaron con una charla constante de ese tipo. Mariami vio que funcionaba y estuvo un rato preguntándole si se follaba a alumnas, si le gustaría, por sus experiencias con prostitutas y cosas semejantes. En cuanto detectó que Antón estaba acabando, intervino, convencida de que tenía que dirigir la situación.

—Voy a ducharme antes de cenar.—Claro, te enseño el baño. – respondió Antón.—Pero quiero que me mires.

Él parpadeó, y preguntó.—¿Mirarte?—¡Desnudarme! No te preocupes, no te voy a pedir follar haciendo contorsionismo men la ducha. Quiero que me veas desnudarme y entrar en la ducha. Así te acostumbras y dejas de estar tan tenso. Quiero que veas lo que has pagado.

Antón la siguió al baño. Ella, desabrochó su blusa sin prisa.—Mírame.La tela cayó y sus tetas quedaron al aire, pezones duros apuntándole como un reto.—¿Te gusta, profe? Si quieres, puedo hacer como que soy tu alumna. Podría serlo, igual me paso a Economía. —Él tragó saliva, asintió torpe.Mariami bajó la falda y las bragas empapadas. Se irguió, llevó su mano entre sus piernas mirándolo y se tocó entre el vapor.—¿Te imaginas a tus alumnas así?Él negó con la cabeza, mintiendo. Pero la sonrisa se le escapaba—Yo sí me toco pensando en mis profes. Seguro que cuando me des clase puedes follarme ahí mismo, después de la clase.

Se metió en la ducha, enjabonándose con exhibición.

Quítate la ropa mirándome, y luego te duchas tú.

Al salir, mojada y sin vergüenza, le agarró la polla, que ya estaba creciente, entre tímida y hambrienta. Barriga blanda, pelo canoso, un madurito estándar. Disfrutó de mirarlo, y verse a sí misma.

Anda, si ya estááás… Te dejo tranquilo y te espero en la cama.

Y fue a la habitación a esperarle.

La Puta

Cuando Antón llegó, había una diosa en su cama. Blanca como la nácar, de tetas perfectas, delgada como una atleta, pequeña casi como una niña y con el pelo negro como el azabache. La rodilla levantada mostraba el brillo líquido de su coño. Pezones duros por el frío. Lista para él.

—Ven —le llamó, palmeando la cama.

Antón tragó saliva y se acercó. Se sentó al borde, sin atreverse a tumbarse. Ella le recorrió con la mirada y sonrió al ver su nervio.

—¿Quieres tocarme o solo me vas a mirar?—Claro que quiero…

—Pues hazlo. Tú pagas. Yo me dejo.

Esa frase le dio un latigazo. La mano de Antón subió temblorosa, desde el muslo hasta el pubis. La piel fría lo electrizó.

—Más arriba —ordenó ella—. Y no me hagas repetirlo, profe.

Su palma cubrió el coño entero, caliente contra mojada. Ella cerró los ojos, sintiendo el contraste.

—Joder, qué suave…—Y qué puta estoy —corrigió ella—. Porque me encanta saber que pagas para usarme.

Antón tragó saliva. Con la otra mano le apretó una teta, primero suave, después como si quisiera dejar marca. Mariami se tumbó, piernas abiertas, regalándose.

—Haz lo que quieras. Soy tuya.

Él se lanzó, besándola torpe. Ella le guió, chupándole los labios, mordiendo justo cuando sentía su respiración romperse. Las manos de él la exploraban como quien memoriza un mapa: tetas, culo, muslos, cintura. Arriba y abajo. Cada vez más descarado.

Cuando los dedos llegaron al coño, ya no dudó. Separó labios, hundió un dedo sin permiso.

—Aaahhh… —gemido real, sin teatro.

Metió y sacó, empapándose de ella. Fascinado.

—Qué estrecha estás…—Porque no me follan tanto como necesito. Pero tú vas a dejarme abierta.

Antón se puso rojo, pero no paró. Un dedo, dos, tres. Ella se arqueó y el chof chof empezó a llenar la habitación.

—Sigue —le pidió, con la voz rota—. aaaaahhh… Abrele el coño a tu puta de esta noche..

Antón rebufaba mientras ella hacía su primer squirt.

Mariami se arrastró al centro, boca abajo, el culo bien puesto para que Antón lo viera empinarse. Él seguía con la polla medio dura, torpe, esperando que alguien le explicara las reglas. Ella lo llamó con un dedo, sin decir palabra.

Se tumbó boca arriba y la vio meterse entre sus piernas. El pelo húmedo pegado a las mejillas. Le cogió la polla, la pesó, la estudió como si nunca hubiera visto una de cerca. No era bonita, ni enorme. Era carne caliente y pagadora. Y eso la mojaba.

— Casi se me olvidaba. Lo primero que tiene que hacer una puta es chupar.

Le pasó la lengua por la punta, besitos cortos, casi castos. Cada uno más largo, más sucio. La saliva brillando, bajando por el tronco. Antón cerró los ojos, pero ella le pellizcó el muslo.

—Mírame —ordenó—. Quiero que veas cómo me la meto hasta el fondo.

Sonrió desde abajo, gafas torcidas, labios abiertos, tragando hasta la garganta. Glop glop glop. Lo sacaba, lo babeaba, lo volvía a meter. Sin parar. Le escupió la punta y le masajeó la baba con la palma, masturbándolo mientras lamía las bolas.

—Mmmhhh… qué rico estás, profe. Me encanta tu sabor.

Antón empezó a empujar suave, marcando ritmo. Ella lo dejó hacer, le abrió la boca y le aguantó la mirada, con un hilo de baba colgándole del labio. Si conseguía que se animase a usarla, se abriría como una flor. Debía provocarlo un poco más.

—Eso… glog…métemela más, glop, glop… pfff… Así me gusta.

Glop glop, slurp slurp. El cuarto se llenó de ruido sucio. Se giró a cuatro patas, el culo apuntándole directo.

—Ahora vas a comer coño de puta. Y te voy a pone cerdo hasta que me sepas follar la boca de verdad.

Antón se agachó y le separó las nalgas. Coño y culo brillaban. Al principio solo respiró, llenándose los pulmones de ese olor dulce y sucio. Después lamió. Primero torpe, luego con hambre.

—Mmmh… aprende, profe… abre la boca y cómeme bien.

Le chupó el clítoris, la nariz hundida entre los labios. Ella se retorcía un pezón, goteando en su barba. Se restregaba en su cara, buscando más lengua.

—Más adentro. Quiero que me limpies… aaahh… cómeme el culo profe…

Y él lo hizo. Lamió, sorbió, se bebió todo lo que salía de ella. Su boca subió al culo, obediente. Le escupió el ano y lo lamió entero, metiendo la lengua como si fuera un dedo. Mariami gemía como si se corriera.

Antón temblaba. La polla dura palpitaba. Ya no aguantaba más.

—Quiero follarte —jadeó.

—Hazlo. Pero primero dime qué soy.

—Eres… una puta.

— Fóllate a la puta.

Antón la agarró por las caderas, dedos clavados en la carne fresca, y sin ceremonia alguna le apoyó la punta de la polla contra el coño empapado. Mariami arqueó la espalda, empujando el culo hacia atrás, frotándose contra él. Todavía no la metía, sólo la restregaba, y la sensación de esa cabeza caliente rozándole los labios ya le hacía temblar las piernas.

—Métela, profe —susurró—. Métala despacio. Quiero que sientas cómo se abre tu putita.

Él respiraba fuerte, casi bufando. Apretó las nalgas de Mariami y empezó a empujar, lento, hasta que la punta entró. Estaba tan mojada que se deslizó fácil, pero Antón se detuvo.

—Todaaa… —pidió ella, moviendo el culo en círculos—. Fóllame ya, joder.

Antón obedeció. Un solo empuje, torpe y fuerte, y su polla desapareció hasta el fondo. Mariami soltó un gemido grave, gutural, mientras sentía cómo la llenaba.

—Aaaahhh… joder, sí… así…

Antón se quedó quieto un segundo, como si tuviera miedo de moverse. Pero ella le agarró la muñeca y lo obligó a apretar más sus caderas.

—Fóllame. No pienses. Fóllame como lo que soy.

—Eres… eres mi puta —murmuró él.

—Más fuerte. Dímelo con ganas.

—Eres mi puta —repitió, con la voz rota.

—Más. Insúltame. Dime qué te has comprado hoy.

Él tragó saliva, moviéndose lento dentro de ella.

—Eres una… puta. Una alumna puta.

—Sííí —gimió ella, meneando el culo para restregarse en él—. Soy la puta que te has comprado. Soy la alumna que te cobra por usarla. Dilo.

—Eres mi puta. Mi alumna puta. Mi zorra —la voz le salía en ráfagas, como si cada palabra le rompiera algo por dentro y al mismo tiempo le liberara—. Te he pagado para follarte como me dé la gana.. aahh sí… para usarte…

—Siiiii… —Mariami gemía ya sin disimulo—. Soy tuya. Fóllame como quieras. Enséñame lo que le harías a todas tu alumnas. Imagínate que soy la que más cerdo te ponee… aahhh sí…

Esa frase le cruzó la mente como un látigo. Antón agarró sus pelos mojados, le tiró la cabeza hacia atrás y empezó a follarla con más fuerza. Plas, plas, plas. Cada embestida sonaba en el cuarto como bofetadas.

—Puta —murmuró—. Eres mi puta. Te pago para correme encima de ti, para correrme en tu culo y en tu boca. Para escupirte.. Para follarme tu coño rico…

Mariami temblaba, medio riendo, medio jadeando, excitada y divertida por la torpeza verbal de Antón y victoriosa por estar soltándole la suciedad de la lengua.

—Eso, profe… ya no eres tímido, ¿verdad? —se burló—. Ahora eres un cerdo follándote a tu alumna… ahh..

Antón le soltó el pelo y le dio una nalgada. Fuerte. Seca. Plasss.

—Aaaahhh!.. —chilló ella—. Más!

Plasss. Otra. Y otra. La piel blanca de Mariami se coloreaba de rojo, con las marcas de dedos visibles de inmediato.

—Puta —repetía él—. Eres mi puta.

Ella se giró a medias, apoyándose en un codo, y le miró por encima del hombro.

—¿Vas a follarme el culo también? —dijo, con una sonrisa torcida de perra, dominando a Antón pero dominada por la excitación. – Has pagado el culo de la puta…

Antón se mordió el labio. Su polla entraba y salía del coño de Mariami, empapada, cada embestida soltando un ruido sucio, splasshh splasshh.

—¿Quieres? —insistió ella—. ¿Quieres abrirme el culo también? ¿Quieres estrenar el culo de tu alumna puta?

—Sí —confesó… – Sí…

—Dímelo bien.—Quiero follarte el culo.

—¿Y por qué?

—Porque eres mi puta —dijo él, sin pensar—. Porque te he pagado para eso.

—Así… Fóllate el culo de tu niña… Sácamela y me escupes primero. Hazlo bien, profe. Aprende a usar a tus putas.

Antón temblaba, excitado y atemorizado al mismo tiempo. Sacó la polla, brillante de flujo, y le separó las nalgas con las dos manos. El ano rosado de Mariami se contrajo.

—Escúpeme —ordenó ella, mirándole por encima del hombro.

Antón escupió. Un chorro grueso de saliva que aterrizó justo sobre el agujero, resbalando hacia el coño. Mariami se estremeció.

—Otra vez…

Escupió de nuevo. Slurp, plop.

—Métela despacio. Soy una puta, pero soy una puta nueva. Estréname, profe.

Él apoyó la punta contra el ano y empujó, suave, con miedo.

—Más fuerte —gimió ella—. Quiero que me duela un poquito… aaahhsíí…

Antón apretó, entrando centímetro a centímetro, sintiendo cómo el culo le apretaba la polla. Mariami gemía, de esa mezcla de dolor y morbo que la hacía mojarse todavía más.

—Aaaahhh… me encanta… me encanta que me uses entera…

Cuando la polla entró hasta el fondo, él se quedó quieto, contra su espalda, inclinado cerca de su cabeza. Ella se giró y le escupió en la cara.

—Dame más, profe! Aprende a tratar a tus putas. Dame!

Él se limpió la saliva con el dorso de la mano, pero ya estaba perdido. Empezó a follarle el culo con embestidas torpes, gruesas, mientras Mariami se masturbaba debajo, haciéndose su propio trabajo.

—Dime qué soy —pidió, entre jadeos.

—Eres una puta —gruñó él.

—¿De quién?

—Mía. Mi puta.

—¿Y por qué me follas?

—Porque te he pagado. Porque quiero usar a mi puta.

—Siiiii… fóllame el culo… fóllame como a una puta barata… soy tu alumna más zorra… Imagínate que me estás enculando por un aprobado…

Antón empezó a gemir, perdido ya, con la polla atrapada en ese culo apretado y las palabras sucias saliéndole sin el filtro.

—Puta… zorra… mi alumna… mi sucia… mi guarra pagada…

Dale a tu puutaaaaa!! Rómpele el culoo…

Y Mariami se corrió, apretándose el clítoris mientras sentía cómo la ensanchaba.

Antón sintió la corrida de Mariami contra sus pelotas y la giró como quien da vuelta un muñeco, sin preguntar, sin avisar. Ya no se movía como el profesor inseguro que temblaba en la estación. Ya no era el hombre de las respuestas cortas en WhatsApp. Ahora era un cliente, su cliente, y había pagado para usar lo que Julián le ofreció. Y lo que tenía delante, abierto, empapado y deseoso, era el cuerpo de una puta y una alumna.

Antón se había roto. Ahora sólo quedaba disfrutar de los pedazos y rearmarlos. Mariami, la muñeca hentai, con sus tetas perfectas y su coño palpitante, miraba al profesor tímido enardecido de excitación.

—Dime qué soy, profe —susurró, meneando el culo y elevando el coño hacia él.

—Eres… —volvía a dudar.

Ella le puso cara de reprobación, riendo.

—¿Ya te pusiste tímido otra vez? No me jodas, hombre. Mira cómo me tienes, mira este coño abierto. ¿Qué soy?

Antón le escupió directamente en el coño. Plop.—Eres una puta —dijo, con la voz rasposa.

—Más fuerte.

—¡Eres mi puta! —gritó, y le soltó un azote en el muslo que resonó en la habitación. Plassss.

—Aaaaahhh sí, sí, más fuerte —Mariami se retorcía, presentándole la carne blanca para que siguiera marcando, girándose para volver a ponerse a cuatro patas—. Puta, puta, puta pagada… fóllame como una zorra de estación de tren. A cuatro patas como una perrraaahhh…

Antón le agarró el pelo con una mano y la muñeca con la otra, dejándola torcida, se la clavó y empezó a embestirla con fuerza. Plap, plap, plap. Cada golpe movía toda la cama, cada embestida arrancaba un gemido nuevo de su garganta.

—Mierda… joder… qué zorra estás hecha —gruñía él, perdido en el ritmo.

—Más, insúltame —gimió ella—. Dame fuerte….

Antón le soltó otra nalgada. Plasss.—Puta de mierda.

—Siiii, más —ella babeaba de placer, los pezones duros rozando la sábana—. Me encanta. Dame, profe. Suéltate. Dame como a una perra!

Antón le dio otro azote en el culo.—Puta barata —escupió—. Eres un agujero hoy…

—Siiiii, fóllame el coño y después la boca. Usa todo, soy tuya. Soy la puta de la primera fila, la que va al despacho a enseñarte las tetas… la que llevas todo el año queriendo follarte…

Él gemía como un animal, inclinado sudando sobre ella, las pelotas chocando contra su culo empapado. Plap, plap, plap. Las manos le dejaban marcas en las caderas, en el cuello, en la cara. Mariami se tocaba el clítoris mientras le oía insultar.

—Eres una guarra —gruñó—. Eres un agujero… Eres un coño y un culo…

—Siiiiiiiii —ella se corrió de golpe, temblando entera, el flujo salpicándole los muslos por la presión contra la polla de Antón—. Siiiii, me encanta… córrete dentro, págame con tu leche.

Antón apretó los dientes y se dejó ir. La polla saltó dentro de ella, caliente, bombeando leche directamente en el coño sin avisar.—Aaaahhh puta lechadaaaahh… —jadeó mientras se corría—. Este coño es mío… – Bombeaba más leche… – … Lo he pagadoohh…

Mariami se quedó temblando, sintiendo cómo la leche se mezclaba con su flujo y empezaba a gotear entre sus labios abiertos.

Pero no había acabado.

—Aún te queda algo por pagar —susurró ella, girándose y poniéndose de rodillas.

Antón, empapado de sudor, con la polla todavía dura, la miró. Y ella sonrió.—Ahora fóllame la boca para que tu polla siga dura. Víolame la boca como harías con las putitas de tu clase, ahí en su silla. Fóllame la puta cabeza y córrete en mi boca de puta buena… Dame… GLOB!!

Él no dudó. Antón se la metió de golpe. Sin ceremonia. Sin aviso. Glop. Toda. La cabeza golpeó al fondo de la garganta y su boca experta tuvo una leve arcada, pero no se apartó. Le agarró las caderas, y él entendió la invitación. Empezó a follarle la boca, moviendo las caderas sin piedad.

—Glgoggg… glglooogggg… ahhh… glogloglogglooggg

Baba espesa resbalaba por la barbilla de Mariami, empapando sus tetas. La polla entraba y salía con un ruido de garganta usada y saliva pegajosa. Ella se masturbaba mientras tanto, dos dedos hundidos en el coño, chof, chof.

—Qué puta eres —jadeaba Antón, cada vez más suelto—. Mírate. Julián dice que vas a ser doctora… Mira cómo babeas por tu sueldo…

—Glglogg… sí… soy tu pff puta… tu zorra paglogogolgoglgo… —intentaba hablar cuando la polla salía y la interrumpía al volver a invadirla, salpicándole baba en cada palabra.

—Puta —se rió él, agarrándole el pelo y metiéndola hasta el fondo. Ella se ahogó, y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Glggg… glggggg… ughhh…

—Traga. Traga que para eso cobras.—Glggg… aghhh… sí…

La sacó un segundo para que respirase, y ella tosió, con un hilo de baba colgándole del labio al pezón. Se limpió con el dorso de la mano y sonrió.

—¿Me vas a firmar, profe? —le preguntó, sacando la lengua—. Quiero que me marques. Quiero que se me note que ya me pagaron.

Antón gruñó, volvió a metérsela en la boca, y empezó a pajeársela dentro, usando sus labios como tubo. Ella se quedó quieta, boca abierta, lengua fuera, esperando.

—Toma. Toma toda la paga, zorra —gruñó.

El primer chorro le golpeó en la lengua. El segundo, directo a las gafas, escurriendo hasta la mejilla. El tercero le cayó en el pelo, pegándole los mechones a la frente. Mariami no cerró los ojos. Quería verlo todo.

—Mmmmm… —gemía, relamiéndose, esparciendo el semen por las mejillas con las dos manos.

Antón, tembloroso, se dejó caer en la cama. Respiraba como si acabara de correr una maratón. Ella se quedó de rodillas, chorreando semen, con la cara hecha un mapa blanco y las tetas empapadas de baba y leche.

—¿Te gusta cómo quedé? —le preguntó, sonriendo y acercándose para que viera bien el desastre.

—Estás… preciosa —murmuró él, riéndose por primera vez.

—Porque soy una puta profesional —respondió ella, poniéndose las manos en las caderas—. Y esta puta profesional te espera cuando quieras, profe. Ya sabes mi tarifa.

Antón se pasó una mano por la cara, incrédulo.—¿Volverás?—Cuando quieras. Tu sueldo es de este coño a partir de ahora —y guiñó un ojo detrás de las gafas manchadas.

Ella se tumbó boca arriba en la cama, con las piernas abiertas, el coño goteando semen mezclado con flujo, el pelo pegajoso, el aliento sucio de polla y leche. Y sonreía. Sonreía porque ya no era sólo Mariami. Ya era Malaya.

Y esa noche, cuando se durmió, soñó con la lista de amigos de Julián que todavía faltaban por conocerla.


¡Gracias por leerme, y valóralo si te ha gustado! Si quieres conocerme más a fondo, mira mi perfil aquí en Relatos.cam y todos mis links 😉

Puedes seguirme gratuitamente en el canal público de Telegram o en X… Y también suscribirte a Patreon, OnlyFans o El Reservado para relatos exclusivos y adelantados, ilustrados muy explícitamente conmigo misma, mis fotos y vídeos, algún audiorelato… y combos muy perversos 😉