Las relaciones con mi novia no eran todo lo satisfactorias que quería.
Nos besábamos. Le tocaba los pechos y los pezones. Me masturbaba y yo le metía un dedo en su coño. Llegábamos a lamernos en nuestras partes íntimas.
Pero nunca acababa con ella. Quiero decir que no llegaba a penetrarla. Me decía siempre que no estaba preparada. Yo no sabía tratarla. Es difícil. Las mujeres no son como nosotros.
No tienen que darse cuenta de que quieres follártela. No tienen esa ansiedad o cuando menos al mismo tiempo que la tenemos nosotros.
No conseguí hacerlo y mi novia cortó conmigo.
Esa noche salí con unos amigos y me emborraché. Fuimos a varios bares y terminamos en un local de Madrid donde hay números musicales con transformistas que hacen de cantantes negras y cosas así. En ese lugar hay mujeres y también travestis.
Me fijé en una rubia y morena que eran transexuales que estaba buenísimas. Parecían dos modelos.
Hacía las 4 de la mañana mis amigos ya no se tenían en pie y se querían marchar. Les dije que me quería quedar un rato más. Esa noche no me llevé el coche así que me dejarían allí tirado.
Cogería luego un taxi. La cabeza me daba vueltas. Todos se marcharon.
No había tanta gente en el lugar. Ví que una de las transexuales, la rubia, se había quedado. Me miró un momento y esbozó una sonrisilla.
Estaba dispuesto a pedir la última consumición. El último ron con coca cola.
Me acerqué a la rubia. Y hablamos. No recuerdo muy bien aquella conversación. Me parece que le conté lo de mi relación.
Al rato estaba deseando morrear con ella, tocarle todo el cuerpo. Pero me daba vergüenza. Así que le propuse que nos marcháramos de allí.
Ella me llevó en su coche a su piso.
Desde luego que era elegante.
Me di cuenta de que me había metido en la casa de un hombre.
Ella iba muy maquillada. Resultaba tremendamente atractiva pero cuando se quitase la ropa aparecería como lo que es, y no me gustaría.
Entonces como si ella ya supiese lo que es eso y para impedir que me marchase apareció rápidamente con unas braguitas nada más.
¡Qué tetazas tenía! ¡Que cuerpazo de mujer! ¡Qué lujuria me entró al verla! Disimuladamente se quitó las braguitas y apareció su pene erecto y torcido hacia un lado como de unos 15 centímetros. El mío mide 16. No me disgusto verla así.
– Te deseo de la misma forma que tú me deseas a mí. No hay barreras.
Me fije que el dormitorio estaba adornado con imitaciones de pieles de tigre y leopardo. La colcha de la cama era así y está era de agua.
Allí nos metimos los dos.
Me puse sobre ella. Frotando nuestros penes. Los dos gemíamos. Me volvían loco sus tetas. Su extraordinaria fragancia.
Me erguí y ella me cogió los huevos.
Le di la vuelta y comencé a metérsela por detrás.
Para ello utilizamos aceite. Me encantaba.
Por fin mi polla estaba dentro de un agujero. Su culo era enorme y tenía que esforzarme en no correrme. Estaba muchísimo más buena que mi novia.
Se la saqué de dentro y me lamió por todos los huevos. Parece que eso le encantaba.
Se la volvía a meter cayendo hacía atrás. Ella sentada encima mío, de espaldas y le agarraba sus tetas, que las tenía completamente erectas.
Nos bamboleábamos encima de la cama de agua. Estaba a punto de correrme. No sabía controlarme y me enloquecía.
Disparé dentro de su culo. Al sacarla salió aceite y semen.
Al verla ahí tumbada me metí su polla en la boca hasta que se corrió. Estoy convencido de que si no hubiese bebido no lo habría hecho.
El caso es que nos quedamos los dos dormidos.
Al despertarme tenía una resaca monumental. Pero cuando me levanto así estoy deseando estar con una tía. Y ahora tenía esa oportunidad.
La senté encima de mí, está vez mirándonos cara a cara. Ella la tenía caída, pero mi polla se movía dentro de su culo. Nos agarramos de las manos.
– Te quiero- me dijo.
– Yo también te quiero- le contesté.
Cambiamos de posición. Se dio la vuelta y volví a agárrala de sus duras tetas. La cama de agua estaba a punto de llevarme al orgasmo de nuevo.
Me encantaba sentir el peso de esa mujer monumental, sobre mí. Y volvió a suceder. Me volví a correr de una manera deliciosa que me hizo gritar.
Se la saqué y se la volví a chupar. Se le puso erecta y se volvió a correr. Creo que todavía seguía con los efectos del alcohol.
Fui a ducharme, pero era mentira. Dejé el grifo de la ducha abierto. Entreabrí la puerta. Vi que ella esperaba en el salón, fumando un cigarro.
Salí corriendo hacia la puerta. Quité los cerrojos, nervioso y haciéndome daño en las manos. Al fin lo conseguí. Abrí. Salí. Y bajé las escaleras de dos en dos estando a punto de caerme. Salí afuera, dándome de lleno un viento helado.
Por la noche pensé contento en el polvazo que había echado por fin. ¡Qué le den por culo a mi novia!