De ama de casa a hembra de mi perro.
Tengo casi 35 años, casada, madre de dos niñas, de 9 y 15, soy feliz, aunque la rutina a veces me agobia un poco.
Pero todo comenzó a cambiar la vez que mis hijas querían un perro, si bien no estaba demasiado interesada en tenerlo, termine accediendo a ese pedido, dado que tanto su padre como ellas, insistieron, hasta que termine consistiendo.
La búsqueda del animal fue inmediata, aunque se difería en la raza, mi esposo quería un pastor alemán, mis hijas un Gran Pirineo, yo prefería un perrito chico. Pero las niñas fueron las que se impusieron, la búsqueda y el precio fue otro inconveniente, hasta que logramos uno, pero estaba en otra provincia y había que esperar un tiempo hasta separarlo de su madre.
Como todo, llegó el día previsto, después de haber abonado una respetable suma por él, lo recibimos en casa, las chicas enloquecidas, era un perrito chico, lanudo y muy blanco, realmente era precioso.
El nombre fue también motivo de discusión hasta que después de tanta discrepancia, optamos por Max, por unanimidad.
Los primeros días lo atendían las niñas, pero como es sabido, al poco tiempo era la encargada de darle de comer, llevarlo al veterinario, bañarlo, sacarlo a pasear. Hasta que llegue a un punto que me canse, diciendo que se ocuparan ellas o sino lo regalábamos.
Por supuesto no deseaban deshacerse del animal, así que comenzaron a atenderlos ellas, que al poco tiempo tuve que volver a su cuidado. El perro crecía, y mi cariño hacia él, se iba acrecentando, lo trataba como un bebe, hasta ponía su alimento en mi mano, donde su lengua lo iba deglutiendo. Aunque ese roce de su lengua con la palma de mi mano me producía una especie de leve excitación, que, si bien al principio no lo tenía en cuenta, termino atrayéndome esa sensación.
A partir de ese momento comenzaron a suceder como estimulaciones, que, si bien no les preste atención, poco a poco me fueron incrementando, llegando, a disfrutar de esos estremecimientos, que involuntariamente llegaba a mojar mis pantaletas.
Otras de las cosas que sucedía, ya cuando tenía más de un año, era tomarme por atrás, efectuando unos movimientos, como si quisiese follarme, que, si bien parecía una gracia, riéndose las chicas por su comportamiento, aunque a mi esposo no le causaba lo mismo.
Cuando llegaba a casa, después de unas horas, se ponía como loco, cuando me veía, le decía, mi bebe, cosita mía, que cuando lo oía mi esposo, parecía disgustarle.
Hasta el momento mis pensamientos eran bastante inocentes, sobre esas cosas, todo se fue propagando la vez que metió su hocico bajo mi falda, rozando levemente mi sexo, produciéndome una especie de estremecimiento en mi cuerpo. Traté de evitarlo en lo posible, aunque de vez en cuanto se repetía, llegándome a conmover, a pesar de tratar de impedirlo.
Un día Max estaba tirado, y me tente de hacerle caricias en su panza, inconscientemente o no, toque su sexo, aflorando apenas parte de su rojizo miembro. Mi hija mayor, pareció entender lo que estaba sucediendo, por la manera de mirarme, cuando pasaba, y llegaban a ocurrir algo de eso con el animal, pero yo, inocente ante esos sucesos, continúe haciéndolo.
Pero, poner sus alimentos en mi palma, me producía una sensación, bastante excitante, hasta llegue a tocar mi vagina que mantenía una humedad, propio de la secreción que producía ante ese contacto, creo que me di cuenta de esa atracción, el día que lo estaba bañando, toque sus genitales varias veces, sin llegar demasiado a fondo, hasta que fui más perseverante esa tarde, llegando a liberar su pene de esa funda, Surgiendo una verga roja bastante grande, produciéndome una inesperada excitación.
Era la primera vez que veía la verga de un animal, lo que me llevo a un estado de enajenación, al punto de tocarme automáticamente mi vagina. La refregué un poco, hasta que pensé que no era muy normal lo que estaba haciendo, echándole agua fría para aplacar esa erección.
A pesar que no trataba de pensar en lo sucedido, las veces posteriores a bañarlo, lo repetía, era como una obsesión, al punto de llegarlo a masturbar, asombrándome por el chorro que eyaculo, tentándome a llegar a lamérselo, que no solo me produzco una serie de calores, sino que termine masturbándome. De ahí en más, sabía que esos “descubrimientos”, me estaban cada vez mas alterándome.
A pesar de tratar de aplacar mi “indagación”, la tentación me llevaba a algo más, llegándole a mamar su verga, mientras Max, permanecía quieto, mientras su ama le efectuaba sexo oral, algo realmente inusitado y promiscuo para mí, aunque mi cuerpo parecía quererlo, terminando masturbándome para aplacar mi calentura.
Si bien no lo hacía eyacular, un día creo que me excedí, me tiré bajo el animal, que se quedaba quieto, cuando procedía a mamarlo, alcé mi falda, comenzando a masturbarme, mientras mis succiones se acrecentaban a medida que me alteraba, cuando imprevistamente el perro, acabó en parte de mi boca, ante mi sorpresa.
Me levanté, apresuradamente, reaccionando que estaba loca, por lo que hacía con Max, que, si bien durante unos días traté de actuar correctamente, no tardé a repetirlo.
Todos estos limitados o no, “agasajos” que le ofrecía a Max, parecía acrecentar su contacto conmigo, buscar bajo mi falda se fue intensificando, al punto que comencé a usar pantalones, cuando estaba mi familia, porque cuando carecía de compañía, comencé a dejarlo lamerme, algo que me perturbaba terriblemente.
Hasta que comencé a no ponerme calzones, que cuando lo hizo la primera vez, se erizaron hasta mis pezones, la tentación era incontenible, terminaba acostada en el piso con mi fada hasta la cintura sin prenda íntima, disfrutando de esa pecaminosa y salvaje lengua, que me transportaba a un estado de total enajenación.
Había comenzado a investigar por internet, sobre la zoofilia, tema que desconocía totalmente, no podía creer, lo que sucedía, el perro apareado con una mujer, donde evidente el goce era mutuo. Al ver algunos videos, mis hormonas se alborotaron terriblemente, al punto que mientras miraba los videos, me masturbaba.
Creo que lo hice, para aplacar mi calentura porque si lo ponía a Max, a que me lamiese, iba terminar en algo más, y creo que no deseaba llegar a ese punto. A pesar de evitar cosas con el perro, cada tanto caía en la tentación, conteniéndome para no tener algo más.
Una mañana, estaba sola, me bañé, salí de la ducha, me seque, y me embardune el cuerpo, con una crema con un sabor a frutilla, que había adquirido hacia poco, manteniendo un aroma muy sensual, dado que las veces que me la aplique, mi esposo, deseaba tener sexo.
Me envolví con una toalla, y al salir del baño, Max se abalanzó sobre mí, para hacerme alguna fiesta, cayendo al suelo, saliéndose mi única prenda, quedando por primera vez totalmente desnuda ante mi perro, quien ni lerdo ni perezoso, comenzó a lamerme, no hice nada quedándome inmóvil, mis pezones, eran flexionados, ante el ímpetu de su áspera lengua, llevándolos a una rigidez inmediata, luego mi rostro, hasta que saqué mi lengua para contactarme con la suya.
Por ultimo mi vagina, sufrió los embates de su ágil lengua, doblegando mi clítoris, llevándome a un estado caótico, abriendo más mis piernas para disfrutar de ese salvaje sexo oral, cuando vi que su punta roja comenzaba a asomar.
Que al percatarme que le producía una gran estimulación, mis hormonas respondieron ante ese descubrimiento, el perro se había limitado en mi vagina, metiendo su lengua, dentro de ella, alterando mi clítoris, al punto que mis flujos emanaban constantemente y algo más densos que habitualmente.
Al punto que tuve un par de orgasmos, llegando a girarme, para ser apareada, que, por suerte, si bien me montó, su poca experiencia, no logro penetrarme, fue cuando reaccione sabiendo que estaba haciendo lo incorrecto. Mi corazón latía apresuradamente, sin atinar a nada, solo pensé que Max debía de estar necesitado de eyacular, así que me acosté bajo su panza, tocando su bulto, hasta lograr liberarlo de su funda, surgiendo totalmente brillante, con sus rojizas venas,
Donde sin demasiado preámbulo, lo lamí, para llevarlo a mi boca, por segunda vez, chupándolo con total devoción, no entendía cómo podía estar efectuando esta promiscua aberración, pero me atraía, y deseaba hacerlo disfrutar, Cuando unos leves chorritos alcanzaron mi boca, que no trate de evitar, un par de veces más hasta que surgió un chorro más intenso, en mi cara y pechos, que a pesar de eso proseguí hasta hacerle evacuar toda su lechita.
Me levanté para volver a bañarme, al ver la hora eran casi las 13 hs, arregle todo, me duché y para la llegada de mi esposo tenía la comida preparada.
Lo sucedido me hizo reflexionar, era una locura, no debía seguir, deberíamos regalar el perro, montones de ideas poblaban mi mente, pero recordar ese momento con Max, alteraba mi cuerpo, me era imposible quitármelo de la cabeza.
Pasaron varios días a pesar que mantenía aun esos momentos vividos con Max, traté nuevamente de comporte como una ama de casas, olvidar y dedicarme a mi familia, pero a veces las cosas se presentan para que uno, retome ese pecaminoso habito.
Mi esposo se iba de viaje por un par de días, las chicas, fueron invitadas por mi suegra a pasar un fin de semana en su casa, en el campo, decidí llamar a unas amigas para salir o ir a visitarlas, nada de eso fue posible,
Estaba en casa, sola, algo molesta, solo con Max, me acosté algo temprano para mirar televisión en la cama, había traído al perro aprovechando que mi esposo no estaba, mientras dormía sobre la alfombra, buscaba algún programo interesante, después de un buen rato, llamé al perro para subirse en la cama.
Rápidamente subió, intentando lamer mi rostro, como en agradecimiento, si bien trate de evitarlo, termine sacando mi lengua que no tardó en ponerse en contacto con la suya, fue suficiente para comenzar como a besarnos, donde la estimulación, no tardó en arribar.
No podía contenerme, comencé a tocar su bulto, hasta lograr mamárselo, jugaba con él, hasta que me quité el camisón, el contacto de mi piel con su pelaje me enervaba,
Después de un rato me quité las bragas, estaba decidida, lo deseaba, ofreciéndole mi alterado sexo, cuando sus nuevas y excitantes lamidas, me perturbaban cada segundo, más y más, me giré quedando de nuevo en cuatro, apoyando mi rostro en la colcha, elevando mi culo. Una vez en postura, su lengua se fue esparciendo de una cavidad a otra, quizás cerciorándose de la abundante humedad de mi hendidura
“Me deseas, ¿verdad? Yo también” le hablaba suavemente sintiendo el estremecimiento que me causaba su lengua separando mis labios genitales pretendiendo encajar en mi vagina. Me quité las medias, hasta los anillos, sentir su contacto, entregarme a ese animal, dispuesta a ser cogida por la furia de esta bestia, que percibía su deseo de penetrarme.
Me acuclillé, y poniéndome en posición para recibir sus atenciones carnales, porque era obvio lo que él estaba reclamando de mí y yo lo deseaba ardientemente, cada vez que lo pretendiese.
Saltó sobre mi espalda y atenazándome con sus zampas comenzó a puntear su agudo miembro contra mis nalgas y luego centró mis tiernas carnes rosadas introduciéndose en mi vagina, grité algo dolorida, pero no impedí su intención, feliz de sentirlo por primera vez. Luego mis gemidos acompañaban los frenéticos embates de su sexo contra el mío, sus cojones goleaban rítmicamente la funda de mi clítoris, obligándolo a emerger y enfrentar las lujuriosas sensaciones de placer que le infundían estos continuos embates.
Cuando sentí que clavaba sus uñas en mis muslos, recibiendo una especie de estimulación ante ese ímpetu, sumado al dolor de sus garras, oprimiéndose contra mi epidermis.
No dejaba de gozar esa brutal la penetración enérgica de mi nuevo macho que había tomado posesión de mi sexo, me hacía suya, me poseía con autoridad, se adueñaba de mi cuerpo entero y lo gobernaba con la fricción de su miembro contra las paredes de mi vulva.
Deseosas de su espléndida verga empotrada firmemente en mi cavidad, me dominaba totalmente, su pene estaba enterrado profundamente en mí y su bola se había deslizado suavemente oprimiendo y amoldándose a mis paredes de mi castigada matriz.
Mientras crecía y crecía, aumentando su volumen, adueñándose de mi claustro, percibiendo la aguzada punta de su pene tocando a las puertas de mi útero, las sensaciones excesivas de ardor y erotismo me hacían estallar en continuas oleadas orgásmicas que mi cuerpo entero se deleitaba y mi mente se perdía en ese mar cubierto de lujuria.
Su verga enorme punzaba, el diminuto orificio a mi útero, una mezcla de placer y dolor me mantenían meneando mis caderas y mi culo hacía atrás, todo en mi interior se contraía abrazando ese caluroso pene que palpitaba dentro de mis entrañas, el hormigueo de mi vagina era intenso, las cosquillitas exquisitas me ponían loca, casi me estaba orinando, del placer que recibía mi sexo.
Pero algo que no llegaba a comprender, era como permitía ser apareada por un animal, ese apareamiento canino estaba repleto de morbosidad, que inexplicablemente me atraía, estando como alucinada, suplicándole que me llenara con su semen y como si hubiese entendido, él explotó en mí con tal fuerza que me arrancó un chillido de esos y un orgasmo brutal, creí que moriría ahí empalada en este maravilloso pene que vibraba en armonía con mi clítoris trepidante y esos temblorcillos descendían por mi espina hasta mis muslos y piernas que tiritaban con escalofríos de placer,
Me plegué apoyando mis tetas sobre el piso fresco que me regalaba esa frescura y alivio a mis pezones adoloridos por la fuerza del placer, mis botoncitos estaban a punto de explotar.
El perro estuvo eyaculando por largos segundos, mientras no me soltaba, permaneciendo prendido, como si temiese que me escapase, mientras goteaba su semen, humedeciendo el suelo en que estaba acuclillada.
Nos desabotonamos y yo me desvanecí agotada, contra la parte humedecida del suelo, tratando de recuperar el ritmo de mi respiración, viniendo a lamer mis abusadas carnes con su áspera lengua provocándome una serie de mini orgasmos.
Acostada sobre el piso, lo observaba mientras lamia su verga, aun erecta, atrayente y sumamente sexual, gateé hacia él, subyugada por su aparato, sin poder contenerme, comencé a lamerla, besarla, mientras el perro se mantenía tirado disfrutando de mi contacto oral.
La comencé a chupar, atraída, por un sabor especial, mezcla de su esperma con mis flujos, llevándola hasta lo más profundo de mi cavidad bucal, sintiendo cada tanto regar mí interior. No dejaba de explicarme como podía llegar a semejante extremo, pero me era imposible dejar.
Continué un buen rato, mientras Max disfrutaba de los mimos de su hembra, me dormité pegada a su cuerpo, su pelaje calentaba mi cuerpo, al despertarme estaba algo fresco, prendí unos leños, en la estufa, aun me quedaba tiempo para disfrutar un tiempo más.
Mi desnudes atraía a Max al sentir buscar mis partes íntimas para lamer nuevamente, alterándome ante ese contacto imposible de rechazar, husmeando mis partes impregnadas de mi olor.
No tardó en intentar tener contacto, tratando de acomodarme entregando mi intimidad nuevamente ante el requerimiento de este animal, que minuto a minuto se iba convirtiendo en un deseo incontenible. Nuevamente me cedi a su instinto, deseaba volver a tenerlo dentro mío, y no tardo demasiado en introducirme su voluminoso miembro en mi aguada vagina, donde mis gritos de molestia y placer se hicieron presente.
Me encantaba estar desnuda, como en un estado primitivo, me dormite un buen rato después de este feroz segundo encuentro, al despertar y comprobar la hora, me sorprendí, porque ya estaban por llegar mis hijas y mi esposo.
Acomodé todo, y fui a darme una ducha rápida, Max me observaba, moviendo su cola, después de ese momento de placer que nos dimos.
Cuando llego mi esposo me dice:
“Que rostro radiante tienes”
“Oh, sí, debe ser por mi reciente baño, gracias” Pensando para mis adentros, que había sido obra de Max.
A pesar, que pasaba parte del día sola, no era tan loable tener relaciones con mi perro, quería estar tranquila, sin tener sorpresas, el jardinero que aparecía cada quince días, el de la piscina que entraba todas las semanas, la chica que venía dos veces,
Llevar a las chicas a la escuela, ir a buscarlas, los fines de semana que estaban todos, se me hacía algo dificultoso, aunque solía encontrar momentos no demasiados largos, pero suficientes para disfrutar con Max.
Una mañana, que sabía que podía estar sola más de cuatro horas, preparé la comida, traté de hacer todo rápido, para disfrutar con mi amante canino. Prepare la habitación, coloque unas frazadas viejas, traje a Max, cerré la puerta, me desnude, comenzado a jugar con mi perro, era sorprendente, pero al verme sin ropa, comenzaba a surgir la punta de su pene, me excitaba saber que a él le sucedía lo mismo. Me moje, los dedos con mis flujos vaginales, llevándolos a la boca de Max, que rápidamente comenzó a lamerlos, produciéndome un espasmo.
Eso me llevo a arrodillarme junto a Max, acariciándonos y hasta tener un leve contacto con nuestras lenguas, algo que erizaba mi piel al efectuarlo. Estaba muy tranquila, cuando se abre sorpresivamente la puerta, apareciendo mi hija mayor, que al verme exclama:
“Mama, que estás haciendo !!!!!!!!”, pegando un portazo yéndose a su habitación, mi cabeza me daba vueltas sin saber realmente que hacer, opté por vestirme e ir a hablar con ella, había que tomar al toro por las astas.
Golpee su puerta suavemente, haciéndome pasar.
“Mira yo, quisiese explicar, no estaba haciendo nada malo, yo…… “Parecía una estúpida tratando de explicar algo, que, por supuesto era difícil de creer, encontrarme desnuda junto al animal
“Madre, guárdate las explicaciones, no quiero saber que estabas haciendo, si es lo que pienso, espero lo hayas disfrutado”
“No nada de eso, estaba por bañarme y apareció en mi cuarto, solo lo acaricie, nada más, te juro”
“Está bien, madre, te creo, es tu problema” Cerré su puerta y me fui, realmente abochornada, que si bien no me agarro en in-fraganti, la duda quedó.