Capítulo 6
- Capítulo I La llegada
- Capítulo II El resto de la familia
- Capítulo III Al día siguiente
- Capítulo IV La institución para señoritas
- Capítulo V Margarita, La Flaca y Carlos
- Capítulo VI Julia conoce la finca
- Capítulo VII Jordana
- Capítulo VIII La reunión familiar
- Capítulo IX Don Gabriel, el cura del pueblo
- Capítulo X Carlos y Margarita ¿qué pasará con ellos?
- Capítulo XI D. José y Julia, a solas en la finca ¿o no?
- Capítulo XII La interrupción de Jordana
- Capítulo XIII Gertrudis
- Capítulo XIV Doña Maruja visita a Don Gabriel
- Capítulo XV El Domingo
- Capítulo XVI El cuartel
- Capítulo XVII El doctor y la enfermera
- Capítulo XVIII El dormitorio de Julia
- Capítulo XIX El convento
- Capítulo XX La revisión médica
- Capítulo XXI Sor Digna
- Capítulo XXII El Arcángel
Tras dejar a sus hijos en sus respectivas instituciones, D. José enfiló su Land Rover hacia sus posesiones, llegando a la entrada de la finca se arremolinaban los jornaleros y jornaleras esperando a que el propietario los escogiera esa jornada y pudieran llevar un dinero a casa.
D. José aparcó el coche al lado del destartalado camión que los trasladaría a los campos de trabajo y fue seleccionando uno a uno a todos los trabajadores, tu si, tu si, tu no, tu si, tú eres muy vieja y no me sirves, tu si, tu no pedazo de borracho, así hasta completar la cuarentena de hombres y mujeres que se encargarían de recoger los productos de su finca.
Ambos hombres y mujeres se apretujaron en la parte de atrás del viejo camión. Algunos hombres aprovechaban las estrecheces para sobar las nalgas de sus compañeras femeninas que, resignadas por la necesidad del trabajo, se dejaban sobar si levantar la voz no fuese a ser que el patrón las mandase bajar por alterarle el gallinero.
El trabajo era muy duro y las mujeres tenían que estar todo el día agachadas, con las faldas remangadas, sombreros de paja en la cabeza para protegerse del sol y con las camisas empapadas por el sudor. La mezcla del olor, la humedad del sudor, la postura siempre doblada permitiendo que la grupa se insinuase por debajo de la gruesa tela de las faldas, las piernas asomando, …esa visión, esa visión había hecho que el patrón adorase su trabajo. En la zona la finca de los Gómez de Lasarte y Salazar era la mejor, la más grande y la que ofrecía más trabajo. D. José era un patrón duro, pero no pagaba tan mal como otros, eso sí, los que entraban a trabajar con el sabían que una condición imprescindible era acatar la férrea disciplina, incluso con castigos corporales. Eran muy pocas las mujeres de la zona que no habían probado la pala de madera de D. José que siempre llevaba en el Land Rover.
Apenas había comenzado la jornada y una de las mujeres, que iba distraída, hablando y riendo con otras, tropezó fruto de su distracción y se cayó tan larga ella sobre una hilera de tomateras, destrozándolas por completo.
¡Pero qué haces desgraciada! ¿Sabes cuánto vale lo que has destrozado? ¡Maldita sea mi estampa por haberte escogido! ¡Ven para aquí! Ya sabes cómo va esto…
La pobre mujer se levantó ayudada por sus compañeras que habían enmudecido de repente…sacudiéndose la tierra y los restos de las plantas de la camisa y la falda se acercó con la cabeza gacha a D. José…
Camila, Camila, Camila, siempre igual… no es la primera vez que la pruebas, así que ya sabes lo que debes hacer…
Efectivamente la mujer ya había probado la pala del patrón más veces, siempre era lo mismo, el patrón movía el Land Rover a un lugar más alejado de las miradas de los hombres y evitar así que se distrajeran. Una vez allí abría el portón trasero, la jornalera se levantaba la falda y se bajaba las bragas, se doblaba sobre el maletero del Land Rover y quedaba doblada con el culo expuesto…
Camila se dirigió caminando al lugar donde estaba el vehículo, se preparó y suspiró doblada con el culo al aire mientras el patrón cogía su pala de castaño en la parte delantera del vehículo.
¡Has roto tres plantas y serán doce por cada planta, es decir treinta y seis palazos, así aprenderás a fijarte…
Bufffff resopló Camila, esos tremendos azotes le dolerían todo el día y la jornada aún no había comenzado y si no era capaz de trabajar a gusto era probable que al día siguiente D. José no la escogiera de nuevo.
Hábilmente la mujer se desabrochó dos botones de la camisa sin que el patrón se percatara y el comenzó el castigo
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS,
Con la fuerza del impacto de cada azote, el cuerpo de la mujer se movía hacia delante, haciendo que sus pechos, libres como estaban al no llevar sostén, se bambolearan de atrás a delante y viceversa…además al haber abierto la camisa no tenían oposición para salir libres…
D. José siguió golpeando, pero su vista cada vez más se desviaba a los pechos de Camila, quien estaba utilizando sus encantos femeninos para provocar la benevolencia del patrón.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS,
Uffffff la mujer resoplaba por la intensidad del castigo, D. Jose se detuvo y le echó una mano al culo y con la otra le agarró un pecho y comenzó a masajearlo…Camila sonrió para sus adentros, el viejo estaba empalmándose y seguro que la perdonaba y la dejaba volver al día siguiente…Por su parte D. José se estaba poniendo verraco y estaba pensando si tomar a la jornalera o no, cuando de repente la escena se vio interrumpida por la llegada caminando de Julia
¿Qué haces esposo mío?
El hombre rápidamente soltó la teta de Camila y girándose vio a su espalda a su joven esposa
¡Qué demonios haces aquí!
Julia, se asustó un poco de la reacción, ella no había visto nada más que a su esposo azotando a alguien mientras se acercaba, yo…yo he salido a dar un paseo y conocer la finca…
Camila estaba entre sorprendida y avergonzada y como pudo se abrochó la camisa mientras marido y esposa hablaban
D. José enseguida se rehízo y tomó el control de la situación ¡Aquí castigando a esta jornalera que me ha roto tres tomateras!
Ay pobre, exclamó Julia, ya tiene el culo muy rojo y seguro que fue sin querer ¿verdad?
Si, si señora, totalmente sin querer se apresuró a decir Camila
Déjala irse que ya ha aprendido la lección ya verás…
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS,
D. José descargó una serie de golpes rápidos y con el rostro serio dijo ¡está bien Camila vete!
La jornalera se subió las bragas como pudo y se puso a correr en dirección al campo para seguir trabajando, no sin antes repetir varias veces ¡gracias, señora! ¡qué buena es usted señora! ¡gracias de verdad!
Una vez se hubo alejado el esposo miro a Julia y le dijo: ¡que sea la última vez que te interpones en un castigo con mis trabajadores, la próxima vez ocuparás tu su posición!
Para sorpresa de D. José, Julia se dirigió al lugar donde había estado la jornalera y con mirada pícara se levantó la falda, se bajó las bragas y dejó a la vista el trasero todavía marcado por el castigo de D. Gabriel y le dijo ¡adelante esposo mío, soy tuya!
El esposo le agarró el trasero con ambas manos y comenzó a azotarlo con las manos PLAS, PLAS, alternando la nalga izquierda con la derecha, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, Modulando la intensidad… PLAS, PLAS, PLAS, cada vez más intensos…Julia comenzó a experimentar una terrible excitación en su entrepierna y su esposo, con la verga totalmente endurecida, no pudo contenerse y, asegurándose que no había nadie cerca, la agarró por los hombros y la empotró allí mismo. Fue un polvo rápido, viril, y ambos se excitaron tanto que se corrieron casi al unísono…
Julia había descubierto el placer de ser dominada por un hombre y D. Jose descubrió que su nueva esposa era una hembra muy, pero que muy interesante…
En cuanto se recuperaron, se arreglaron las vestimentas y se montaron en el Land Rover, Julia hizo una mueca de dolor al sentarse, fruto del castigo que acababa de recibir y el del confesor que estaba muy reciente. Su esposo se sentó en el asiento del piloto y tirando hacía si del cuello de su esposa, le estampó un beso en la boca que a Julia, le encantó por más de que se sorprendiera. Vamos que te voy a enseñar nuestras posesiones.
El esposo arrancó el todoterreno. El viaje era una tortura, las irregularidades de los caminos rurales de la finca hacían botar a Julia sobre el asiento y eso acrecentaba sus molestias en las nalgas que no paraba de quejarse. ¿Qué te ocurre? Preguntó el…
Me duelen las nalgas con tanto bache, respondió ella. D. José dirigió el coche hacia un pequeño estanque natural que había en su propiedad y se detuvo. Ayudó a su mujer a bajar del auto y, abriendo la portezuela trasera del coche, sacó un cubo de metal. Le dio la mano a su joven esposa y fueron hacia la orilla del estanque. Soltándola durante un instante, el se agachó a recoger agua en el caldero y regresó al lado de Julia. Le dio la mano y la llevó a unas rocas un poco mas alejadas, allí se sentó el primero y apoyando su pierna derecha en una pequeña roca que había un poco más abajo, dobló la rodilla dejando esta un poco mas elevada que la otra pierna.
¡Ven esposa mía! Le dijo extendiendo su mano
La mujer alargó su mano hasta encontrar la de su esposo quien, con un rápido y brusco tirón, la atrajo hacia si, haciendo que ella perdiese el equilibrio hacia delante donde el con la otra mano por debajo de su pecho la amortiguó y elevo de manera que quedó colgada boca debajo de la pierna elevada de su esposo.
¡No, esposo mío, no mas azotes no, no podré aguantarlos! Suplicó Julia quien, viéndose boca abajo en esa posición no podía dejar de pensar en que iba a ser castigada de nuevo!
¡Silencio!
D. José fue levantando las partes bajas del vestido de su esposa, y a continuación le bajo las hermosas braguitas de algodón blanco con una ligera puntilla que formaban parte de su ajuar nupcial. Su hermoso y muy rojo culito quedo expuesto a las miradas lascivas de su esposo. En ese momento el, arremangándose la camisa, metió la mano en el cubo lleno de agua helada procedente del deshielo, la sacó totalmente empapada y comenzó a sobar el trasero de su esposa con movimientos suaves, rítmicos, acompasados…Julia noto el frescor al instante y lo agradeció profundamente. Su esposo repitió la operación varias veces, hasta el punto de que el culo de la muchacha estaba tan mojado que pequeñas gotas de agua se fueron deslizando hacia su perineo y la rajita de su coño…cada gota que llegaba a su destino provocaba en la joven dama un respingo, fruto de las cosquillas mezcladas con la fuerte excitación que sentía.
¡hay momentos de dolor y hay momentos de placer! Exclamó su marido, sabedor que tenía a su merced a su joven esposa y que la entrepierna de la misma estaba dando evidentes señales de una profunda excitación. Así estuvieron un buen rato hasta que la mano de su esposo paso de las nalgas a la entrepierna y las caricias pasaron a roces mas intensos sobre el clítoris y los labios vaginales de la muchacha
Bufffff resopló ella completamente entregada al tremendo calentón que tenía en esos momentos…sin más ni más, D. José le metió el dedo pulgar en el interior de su raja y Julia arqueando la espalda grito ¡Diossssss! Era evidente que su esposo tenía experiencia en esos juegos, porque movía el dedo con maestría y Julia no podía por mas que moverse al ritmo que la mano de su marido marcaba. En un instante, sin saber muy bien como Julia se sintió volando, era su esposo que la estaba levantando en brazos y la estaba sentando a horcajadas sobre el…ella le abrió el pantalón de tergal y su verga asomó dura como un mástil, el la volvió a aupar y dejándola caer de nuevo sobre sus piernas ensartó a su esposa con la polla y aquí ella gritó con mas fuerza ¡Diosssss miooooooooooooooooo!
El movimiento de subida y de bajada se repitió en una suerte de baile continuo en la que ella subía y su coño se vaciaba, para volver a caer y ser ensartada de nuevo…cada vez mas rápido, cada vez con más fuerza, cada vez…
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii se escuchó retumbar en la pequeña zona rocosa donde estaban cuando ella llegó a un nuevo orgasmo…su esposo respondió a los espasmos de ella con dos sonoros cachetes en su culo desnudo que ella recibió con naturalidad, al tiempo que se abrazaba al cuello de el para resistir las ultimas embestidas de la verga antes de vaciarse en sus entrañas…
Al terminar Julia se incorporó y bajando de las piernas de su marido y aun con la falda remangada cogió los restos de agua del caldero y procedió a limpiar la verga de su esposo y posteriormente se limpio su entrepierna que estaba llena de sudor, polvo, fluidos y semen. Mientras lo hacía su esposo le seguía sobando y dando pequeños azotes a su culo cosa que a ella le agradaba.
Ambos montaron nuevamente en el Land Rover e iniciaron el regreso a casa. Por el camino se cruzaron con unos jornaleros que iban cantando una canción gallega ¡Polo rio abaixo vai una troita de pé…” Julia, al oír cantar en su lengua, le pidió a su esposo que parara:
¡Buenos días nos de Dios!, dijeron los jornaleros al tiempo que se quitaban las gorras en señal de respeto
Buenos días dijo Julia bajando la ventanilla ¿De dónde sois?
Somos gallegos señora, venimos buscando jornal
¡qué maravilla exclamó Julia, yo también soy gallega! ¿No tenemos trabajo para ellos esposo mío?
¿tenéis experiencia? exclamó D. Jose, que estaba tan ufano de la jornada que había pasado con su nueva esposa que no le quería negar el capricho.
Si señor, es la primera vez que venimos tan abajo pero todos los años hemos trabajado y muy duro…
¿Como te llamas?
Soy Ramón el manco, y esta es mi cuadrilla
Esta bien, aquí adelante a medio kilometro hay un cruce, mañana a las 9:00 os recogeremos allí para ver si sabéis trabajar tan bien como dices
Gracias señor, ¡no se arrepentirá!
El matrimonio arrancó y llegaron a la casa principal y, nada más abrir, escucharon un sonido familiar, unos azotes, en seguida dedujeron que era Doña Carmen y nada mas acercarse a la cocina ambos observaron como María el ama de llaves, estaba doblada sobre la cocina Bilbaína, con las faldas levantadas y Doña Carmen estaba descalza del pie derecho, ya que su magnífica zapatilla nueva slipper de suela amarilla estaba en su mano golpeando una y otra vez contra el dolorido trasero de la joven.
¡que ocurre Señora Madre! Exclamo Julia
Aquí Doña María que ha quemado la sopa…si es que está pensando en las musarañas…
¡anda échale una mano que si no hoy no comemos! ¿por cierto donde estabas?
Estaba conmigo Madre, zanjó D. José muy seco
¡pues a ver si da frutos! Respondió con sorna la matriarca…