Capítulo 1

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  • Temporada de putear I

DÍA Martes 2 de enero de 2001

“TEMPORADA DE PUTEAR”

1era. PARTE

Era una Guachita de 18 años.

-Tenía muchas ganas de hacerme coger.

Pero una droga para yeguas me convirtió en una PUTA Regalada.

Me daban una droga que se usa para que las yeguas entren en celo y acepten al padrillo. Yo ya venía con ganas, pero, con esa trampa, terminé haciéndome coger a lo puta, durante 4 noches enteras, hasta 7 u 8 horas cada noche.

En la quinta noche me enteré de la trampa y mi venganza fue brutal.

Ahora ya saben cómo viene la mano, así que arranco sin más vueltas.

Mis padres habían alquilado un apartamento en Punta del Este por todo el mes de enero.

La noche antes del viaje, no dormí ni un minuto, después de hacer el equipaje, me tiré en la cama a tomar una cerveza y mi cabeza empezó a trabajar.

Mis planes eran bastante simples, mucha playa y mucha pija, esto último en especial.

No pensaba pasar ni un solo día sin hacerme coger.

Para más excitación me puse a mirar videos porno. Ya les dije que tenía muchas ganas de una fiestita con varios machos. Y justo encontré un vídeo con bruta joda, cuatro o cinco negros a cuál más vergudo le daban guasca de todas maneras a una guacha más o menos de mi edad.

Un dato que omití en la introducción fue que a pesar de mi emputecimiento total en los últimos dos años.

Únicamente en tres o cuatro oportunidades me habían cogido por el culo.

La primera vez había sido el verano anterior, con 15 añitos, de vacaciones en Punta del Este, que un veterano de unos cuarenta años me lo desvirgó.

Pocos días después de volver de las vacaciones, me hice coger el orto por mi novio. Pues, no encontré otra forma de disimular lo que había hecho.

Pasaron dos meses y me garchó un amigo de mi novio, pero por más detalles vayan al relato:

Y por último, un par de meses atrás, (creo que septiembre), estaba encamada con un loco que me había levantado en la calle en plena tarde.

El tipo estaba muy fuerte, tenía una verga hermosa, larga y gruesa (de las que pocas veces me había comido).

Para mejor el loco me invitó con unas rayas de coca, así que en determinado momento, recaliente y paleada, me puse en cuatro patas, levanté bien el culo, lo miré y le dije…

… Dámela por el ojete, por favor.

El tipo sin demora se escupió la mano y entró a trabajarme el orto.

Me iba mojando a la vez que metía un dedo.

Yo estaba como loca, apretaba y aflojaba el culo para que viera cuánto quería pija.

De un dedo paso a dos, a tres y después a cuatro hasta que terminó sacándome un par de polvos divinos.

Esa tarde no usé más la concha, me hice dar como dos horas por el ojete y me sacó varios polvos más.

Aquella garcha era una de las más grandes que me había comido hasta ese momento y me dejó el culo desarmado, pero satisfecho.

Yo no era de repetir machos, salvo mis dos novios, pero por este loco me hice culear como cinco veces más.

Ahora viendo a la guacha con aquellas vergas enormes dándole bomba sin lástima por todos lados, me agarré tal calentura que manoteando un par de consoladores que tengo en mi mesa de luz entre a pajearme, y me acabé dos o tres veces.

El martes 2 de enero de 2001, con mis flamantes 18 años, llegamos con mis padres a Punta, y en esta oportunidad veníamos por todo el mes.

Para que mentirles, desde que habíamos salido de Buenos Aires, solo pensaba en cómo quería disfrutar las vacaciones, y se me hacía agua la boca, a la vez que se me mojaba toda la concha.

Pero, nunca imaginé cuánto cogería en esas vacaciones.

Llegamos al apartamento y, entre subir las valijas y alguna otra cosa se hicieron las 11 y algo de la noche, pero, a los viejos les pareció lógico que yo quisiera ir a dar una vuelta por Gorlero.

Ellos venían muy cansados y seguramente no demorarían nada en dormirse. Y yo, a pesar de mi promesa de volver temprano, sabía que no habría control y, por lo tanto, estaba libre.

Salí vestida totalmente informal, pero en un descuido de mis viejos, llevé conmigo una pequeña mochila.

Bajé al garaje del edificio y en el auto de mis padres comencé a cambiarme la vestimenta, me puse una cortísima minifalda a cuadros tipo colegiala y arriba, haciendo juego, un top transparente que apenas tapaba mis exuberantes pechos, y, como frutilla de la torta, me calcé unas sandalias altísimas.

Aquella escandalosa vestimenta era ideal para mis libidinosos planes.

Por último saqué de mi carterita, el regalo que me había hecho mi novio, (el veterano), la última noche que nos encamamos.

Era un pequeño huevito de caucho que dentro tenía un fuerte vibrador a control remoto.

Yo pensaba llevarlo metido bien adentro y con el control ir prendiéndolo de vez en cuando.

Para probarlo, aparté la tanguita y comencé a metérmelo en la cachucha, no quería que se me fuera a caer, así que con dos dedos me lo fui enterrando bien.

En esa tarea estaba, cuando noté que tenía totalmente mojada la pepa, y que ella solita, apretaba y soltaba mis dedos, ya bastante caliente, apenas los saqué, tomé el control para probar si el aparato funcionaba bien.

Cuando aquello empezó a vibrar en el fondo de mi concha, me entraron a correr chuchos por todo el cuerpo y ya no pude más.

Unos diez minutos después de casi romperme la columna mientras me cimbraba de goce, entre mis dedos y el control había largado un par de polvos.

Antes de salir del auto, tuve que secar un poco el asiento, pues lo había dejado muy mojado.

En ese momento, noté que alguien me estaba observando, al voltear la mirada vi al sereno del garaje.

Estaba acompañado por otro tipo al que nunca antes había visto.

El sereno era conocido de mis viejos, tenía unos cincuenta años, petizo y bastante pelado; el otro era más o menos de la misma edad, pero muy alto y muy grande.

El desconocido se mantuvo en silencio, pero me miraba descaradamente con una cara de baboso que al principio me molestó, aunque muy pronto noté como corría por mi cuerpo una sensación muy excitante.

Mientras el sereno se despachaba con todo desparpajo con un verso sobre cómo se sentirían mis viejos al enterarse de la vestimenta … «prácticamente de puta» con la que estaba por salir y que por si fuera poco me había hecho una paja en el auto.

Yo, a esa altura ya alzada, lo escuchaba mirando sin disimulo alguno el tremendo bulto que lucía en su entrepierna el otro tipo.

Diciéndome…

Porque razón no puede ser esta, la oportunidad para sacarme el gusto y que me garchen un par de veteranos ordinarios? (y no «finolis» * y de guita como los que me cogían seguido en Bs. As.).

El sereno aún no terminaba su discurso, yo cadenciosamente y balanceando mis caderas sobre mis putísimas sandalias me había acercado al desconocido, sin dejar de mirarle aquel enorme pijón que ya era evidente al estar parado y recontra duro, mientras él me desnudaba con su lasciva mirada.

El sereno fue callando su fingido sermón, y yo sin darles tiempo a nada ni quitar mis ojos del grandote pregunté…

– “Tienen algún lugar tranquilo donde podamos tomar algo y charlar un rato?”…

Demoraron poco en responder, el sereno comenzó a decir…

-Mi oficina… hasta que, en un arranque de sinceridad, concluyó diciendo, en mi pieza.

¿Allí no nos molestarán?, pregunté yo, más que nada en busca de hacer más obvias aún mis intenciones.

No señorita, es bien tranquila, respondió… dirigiéndose presuroso hacia ella.

El otro tipo con un ademán me dijo, «después de usted» y consciente de su intención no lo defraudé, regalándole un buen espectáculo bamboleando mi cola apenas cubierta por la minifalda.

Entramos a la pieza y el sereno ya había apartado la única silla decente y me la ofreció.

Me senté y crucé mis piernas muy exageradamente, ya que con aquella minifalda era muy poco lo que quedaba oculto a las descaradas miradas de aquellos dos viejos verdes.

En ese momento el sereno se aproximó excusándose por tener solamente una botella de vino. Sirvió dos vasos y le comentó a su amigo…

Bueno, ya estamos en confianza, así que voy a ponerme cómodo, se sacó los pantalones y en calzoncillos se sentó en una de las sillas.

Fue ahí, que por primera vez pude mirarle la entrepierna al petizo. Al ver el pedazo que lucía el hijo de puta…

…no me frené y dije

-“¡¡¡Upa leyenda confirmada!!!”

No era necesario decir más nada, era muy claro de lo que estaba hablando, máxime cuando mis ojos no se apartaban de aquel desproporcionado bulto que lucía el sereno.

Yo me había lanzado a esta situación, incentivada por el notorio pedazo que evidenciaba el bulto del desconocido y resulta que el petiso ocultaba una herramienta que era claramente mucho más grande.

Luego lo confirme, era muy, pero, muy gruesa y nada corta, hasta se la medí, después les cuento.

En silencio bebimos unos tragos de aquel vino ordinario, mientras yo sentía las babosas miradas de aquellos veteranos verdes, pero claramente vergudos.

Crucé una y otra vez mis piernas ofreciendo un espectáculo que no se esperaban, puesto que yo no me había puesto ni siquiera una tanguita.

Al verlos tan impactados, yo, ansiosa por que arrancara la joda, decidí continuar llevando la delantera y mirando al petizo de cuyo pedazo no podía sacar los ojos, dije…

”Ufa… qué calor, y a la vez que me paraba me saqué la pollera, me desprendí el sostén dejándolo caer, y me quedé totalmente en bolas encima de aquellas exageradamente altas sandalias.

No lo recordaba, pero, me vino como anillo al dedo, pues al quedarme en cueros, los veteranos pudieron ver, como mantenía el vibrador en mi pepita.

Sin esperar alguna reacción de ellos, ya estaba hincada en el piso frente al petiso, procurando sacar afuera aquel tripón, mientras que con una mirada al desconocido le pedía un poco de paciencia.

La verdad que me sorprendí un poco cuando al empezar a meter mano para sacar aquel pedazo, sentí un desagradable olor a calzoncillos sucios, mezcla de meados viejos y semen reseco de alguna paja de quién sabe cuándo.

Algún gesto de desagrado se me notó, pues el petiso comenzó a balbucear una disculpa, pero, pero…

Justo en aquel momento logré desenvainar aquella bruta verga.

Era más gruesa que mi muñeca, con mi mano no lograba rodearla, eso para mí ya era un buen dato…

«Tenía más de 5 ctms de grosor, y en el tronco más aún, y su desmesurada cabeza me hizo pensar en el puño de alguien de grandes manos.

Nunca me había garchado una verga de ese tamaño.

Cuando embelesada admiraba el pedazo que me iba a comer, olvidada ya de su hedor, escuché los balbuceos de disculpas del petiso.

Yo, hipnotizada con tamaña garcha, lo miré y le dije…

-«Calláte la boca, petizo hijo de puta, a esta guasca divina me la chupo, esté como esté»

Y empuñando a dos manos aquel cipote, abrí bien grande la boca y arranqué la mamada.

Entusiasmada, chupando el socotroco del petiso, me había olvidado del otro veterano…

Giré la mirada y no podía creerlo…

El loco en bolas, sentado en una silla, con la garcha semidura, era toda una tentación…

Tentación, para mí, imposible de resistir…

Justo en ese momento, el petiso me larga bruta acabada, llenándome la boca y la cara con su pastosa y hedionda leche.

Aprovecho entonces, y luego de tragar todo lo que puedo, dejo al petiso, gateo en cuatro patas, y me prendo a mamar la guasca del veterano.

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El paseo por Gorlero quedó para otro día.

Eran casi las cinco de la mañana cuando me fui de la pieza del Sereno.

Los dos locos me garcharon como nunca hubiera imaginado, no sé de dónde sacaban fuerzas aquellos veteranos.

Cada vez que me echaban un polvo, yo, pensando que se me terminaba la joda, por si acaso se las empezaba a chupar nuevamente y…

Quien iba a decir…

Otra vez tenía aquellas brutas guascas bien paradas y bien duras, para mí.

Me garcharon de todas las formas que se les ocurrió y por todos lados, incluso en más de una oportunidad, me llenaron el culo y la concha a la vez, lo que para mí era la primera vez, y fue imponente la forma en que les di leche.

Al final, los tres con unos cuantos vasos de vino, y ellos viéndome totalmente emputecida y recaliente, pidiendo más y más.

Casi con miedo, el petiso me preguntó si no me animaba a comerme las dos a la vez. Lo habían visto en una película porno y se les antojó probarlo conmigo.

Yo les contesté la pura verdad, eso solamente lo había hecho una vez y una vez que mi novio me descubrió garchando con su mejor amigo y para que me perdonara, me hice coger así. Y que además mi novio y su amigo las tenían bastante chicas, no como sus brutos pedazos.

En sus caras se mezcló el morbo que sintieron al decirles que tenía novio, y, por lo tanto, lo estaba re cagando a guampa, y además que cogía con sus amigos, y, por otra parte, en sus ojos pude ver la desilusión al recibir mi negativa.

Aquellos veteranos me habían garchado tanto rato y tan lindo con sus enormes vergones, y yo estaba aún tan caliente de tan cogida, que en uno de mis arranques de guacha brisca les dije…

-«Bueno, vamos a hacer un trato, yo me dejo garchar por las dos vergas juntas, y ustedes me prometen que, (como yo me quedo todo el mes), por lo menos un par de veces más, me van a garchar igual que hoy.

-Pero claro Mamita, respondieron a coro.

Ya me había vestido, pero, ante aquel arreglo, volví a desbolarme, tiré unos almohadones en el piso y acomodándolos bajo mi cuerpo, les ofrecí una pose bastante buena para que me ensartaran la concha con sus dos pijones a la vez.

Pero sus vergas eran tan gruesas, que a pesar de tener la pepa desjaretada de tanta guasca y de que yo me la abría bien con mis manos, no lográbamos hacerlas entrar.

Varios intentos y nada, a esa altura… ellos me habían dicho más de una vez que sería mejor dejar porque me podían lastimar.

Pero yo rabiaba de caliente y era la que más insistía, en eso se me prendió la lamparita, miré al petizo y le pregunté si no tenía aceite o manteca, el petiso me respondió que no, que solamente grasa de auto…

De la calentura que tenía le grité… y qué estás esperando para traerla.

Sin moverme de mi pose, les pedí que pasaran bastante grasa por sus pijas y que me pusieran bastante a mí también, pidiéndoles que con sus dedos me metieran grasa bien adentro.

 

Gracias a la bendita grasa logré estar como media hora con la concha bien ensartada por aquellas dos brutas vergas, y los viejos se dieron maña para sacarme dos polvos más.

Antes de irme se las medí, el petiso tenía 28 centímetros de largo y 9 de grosor, y el grandote 24 y 8.

Demás está decir que la noche siguiente me hice coger nuevamente por aquellos vergudos veteranos que había encontrado.

El grandote me garchó un par de noches más y después se fue a otro trabajo.

Aquí voy a pasar raya. Había llegado el martes, esa misma noche me había hecho garchar por los dos veteranos pijudos.

El miércoles y el jueves también pasé toda la noche cogiendo con ellos.

El viernes, como el grandote se había ido, me cogió el petiso solo.

El sábado de tarde, en la playa había dos cuarentones meta

mirarme.

Estaban bastante buenos y a mí me había gustado pila que me cogieran de a dos, así que les di entrada y media hora después estaba en los pinares de Solanas, en el auto de los locos, que me dieron verga como dos horas.

Pero, nada que ver con las cogidas con los viejos vergudos. Los dos tenían pijas medianas y además eran muy fifí, a mí me había gustado sentirme reputa garchando con viejos sucios en el piso de una pieza de porquería.

El sábado de noche le dije al petiso que yo quería que me siguieran garchando de a dos, y que si no. No iba a ir más a la pieza y él no me cogería más.

El domingo de tarde, pasé por el garaje y golpeé en la pieza, cuando me atendió el petiso, le pregunté de frente y mano si había conseguido algún macho para la noche, porque si no pensaba salir a bailar…

… Él y yo sabíamos que eso de bailar era puro disimulo…

Yo quería más verga. Pero no fue necesario salir a bailar…

El petiso empezó a traer al sereno de una verdulería que había frente al edificio…

Y ahí vino otra primera vez…

Después la sigo y les cuento…

Chauuu

Un Beso

PUTONA

Agradezco sus comentarios y les recuerdo que si es su deseo contactarme mi email es

noeliaguachita@gmail.com