Todo empezó con un striptease
CHARLINES
Encima del escenario, se movía como una pequeña gatita. Un bamboleo suave de sus caderas y esa sonrisa especial, le hacían parecer aún más atractiva.
Ya no era una niña, pero se conservaba muy bien. Ese bonito cuerpo zigzagueaba por el escenario, sinuoso, con movimientos cada vez más sexis. Los pezones se marcaban sobre la blusa de satén negra que dejaba ver la redondez de unos pechos bien formados. Unos guantes de raso por encima de los codos. Una minifalda de cuero negra y unas botas de mosquetero, hacían todo su vestuario.
Debajo, un finísimo encaje de seda en color negro cubría sus pechos y su sexo. Sus preciosos pezones se notaban erguidos bajo la blusa, pudiéndose observar que tenían unas dimensiones importantes.
Ella se movía grácil sobre ese escenario que llenaba completamente. Miró a su público, se mojó los labios, se mordió el labio inferior y acercando su mano a sus dedos, fue tirando del guante con una lentitud desesperante.
Su brazo lentamente aparecía desnudo ante los ojos de los espectadores que eran incapaces de separar la vista, de ese escenario. Ella seguía bamboleándose a la vez que lentamente iba dejando más porción de su brazo desnuda. Su mirada fija en los espectadores reflejaba toda la sensualidad que cargaba esa mujer.
Se mordía el labio a la vez que insinuante bailaba y se contoneaba, tirando con total delicadeza del guante que ya casi dejaba al descubierto todo su brazo. La mujer continuó con su lenta cadencia observando a su público, excitándose con ellos.
Sentía su excitación, como les brillaban los ojos, como algunos se retorcían en sus asientos. Se estaba empezando a excitar mucho, notaba como su cuerpo iba segregando más líquidos, como el calor lentamente cubría su entrepierna y como pequeñas gotitas, iban a parar a su tanga.
Con firme decisión tiró del guante dándole unas vueltas sobre su mano para lanzarlo hacia el público.
Los aplausos rompieron el silencio y algunos hasta se pusieron en pie para aplaudir y vitorear la acción.
Lentamente la mujer acercó sus dedos al principio del segundo guante, con la misma extrema lentitud, procedió a deslizarlo por su brazo. Fue tirando de él, haciéndolo resbalar por su delgado brazo. Su excitación iba creciendo mientras miraba como los ojos de su público adquirían un brillo especial, como el deseo se instalaba en ellos y como algunos no podían parar de relamer sus labios mientras inquietos, se removían en su asiento.
El guante llegó a la palma de la mano, la mujer se contorsionó y tiró de él con fuerza, para sacarlo.
Volteándolo varias veces sobre su cabeza, lo mandó a su excitado y ardoroso público. Estos aplaudieron a rabiar mientras algunos también silbaban, vitoreaban y se exaltaban.
La mujer abrió sus manos y sus piernas, haciendo que la falda subiese ligeramente, dejando apreciar el principio de su tanga. Se dobló sobre sí misma y al alzarse de nuevo, llevó sus manos al primer botón de su ajustada blusa.
En ese momento el griterío fue ensordecedor. La excitación de la mujer adquiría cada vez, más grandes dimensiones. Sintió como un goce especial le llenaba el cuerpo, como su coño era una fuente y como su ego ascendía a los cielos
- Hey, ,hey, hey, hey, hey
El público gritaba según las manos de la mujer iban abriendo los pequeños botones de su blusa. Ya se apreciaba la fina seda de su sujetador negro semitransparente. Los prominentes pezones, lo empujaban dándole la forma de una pequeña tienda de campaña.
Los aplausos y los jaleos cada vez eran más fuertes. Los hombres asían sus miembros sobre los pantalones, presentándoselos a la mujer.
Esta estaba loca de excitación, sus ojos estaban abultados, sus labios también. Sus pezones, tan duros que el roce con la fina seda le estaba produciendo un enorme placer.
Mientras soltaba el último botón, apretó sus piernas para sentir más placer, para estrujar su coño. Sacó la manga derecha de la camisa, tiró de ella y se quedó con la camisa en la mano. Volteo la camisa durante unos segundos y lo vio. Ahí estaba él, serio e imperturbable. Le lanzó la camisa y el hombre la cogió al vuelo. A la vez que el griterío era terriblemente sonoro.
Llevó las manos a sus pechos, los acarició. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando apretó sus pezones. Abrió su boca, apretó más fuerte. Jodeeer, estaba realmente excitada, muy próxima al orgasmo. Continúo desabrochando los botones de su falda que deslizó por sus piernas, la levantó con su pierna derecha, la cogió en sus manos y la lanzó al fondo del escenario.
Su tanguita negra semitransparente, dejaba insinuar el contorno de sus labios, una buena mancha de flujo hacía que la tanga se pegase a sus labios vaginales, a la vez que la hacía más oscura en esa zona, marcando descaradamente el final de su coñito.
La mujer bajó la mano a su coño, apretó su dedo sobre la tanga, metiendo está entre los labios vaginales, para ir subiendo con ella muy lentamente hasta sus pechos.
Los jaleos aumentaron en sonoridad e intensidad.
Una voz al micrófono dijo.
- Silencio por favor, SILENCIO.
- Ahora comenzaremos la subasta. Cuando la prenda sea adquirida. El agraciado, subirá a recogerla al escenario, ¿quién sabe? igual tiene doble premio.
El bullicio fue ensordecedor, la mujer se subió sobre un pequeño altillo y una potente luz la iluminó. Estaba radiante. Su pecho se abultaba y se relajaba producto de esa excitación que le tenía muy cerca del orgasmo. A Melisa le gustaba exhibirse, ser admirada, deseada. Cada vez que un hombre se volvía a verla, su cuerpo temblaba y su cerebro mandaba una importante orden a su coñito para que se mojara. Ahora ahí subida, está exultante, radiante, feliz, se sentía la reina.
La puja empezó con su sujetador, el animador salió en cincuenta euros y consiguió quinientos euros. Un muchacho de no más de veinte años fue el agraciado.
Subió al escenario y Melisa se contoneó para él. Llevó sus manos a los corchetes del sujetador y los fue deshaciendo, mientras rozaba sus pezones sobre el pecho del chaval.
Este estaba rojo de excitación y asía a Melisa por sus caderas. Melisa fue sacando el sujetador por sus brazos y lo enrolló sobre el cuello del chaval. Bajó hasta su boca y lo besó.
El chaval al ver aquellos largos pezones abrió su boca y se quedó absorto en su admiración. Cuando Melisa lo besó, aprovechó para alzar sus manos y pellizcar uno de esos enhiestos pezones.
Melisa se sorprendió, pero acercando su boca al chaval, le dijo muy bajito.
- ¿Te gustan?
- El muchacho asintió con la cabeza.
- Pues chúpalos.
El muchacho alucinado abrió su boca atrajo a melisa hacia él y chupó esos pezones como si fuesen su mejor biberón.
Melisa sintió un latigazo en su cuerpo y sujeta al cuello del muchacho, tuvo una silenciosa corrida que empapó todas sus bragas. Cuando el muchacho se separó de sus pezones lo besó en la boca y acarició con dulzura su mejilla.
La subasta siguió su curso, ahora su tanga era mucho más valiosa, estaba empapada.
El presentador, pronunció las palabras mágicas.
- El precio de salida será… Cien euros.
Rápidamente se formó un gran algarabío, un montón de manos se levantó. Pero todas se bajaron de golpe cuando un hombre vestido con un impecable traje negro, con corbata roja y camisa blanca impecablemente planchada. Alzó la voz por encima de todas y pronunció las palabras mágicas.
- Diez mil euros.
Todos callaron y se volvieron a mirar al hombre que alzaba orgulloso la blusa de la mujer.
Este se levantó y con paso firme, caminó hasta el escenario. Subió, dio la mano al presentador e inclinó la cabeza a la vez que guiñaba un ojo a Melisa.
Melisa lo miró con una gran excitación. Ese hombre al que ella había elegido entre todos, estaba ahí, frente a ella. Había pagado una cantidad ingente de dinero por su braguita y ahora se la reclamaba. Su coño era una piscina, lleno de flujo.
El hombre la miró, se pasó la lengua por sus labios y le dijo.
- Propíciales un bonito espectáculo y después te invitaré a cenar.
Melisa lo miró, sus ojos y sus labios abultados por el deseo, con sus pezones ya totalmente enhiestos, parecían tetinas de biberón y el temblor en sus manos delataban su excitación. Melisa lo miró a los ojos, se mordió el labio y llevó sus pulgares a los lados de su tanga. Tiró de la tira hacia delante, dejando ver su lampiño coño. Bajó lentamente, milímetro a milímetro la prenda desprendiendo la de su cuerpo. Un ligero tirón la sacó de dentro de sus labios y un suspiro salió de su boca. Muy lento sin apartar la mirada del hombre, fue bajando la prenda. Al llegar a sus rodillas, se dio la vuelta, puso su cuerpo en ele y dejó admirar a su público su coñito, mientras en esa postura descendía la prenda hasta sus tobillos. En esa misma postura, flexionó un poco sus rodillas para sacar primero una pierna y después la otra. Se levantó, se volvió y sujetando la prenda con una mano, se la ofreció al caballero del traje.
- ¿Me gané la cena?
El hombre echó la mano a su culo, la atrajo hacia él y la besó con pasión en la boca.
- Te has ganado la cena. Recogió la prenda y la llevó a su nariz. Si tu coñito sabe cómo huele, no podré dejar de comérmelo.
La mujer se estremeció por el deseo.
- Bien señores por hoy se terminó el espectáculo.
El hombre acompañó a la mujer hasta el camerino. Ella abrió la puerta totalmente desnuda, entró al camerino, prendió la luz y en ese momento.
El sujetó con fuerza su cabeza, con una mano, mientras con la otra metía dos dedos en su encharcado coño, acercaba su boca a la de ella y empezaba a menear con fuerza sus dedos rozando su punto G. Melisa busco su lengua con desesperación, abrió un poco más sus piernas y se dejó hacer.
Una oleada de placer invadió su cuerpo a la vez que un río, manaba entre sus piernas, sus piernas le fallaron y cayó de rodillas frente al cuerpo de él. Echó sus manos a la bragueta. Pero él le paró.
- Tranquila, solo quería rebajar tu excitación, cenemos primero.
- ¿Bajarla? Joder pues me has puesto como una moto. Voy a vestirme y salimos.
- No se te ocurra ponerte ropa interior.
Melisa se puso la blusa y la falda y se echó una ligera chaqueta por la espalda.
- ¿Así voy bien?
- Perfecta.
La cena transcurrió tranquila, sosegada y dicharachera. Melisa le contó su vida, sus gustos y sus preocupaciones. El escuchó paciente y fue recopilando información.
Ahora sabía que le gustaba exhibirse, ser admirada y deseada. Esto a él le dio alguna idea.
- Desabróchate dos botones.
- ¿Pero qué dices?
- Ya me has oído, desabróchate un par de botones.
Melisa lo miró fijo a los ojos y desabrochó dos botones. Sus pechos casi se mostraban enteros, firmes y duros. Los pezones totalmente tiesos, desafiantes.
El camarero al retirar los platos se dio cuenta del cambio y lanzó sus ojos a esas preciosas tetas.
Melisa lo vio y empezó a excitarse.
- ¿Te atreves a soltar otros dos y enseñarle las tetas?
- Joder, claro, estoy cachonda perdida
- Pues cuando vuelva y te mire, sácate una teta. Si no te mira, nada.
- Joder, vale, estoy mojando la silla.
Melisa se desabrochó dos botones y sus pechos quedaron expuestos, de no ser por esos pezones como la tetina de un biberón, se le hubiesen visto muy bien las dos tetas.
El camarero volvió con los segundos platos. Nada más llegar se fijó en los pechos de Melisa. Los miró y se relamió. Dejó primero el plato de él, para volver luego hacia Melisa y comérsela con los ojos.
Melisa lo miró coqueta, acercó su mano a su paquete, lo agarró con fuerza y tiró de su polla hacia ella. Pudo apreciar que la polla era muy normalita. Sin dejar de mirarlo a los ojos, metió una mano bajo su blusa y sacó uno de sus pechos.
- ¿Te gustan?
- Joder, me encantan
El camarero se puso delante de Melisa y con gran suavidad le acarició los pezones. Melisa abrió su boca y gimió. Le acarició su polla sobre los pantalones, dándole un pequeño mordisquito. el camero apretó uno de sus pezones y dándose la vuelta, partió hacia la cocina.
Esa acción había calentado a Melisa sobre manera.
- ¿Quiero que me folles?
- ¿No puedes esperar?
- Joder, no.
El hombre con voz pausada y ronca, le contestó.
- Te aconsejo que esperes, no te arrepentirás.
Melisa le sujetó la mano, sé la acercó a su coño y la pasó por él muy lento.
- Mira como estoy.
El sujetando con fuerza su mano, tiró de ella y la llevó a su boca.
- Estas muy, muy rica. Te voy a comer entera.
Melisa se deshacía sobre la silla.
- Joder, cabrón, me vas a matar.
- Te mataré, no lo dudes, pero de gusto. Te voy a hacer ver todas las estrellas de la Vía Láctea. Pero para eso te necesito muy, muy caliente.
Mirándola a los ojos y viendo venir al camarero, acercó su mano a los labios de su coño, lo acarició, esparciendo muy lentamente su flujo sobre ellos. Le acariciaba el coñito con extrema delicadeza, mientras miraba cómo brillaban sus ojos.
- Tráiganos un postre degustación, por favor.
Melisa se estaba poniendo muy cachonda con las caricias. El seguía impertérrito con su lento caminar sobre sus labios. El camarero los miraba con envidia y su polla estaba totalmente tiesa.
- Si señor, si, ahora mismo.
Una vez que se fue, el río y siguió su inexorable camino hacia volverla loca. Ella abría la boca y le miraba con lujuria, con pasión, con deseo.
- Méteme los dedos.
- Tranquila, el cocido se hace a fuego lento.
El mismo dueño del restaurante les llevó los postres, no quería perderse el espectáculo
- Don pablo, que alegría volver a verle, permítame que les invite a los postres.
El hombre no apartaba la vista de Melisa, de sus pechos, de su cara de lujuria.
- Muchas gracias don Fermín, siempre es un placer venir a su casa.
A Fermín, solo le faltaba babear sobre los pechos de Melisa.
- Por favor, Fermín, di que nos traigan un par de whiskies de malta con una botella de agua mineral natural.
Fermín entendió a la primera y se marchó. Pablo no era un gran bebedor de whisky, pero sabía que, para potenciar su sabor, habría de combinar cinco partes de whisky y una de agua. Así su sabor sería perfecto. Pablo tomó un trago, lo retuvo en su boca, lo paladeó y lo tragó.
- Después beberé este manjar de tu coñito.
Melisa se deshacía, nunca le habían tratado así y la mano en su coñito le tenía al límite.
- Joder tío, vámonos donde sea, pero vamos.
- Tranquila preciosa degustemos el whisky.
Durante más de quince minutos, Pablo acarició con suma lentitud los labios de Melisa. Esta ya se había corrido al menos una vez.
Melisa lo miraba con ojos de súplica y sujetaba su mano para pararle. El incansable, seguía recorriendo la humedad de sus labios, sin llegar a meter su dedo en ella. Una vez que terminó su copa, le dijo.
- ¿Vamos?
- Jodeer, ya llegamos tarde.
Salieron raudos del local y tomaron un taxi que los llevó hasta casa de Pablo. Entraron en el portal, tomaron el ascensor y Melisa se acercó a su oído.
- Jodeeer, nunca he estado tan caliente.
Él sonrió y pensó, no sabes tu bien lo que es estar caliente y volvió a sonreír. Salieron del ascensor y mientras él metía la llave en la cerradura, Melisa metía su mano por la bragueta de su pantalón, buscando esa polla dura y gorda.
- Jodeer tío, qué maravilla.
Su mano, a duras penas abarcaba esa preciosa polla.
Una vez entraron dentro, él le sujetó con fuerza y le besó en los labios.
- Ahora sabrás lo que es excitación.
Pablo sentó a Melisa en el sofá, tiró de sus piernas hacia fuera y acercó su boca a su coño. Acercando su boca, repasó sus labios, pasando la punta de su lengua por el canal que hacían esos preciosos y abultados labios. Degustaba con sumo placer sus líquidos que lentamente adquirían mayor dimensión. Él no tenía prisa e iba abriendo lentamente los labios con su lengua, horadando entre ellos, muy lentamente.
Hacía más de veinte minutos que lamía ese lampiño coñito. Melisa se retorcía sujetando con fuerza su cabeza sobre su coño, tirando de ella hacia arriba para que llegase a su clítoris. Pablo se resistía, Melisa tiró de él y en cuanto la punta de su lengua tocó su clítoris tuvo uno de sus mejores y más atroces orgasmos.
Tirando con fuerza de su cabeza, le apretó su coño a la boca, lo repasó por él y se dejó caer sobre el sofá, laxa.
- Jodeeer tío, que rico, que rico.
Pablo dejó que se relajara unos segundos y volvió a la carga. En menos de un minuto, consiguió otro orgasmo y otro más, repasando todos sus dedos, con mucho brío sobre su clítoris.
- Para, para por favor, para. Jodeeer . ¿Me dejas que te coma la polla?
- Claro, ¿un sesenta y nueve?
- Jodeeer, cojonudo.
- Ponme el coño en la boca.
- Que goloso me has salido ¿ehhhh???
Ella se puso sobre él, apoyó el coño sobre su boca con mucha displicencia y sujetando su polla con la mano, se la acercó a la boca y se metió el capullo en ella chupándolo como un caramelo, el mejor y más sabroso de los caramelos. degustando lento, saboreándolo.
Por su parte el sujetó sus caderas, atrajo su coñito a la boca. Puso una almohada bajo su nuca y lamió lentamente esos labios húmedos, sabrosos, jugosos. Pasó la lengua por ellos hasta llegar a su clítoris. Lo atrapó entre sus labios y sorbió de él. Ella abrió su boca, (jodeeer como chupaba el cabrón). Recorría su clítoris con la lengua, suave, lento, llevándose su sabor en cada lamida.
Ella abría la boca entre jadeo y jadeó. Ya tenía casi toda la polla dentro y ahora era feliz, metiéndola y sacándola de su garganta.
Él, incansable lamía ahora ese rosado coñito con la punta de su lengua, lo titilaba y volvía a lamerlo. Chupaba, lamía, volvía a chupar. Metió un dedo en su coñito, lo lubricó y lo acercó a su culito. Ella gemía aún con la polla en la boca. La lamía despacio, todo el frenillo desde abajo hasta arriba, para volver a repetir la operación. Chupaba el capullo, una, dos, tres veces y después metía esa linda polla hasta el final de su garganta. La polla le traspasó la garganta en el mismo momento que él metió la primera falange en su culito. Nunca había tenido nada dentro de su culito. La sensación no le desagradaba para nada, es más le estaba gustando en exceso. El seguía con su lengua haciéndole diabluras sobre su clítoris mientras metía el dedo muy despacio, para volver a sacarlo con extrema lentitud también.
Melisa se retorcía de gusto, ese dedo y esa lengua, le estaban volviendo loca. Notó como se le aproximaba el orgasmo y como unas terribles ganas de mear se le juntaban a la vez. Él lo notó, notó como segregaba más jugos de lo normal y como el orgasmo le llegaría pronto.
Con una mano, sujetó su cintura con fuerza e imprimió mucha más rapidez a su lengua. Ella se relajó, se dejó ir y a la vez que le llegaba el orgasmo, un río salía de su cuerpo, se vacío en su boca, pero él no paró y siguió incansable con su lengua hasta que ella apretando con fuerza su coñito a su boca, se volvió a correr.
- Jodeeer tío, para, para, que me vas a matar.
Melisa sujetaba la polla del hombre en su boca, a la vez que daba pequeños saltos con su coño sobre su boca.
- Joder tío, joder, nunca me había corrido así, joder. Qué lengua tienes cabrón.
- Tú tampoco te manejas mal con esa boquita.
- Ahora tienes que follarme, estoy súper excitada.
El, le puso en cuatro, acercó su culito al borde de la cama, sujetó sus caderas y metió su polla muy lento. Muy lento fue entrando y saliendo de ella. notando el roce de las paredes de su coño, contra su polla. Melisa gemía.
El, poco a poco iba incrementando la velocidad, sin prisas, muy lentamente.
Melisa cada vez gemía con más fuerza, retorcía las sábanas entre sus manos, movía su culito para sentir más polla dentro. Se derretía sobre esa polla, que lentamente iba ganando posición dentro de su coñito.
El aceleraba el ritmo progresivamente, ahora ya la cadencia era rápida. Empujaba con fuerza contra el coñito de Melisa. Esta jadeaba, gritaba, pedía más, más fuerte, más rápido, más adentro, todo le parecía poco. Él le sujetó con fuerza las manos, apretó sus muñecas, tiró de ellas hacia sí y le clavó la polla en lo más hondo de su coño.
- Ahora, ahora viene lo bueno.
Después de decir esto, le dio unos terribles envites dentro de su sexo, terminando ambos en un intenso orgasmo que los dejo extenuados. Terminaron tumbados, aun con la polla dentro de su coñito. No hicieron nada, esperaron que se saliese sola. Rendidos se quedaron dormidos.
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