Otro día más, compartíamos el cigarro de después de clase, descojonándonos de Felipe o de nosotros mismos.
Como siempre, acabamos hablando de mujeres, bueno, más bien hablaba él contándome cómo se había follado a Irene en una u otra postura, mientras que lo iba contando notaba como mi polla comenzaba a crecer.
Se lo comenté y él me dijo que a él le pasaba lo mismo. Mi mirada se dirigió inmediatamente a su paquete y observe el volumen de su pantalón y como se la tocaba suavemente.
-¿qué coño miras?- me dijo sonriendo. Me atrapé un poco pero contesté rápido.
– pues que eres un guarro, deja de tocártela- repliqué con tono de broma
-¿qué pasa que quieres tocármela tú?-
Mi polla se puso más dura todavía, pero traté de ignorarlo levantándome a por él y pegarle un par de puños. Por supuesto, el se defendió haciéndome un llave de judo.
Finalmente me consiguió tumbar en el suelo boca abajo con uno de mis brazos retorcido y dejándome totalmente inmovilizado. Lo curioso es que ambos seguíamos empalmados y yo notaba su polla muy cerca de mi culo.
Él también se dio cuenta y se levantó rápidamente. Ambos cambiamos de tema con gran maestría.
Pero a partir de ese momento me di cuenta de que algo raro me pasaba. Nunca me había acostado con mujeres a pesar de que ya tenía 16 años y eso me hizo estar confuso varios días.
Sin embargo deje de darle importancia y me olvidé del asunto.
Todo seguía igual, los entrenamientos, las charlas, los cigarros y por supuesto las peleas.
Cada vez que el se ponía encima mío y me inmovilizaba con sus llaves, algo me recorría todo el cuerpo aunque aprendí a controlarlo y mantener mi polla tranquila.
Uno de los días de gimnasio Felipe se tuvo que ir y nos quedamos los dos solos. Evidentemente, no hicimos pesas, nos fuimos a la colchoneta a saltar al minitramp.
Los saltos de nuevo se transformaron en una pelea voladora y una vez más termino con el encima mío.
Esta vez no se quitó cuando me rendí sino que siguió sujetándome durante demasiado rato. Yo estaba harto y cuando iba a decirle que se levantase de una puta vez, noté como su polla estaba bastante dura contra mi culo. Mi reacción fue sorprendente y a la vez tremendamente tranquila.
Mario, se te ha puesto dura cabronazo-.se quedo callado unos segundos y luego reaccionó.
Joder Pedro, es que llevo mucho sin follar- según lo decía empezó a mover su cuerpo simulando que me follaba.
Yo me dejé hacer, con un empalme de cojones. Hasta que me di cuenta de que eso era un error, trate de controlarme y le dije que se levantase con tono grave.
No estoy seguro de que el se diese cuenta de lo empalmado que estaba, pero creo que si. Era un día de lluvia así que cuando volvió Felipe nos dijo que podíamos irnos y se marchó.
Estuvimos un rato más levantando pesas y fuimos a la parte de atrás del polideportivo, para fumar a escondidas. Ya era de noche aunque no hacía nada de frío.
Me arriesgue a provocarle de nuevo para ver como reaccionaba.
-la próxima vez que me dejes tanto tiempo en el suelo te rompo la cara.
-¿seguro?- respondió riendo a la vez que se levantaba.
-te lo digo en serio Mario, como me toques la has cagado- contesté levantando me yo también.
Comenzamos a forcejear con mucha fuerza, yo realmente estaba picado y aunque nunca llegábamos a los puños, el hecho de que te dejasen inmóvil era una humillación.
Tras varios minutos de pelea, mis fuerzas empezaron a fallar y me fue llevando hacia una columna.
Di un paso en falso y consiguió sujetarme la cabeza pasando un brazo detrás de mi nuca y colocándose detrás de mí.
Ya no tenía nada que hacer, me aplasto contra la columna. Con su cuerpo mantenía el mío aplastado, uno de sus brazos sujetaba mi cabeza y el otro agarraba la columna, para aplastarme aún mas.
-Vale, vale, Mario me rindo- dije finalmente.
No contestó aunque su presión disminuyó un poco. Ahora podía respirar. Pasaron unos instantes y de nuevo le provoqué.
Eres un gilipollas de mucho cuidao- le dije riendo
Esta vez en vez de aplastarme, me daba fuertes embestidas que me hacían daño, aunque en realidad no demasiado.
Comencé a pensar que realmente si él quería podía meterme su polla y abrirme el culo que no hubiese podido hacer nada.
Estaba realmente destrozado de tanto forcejear y él era mucho más fuerte que yo.
Ante este pensamiento, me di cuenta de que mi polla se estaba poniendo dura. En ese momento perdí el control.
Simulando que trataba de zafarme, le provocaba y movía mi cuerpo de tal manera que me rozaba con su miembro.
Finalmente se le puso dura, pero yo no dije nada y seguí moviéndome. A partir de ahí, todo fue rapidísimo.
Noté como se bajaba los pantalones.
Me agarro del pelo y me dio la vuelta bajando mi cabeza hacia abajo. Yo solo abrí la boca y sentí como su medio kilo de carne se introducía en mi garganta.
Yo no me movía, el movía mi cabeza de atrás a adelante mientras me embestía con su polla. Yo estaba tan cachondo que pensé que iba a correrme.
El aceleró el ritmo, haciendo sufrir a mi boca y mi garganta y finalmente me la lleno de leche caliente y amarga.
Esa fue nuestra primera relación sexual. El no me hizo nada pero mientras el se corría en mi boca, yo hacía lo mismo en mis pantalones. Fue muy aparatoso, no lo voy a negar.
Me tiré cinco minutos escupiendo y la situación era muy tensa. Felipe al día siguiente nos preguntó que qué nos pasaba y supuso que estábamos picados.
Al terminar el entrenamiento, hicimos bien, en vez de irnos cada uno a su casa. Fuimos donde siempre a fumarnos el cigarro.
Dijimos lo típico, que no se lo contaríamos a nadie, que había que olvidarlo y que no había nada más que hablar.
Cuando terminamos de dejarlo todo claro.
Sin mediar palabra me acerque a el y me puse de rodillas delante suyo. El se quedo clavado, sin reaccionar y yo le bajé los pantalones.
La tenía flácida y me la metí en la boca sin pensármelo. Empecé a succionar y de inmediato su polla estaba creciendo.
La mantuve en mi boca hasta que terminó de crecer y luego me separé de ella. Ahora estaba plenamente empalmada delante de mi cara y yo me quede parado para que él decidiese.
Como me imaginaba, después de un par de segundos, me agarró del pelo como el día anterior y dirigió su polla hacia mi cara. Yo no abrí la boca y su polla chocaba contra mi cara.
Me tiro mas fuerte del pelo hacia atrás y abrí la boca levemente para quejarme. Aprovechó para introducírmela sin que yo pusiese más resistencia.
Yo trataba de abrir bien la boca para no morderle porque me la metía de forma salvaje. Le importaba una mierda que yo me ahogase. Cuando no tenia aire, cerraba un poco la boca y el contacto de mis dientes le hacia frenar un poco.
Cuando la volvía a abrir comenzaba de nuevo a follarme la boca como un animal.
Como no, mi polla estaba completamente dura. Continuó durante unos minutos y finalmente se volvió a correr dentro de mi boca y yo tome la iniciativa de lamérsela y dejársela bien limpia. Esa vez yo no me corrí y volví a mi casa con un grandioso empalme.
Así pasamos las dos primeras semanas, él por la tarde se follaba a Irene y después de entrenar yo se la mamaba obedientemente. A partir de la segunda semana, mientras se la chupaba yo ya no tenia reparos en masturbarme y correrme a la vez que el lo hacia en mi boca. A él no le gustaba pero nunca me dijo nada y yo necesitaba hacerlo.
Nuestra vida seguía igual, nadie se había enterado ni se enteraría. Salíamos de juerga, quedábamos con el resto de la gente y lo ignorábamos completamente. Como si tan solo fuese una fantasía no realizada.
El tercer fin de semana después de la primera vez fue cuando me dio por el culo. Estábamos en su casa, sus padres se habían ido y estábamos bebiendo en nuestro papel de que nada ocurría. Con toda naturalidad, cuando ya nos habíamos bajado una botella de güisqui me dijo:
-ven pedro, acércate y cómemela.
Me levanté de inmediato sintiendo ya el gusanillo recorriendo mi polla. El estaba sentado en un sofá individual, con las piernas abiertas y los brazos cómodamente apoyados. Yo me puse una vez más de rodillas.
Mis manos se dirigieron a los botones de su pantalón. Llevaba unos pantalones vaqueros un poco ajustados así que me costó un poco y él no me ayudó en absoluto. Imaginé que no quería mover ni un dedo así que no le baje los pantalones sino que simplemente saque su polla que no estaba dura.
-Métetela- me dijo impaciente.
Como otras veces, me la metí flácida en mi boca y me puse a chupar y a absorber.
Estaba incomodo, era mas fácil cuando el estaba de pie. Continué chupando y aunque tardó un poco al final se puso dura como siempre. Tome aire y contemple su polla, enorme y palpitante. Agache de nuevo la cabeza y continué mi trabajo.
Esta vez él no usaba sus manos, ni movía su cuerpo. Era la primera vez que tenia que hacerlo yo todo. Jugué con su polla como había visto en las porno, lamiéndola de arriba abajo, pasando mis labios por un lado de su polla y por supuesto clavándomela a mi mismo hasta la garganta.
Así estuve durante unos cinco minutos. Me levanto la cabeza para que parase y se quito los pantalones con rapidez.
-cómeme los huevos- fue lo siguiente que me dijo.
Obedecí de inmediato y comencé a chuparlos con mucho cuidado. Él se deslizó hacia abajo en el sofá, dejando que sus huevos quedasen al aire y su espalda apoyada en el asiento.
Yo me metí entre sus piernas a comerme sus huevos y jugar a deslizar mi lengua casia casi hasta su culo. Al rato, yo estaba excitadísimo.
Comencé a devorársela, a comérsela con ansia y total entrega.
Cuando pensaba que se iba a correr, me separo de golpe y se puso de pie agarrándome del pelo como tanto le gustaba. Mientras me tiraba del pelo levantándome se fue colocando detrás de mí.
Ahora me tenia casi de pie sujetándome por detrás, me empujo contra el sofá donde había estado él, haciendo que me colocase evidentemente para que me la clavase por el culo. Yo era consciente de lo que iba a ocurrir y tenía miedo.
Pero a la vez creo que jamás mi polla ha estado tan dura como en ese momento.
Sin soltarme del pelo, una vez que tuve las rodillas sobre el sofá y el culo apuntando hacia el techo, comenzó a buscar mi agujero con la punta de su polla. Yo comencé a ayudarle moviéndome para que lo encontrase.
Finalmente lo encontró y no tuvo piedad, me la clavó de golpe, como si atravesase un muro o como si quisiese en realidad hacerme daño. Grité, pero yo mismo me obligue a parar mi grito. Sentía como si su polla me llegase hasta las entrañas.
Estaba parado, mirándome, imagino incluso que sonriendo ante mi cara de dolor, parecía jactarse de tenerme empalado con su polla. Al fin pude controlar el dolor pero empezó a moverse con embestidas fuertes y profundas.
Note como su mano comprobaba como mi polla continuaba dura y al comprobarlo comenzó a moverse como si aquello fuese mi boca.
Me soltó del pelo y agarró mis caderas. Ahora si estaba follándome, era su puto muñeco de depravación que le importaba una mierda. Cualquier otro día ya se hubiera corrido, pero ese día estaba borracho, con la polla dura eso si, pero incapaz de correrse.
Paso cerca de media hora dándome por el culo, haciéndome ver las estrellas de mil colores, comprobando cada cierto tiempo si mi polla seguía dura pero sin pajearme. Al final, sacó su polla y se tiro en el sofá grande. Yo me quede parado deseando que mi culo se cerrase y dejase de dolerme. Al cabo de unos segundos escuche que decía:
-haz que me corra- esas palabras me dieron ganas de vomitar y a la vez hicieron que volviese a sentir mi polla.
-acaba el trabajo Pedro, haz que me corra.
No podía hacerlo, si lo hacia habría llegado lo mas abajo posible, no quedaría en mi un ápice de dignidad, y lo sabía, de alguna manera lo sabia. Así que no me moví ni contesté. Solo espere a que mi culo se cerrase.
Vi de reojo como se levantaba, no me atrevía ni a mirarle.
Se acercaba a mí, esta vez por delante. Decidí moverme y no ceder ante lo que pretendía, pero fue tarde, cuando me estaba bajando del sillón me agarro otra vez del pelo y con un tirón que no pude frenar acerco mi cabeza hacia su polla, por encima del respaldo del sillón.
Con una mano agarraba su polla dirigiéndola hacia mi boca mientras con la otra me tiraba del pelo hacia él.
Era su auténtica puta. Esa sensación me perdía, mi polla estallaba y mi culo no terminaba de cerrarse.
Con mis manos agarré su mano que me tiraba del pelo, tratando de abrir sus dedos y separarme de él; trataba de girar la cabeza para no sentir su polla en mi cara, pero la postura en el sofá y el tirón de pelo no me permitían demasiado.
Mi pequeña rebelión y resistencia parecían ponerle aún más cachondo.
Me insultaba, decía que abriese la puta boca de una vez que lo estaba deseando y parecía que iba en realidad a arrancarme el pelo. Yo no decía nada, solo mantenía la boca cerrada para que no me la metiera en una especie de juego enfermizo que no podía excitarme más.
Los minutos o los segundos pasaban haciendo que la tensión subiese, su tensión, porque él estaba absolutamente metido en esa extraña violación. Comenzó a amenazarme en pegarme de hostias si no se la comía, en seguir dándome por el culo hasta que amaneciese y finalmente lo hizo. Soltó su polla y me pego una hostia lo suficientemente fuerte como para que yo me quedase paralizado, sorprendido e incluso un poco noqueado.
Estaba descontrolado, me soltó del pelo y rápidamente, antes de que yo pudiese moverme volvió a colocarse detrás de mí. Intenté separarme y evitar que volviese a metérmela, incluso solté una patada hacia atrás que recibió sin inmutarse.
Agarró mi cabeza con la palma de su mano y con violencia la estrelló contra el sofá y pasó su otro brazo bajo mis piernas tirando de ellas hacia atrás. Perdí el equilibrio que tenía sobre mis rodillas y mi cuerpo quedó semitumbado en una fracción de segundo.
Recibí otro golpe en el costado como si fuese una advertencia, creo que fue el miedo lo que hizo que no me moviese más.
Rápidamente encontró el agujero que aún seguía dilatado, incrusto su polla hasta lo más profundo de mi culo, de un solo empujón. Acompañó la penetración con un leve grito de triunfo o quizá de dolor por atravesar ese estrecho agujero.
Durante unos segundos se quedó quieto, sin bombearme, apretando mi cara con fuerza innecesaria contra el respaldo del sillón.
-estoy seguro de que todavía la tienes dura, maricón de mierda. Te gusta sentir mi polla entera ¿verdad?
Puede que lo imaginase, pero al oír esas palabras sentía su polla palpitar dentro de mi, como si creciese un poco más dispuesta a correrse.
-¿no me contestas? Entonces voy a tener que follarte como a la puta que eres. Es lo que quieres ¿eh?
Su polla avanzó unos centímetros más dentro de mi culo y noté por primera vez sus huevos tocando mis nalgas. Me retorcí en un placer extraño. El dolor parecía convertirse en una constante a la que me acostumbraba.
Movió sus caderas hacia atrás lentamente casi sacándola entera y muy lentamente apoyando todo su peso sobre mi cabeza y espalda a través de sus brazos fue introduciéndomela hasta que de nuevo sus huevos tocaron mis nalgas.
El dolor reapareció y un nudo de llanto se formó en mi garganta. Todo parecía muy lento, demasiado lento.
Repitió la misma operación al menos una docena de veces. Parecía que cada vez lo hacía más despacio y que su polla era más grande.
Doce veces sintiendo el recorrido de su puta polla dentro de mi culo y en ningún momento dejó que moviese mi cabeza ni disminuyó la presión de su peso contra mí. Me esforzaba por no llorar, mi polla hacía tiempo que estaba derrotada, encogida y formando parte del dolor.
-¿vas a portarte bien? ¿Vas a comerme la polla cuando te lo diga?- preguntaba cuando me tenía completamente empalado. Yo no contestaba.
-así que no contestas, entonces no me queda más remedio que follarte de verdad
Al decir eso soltó mi cabeza y se acomodó con sus piernas para buscar un mejor apoyo, al fin me liberé de su peso que no me dejaba respirar con facilidad. Pero sabía lo que venía.
Puso sus manos en mis hombros y echo hacia atrás sus caderas tomando impulso. Me la clavo, era sentir un palo metido a bases de martillazos.
Tomaba impulso y me penetraba con toda su fuerza, acompañada cada embestida de un gruñido de esfuerzo y el sonido nuestros cuerpos chocando.
No podía contenerme, cada embestida me taladraba y se me escapaban pequeños chillidos de mi boca.
No sé cuántos minutos pasaron, ni cuantas embestidas recibió mi culo pero al igual que antes me acostumbre y el dolor se hizo constante, como al principio, cuando quería que me follase, solo que sin placer.
Pasó cierto tiempo más follándome y la velocidad y profundidad de su bombeo fue disminuyendo.
Puede que recuperase la calma y se arrepintiese no lo sé. El caso es que permitió que me incorporase hasta que quedamos en la clásica postura de cuatro patas y abandonamos por fin el maldito sofá. Mi resistencia no existía, era un pelele en sus manos, solo quería que terminase y salir de allí.
No dejo de follarme, sino que cambio sus embestidas por penetraciones suaves. El dolor había desaparecido. Estaba desconcertado, no sabía a que estaba jugando.
Al sentir su mano en mi polla, el desconcierto fue mayor. Era la primera vez que me la tocaba él o cualquier otra persona. Y había elegido ese momento muy acertadamente, quizás para no perder del todo a su mejor putita.
Mi polla no tardo en reaccionar, el contacto de su mano con mis huevos y su masaje suave hizo que en segundos mi polla comenzase a crecer y al cabo de pocos minutos recuperar la sensibilidad de mi culo que seguía recibiendo su polla.
Me masturbaba con pequeñas dosis, dejando mi polla siempre en el estado de máxima palpitación. Tras unos cinco minutos, me masturbo casi lo suficiente como para que me corriese pero frenó de golpe. Sacó su polla y de rodillas se fue separando de mí sin soltarme la polla.
-si haces que me corra como te he dicho, terminaré lo que he empezado- propuso sin soltármela. Su mirada se clavo en mí y a mi me pareció ver un ligero gesto con se lengua. En ese momento, mi fantasía hizo que viese su boca comiéndome el rabo de forma salvaje. Confiaba en que así fuera.
Mientras imaginaba, él se había puesto de pie, frente a mí, con su miembro semi duro, casi amoratado por el infinito tiempo que había penetrado mi culo. Yo seguía de rodillas, alternando mi mirada entre él y su rabo, indeciso, sin saber que hacer una vez más, deseoso de que me comiese la polla. Pero era a su manera o cero, mi voluntad ya había desaparecido hacia bastante rato.
-vamos, métetela en la boca- dijo acompañando sus palabras de leves movimientos de su rabo- haz que me corra y luego podrás correrte tú. Vamos sé que quieres tragártela-
Al decir esto de nuevo se acerco a mí, sujetándosela y dirigiéndola a mis labios.
Me acarició la cabeza y posó su miembro en la entrada de mi boca. La mantuve cerrada hasta que empezó a empujar.
Mis labios se abrieron cediendo a sus deseos y a los míos y con un empujón la introdujo hasta la garganta suspirando profundamente.
Mi boca sintió como su polla se hinchaba de nuevo y todo su sabor a sexo invadió mi cabeza y todo mi cuerpo.
-eso es, vas a trágatela entera, sin morderme una sola vez.
Inició su bombeo en mi boca, con un ritmo constante y profundo, un ritmo que ya conocía, el ritmo que usaba cuando quería correrse, me propuse ayudarle, ser obediente.
Quería que terminase pero no tenía fuerzas para que acabase de otra manera. Intenté mantener la respiración por la nariz mientras su glande rozaba mis cuerdas vocales, presione con mis labios manteniendo a raya las arcadas que casi había aprendido a controlar.
Agarré su culo con mis manos para que la penetración fuese total, para que se corriese.
-lo ves? ¿Ves como te gusta mamarla? Te gusta sentirla en tu esófago ¿verdad? ¿Quieres que te la meta más dentro? Vas a comer polla maricón de mierda
Sus movimientos se hicieron más bruscos, más profundos, más rápidos. Me dolía la mandíbula, toda la boca y las arcadas aparecían sin cesar.
Me lancé, debía terminar, agarré su culo con fuerza y lo atraía aun más hacia mí. Comenzó a gemir, iba a correrse.
-No dejes una sola gota y haré que te corras maricón. No escupas, todo hasta dentro ¿me oyes?
Sentí como el primer chorro inundaba mi garganta, y algo me ocurrió, estaba decidido, mi mano se deslizó suavemente sobre su nalga dura y suave mientras tragaba toda la leche de mi amigo intentando no vomitar, intentando que ni una sola gota cayese.
Él daba sus últimas embestidas y mi dedo encontró su culo. Lo introduje con rapidez cuando aún se corría absolutamente extasiado. Dio un respingo hacia delante ahogándome con su polla definitivamente y chillando en un placer indescriptible.
Todo su cuerpo tembló. Cuando cesó su placer quiso apartarse librarse de mi boca y de mi dedo que seguía presionando para llegar más lejos.
Luché para no dejar que se moviese, para humillarle, porque sabía que así le humillaba.
Me amenazó y con fuerza se deshizo de mí, insultándome y soltando burradas inconexas y asegurándome que no pensaba tocarme.
Me levanté y comencé a masturbarme mirándole. Me acerque a él mientras me corría para tratar de mancharle en un último gesto de desesperación.
Allí acabó todo. Le seguía viendo en los entrenamientos pero dejamos de ser amigos.
No seguimos son el sexo y cada uno siguió su camino. Yo me eche novia, por fin, y no volvió a atraerme un hombre como me había atraído él.
Nunca se lo conté a nadie y no me importo. Era solo un recuerdo oscuro y tremendamente excitante que permanecía como una sombra en mi cerebro.
Viví tranquilo hasta que un día, después de cuatro años me llamo por teléfono. Es ahí cuando comenzó otra etapa.
«La sensación de poder, de dominar, de tener el absoluto poder sobre una mujer es una sensación que la mayoría de los hombres sentimos como una de nuestras grandes fantasías, pero ¿y si fuese al revés? Ser el dominado, ser la puta totalmente entregada a la enorme polla de un hombre? Puede que sea una fantasía más o puede que no.»