Hacer el servicio militar no es nada grato y mucho menos cuando uno debe hacerlo a más de 500 kms. de su hogar y ese era mi caso, alejado totalmente de mis afectos y la comodidad de mi casa me encontraba destinado a un remoto cuartel de provincia.

Tuve algo a mi favor, ya que, por mi formación y estudios, rápidamente pude destacarme y obtener un destino de trabajo de oficina y por las noches colaborar como mozo en el casino de suboficiales, ya que de esa manera podía obtener comida de cierta calidad, incomparable con la basura que todos los días se les servía a los soldados.

Podía decir que estaba en una situación razonablemente cómoda, pero extrañaba mucho las comodidades pérdidas momentáneamente, pero sobre todo extrañaba mis recorridas nocturnas por algunos baños públicos de la ciudad donde podía contactarme con señores mayores que encontraban muy apetecible un cuerpo joven y dispuesto con el mío, lo único que me quedaba era aprovechar alguna oportunidad para masturbarme en soledad y poder saborear mi tibio semen.

Todo transcurría en tranquilidad y normalidad hasta que un día mi jefe de oficina me indicó que fuese hasta el dormitorio de los suboficiales donde arriba de una mesa había olvidado la carpeta que contenía el orden del día.

Me dirigí hacia esa zona del cuartel y al llegar, vi que la puerta estaba cerrada, entonces golpeé y no recibí respuesta, insistí y al no recibir contestación alguna entre, el salón era amplio y estaba en penumbras, había unas diez camas y una mesa grande con sillas en el medio, donde encima de ella pude ver la carpeta, la tomé y sentí un quejido y cuando me dí vuelta vi desnudo en una cama al Sargento Pérez masturbándose y en el preciso instante en que eyaculaba, me quedé paralizado viendo el chorro de semen saltando y cayendo sobre la voluminosa panza del Sargento, este pegó un grito mezcla de placer y asombro al verme y se tapó con el acolchado y yo salí corriendo hacia mi oficina, aterrado por lo que pudiera pasarme de allí en más.

Estuve todo el día aterrado y viendo en qué momento aparecería el Sargento, aunque sabía que indefectiblemente a la noche, en el casino y en la cena me cruzaría con él, y así sucedió, pero no me dirigió la palabra y yo no sabía si eso era bueno o malo.

Esa noche después de que se fue el último suboficial, el resto de mis compañeros también se fue ya que esa noche era mi turno para lavar los platos y limpiar el pequeño salón comedor, estaba junto a la pileta comenzando a lavar cuando vi una sombra detrás mío, me di vuelta sobresaltado y allí estaba el Sargento Pérez con una sonrisa pícara en su boca:

«Me imagino soldado que no recuerda haber visto nada esta mañana en los dormitorios»

«No mi sargento no he visto nada»

Estaba tan cerca mío que podía sentir su aliento y el calor de su cuerpo

«Así me gusta soldado, vamos a seguir hablando del tema otro día»

Se fue y yo me quedé con una extraña sensación de angustia.

A mí me tocaba estar de guardia en el comedor de suboficiales cada cuatro días y habían transcurrido sin que el Sargento se me acercara, pero esa noche cuando me quedé nuevamente solo, él apareció se puso a mis espaldas y colocó una mano sobre mi hombro y me dijo:

«Soldado que vio el otro día en mi dormitorio»

«no vi nada sargento»

«yo creo que si vio algo»

«le juro que no sargento»

la mano del sargento bajó a mi cintura

«yo creo que si viste algo y lo que viste te gustó»

«le digo que no vi nada sargento»

la mano del sargento bajó hasta mis nalgas y empezó a manosearlas descaradamente , apretó su cuerpo contra el mío e intentó besarme en la boca, yo aparté mi cara y como respuesta recibí un tremendo cachetazo,

«no me desobedezca puto ahora Ud. es mío y va a hacer lo que yo le diga»

dicho esto, enterró su lengua en mi boca y nos estuvimos besando durante unos minutos, separó su cuerpo y me dijo que me desnudara despacio que quería verme,

«acá en el cuartel, vas a ser mi mujer, es difícil conseguir buena carne y vos estas de primera»

Dicho esto abrazó mi cuerpo desnudo, mientras me besaba con una mano pellizcaba mis pezones y con la otra metía un dedo en mi ojete, y yo comencé a gozar y me abandoné al placer que estaba sintiendo y comencé a desear que el sargento me la metiera, de pronto me hizo poner de rodillas y me pidió que le bajara el pantalón y el calzoncillo, lo que hice rápidamente y ante mí y erecta apareció una pija pequeña y colorada, el sargento no era muy limpio, y un fuerte olor a orina me embriagó pues era uno de mis perfumes preferidos, comencé a chupar con pasión esa pija y al cabo de unos minutos sentí un golpe en la cabeza y las voz del sargento que decía:

«no me hagas acabar puta que necesito metértela y acabarte adentro»

Ante esto me acostó de espaldas en la mesa de la cocina con mi culo en el borde, me tomó de los tobillos y abrió y levantó mis piernas quedando ante y ofreciéndose mi ojete que a esta altura latía desesperadamente, ante la perspectiva de ser invadido por ese pequeño trozo de carne, el Sargento fue a la heladera tomo un pequeño trozo de manteca y untó pacientemente mi ojete y la cabeza de su verga, cuando concluyó de un solo golpe me la mandó a guardar hasta los huevos, que placer dios mío esa pija era pequeña pero muy eficiente, el sargento sabía lo que hacía e iba y venía a un ritmo delicioso, Perez gemía y me gritaba vulgaridades y me dedicaba a gozar como hacía meses que no lo hacía.

¡¡¡¡¡¡¡De pronto se sintió un portazo y un tremendo grito “QUE HACE SARGENTO !!!!!!!», era el Sargento mayor Luna, un imponente morocho de 1,85 mts. de pelo negro y con la cara llena de marcas de lo que seguramente fue una viruela en la niñez, su aspecto, en los soldados, no infundía respeto sino temor, y lo mismo pasaba con sus colegas, era el suboficial de mayor rango en el cuartel y, por consiguiente, salvo los oficiales, todos los demás eran sus subordinados.

Ante el grito Pérez pegó un salto hacia atrás y en su rostro se reflejó el espanto, entonces Luna dijo «termine lo que estaba haciendo Sargento, me molestan las cosas por la mitad», ante esto Pérez volvió a ponerme en posición y me la metió y comenzó a serrucharme mientras temblaba como un hoja al viento, enseguida acabó y ante mi sorpresa una importante cantidad de leche inundó mis intestinos. Perez se levantó los pantalones y salió corriendo y yo quedé sobre la mesa desnudo mientras una cantidad de semen salía de mi culo y se chorreaba por mis piernas.

Entonces quedé a solas con el Sargento Mayor Luna, quien empezó a caminar alrededor mío recorriendo con su vista cada centímetro de mi cuerpo desnudo:

«así que tenemos una puta en el cuartel y se la coge el pelotudo de Pérez, Ud. no sabe putita que se la cogió la pija más insignificante del cuartel, si quiere conocer una verga de hombre ahora va a tener que probar la mía» y dicho esto se abalanzó sobre mí.

En verdad este hombre inmenso me daba un poco de miedo y asco, y pude comprobarlo cuando sacó su lengua, que era un pedazo de carne negra y enorme, la que, al meterla en mi boca casi me asfixiaba, me pidió que le desabrochara la bragueta, eso hice y al meter la mano me encontré con un monstruo lo saque afuera y comprobé que era una pija de unos 25 cm, por 6 cm, de ancho de un color casi negro y con la piel cubriendo por completo una tremenda cabeza, nunca había visto algo tan descomunal, me la metí en la boca y empecé a chupar y él empezó a cogerme, hacia que me atragantara y me dieran ganas de vomitar me no se detuvo siguió cogiéndome hasta que un chorro de semen me llegó directo al estómago , eso era una catarata de leche que no podía tragar por completo y se escurría por la comisura de los labios hasta mi pecho.

Entonces Luna me ordenó «ponete en cuatro patas puto» no me atreví a contradecirlo y comenzó con su lengua a lamer mis nalgas y sobre todo mi ojete y a cachetear mi culo, no lo pude evitar y comencé a gemir de placer, cada vez me calentaba más y sentí que sus dedos que parecían morcillas comenzaban a introducirse en mi ano, primero uno, luego dos y al fin tres, esos dedos me estaban cogiendo de una manera descomunal y cuando estuve bien dilatado llegó el gran momento, Luna sonrió y me dijo «ahora prepárate puta, porque vas a sentir a un verdadero macho», sentí esa tremenda cabeza que empujaba en la puerta de mi ojete y de pronto un violento empujón le abrió paso, yo sentí el más terrible dolor que pude haber sentido en mi vida, no podía gozar , sentía que me estaban partiendo al medio, el tremendo morocho empezó a empujar cada vez más fuerte y yo sentía que me desgarraba, que eso que me inundaba no era soportado por mi cuerpo, pero Luna no tenía ninguna compasión me tomaba de la cintura y me apretaba contra su cuerpo enterrándome su vergota hasta las bolas, de pronto paso una mano por debajo mío y mientras me cogía comenzó a pajearme, esto trajo un poco de alivio y el dolor comenzó a mezclarse con cierto placer, prácticamente acabamos juntos, su eyaculación no fue tan voluminosa como la primera, pero bastó para ver salir de mi culo una senda de leche y sangre, yo acabé en la mano de Luna y pude ver como el morocho introducía sus dedos en la boca y se comía mi semen.

Allí quedé yo, sucio, desnudo y dolorido encima de la mesa de la cocina, Luna se acercó y me dijo «soldado a partir de mañana queda asignado a mi oficina, lo quiero allí a las 8 de la mañana», a partir de ese día fui la puta de Luna que me gozó de una y mil maneras, pero cuando estaba de franco, era la pequeña pija de Pérez quien me requería así pasé varios meses en los que fui cogido regularmente todo los días.