Esta mañana, cuando desperté sola sobre mi cama, tu olor aún permanecía en ella y sin abrir los ojos, aspiré profundamente tu aroma. Al estirar mis brazos para aferrarme a la almohada, noté que había algo sobre ella, una nota.
Un pequeño trozo de papel blanco, doblado en dos cuidadosamente y, sin abrirlo, pude ver como la tinta de las palabras escritas en él casi era legibles por su cara opuesta.
Distinguí tu letra. La habías escrito sin prisas, seguramente al levantarte, sentado en el escritorio de la habitación, contemplándome aún dormida, como el que contempla un ángel como a veces me dices.
«Por tu generosidad, por tu osadía, por tu dulzura, por tus ganas de vivir, por tus sueños, por tu paciencia…. GRACIAS. Siempre tuyo.»
No pude evitar sonreirme, sentirme dichosa por tus palabras, por esas palabras tuyas que nacen en tu corazón y que hoy, por primera vez, te atreviste a dejar escritas. Estoy segura de que de haber podido, las hubieras gritado desde la ventana, compartiendo con todos cuantos quisieran escucharlas tu felicidad, tu euforia de ese momento.
No pude por menos que devolverte el detalle y sin pensarlo dos veces y aún acostada en mi cama, me dejé llevar por las emociones sentidas durante toda la noche que habíamos compartido y dejé que los sentimientos fluyeran y se conviertan en letras que plasmé en esta carta que te mandaré hoy mismo, que echaré al correo cuando salga de casa hacia la oficina y que será lo primero que leas cuando llegues a tu destino y que te harán recordarme cada día que estés lejos de mí durante estas dos semanas que durará tu viaje.
«Soy yo la que tiene tantas cosas que agradecerte….
Por aparecer en la estación como apareciste, sorprendiéndome…
Por tu caballerosidad…
Por tus detalles…
Por entender mi nerviosismo de ese momento…
Por darme mi tiempo para encontrar la calma que en ese momento necesitaba… Por esa copa de vino que tomamos juntos, por el brindis, por el leve roce de tus manos en las mías…
Por tus miradas a mi escote, por la luz de tus ojos, por la tranquilidad que ellos querían transmitirme…
Por permitirme ser tu consentida cada minuto de esas horas que compartimos.. Por tus mimos…
Por tu delicadeza….
Por tus besos….
Por tus mordisquitos en mis caderas…
Por ser tú mismo y permitirme ser yo…
Por tu perversidad, por ser malo solo en los momentos necesarios…
Por no forzar las situaciones ni el momento, dejando que todo pasara cuando tenía que pasar….
Por reirte, por llorar, por buscar consuelo en mis brazos y dejarme consolarte con mis besos y mis caricias…
Por dejarme ver tu deseo de hombre hacia mí excitándote con cada palabra, con cada mirada, con cada gesto…
Por tu intento de pervertirme, provocándome así sentirte como mujer…
Por no cejar en tu empeño, por tus ganas…
Por tu paciencia en cada momento, por buscarme…
Por desearme, por hacerme vivir, vibrar y sentir…
Por mirarme en la bañera como me mirabas, por tu lujuria, por tu deseo…
Por llevarme hasta el espejo para contemplarme…
Por no perder tus ganas de hacerme sentir sexy, muy mujer…
Por compartir conmigo tantas cosas tuyas….
Por acariciar mis pechos con tanta dulzura…
Por revolotear entre mis muslos cual mariposas…
Por tus labios, por tus manos, por tu sexo…
Por dejarme besar tus párpados y dibujar tus labios con los míos…
Por cantar para mí y bailar conmigo…
Por apagra la luz cuando te lo pedí…
Por darme de beber en tu boca cuando tuve sed…
Por recrearte, por entregarte…
Por pedirme más…
Por formar parte de mis sueños y mis fantasías…
Por ser mi cómplice, por tu discreción…
Por ser mío y dejarme ser tuya…
Por estremecerte entre mis brazos…
Por cerrar los ojos al sentir mis caricias y mi aliento en tu cuello…
Por tu deseo como hombre por mí como mujer…
Por tu brío…
Por tu ímpetu y el de tu sexo…
Por tu dedicación…
Por saciar mis ganas de tí y mi deseo como mujer…
Por haberme hecho sentir femenina, bella, coqueta …
Por hacer que me olvidara de lo poco que me gustan mis rodillas…
Por despertar sensaciones casi dormidas en mi seno izquierdo que ha resultado ser tan perceptivo como el derecho…
Por gustarte el color de mi piel…
Por tus piropos para con mis pechos…
Por llegar a lo más hondo de mis entrañas, haciéndome gritar…
Por los cientos y miles de besos que me has regalado, repartiéndolos sabiamente en cada pliegue de mi piel…
Por instarme sin sentirme obligada a compartir contigo mi primera experiencia de volar…
Por respetar mi decisión de no atreverme a saltar sin paracaídas y hacerme prometerte que esa otra primera vez también volverá a ser contigo…
Por tu cariño, por tu dulzura, por tu amistad… gracias, gracias».