Capítulo 1
La fiscal I
Silvia no recordaba cuando había sido la última vez que había dormido tan profundamente. Sin embargo, presentía que algo no iba bien, pues no recordaba nada desde que se subió al taxi a la salida el juzgado. Era fiscal y acababa de encerrar a un poderoso narcotraficante de la zona, el mejor caso de toda su carrera. Los hombros y los brazos le dolían, se sentía cansada y respiraba con dificultad, y mientras recobraba la consciencia se percató de la situación. Se sentía completamente desnuda, sus brazos estaban inmovilizados a ambos lados de su cuerpo, y sus piernas muy separadas, igualmente inmovilizadas. Sentía una fuerte presión en sus pezones, dolorosa, y su entrepierna le ardía. Se percato también, de que no podía gritar, ni siquiera balbucear, pues algo grande le mantenía la boca abierta, haciendo que su saliva cayera por ambos lados de la cara. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Dónde coño estaba?
*Parece que la putita de la fiscal está de vuelta, dijo una voz masculina a sus pies.
Silvia alzo un poco la cabeza, pero el cuarto, o donde fuera que estuviera, estaba en penumbras, y sus ataduras, apenas le permitían moverse.
Se encendió una luz, y cuando sus ojos se adaptaron a ella, descubrió su situación. Un enorme espejo en el techo de aquel cuarto, devolvió una imagen de Silvia, que la hizo estremecer, y darse por fin cuenta de que tenía serios problemas.
Estaba tumbada en un camastro completamente metálico, de grandes dimensiones. Atada por las extremidades en forma de X, completamente desnuda, lucía una mordaza de cuero en la boca, con una gran anilla que la abría de forma grotesca y le impedía hablar. De sus pezones prendían sendas pinzas metálicas unidas a cables que se perdían a un lado del camastro, al igual que otros que salían de su entrepierna. Al fijarse, vio su pubis enrojecido, completamente depilado, cosa que ella nunca hacia, y unas lagrimas salieron de sus ojos cuando vio que le habían tatuado muy cerca de la vagina, y de un considerable tamaño la palabra zorra.
Silvia tenía 40 años, se cuidaba con 1 hora de gimnasio diario y estricta dieta para mantener a ralla los kilos y los años. Media 1,68, de pelo castaño, que solía recogerse en coleta, y una modesta talla 90 de pecho. Solía vestir trajes por su trabajo, que no dejaban ver, lo bien que estaba para su edad. Vivía sola, por lo que pasaría bastante tiempo antes de que alguien se preocupara por su desaparición, además era viernes previo a puente.
- Has hecho daño a la familia encerrando a Don Mateo, la voz masculina de antes, la trajo a la realidad. Cuando acabemos contigo, te arrepentirás de haberlo hecho, y harás todo lo que sea, por ponerlo en libertad.
Silvia se horrorizo al pasar en su cabeza los cientos de pruebas que había presentado contra la organización que ahora la tenía en su poder. Sabía perfectamente que le pasaba a sus enemigos, y fue consciente, de que, probablemente no saldría de allí con vida, pero que antes de morir, iba a sufrir un verdadero infierno. Absorta en sus pensamientos, una fuerte descarga eléctrica en sus pezones y vulva, la trajo a la realidad, mientras el camastro, con un ligero zumbido, empezaba a moverse, para dejarla en posición vertical frente a su captor. El peso de su esbelto cuerpo, soportado por sus muñecas y tobillos en suspensión, acrecentó un poco más su sufrimiento.
El cuarto parecía un calabozo, pues desde su posición solo veía 2 rejas con una puerta en una de ellas. Frente a ella, un hombre corpulento, de unos 35 años, de barba oscura,relleno, tirando a gordo, con un traje gris, y camisa blanca. Abierta 3 0 4 botones, que dejaban ver una gruesa cadena de oro, con un gran crucifijo. Una cicatriz cruzaba su mejilla derecha, hasta cerca del ojo.
Una nueva descarga eléctrica, volvió a sacudir su cuerpo. Ahora, la incesante saliva que salía de su boca, resbalaba sobre sus pechos, hacia los pezones, humedeciéndolos y acrecentando el paso de corriente por ellos. El dolor era intenso, y le hacía arquear todo el cuerpo con cada sacudida, incrementado el dolor de las articulaciones, por donde estaba sujeta. Su cuerpo comenzó a sudar. Las descargas no mantenían un ritmo fijo, ni la misma intensidad ni duración, por lo que cada una era distinta a la anterior, y cada vez más dolorosa, pues la humedad creciente del cuerpo, así como la sensibilidad creciente en las zonas tratadas, las hacían cada vez más insoportables.
*Vamos a descubrir dónde está tu límite, zorra. Y cuando hayamos conseguido nuestro objetivo, y nos cansemos, si tienes la mala suerte de seguir viva, te regalaremos a alguna cárcel para que los presos tengan un coño donde follar, jajaja Olvídate de tu vida, ahora me perteneces, Sentencio el hombre
*Quien coño eres? Intento decir Silvia, pero la mordaza no le permitió hacerlo
De repente, una mano la jalo por pelo, desde atrás.
Un bello rostro de una mujer, de unos 25 años, rubia, la contemplaba a escasos centímetros de su cara
*Esta mierda es la que hizo encarcelar a mi padre, Sebas? Dijo dirigiéndose al hombre
*Así es, Patricia, es la puta fiscal
*Gracias a ti, he perdido la libertad que tenía, para hacerme cargo de los negocios de mi padre. Evítate un sufrimiento innecesario, busca la forma de sacarlo y devolverme mi vida, no querrás hacerme enfadar
*vgte ag la mieggda, intento decir Silvia
Patricia le soltó la mordaza. Silvia tomo una bocanada de aire, relajo la mandíbula, y repitió:
*Vete a la mierda! Tu padre se pudrirá en la car..AAGGGGH!!!!!!
Una descarga de mayor intensidad y duración sacudió de nuevo todo su cuerpo, arqueado y tensado sobre sus cuatro extremidades, hasta que poco a poco fue perdiendo la consciencia y se desmayó
Un frío chorro de agua le trajo de nuevo a la realidad. Su cuerpo ahora, colgaba de sus brazos y piernas boca abajo a un metro del suelo. De sus pezones pendían dos pinzas con pesos, que los estiraban dolorosamente. Con la mordaza nuevamente puesta, sintió el frio chorro del agua, directamente en su esfínter. De repente noto como sus duras nalgas eran separadas y el chorro, era introducido directamente en su interior. Unos minutos que parecieron horas, mientras su vientre se hinchaba con la fría agua, y unos calambres tremendos en el intestino le hacían retorcer y gemir de dolor. Cuando la manguera abandono su culo, no tardo nada en liberar su vientre. Un enorme chorro de agua con restos de heces salió de dentro de ella, mientras el chorro de la manguera la limpiaba a la vez.
Después de un rato, una voz desconocida dijo tras ella: Esta limpia y consciente
Ok. Ahora vamos se sintió decir a través de lo que adivinó un walkie
*Bien, vamos a empezar contigo; sintió unos ruidos metálicos sobre su espalda, y perdió contacto de ella y su culo con el camastro. Debía de poder desmontarse por partes, pensó; y un chasquido en el aire, fue seguido de un penetrante dolor en la parte baja de la espalda. Al primer latigazo, siguieron muchos mas. Le ardía el culo, la espalda, y parecía que su cuerpo iba a descolgarse de sus muñecas y tobillos en cualquier momento. Cuando parecía que iba a desmayarse de nuevo, el choro de la manguera, volvió a reanimarla.
Algo frio y viscoso fue untado por una mano en su dolorido trasero, y mientras otra mano separaba sus nalgas, también fue puesto en el ano, y poco a poco dilatando su esfínter, introduciendo un dedo dentro de su prieto culo. El ardor no tardó en llegar, mientras se retorcía de dolor y escuchaba carcajadas a su espalda
*Lo que pica este ungüento eh? Jajajajaja
Mientras el picor desaparecía, sintió que le hurgaban de nuevo el culo, y algo duro y grande empujaba intentando entrar, hasta que lo hizo, con un gran dolor
*Pero si la muy zorra debe ser virgen por aquí!! Dijo de nuevo la voz
*Termina pronto, que yo también quiero Escucho
* Y yo!!
Silvia,horrorizada, estaba siendo violada por el culo, penetrado por primera vez en sus 40 años, y de manera salvaje, y al menos 2 hombres más esperaban su turno
Entre jadeos, el primero no tardó en correrse dentro de Silvia, abandono el culo, mientras sentía un ardiente dolor en sus entrañas, y el viscoso semen de su violador, mezclado con algo de sangre, se deslizaba por sus piernas.
El puesto fue tomado rápidamente por otro miembro, que esta vez la penetro de un solo golpe sin dificultad.
El primero hombre se arrodillo frente a su cara, y aprovechando la mordaza que le mantenía la boca completamente abierta, introdujo su aun erecto miembro dentro, hasta el fondo de la garganta, provocándole varias arcadas. Mientras el otro hombre terminaba de correrse dentro de ella, y sentía como una nueva polla invadía su culo. Después de mas de una hora, que se le antojó eterna, la manguera volvió a escena, limpiándola por completo, por dentro y por fuera. Un plug anal de unos 6 centímetros de diámetro le fue enseñado. Se lo metieron en la boca para lubricarlo con su saliva, y se lo enterraron por completo en el culo.
El camastro volvió a posición vertical. Pudo ver que había varias cámaras en la sala. Todo estaba siendo visto, o peor aún, grabado por alguien. Imagino que sería Patricia.
Los pezones fueron liberados de su presión y peso. Uno de los hombres, tomo uno entre los dedos y lo pellizco con fuerza, despertándolo de su entumecimiento y devolviendo la sensibilidad a él a la vez que el dolor. En su otra mano, una aguja hipodérmica de considerable diámetro se acerco peligrosamente al sensible y dolorido pezón. Silvia negaba con la cabeza, pero el insoportable dolor le confirmó que la aguja lo había atravesado. Las lágrimas resbalaron por sus mejillas. Lo peor fue ver, que en una pequeña bandeja había por lo menos 10 agujas más. Durante mas de 2 horas, sus pezones fueron atravesados por las agujas, una y otra vez, hasta que el torturador se cansó del juego. Con 2 agujas aun puestas en ambos pechos, conecto unas pinzas a ellos, y le dio una descarga eléctrica, de tal intensidad, que volvió a desmayarse una vez mas.
Recupero el sentido, poco a poco, dándose cuenta que ya no descansaba sobre el lecho metálico. Ahora pendía del techo con las manos atadas sobre su cabeza, y de puntillas apenas alcanzaba el suelo. Sus piernas separadas al máximo por una barra de hierro, del centro del cual salía una cuerda a una polea del techo, también. Tenía la boca libre, por primera vez, y le dolía la mandíbula, pero no era comparable al dolor que sentía en el culo, y mucho menos al de sus maltrechos pezones, que volvían a estar presos por unas pinzas metálicas, esta vez, unidas entre si por una cadena. Sin tiempo a reaccionar, el primer golpe, cayo de pleno en el pecho izquierdo, dejando inmediatamente una marca rosácea a lo largo de todo el.
La sucesión de golpes, no se dejo esperar, alternando uno y otro pecho, dando de vez en cuando alguno en sus doloridos y torturados pezones. En un par de ocasiones, incluso desprendieron dolorosamente la pinza que los atenazaba. Laura gritaba y suplicaba libremente, sin obtener un atisbo de compasión en su verdugo. Mas de 20 minutos duro el castigo, dejando sus pechos muy marcados y doloridos.
*Basta, oyó decir, que no queden marcas muy permanentes. Era una voz femenina y autoritaria, que aun no había escuchado.
Alzo un poco la cabeza, para ver a una mujer baja, de mediana edad, delgada y rubia, que llevaba una camisa blanca muy escotada y ajustada, donde dos pechos de generosas dimensiones amenazaban con escapar de su encierro. Un ceñido vaquero y botas negras altas, completaban su atuendo.
*Darle un poco de comer, no queremos que desfallezca, debe tener fuerzas para seguir, dijo
Un hombre corpulento y sudado, deposito la fusta sobre una mesa, y se acerco a Silvia, le coloco de nuevo la mordaza de la anilla y le introdujo una especie de embudo, a través del cual vertió directamente en su garganta una especie de papilla dulce y tibia. El primer reflejo fue de arcada, pero el tubo le impedía vomitar y acabo tragando todo. Después un poco de agua, terminó el menú. Agradeció algo de alimento pues no sabía el tiempo que llevaba sin probar bocado.
Continuará…