Capítulo 1
- Desesperada por sexo duro II
- Sexo duro
- Desesperada por sexo duro III
Salí de la ducha flotando, como espuma de jabón. Me puse solo un bikini blanco y arriba la blusa escotada de dril que al rozarme los pezones hacía que se me endurecieran dejándome una sensación perturbadora. Los pantalones no estaban por ninguna parte. Tendría que salir así. Afuera, donde estaba mi pareja y sus tres amigos.
Pasé mis manos por mis glúteos duros, luego por mis piernas, recelosa, estaba alterada, ansiosa, una ansias me latían en el bajo vientre y un calorcillo me tensaba la entrepiernas.
El bikini blanco se ajustaba a mi sexo y se metía atrás entre mis nalgas y el frote del hilo entre ellas me perturbaba. Por suerte estaban mis zapatos, taco alto, me subí a ellos y me volví a tocar las piernas duras y redondas. Miré la puerta cerrada y escuché una música suave y las risas de ellos.
Me imaginé la sala a media luz. La mesa. Volví a pasar mis manos por mi estómago y las bajé, bordeé mi bikini entre las piernas y dejé entrar la punta de mis dedos hasta rozar mis labios que los separaron y buscaron mi clítoris ya anhelante. Una toalla beige colgaba de la puerta.
Cerré los ojos, esos malditos polvos que me dieron a tomar, yohambina dijeron, “calienta burras”. Nombre estúpido. Pero Dios mio, calientan.
Desde detrás del espejo saqué un perfume que guardaba lo expulsé al aire y dejé que me impregnara al caer, suspiré, y volví a esparcir al aire una buena porción sintiendo como esa nube bañaba mi cuerpo. Abrí mi bikini y rocié una última porción entre él y la piel de mi sexo. Abrí la puerta y dudé.
“Mis pantalones?” pregunté semidesnuda, tímida, cuando entré a la sala en penumbras. Los cuatro hombres me miraron. Olía a tabaco que no me disgusta y una música suave. Sus ojos recorrieron mis piernas redondas y se detuvieron en mis pezones duros como piedras se anunciaban bajo la tela de hilo.
“Mejor vamos a ser solidarios y nos vamos a quedar todos sin pantalones. Van y sácamelos, burrita” me ordenó el Dos sonriendo. Mi esperanza, mi secreta esperanza de que se fueran y quedara sola con JL se esfumó en ese momento.
Tímida por lo que sabía vendría después pasé por delante de ellos con mis tacos altos y mi bikini metido en mi cola. Y no puedo negar que sentirme así de expuesta, indefensa y apetecible entre esos hombres me excitaba de sobremanera, carne para tiburones, pensé y de pie frente al Dos gesticulé una sonrisa mientras veía como estiraba su mano y la metía entre mi bikini y sus dedos entraban en mi sexo ya húmedo nuevamente.
“Caliente eh? como buena burrita”, me dijo, “todavía te dura la calentura” y solo pude excusarme y asentir. Me acercó los dedos húmedos a la cara y me dijo “chúpalos”. Me puse roja, avergonzada y sorprendida por un puto maldito impulso a restregarme, a sentir otra piel, a la necesidad de que me abrazaran. Cerré los ojos y chupé esos dedos húmedos por mis flujos algo ácido y denso. Los chupé y lamí la mano que me humillaba.
Alguno de ellos me tomó desde atrás por los hombros y me condujo hacia el bar. Por la espalda me sacó la blusa por mi cabeza y bajó el bikini.
Era el Cuatro que me dio vuelta y me sentó sobre un taburete de cara a ellos, luego abrió mis brazos apoyándolos atrás sobre el mesón mostrando mis dos pechos erguidos y los pezones duros y enhiestos, luego me separó las piernas, mucho, y dejó mi sexo a la vista de todos ellos.
Mi respiración se apresuraba y seguro se dilataba mi iris, miré a JL, mi pareja, desesperada tratando de encontrar su mirada, obtener interés, su aprobación porque ese exponerme ante ellos hacía que mi sangre en las sienes palpitara que mi pecho se agitara perturbado subiendo y bajando desesperado y lo peor: me sabían caliente, deseosa, una buscona desesperada a la que el maldito tres le toma de las rodillas y le termina de abrir las piernas para exhibir su sexo ansioso.
Al saberme allí sola y desesperada agaché la cabeza y dejé que el pelo me tapara la cara, cerré los ojos llorando en silencio y abrí aun mas las piernas.
Solo quería saber si para él era importante verme perdida así, verme ir a la mas bajo de mi dignidad de mujer donde el horror que aflora de la garganta se degusta en la boca ácido y mi cabeza se pierde en un marasmo de redes húmedas y estoy lista, mansa, dócil, mas allá de la vergüenza y de cualquier resistencia.
A que esos animales me destrocen, me devoren.
Sí, soy ejecutiva de cuentas de lunes a viernes, delgada, y a mis casi 50 creo bastante atractiva. Aunque casi plana de pechos, muy delgada de espalda y brazos, tengo también mucha cintura y caderas y piernas redondas que se dan vuelta a mirarme.
Visto traje sastre institucional toda la semana y el pelo inevitablemente algo crespo no me llega a los hombros. Uso tacos altos incluso los fines de semana. Y en el trabajo todos me temen mas que me respetan porque curso despidos y recortes de sueldos. A mis espaldas me dicen “la muñeca del diablo”, la separada, la que dejaron.
Pero lo que no saben es que ahora soy “la otra”, la amante. La que sexualmente le permite todo a él. Y todo es sexo con él y tres de sus amigos. Y hoy la desdicha de probar un polvo que llaman yohambina o “calienta burras”, solo para divertirles, porque por alguna extraña maldita razón, por alguna puta maldita razón a JL, -así llamo a mi amante, JL-, lo detesto y le necesito.
El ha sido capaz o tiene un poder sobre mi sexo de hundirme en el horror mas colosal y tenebroso de mi sexualidad y rescatarme como quien saca una bolsa del agua.
Me somete y me libera. Y pago culpas quien sabe qué culpas entregándome a él, y no tengo límites… creo. Solo asumo que es mi karma. Entregarme. Una putita, una sumisa, una esclava, una hembra para todo uso. Y sí, eso me excita, ese sentirme totalmente indefensa ante él y ahora ante ellos…
Tenía los ojos cerrados sintiendo las miradas de ellos en mi sexo abierto para ellos, en mi piel, en mis brazos estirados a cada lado del barcito, en mis pequeños pechos erguidos que subían y bajaban agitados, cuando algo delgado, helado y duro se refregó en mi entrepiernas e hizo saltar mi clítoris, miré hacia mi entrepiernas vi como el Cuatro, que se había puesto de pie y abierto una botella, jugaba a pasarme el sacacorchos sobre él.
Lo subía y luego bajaba lo que hacia que el fierro retorcido saltara sobre mi clítoris y me paralizó cuando dejó la punta fría apuntando a la entrada de mi vagina, sentí la punta como aguja en mi carne, me miró a los ojos sonriente y luego volvía a refregarme con él entre los labios de mi sexo y hacía que saltara y saltara y saltara produciéndole una sensación incontrolable, pero cuando apuntaba su extremo a mi vagina el miedo me superaba y aferraba las manos al bar y le miraba suplicante. JL se reía junto al Dos y al Tres.
Yo les miraba tratando de sonreír pero era una mueca inútil, mi cara de asombro, miedo y calentura seguro me superaba. A poco el Cuatro de aburrió y pude respirar pero mi calentura era incontrolable, los polvos hacían su trabajo.
Bajé una mano y me la llevé a mis sexo que sentí hinchado, caliente y mojado, lenta con mis dedos aislé mi clítoris cerré los ojos y me regalé una caricia que interrumpió la voz del Dos que me ordenó echar el brazo atrás. “Siéntate derecha puta, y las manos atrás y las piernas bien abiertas” Me dolió en el alma escuchar esa voz que la odié, la odié. Sentada así, abierta para ellos, delirante por esa calentura entre mis piernas que me inflamaba. Bajé la cabeza, sollocé y gemí de ansiedad, calor, vergüenza. Rabia.
“Por favor, solo métanmelo, por favor, estoy lista” les rogué. No, les imploré. Mi sexo latía abierto allí para ellos pero no se acercaban, no lo querían, estaba mojado palpitando depilado.
El Cuatro que había dado vuelta el sillón para quedar frente al bar, es decir a mi, se volvió a parar, dio la vuelta por detrás del bar y sentí como abría la hielera, como la cerraba, como caminaba hacia mi y desde la media luz apareció a mi lado y metió con sus dedos fríos unos hielos en mi vagina dejando la mano allí… luego la apretó contra mi sexo aprisionando los hielos dentro que me quemaban pero su mano sobre mi clítoris dura y fría hizo que cerrara mis piernas, que soltara mis manos y me aferrara a su brazo y sin poder ahogar un grito como largo quejido sentí como refregaba su mano de hielos duros en toda mi entrepierna, casi me levantaba su fuerza, la punta de os dedos me penetraba levemente y la palma me fregaba los hielos en mi clítoris, entre mis labios sin poder ya resistirlo apoye mi frente en su brazo fuerte y desnudo o culté mi cara en mi pelo mirando el suelo y terminé de caer del banco con esa sensación de calambre desde mi estómago arrastrando mis fuerzas, mis nervios, mi respiración hacia mi sexo, todo confluía allí y sin decoro, orden o gracia alguna el orgasmo hizo que me sacudiera aferrada con mis dos manos a su antebrazo jadeando, “jadeando como burra” escuché como en sordina, a lo lejos, que decían, hasta caer de rodillas al suelo las piernas chorreadas de agua y líquido vaginal, acezando, el corazón en la boca el pelo pegoteado por la traspiración y la cara mojada de baba, lágrimas y traspiración. Resoplando agitadísima, de rodilla en el suelo frente a ellos, me tapé la cara y me dejé caer al piso resbaloso por el agua que aun fluía de mi sexo, el orgasmo fue breve pero intenso como ningún otro, doloroso, vibrante hasta lo mas profundo de mi estómago. Y necesitaba un segundo de reposo, de sosegarme, al menos, porque controlarme era imposible, palpitaba desnuda, desbaratada y vencida en el suelo.
No sentí al Tres pararse de su sillón, ni acercárseme, ni cuando me cogió del brazo a la altura del hombro y me enderezó y me llevó hasta el sillón grande arrastrando casi los pies y me arrojó en él pero resbalé hasta el suelo, me faltaban fuerza para enderezarme, allí recién renació la humedad de mis piernas, y los dedos de mis manos adoloridas con los que sequé mis labios que babeaban, y sudada, llena de flujos vaginales y lágrimas les miré. El Dos, de pie frente a mi con su rodilla me separó las mías y miró mi sexo.
“Lo tenis hinchado, burrita, te duele?. El hielo te tenía que haber quitado las ganas pero fue al revés como viste”.
“No me duele…, pero es como si no fuera mio en estos momentos” susurré.
“A ver… tócate. Y dime” Y echada como estaba en el suelo con la espalda apoyada en el sillón, obediente, palpé con mis dedos mi sexo que volvía a estar duro, tenso e hinchado, pero era como si no fuera mio, y como si hubiera crecido. Había sufrido dos confusos y enormes orgasmos y tenía mi sexo abultado como sin uso y lo sentía a cada segundo mas y mas sensible nuevamente.
“Estoy lista, claro que es como, como si no fuera mio. Y yo, yo puedo hacer lo que quieras, solo dime” le balbuceé desde el suelo a los pies del sillón. Porque tenía claro, sí, siempre tuve claro, que estaba para servirles a ellos, eso era lo que quería JL de mi.
Y sí, había terminado dos veces y ellos nada, “debo esforzarme” pensé. Estoy para que ellos tengan buen sexo, eso era lo que quería al menos mi pareja JL., una hembra fácil, doblegada ya, una hoja entregada al viento, una vasija rendida al sexo un orificio. Y con esfuerzo me senté derecha en el sillón, junté las piernas y solícita subí mis manos y le bajé el cierre del pantalón sacándole su sexo que saltó duro hacia afuera. Sin titubear me lo metí a la boca y me esforcé lo mas que pude tratando de compensar lo fea y sucia que estaba en esos momentos.
“Si gustas me puedo poner boca arriba en el brazo del sillón, así me lo metes todo lo que quieras, y atravesarme la garganta” le sugerí a media voz, temerosa de que me dijera que sí y me pusiera allí como antes me lo había hecho en la cama, yo boca arriba con la cabeza colgando en la orilla y él de pie al borde y con una mano en la garganta palpándome como me lo metía hasta allí y con la otra tirándome un pezón como elástico, y yo, cuando lograba respirar, botaba bilis, mucosidades, vómito, lágrimas.
No, esta vez me dijo que me montara de cara al respaldar del sillón y acuclillada, las piernas separadas y la espalda derecha. Sentí su mano apoyada en mi espalda y la otra que conducía a su sexo entre mis piernas, acomodó su cabeza fuera de mi abertura mojada y me lo metió sin compasión ni cuidado hasta el fondo. Me llegó a levantar con cada embestida que me daba mientras sujeta por sus manos de las caderas trataba de mantener la espalda derecha y las manos sujetas al respaldar del sillón y levantaba mi cara hacia el techo porque sabía que así les gustaba verme. Y ese embestirme hacía que mis senos bailaran en el aire y se pusieran mas duros mis pezones.
Mi sexo se volvía duro duro, si es que en algún momento se había relajado, y sufría la apremiante incomodidad de que vieran que nuevamente me excitaba y no lograba que ni siquiera uno de ellos terminara. Yo estaba para el placer de ellos.
Esa era mi función. Eso era lo que quería de mi JL, el dueño de mi sexo. Mi señor. Entre nosotros no hay amor, ambos lo hemos tenido siempre claro. Solo esta maldita necesidad de entregarme, de ser usada, ultrajada destruida y luego ya en la noche o al amanecer ya limpia pero agotada, gastado cada poro, siento cuando me abre y me posee siento que me reconstruye, es una sensación edificante y plena, aletargada llego a un orgasmo suave y largo y profundo y gimo y lloro cuando siento su semen tibio sobre mi, dentro mio, en mi cara, en mi boca, en mis pechos cuando baño mi pelo con su semen y mis ojos y pasaría por todo ese infierno mil veces con el solo propósito de sentirme usada luego por él.
Y por ello no puedo defraudarle, no puedo ser que fuera tan inútil, que no pudiera depararles el placer que debía de entregarles, y me esfuerzo en seguir el ritmo, de abrirme cuando entrara y cerrarme cuando se retiraba, de subir y bajar mis nalgas para que sintiera mi roce, de separar bien las piernas, de abrir con mis manos mi ano por si quiere poseerme por allí. Mas, para mi desgracia ello jugaba mas en contra mía, el que me agarrara de las caderas y me llegaba a levantar cuando me ensartaba hasta mis entrañas mismas, y no pude mas y arquee mi espalda y mordí el borde del sillón para no gritar tratando de controlar una calentura que ya me hacía presa suya nuevamente.
(continúa)