Capítulo 1

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  • Mostaza I

Siempre me han considerado una mujer atractiva, lo cual es un misterio para toda mi familia el porqué aún no me he casado. Supongo que el amor no es para todos.

Bueno, no es que me pueda quejar por no encontrarlo, simplemente creo que es algo que no soy capaz de sentir. Tuve que hacer unas diligencias a mi pueblo natal, era hora de ver herencias y todo eso. La verdad es que no quería venir hasta acá, no hay nada que encuentre interesante en el pueblo. O eso pensé… Vi una cabellera rubia entre la multitud, era una chica de lo más hermosa, sus ojos eran de un color verde claro.

Desde ese día me dediqué a tenerla bien ubicada, me hospedaba en la casa de mis padres, donde antes vivía pero una vez establecidas las herencias decidí darle un poco de mantenimiento a la casa que mi papá me dejó, era un terreno lejano pero las casa muy bonitas, casi no tenía vecinos, si acaso una señora que sólo está por las mañanas.

Mientras me encontraba en ese pueblo busqué algo de diversión nocturna, dí con un antro muy pequeño ya que era sólo de lesbianas, había todo tipo de estereotipos por la pista, era de lo más divertido, me senté a tomar, una que otra mujer me coqueteaba.

No siento ningún tipo de sentimiento afectivo a las personas pero siento un muy profundo deseo sexual a las mujeres en específico, más directamente a las más jóvenes que yo. Estaba ahí, sentada observando todo tipo de curvas danzar con la fuerte música entre colores fosforescentes, de repente sentí una persona acercarse, era una mocosa con bastante maquillaje, que adorable… Quería lucir mayor.

Sólo se sentó a mi lado para ofrecerme sus servicios sexuales, eso hizo que mi mirada brillara. Su cabello era color negro pero parecía sintético. La terminé llevando a mi lejana casa, ella lucía nerviosa. Le temblaban esas piernas delgaditas mientras entraba a mi solitaria casa, cerré la puerta una vez que entré. Fue bastante rápido, ella incluso sirvió bebidas. No pensé tener tanta suerte en este pueblucho aburrido. Todo iba tan bien hasta que comencé a sentir el cuerpo muy pesado, tenía mucho sueño.

Cerré los ojos unos instantes, mis ojos estaban entrecerrados, parecían completamente cerrados pero realmente podía ver. Pude observar como mi joven visita comenzó a buscar entre mis cosas personales, dió con lo que quería, estaba metiendo mi joyería a su bolso. Eso hizo que la sangre me hirviera, parece que no hizo bien su dosis o quizá yo me drogo demasiado, hmm… Quién sabe.

Me paré de golpe y me arrojé sobre ella, comencé a golpearla con brusquedad sobre el rostro, ver su carita llenarse de sangre me excitó muchísimo. Jalé ese falso cabello negro para darme cuenta de que su cabello realmente era rubio, un rubio muy intenso… Es aquella chica que tanto me gusta, tiré esa peluca negra a lo lejos, me paré y jalé fuertemente a mi pequeña presa para tirarla con la cama, ella se golpeó con la cabecera. Tenía los ojos llorosos y llenos de miedo, me tiré sobre ella.

-Lo siento, lo siento… Por favor ya no me pegue. – Dijo la mocosa entre súplicas.

Le arranqué la ropa y se la saqué violentamente hasta dejarla completamente desnuda, ella estaba temblando, su mirada era de total desconcierto, cubría sus senos con sus manos y cruzaba las piernas para no dejarme ver ese lindo coñito.

-¿Qué me va a hacer?- Esa pregunta tan tonta me hizo reír.

La volví a golpear para mantenerla sobre la cama, ella estaba sollozando mientras se cubría el rostro. Fuí hasta mis cosas para sacar un dildo de vidrio que había comprado para una amiga como un regalo de broma, pero parece que le daré otro uso. Era gracioso porque el dildo tenía forma de varita mágica, con dildo en mano me acerqué a mi joven víctima. Le metí aquel artefacto a la fuerza, ella soltó un grito desgarrador, no dejó de gritar y llorar por un rato, de su coño no dejaba de brotar sangre, seguí follandola hasta que el juguete comenzó a resbalar mejor dentro y fuera de ese destruido coñito, podía sentir su calor y como apretaba aquel juguete, la entrada de su vagina palpitaba desesperadamente.

-¿Te gusta que te rompan el coño, puta zorra?- Me burlé de mi invitada.

No obtuve respuesta así que opté por mover rápidamente y de manera errática aquel juguete. Moví mi mano de un lado a otro mientras penetraba esa sangrienta vagina con fuerza.

Finalmente saqué el juguete y se lo metí por el culo, ver ese anito desgarrándose era una de las cosas más deliciosas del mundo. Mi pequeña gritó fuertemente y se retorció, me golpeó, pateó e imploró que por favor se lo sacara, eso sólo provocó que se lo enterrara hasta el fondo.

-Basta, basta… Por favor… Prometo que no volveré a robar… Lo prometo… – Dijo entre lágrimas.

Así que… ¿Estoy violando a una chiquilla por intentar robarme, o sólo la estoy violando porque se me antojó?

Ambas opciones me hacían sentir culpable, solté aquel juguete dejándolo clavado en su trasero.

-No quiero volver a verte, si me vuelvo a encontrar contigo te voy a hacer mi puta personal. – Le advertí y la jalé conmigo hasta mi auto.

Conduje al exterior, ella iba en los asientos traseros con el culo alzado y el dildo dentro, no se lo quise quitar para que lo tuviese de recuerdo, se veía linda lloriqueando y sin poderse sacar ese incómodo pedazo de vidrio del culo.

Le pedí su dirección y la dejé ahí tal cual, ella caminó a toda prisa como pudo hasta su casa, abrió rápido y se metió. Era gracioso verla cojear, sí que aprieta… En ningún momento ví que se le cayera el juguete. Vaya putita apretadita, por la forma en la que la hice sangrar parece que fuí su primera vez…

Volví a mi casa a masturbarme, no podía dejar de pensar en ese cuerpo tan lindo. Unas tetas redonditas, una cinturita delgadita y un culito pequeño. Aunque no creo verla nuevamente. Creo que me pasé bastante con ella, la dejé toda golpeada de la cara y toda rota de la cola.

Bueno, mañana será un día nuevo, fue mi último pensamiento esa noche.

Era medio día, prometí a mi sobrina ayudarla con un proyecto de ciencias. Llegué hasta la casa de mi hermana, saludé, sólo se encontraba mi hermana Danna, conversamos un poco mientras estábamos sentadas en la sala. Mi sobrina no tardaba en salir de la preparatoria, la estaba esperando para ayudarla rápido con su proyecto e irme a la chingada, sólo quería encerrarme y embriagarme mientras me masturbo pensando en mi aventura de anoche.

Finalmente mi sobrina llegó acompañada de otras tres chicas, entre ellas una que no podía caminar muy bien, ahí estaba… Mi chica de cabello color mostaza, cojeando por el dolor, se veía tan distinta con su uniforme, hasta parecía una niña buena.

Tenía los ojos hinchados, seguramente lloró toda la noche, ella me miró con una mirada de profundo miedo, yo sólo sonreí y saludé.

Continuará…