Capítulo 6

EL ANUNCIO – CAPÍTULO 6

El viaje transcurrió con normalidad y por fin llegaron a la mansión del cliente. Las dos jóvenes bajaron de la limusina junto a Pablo, que ordenó a Adrián, el chofer, que se mantuviese allí cerca y fueron conducidos hasta la entrada de esa lujosa casa por un imponente mayordomo negro hasta un gran salón en donde le esperaba su anfitrión, junto a una gran chimenea. Inmediatamente ese hombre mayor, bastante más de lo que ellas habían supuesto, les devoró con la mirada y luego levantándose se acercó hasta ellos.

  • Buenas noches, don Gerard. – dijo Pablo extendiendo su mano que el otro le devolvió además un afectuoso abrazo.
  • Buenas noches, Pablo. Gracias por venir a mi humilde morada. Siento que hayan cambiado un poco los planes, pero quiero contarte mi idea, para no tener malos entendidos. – aclaró él, ante todo.
  • Perfecto, cuéntame.

Gerard, como buen anfitrión, invitó a las chicas a sentarse en los cómodos sillones frente a la chimenea ordenando a su mayordomo que les trajese un vino exclusivo de su bodega y se llevó hacia la biblioteca a Pablo, para explicarle sus cambios.

  • Bueno, Pablo, me conoces bien y soy hombre de palabra, pero que cambia el rumbo cada dos por tres.
  • Si, lo sé bien. – respondió con una sonrisa.
  • Por eso puedes confiar en mí, Pablo, me apetecía mucho esa idea tuya del estudio, follar con un hombre maduro como yo, que me sedujeran, ese tonteo, pero, ya sabes, estoy algo mayor para algunas cosas.
  • Gerard, estás estupendamente, no te quites méritos.
  • Bueno, los años no pasan en balde, aunque la pastillita azul hace lo suyo, me gustaría ver a esas dos bellezas en pleno apogeo. Merecen algo más que la polla de un viejo.
  • Bueno, Gerard…
  • En serio, quiero verlas al máximo y oye, por cierto, las chicas son espectaculares, no esperaba menos de ti, porque te superas día a día.
  • Gracias, siempre intentando cumplir con tus deseos.
  • Son preciosas y precisamente de deseos…

En ese momento interrumpieron su conversación, dos de los hombres de servicio de Gerard, ambos negros y fornidos, entraron para servir las dos copas de vino. Pablo entonces le preguntó a su cliente:

  • ¿Cuál es tu idea, Gerard?
  • Pues veras, últimamente me excito más mirando que participando, ya te digo que no soy el de antes. A ver, entiéndeme me gustará tener sexo con ellas, y lo tendré, pero antes, he pensado que estos fornidos animales, me den un precioso espectáculo con tus dos jóvenes amigas. ¿Qué te parece? – dijo señalando a sus dos hombres.

Pablo se quedó mirando a esos tipos de piel de ébano, los dos empleados de Gerard, que permanecían allí plantados de pie, ambos fuertes, ya que incluso con su uniforme, se notaban escandalosamente sus musculaturas y seguramente ambos debían estar bien dotados, sin tener muy claro cuáles eran las intenciones de su cliente con esos animales, como él mismo les definía y en cierto modo tenía algo de recelo.

  • No te asustes, Pablo y confía en mí. Por supuesto, puedes quedarte y cenar con nosotros, si te sientes más seguro. Sin problema. – le invitó Gerard – hay confianza.

Tras volver a mirar a esos hombres y luego a su cliente de confianza, Pablo contestó.

  • Bueno, por mi parte no habría problema, siempre que ellas estén dispuestas a esos cambios, compréndelo Gerard. Esto se sale de lo que teníamos previsto.
  • Me parece bien. Dime la nueva tarifa. La que sea. – dijo seguro Gerard.

Pablo miró al techo, pensando que aquello podría aportarles una cantidad importante, tratándose de un hombre al que el dinero no significaba nada, con tal de cumplir sus deseos

  • El precio subirá a 30.000 más lo estipulado. – dijo soltando esa desorbitante cifra muy seguro.
  • Perfecto. Me parece justo. – dijo sin dudarlo ese hombre.
  • Pero por lo demás, tienes que conseguir convencerlas, entonces todo estará hecho.
  • Como bien sabes en mi empresa todo tiene que ser consensuado.
  • Claro, Pablo, me parece perfecto, yo me encargo de convencer a tus chicas, aunque agradeceré que me eches una mano con eso.
  • Genial, entonces, pero para no interferir, agradeciendo tu invitación, prefiero no cenar con vosotros, así tenéis más intimidad.
  • Como prefieras y esta es tu casa, ya lo sabes. – añadió el otro y se estrecharon su mano en señal de fin del acuerdo.

En un momento dado, Pablo, se acercó a Silvia, sujetándole del brazo, para comentarle.

  • Pasamos a cobrar 30.000, la mitad para la empresa y la otra mitad para vosotras.
  • ¿Y eso? – preguntó ella algo impactada con la suma. ¿Aparte de lo que teníamos en mente?
  • Por supuesto, si quiere un trabajo extra, es un precio extra.
  • ¿Y qué tenemos que hacer?

Pablo le fue comentando que el cliente quería unos cambios, que confiaba en él, aunque tampoco tenía muy claro lo que iba a pasar, pero lo que sí era seguro es que el cliente quería ser quien tuviera las riendas en todo momento. Quería no ser el único en follárselas y ser el primer y único espectador de lo que los dos hombres a su servicio pretendían hacerles.

  • ¿Te parece bien, Silvia? No sé si estáis preparadas para ese contratiempo. – preguntó él.
  • Bueno, creo que hablo por las dos y sé que podremos con ello.
  • ¿Estás segura?
  • Ahora eres tú el que debe confiar en mí. – respondió segura.
  • Bien, le dije que intentara convenceros.
  • En ese caso, si me dejas, hago yo la renegociación.
  • Me parece genial. Es más, deberás contarme todo ese plan para incluirlo en el estudio, yo sé que le dejaras sorprendido, como yo lo descubro a cada momento contigo.
  • Gracias por confiar en mí.
  • Gracias a ti, por aceptar ese cambio y dale duro. Este tipo está forrado y tragará lo que quieras.
  • ¡Qué bien!
  • Bueno. Se lo comentas a Angela. Pero ya sabéis que tenéis la última palabra y si hay algo que no te gusta…
  • Tranquilo. No será tan fuerte. Yo se lo digo a ella.

En cuanto Angela estuvo libre, Silvia le comentó las condiciones y la rubia abrió los ojos de par en par.

  • Pero, aparte de lo que ya teníamos pactado, ¿cobraremos eso? – dijo sin creérselo.
  • Claro, es un extra aparte de la tarifa inicial y a este tío le sale el dinero por las orejas.
  • Ya veo…
  • ¿Tú estás de acuerdo?
  • Claro que sí, Silvi , me deshago sabiendo que vamos a follar con esos dos machotes.
  • Bueno, parecen dos bestias, no sé yo.
  • Pues mejor todavía.
  • De todos modos, voy a negociar ese precio, si quiere cambios, tendrá que apostar más fuerte.
  • Bueno, no te pases, a ver si va a rechazar la oferta y nos manda para casa sin nada. No quisiera irme sin probar una de esas pollas. ¿Será verdad lo que dicen de los hombres negros?
  • Tendremos que averiguarlo, pero déjame a mí la negociación.
  • Claro.

Ángela, no se lo creía, pues iba a ganar en una noche lo que casi cobraba en un año de trabajo en la tienda de lencería. Casi podría hacer planes impensados hasta entonces, pues la cifra era exorbitante

Pablo se despidió, dejando claro al anfitrión que debía tratar esos cambios con ellas y Gerard aceptando el trato, propuso que las chicas se sentasen a la mesa a cenar y a los postres hablarían de negocios. Él presidía y ellas cada una a un lado suyo.

  • Señoritas, debo decirles que es un auténtico placer estar en su grata compañía. – dijo Gerard amablemente.
  • ¡Muchas gracias! Un placer para nosotras también – comentó Silvia queriendo guardar ese formalismo a pesar de saber a lo que habían venido.
  • ¿Son ustedes más de carne o de pescado? – les preguntó a ambas.
  • Ellas se miraron y dijeron a la vez
  • ¡Pescado!
  • Perfecto – respondió él y haciendo sonar dos veces una campanilla dio comienzo la cena.

Don Gerard era un hombre algo mayor, aunque parecía cuidarse bastante, practicando seguramente algún deporte. Silvia le observaba y no era capaz de calcular la edad, pero desde luego superaba los setenta años, ni gordo ni delgado y con un rostro muy agradable, la verdad. Hombre de hablar cauteloso y finos modales, les hizo amena la cena, mientras sus dos sirvientes rellenaban sus respectivas copas sin parar. Hasta entonces todo iba de maravilla.

Antes del primer plato, los musculados sirvientes fueron trayendo diversos canapés y entrantes que ambas mujeres degustaron y disfrutaron, pero que ellas mismas aderezaron con su juego continuo de seducción, tal y como le había indicado Silvia a su compañera, mostrando escotes, movimientos medidos y miradas cargadas de erotismo. Eso era el mecanismo infalible para tener a cualquier hombre a sus pies.

Gerard cada vez más excitado miró a ambas mujeres para preguntarles:

  • ¿Les han gustado los entrantes?
  • ¡Mucho! – respondieron ambas sonriendo.
  • Pues ahora, he de proponerles algo.

Inmediatamente después, haciendo sonar la campanilla, aparecieron los dos hombres negros pero esta vez completamente desnudos, portando una pequeña mesa con ruedas con una sopera y tres platos.

Las dos chicas se quedaron boquiabiertas ante semejante visión y tanto una como otra pensaban en esos pollones balanceantes que se acercaban a la mesa.

Silvia se quedó alucinada ante esos impresionantes pollones, desde luego nunca había visto nada igual, que no fuese en alguna película porno. A simple vista imaginando cómo serían en erección ella pensó que debían superar los 25 cm cada uno y de gordos, quizás podrían llegar a ser como el contorno de su muñeca. “Que pena sería tener que follarse al viejito en vez de a esos dos sementales”. – pensó ella para sus adentros, aunque quiso hacerse la dura.

  • Espero que no les moleste que mis hombres les atiendan desnudos.
  • No, ningún problema. – apuntó ella.

Por su parte, Angela se estaba relamiendo por momentos, con solo imaginar lo que era tener una de esas enormes vergas en la boca y desde cerca, una vez que dejaron la mesa auxiliar a su lado, impresionaba la majestuosidad de ambas pollas al igual que esos fuertes culos abandonando el comedor.

Gerard se sonrió a sí mismo, notando como las dos chicas se excitaban con solo imaginar follando con esos hombres y creía tenerlo todo hecho.

  • ¿Les está gustando? – preguntó él con toda la intención.
  • ¡Siii! – respondieron ellas al unísono.
  • Bueno señoritas, supongo que Pablo les ha comentado que quiero cambiar un poco la idea inicial que teníamos pactada.
  • Sí, él nos comentó algo, aunque no ha querido darnos ningún detalle. – mintió Silvia – pero también nos dijo que usted es un caballero, muy formal, en el que se puede confiar…
  • Por supuesto, no harán nada que no quieran. ¿Entonces aceptarían un cambio? ¿Su jefe les habló de la compensación?
  • Si, claro.
  • Entonces, está todo dicho. – dijo él.
  • Bueno, tendrá que darnos más detalles, antes de aceptar.

El señor Gerard pareció respirar en cierto modo, al ver la predisposición, aunque temía que esas preciosas chicas no quisieran aceptar todos los cambios, pues sospechaba que a pesar de que todo era consensuado, el hecho de salirse de un guion establecido con la empresa de Pablo podía ser algo complicado y que nunca había hecho anteriormente pero incluso eso era más morboso y no podía evitar sentirse más excitado con la idea de ser él quien marcase las pautas. Tras ordenar que sus empleados desnudos, rellenasen las copas de ellas, les fue contado a ellas su plan.

  • La propuesta es la siguiente. Yo ya tengo una edad y aunque es posible que participe, ahora mismo me divierto más mirando. De algún modo necesito mi tiempo y lo que más me atrae es ver sexo en vivo.

Las chicas se miraron entre sí, poniendo cara de no entender muy bien, a pesar de que Pablo ya les había adelantado ese giro.

  • Sí, no se asusten, me gusta más mirar y cascármela que ser objeto de sus atenciones y luego poder quedar mal. Por lo que Pablo me anticipó y pude ver a través de unas fotografías, son ustedes dos mujeres impresionantes, eso saltaba a la vista, pero viéndolas en vivo, son ustedes aún más espectaculares.
  • Gracias – respondió esta vez Ángela.
  • Se percibe a simple vista que son mujeres ardientes, ya me avisó Pablo, pero muy explosivas y temo no poder corresponderles.

Silvia miró a su anfitrión negando con la cabeza, pues a pesar de ser un hombre muy mayor, aún conservaba un atractivo nada desdeñable y esa humildad por su parte, le añadía incluso más glamour.

  • Estoy segura de que usted daría la talla perfectamente. -dijo con seguridad.
  • Gracias Silvia, pero supongo que no habrá nada comparado a eso. – dijo señalando a sus hombres que en ese momento se estaban masturbando consiguiendo poner sus pollas totalmente tiesas.

Las dos chicas tardaron en reaccionar, porque no era lo mismo imaginarlas que verlas en vivo y aquellas vergas gordas, venosas y tiesas impresionaban más de la cuenta y volvieron a mirarse entre ellas, intentando asimilar ese juego.

  • Sigo sin entender. – comentó Silvia haciéndose la tonta, pero sin poder apartar la vista de esos vástagos tan enormes.
  • Bueno, ¿no les gustaría que fueran esos caballeros quienes las atendiesen debidamente? – dijo él refiriéndose a sus empleados.
  • ¿Entonces quiere que esos dos hombres nos follen mientras usted mira? – preguntó Silvia directamente e hipnotizada con esos dos enormes cilindros negros.
  • ¡Exacto! – afirmó su anfitrión levantando su copa.
  • Pero… son enormes – añadió Ángela en ese juego de inocencia por su parte. Su cuerpo ya reaccionaba lubricando su coñito.
  • Sí, son grandes, perfectos para dos mujeres como ustedes y estaré encantado de contemplarlo.
  • No sé… – apuntó Silvia poniendo cara de asustada y en el fondo lo estaba, pero tenía que seguir con ese juego que aumentase el deseo de su anfitrión.

Él mismo rellenó las copas de las dos chicas para continuar.

  • Pero, deben disculparme, no les he presentado. Ellos son Ende y Tende, mis más fieles servidores y puedo asegurar que además son expertos amantes. Me ha costado mucho tiempo encontrarles y les confirmo que son los mejores ¿No les gusta la idea?
  • Por mi parte creo no habría problema. – dijo Angela entusiasmada sin quitar ojo a esos miembros viriles tan perfectos.
  • Ya, pero esas dos tremendas pollas nos van a destrozar y estaremos una temporada en el dique seco. – afirmó Silvia queriendo poner su parte negativa.

Gerard sonrió por esa respuesta, pero ese morbo, mezcla de placer y miedo por parte de ellas, era lo que le mantenía a él tan cachondo.

  • Esos dos hombres les van a llenar como nunca jamás y creo que van a disfrutar con ello tanto o más que yo. – añadió él.
  • ¡Desde luego! – decía Ángela relamiéndose.
  • No, lo siento don Gerard, no podemos aceptar eso, nosotras veníamos a tener sexo con usted.

Hubo un silencio y una cara de susto por parte de Ángela, quien temía que tensar tanto la cuerda podría desbaratar ese momento tan alucinante.

  • Bueno, yo les puedo prometer que podré atenderles en lo que pueda, pero si realmente quieren un amante de verdad, tendrá que ser con ellos: Ende y Tende.
  • De verdad que lo siento, pero no podemos aceptar. – insistió Silvia.
  • ¿Cuánto quieren? – dijo algo irritado Gerard.
  • No sé, esos hombres tienen esos miembros enormes…
  • ¡Dígame un precio! – insistió impaciente el anfitrión.
  • ¡50.000! – soltó Silvia mirándole fijamente a los ojos mientras Ángela se tapaba la boca alucinada con esa cifra y temiendo que ese hombre suspendiera todo.

Él se mantuvo serio durante unos instantes, pero tampoco podía perder la oportunidad de ver a esas esculturales mujeres con sus dos hombres, sin duda, le podía ese morbo. Hacía tiempo que su miembro no estaba tan duro.

  • De acuerdo… 50.000, pero harán todo lo que yo les diga.

Dicho esto, Silvia, viendo como sonreía Gerard con ese nuevo hándicap superado, notó como un chorro de flujo inundaba sus bragas, la idea era más que atrayente, pues nunca en la vida había podido tener dos sementales de esa índole delante de ella y por supuesto, Angela, menos todavía, sin embargo, Silvia quería añadir un poco más de tensión al momento, apretando esa tuerca y poniendo cara de póker miró inquisitiva a su anfitrión que estaba expectante y excitado, al ver que ellas se lo estaban pensando, al menos Silvia que era la que llevaba la voz cantante, pues su compañera no hacía más que relamerse.

  • No sé si podremos acatar todo tipo de órdenes si aceptamos su propuesta. Eso de hacer lo que nos pida, puede resultar algo fuerte. Nos van a dejar para el arrastre. – afirmó Silvia con cierta chulería mirando fijamente a Gerard y sabiendo que su mirada era de puro vicio imaginando a saber qué cosas.
  • Muy bien lindas damas, creo que tienen razón en lo que dicen, puede ser algo que les deje fuera de juego en una temporada…y podría cerrar el trato ¿Qué tal si aumentamos cinco mil más a cada una? Y es mi última palabra.
  • ¿Cinco mil más? – dijo Ángela con su boca abierta.
  • Por supuesto, aparte de todo lo pactado, pero esto para ustedes, como incentivo, eso sí, la condición es que su entrega será incondicional, claro.

Angela sabía que Silvia era la negociadora en este nuevo contrato, tal y cómo había indicado su jefe, pero no dejaba de imaginar esos 5000 extras, que suponía casi el sueldo de seis meses. Mirando a su compañera, parecía rogarle que aceptase antes de que ese hombre se arrepintiera.

  • Muy bien señor Gerard estamos de acuerdo. – dijo al fin Silvia, algo que hizo a su amiga soltar un pequeño gritito de felicidad.

Por otro lado, Gerard, intentaba mantener su compostura de hombre duro, pero que hubiesen aceptado ya era todo un éxito para él y sobre todo algo muy excitante, teniendo en cuenta que había tenido que negociar bastante fuerte y eso que él era un hombre de negocios con experiencia.

  • Perfecto, continuemos cenando, que les hará falta. – dijo él, pero sin poder evitar esa erección bajo la mesa.

Gerard muy contento, ordenó a Ende y Tende que trajesen los contratos y ellas los leyeron, hicieron las correcciones oportunas y firmaron a continuación sabiendo que lo iban a disfrutar al máximo también.

  • Muy bien señoritas, terminaremos los postres y después pasarán a chuparme la polla las dos a la vez. Luego Ende y Tende se encargarán de su total satisfacción. ¿Les parece bien?
  • ¡Sí! – contestaron ambas al unísono.

Las chicas degustaron tranquilamente sus exquisitos platos a la vez que ambos coños se bañaban en sus propios jugos, mientras notaban como las pollas de los tres hombres estaban cada vez más duras, especialmente las de los dos sirvientes visiblemente más largas y más anchas de lo visto hasta entonces.

Ángela estaba nerviosa, ya que, aunque no era virgen, su novio no llegaba ni de lejos a la mitad de lo que tenía ante sus ojos, cada vez que esos hombres iban y venían, pensaba algo asustada, que esos dos mastodontes la iban a reventar. Pero su entusiasmo era mayor, además de estar muy excitada. Se relamía pensando en esas preciosas pollas de ébano que ya iban tomando buena forma. Era su sueño, verse empalada por una verga gigante.

Por otro lado, Silvia no hacía más que segregar jugos y ya unas gotitas habían atravesado sus bragas. Aunque había tenido la suerte de probar la enorme polla de don Pablo, desde luego tampoco llegaba a esos niveles y estaba intrigada hasta qué punto le iban a llenar como nunca hasta ahora. Siempre había soñado con pollas que llegaban hasta lo más profundo de su matriz. Creía que era una fantasía, pero viendo esos miembros negros, que serían como su antebrazo, comprobaba que era más que posible que traspasasen su útero.

Una vez terminaron, don Gerard mando llamar a los dos ayudantes.

  • Idlas desnudando y postrarlas a mis pies. – les ordenó

Ende invitó a levantarse a Silvia y poniéndola de pie frente al cliente, deslizó lentamente los tirantes de su vestido por sus brazos hasta dejarlo en el suelo. Por su parte, Tende hizo lo mismo con el vestido de Angela. Como estaba a su espalda, pegó su miembro a las nalgas de esta, consiguiendo un suspiro por parte de la joven ya que para ella sentir ese duro miembro adherido a sus carnes supuso un grado de excitación máxima. Tende sujetó las tiras de sus braguitas y las fue bajando por sus piernas, hasta llegar a sus tobillos. Ahí a la vez que la sacaba por sus pies, pegó su lengua al culo de Angela y lo lamió con ansia y con gusto. Unas gotas irrefrenables se deslizaron por las piernas de la rubia y se le escapó un largo gemido.

Gerard se relamía ante ese cuerpo desnudo juvenil que tenía delante y sintió un espasmo en su polla cuando Ende sujetó las tiras del tanga de Silvia, aun de pie y fue bajando las manos a la vez que su lengua recorría la espalda de ella hasta alcanzar su culo que repasó un buen rato lamiéndolo con ahínco. Silvia sentía escalofríos con ese beso negro lo que hacían que su coño destilase jugos como un manantial, mostrando además frente a la cara de Gerard sus empitonados pezones. La lengua de Ende estaba a punto de hacerla correr por primera vez, pero ella intentó no hacerlo porque quería aguantar ese momento el máximo tiempo posible, para así poder disfrutar al máximo del orgasmo.

Don Gerard se puso de pie, frente a esas dos bellezas desnudas y soltándose la bata que llevaba les mostró su cuerpo desnudo, dejando claro que, a pesar de su edad, aún conservaba todo en su sitio y una vez con su polla tiesa en la mano, se la agitó varias veces, haciéndoles una clara indicación para que dejasen a las chicas frente a su polla. A pesar de esa erección considerable y de no ser de las más pequeñas, no tenía nada que ver con la de los otros chicos, pero, aun así, las chicas se relamieron al tiempo que se pusieron en cuclillas, vestidas tan solo con sus tacones altos, para proceder a lamer a don Gerard, desde sus huevos hasta la punta de la polla. Cuando la una subía la otra bajaba y así estuvieron un buen rato, hasta que llegaron las dos a la vez al final del capullo y ahí mezclaron el roce de sus lenguas con el capullo del hombre.

Gerard, a pesar de estar acostumbrado a esos placeres de múltiples mujeres de toda índole, descubrió que esas dos superaban con creces cualquier mamada anterior, logrando sacarle algún pequeño hipido y más de un jadeo, cada vez que esas bocas bien combinadas, recorrían por entero su polla y sus huevos. Él sabía que la Viagra le daría vigor para un rato, pero quería aguantar lo máximo posible también, ya que la noche se presumía larga e intensa.

  • Sois muy buenas las dos. El canalla de Pablo ha hecho una buena selección con vosotras, mejor de lo anunciado, incluso. – dijo él agradecido, acariciando ambas cabezas.

Ellas parecían bastante estimuladas con eso y empezaron un ritmo mucho más frenético de sus bocas sobre esa polla, mientras una lamía el tronco, la otra succionaba la punta, y ambas pasaban sus manos por su torso, descubriendo el placer de acariciar ese cuerpo del hombre que, a pesar de su edad, conservaba tan cuidado. Primero era Silvia la que tragaba una buena porción de la polla de ese ricachón, comprobando que era más grande, gruesa y dura de lo que esperaban, aunque la pastilla azul hiciera su labor, el hombre iba bien equipado, evidentemente nada comparado con sus dos empleados ni tampoco con Pablo. Ellas, sin embargo, alternativamente intentaban tragar todo lo posible, deleitándose tanto en engullir esa polla como en comerse sus bocas, a la vez que sus manos inquietas recorrían ambos cuerpos.

  • Va a ser una maravilla veros follar con mis chicos. ¿no lo estáis deseando? preguntó el hombre.

Ellas sin contestar aceleraron el ritmo, pues la sola idea de que esos dos hombres negros cuadrados, musculados y con una polla enorme les fuesen a follar, les animaba a seguir chupando y sólo se escuchaban sus bocas, llenas de fluidos que intercambiaban de vez en cuando con un beso lésbico, luego volvían a tragar una detrás de otra.

De pronto, sin venir a cuento, Gerard, cogió por el pelo a ambas chicas y las separó de su extraordinaria mamada y de esa polla que se balanceaba ante sus ojos.

  • ¿Qué ocurre? – preguntó Ángela, aun degustando el sabor de la verga del abuelo y soñando con las de los dos jóvenes.

Él mantenía entre los dedos de sus manos, cada uno de esos mechones de pelo de ambas chicas, que le miraban sin saber y el tiraba de su cabello hacia atrás.

  • No sé señoritas, pero creo que no voy a poder cerrar el contrato.
  • Pero ¿por qué? – dijo asustada Ángela viendo que esa enorme suma podía esfumarse en un instante e intentaba saber qué es lo que habían hecho mal.
  • Miren, creo que chupan muy bien, eso queda visto, saben usar la lengua, los labios, incluso las lamidas en lugares clave, en eso se nota que son buenas, pero en los varios intentos que he visto de tragársela, no han pasado de la mitad. No les quiero contar lo que pasaría con la de mis hombres…

Ellas intentaron seguir mamando y alcanzaron con sus lenguas ese miembro cimbreante, pero él volvió a separarlas tirando de su pelo hacia atrás.

  • No sé, no quiero quedar decepcionado. Si no se tragan mi polla entera, no creo que podamos seguir con esto. No quiero perder el tiempo ni que lo pierdan ustedes.
  • Por favor… – suplicó esta vez Silvia, con miedo – haremos lo que nos pida, pónganos a prueba y verá cómo lo conseguimos.

El miedo a perder su parte del botín atenazaba a las dos mujeres que intentaran por todos los medios tragar al máximo hasta alcanzar con su lengua los huevos de don Gérard.

El hombre se acercó a la mesa y retirando los platos, puso su culo en el mantel y sus piernas quedaron colgando. Ellas permanecían allí en cuclillas sin entender qué pasaba mientras el hombre miraba a sus hombres. Ahora era él quien manejaba la situación por completo, hasta el punto en el que, como buen negociador, tenía la sartén por el mango, incluso sabiendo que ellas estarían dispuestas a rebajar el precio… pero para él no era una cuestión económica. Era, indiscutiblemente, cuestión de orgullo y poder, de demostrar quien mandaba y eso hizo que su polla aun creciese y se endureciese más.

  • Ahora quiero ver como una me come los huevos y la otra me come el culo – dijo poniendo su trasero en el borde de la mesa, dispuesto a recibir esas cálidas lenguas.

Las chicas no lo dudaron, pues sabían que su extraordinaria comisión corría peligro y fueron lamiendo los huevos de su cliente una, mientras la otra jugaba con su lengua en su orificio posterior.

A continuación, tras varios suspiros, gracias a esas lenguas, Gerard volvió a separar sus caras tirando de sus cabellos.

  • Por favor, don Gerard, denos una oportunidad. – suplicó Silvia.

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

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