Había dejado mi relato cuando la siguiente descarga de mi polla se desparramó por encima de las tetas de mi hermanastra. Cuando terminé ella se metió mi polla en la boca y me la lamió entera, hasta dejármela limpia.
– Bueno va siendo hora de que cumplas tu promesa. Para empezar quiero que me chupes las tetas y me las limpies de tu leche.
– Pero, eso es muy guarro, no puedo hacerlo.
– Yo lo he hecho con tu polla y si no lo haces no sólo no volverás a masturbarte viéndome, sino que les diré a papá y mamá que estaba estudiando biología cuando llegaste tú y al ver aquella polla dibujada quisiste compararla con la tuya y la sacaste delante de mí y te empalmaste
– ¡Pero eso no es verdad! – grité.
– Ya veremos a quien creen, yo no tenía por que inventarme algo así y tú tienes revistas debajo de tu cama.
– ¿Cómo sabes tú eso?.
– Hermanito que no soy boba. Tú lo has prometido y te tengo una sorpresa.
Era cierto lo de las revistas y yo se lo había prometido.
No pude hacer otra cosa.
Para entonces mi semen ya no era una mancha blanca sino algo transparente que se deslizaba por sus pechos, le toqué las tetas y empecé a esparcir aquello como si le diese crema bronceadora en las mamas.
Pero ella me cogió la cabeza y me la bajó hasta sus tetas y tuve que saborearlas.
Era salado y aunque me desagradaba no tuve mas remedio que hacerlo.
Cuando estaba terminando ella se subió al sofá.
Era yo quien ahora se arrodillaba y ella me dominaba, porque se lo había dejado hacer y porque me tenía cogido. Entonces puso su pie junto a mi boca y me dijo:
– Bien vamos los dos a disfrutar de esto un buen rato, y como eres mi esclavo vas a empezar lamiéndome el pie e iras subiendo hasta llegar a mis bragas, después comenzarás con la otra pierna y cuando llegues a las bragas esta vez las chuparás.
No pude más que empezar a chupar sus dedos. Olían a sales de baño, por lo que pude deducir que o mi hermanastra siempre estaba preparada o aquello no era espontáneo.
Contrario a lo que yo pensaba aquella situación en la que yo ejercía de esclavo y mi hermanastra me dominaba, con su dedo gordo entrando y saliendo de mi boca, me excitaba.
Aún más me excité cuando, con su otro pie, empezó a rozarme la polla para que volviera a ponerse bien dura.
Así estuve chupando y relamiendo hasta que, cambiando de pierna, llegué a las bragas. Esto sí que me daba corte, no me imaginaba metiendo mi cabeza entre sus piernas y chupando con la lengua y los labios sus partes íntimas, pero me apretó la cabeza contra ella y dijo:
– Vamos sigue, sigue, chúpame el chichi para que yo me corra también en tu cara.
Las bragas eran blancas, de raso y con puntilla, por lo que cuando empecé a chupar mi lengua pasaba por el suave raso y aquella suave tela por la que también podía chupar su piel.
Las bragas estaban húmedas y sabían un poco ácidas. Pero seguí chupando, sobre todo donde parecía que se abultaba un poco más.
Mi hermanastra estaba muy excitada y parecía que se convulsionase, pero sólo conseguía mojar más y más sus bragas.
Entonces me separó la cabeza, se quitó las bragas y me ordenó que siguiese. Ella, mientras, se tocaba y pellizcaba las tetas insistentemente. Al final apareció ante mi un conejito que, aunque tenía poco pelo, estaba afeitado para el bikini y tenía la rajita totalmente rasurada.
Quise volver a tocar sus tetas pero ella me quitó la mano y me volvió a hundir la cabeza contra su entrepierna.
Yo no sabía que hacer así que empecé a pasar mi lengua por su rajita de arriba a abajo y de abajo a arriba llegando hasta el pubis y recorriendo su poco pelo, que era muy suave, con mi lengua.
Ella gemía y disfrutaba como nunca supuse de mi hermanastra.
Para entonces la rajita ya no era tal y aquellos labios rosados se habían apartado dejándome ver todo su interior, que brillaba mucho y parecía encharcado. Había otros labios menores que guardaban su agujerito y encima una especie de glande en miniatura pero muy abultado.
Después supe que eso era el clítoris.
Seguí chupando, mezclando mi saliva con sus jugos, haciendo que mi lengua hiciera unos ruidos como de chapoteo.
Pero mi polla pedía guerra y con una mano tuve que calmarla porque mi hermanastra no me dejaba separar mi cabeza de ella.
Así noté que cuando pasaba mi lengua por su clítoris ella gemía más fuerte pero como ya estaba bastante húmedo pude jugar con él con las yemas de mis dedos, mientras mi lengua buscaba otros sitios.
Era tal la humedad de mi hermanastra y los rítmicos movimientos de sus caderas, que en un momento en que pasaba mi lengua por su agujero, mi lengua se introdujo en él, mi hermanastra dió un respingo y se estremeció.
Yo no sabía que había pasado, así que levanté la cabeza me dijo que lo hacía muy bien que siguiera así.
Volví a meter mi lengua en su vagina, esta vez aposta y metiéndola lo más que pude.
Mi hermanastra saltó y me pidió que siguiera un poco más abajo.
Eso sí que no podía hacerlo, pero ella me bajó la cabeza y acabé con mi boca sobre su ano. Le tuve que dar unos lametones y mover la lengua en círculos sobre el agujero antes de que aflojara mi cabeza y pudiera volver a meter mi lengua en su chichi.
Cuando introduje mi lengua, ella dio un saltito y otro y otro más y se convulsionó al mismo tiempo que de su raja brotaban jugos que iban a parar a cara.
Poco a poco se fue tranquilizando y acariciaba mi cabeza, porque yo seguía lamiendo.
Cuando se hubo relajado, me acarició la cara. Dijo que lo había hecho muy bien y se llevó sus dedos a la boca, saboreándolos.
Entonces me dijo que su sorpresa era que iba a poder meterle la polla por donde quisiera. Así que como no me parecía bien que se la metiese por el culo decidí que quería enchufársela bien por su todavía mojado coño.
Me levanté y ella, con los pies, terminó de quitarme los pantalones.
Me rozó con su pie por toda mi polla y con un guiño de complicidad me dijo que se lo hiciese.
Abrió las piernas, me acerqué, acaricié su coño hinchado y húmedo, su pelo suave y dirigí mi polla hacia su gruta.
Primero pasé la polla por su vulva, humedeciendo mi pene y a continuación con gran lentitud para disfrutar del momento, introduje el glande.
Noté como le aprisionaban unas calientes y húmedas paredes vaginales. La sensación fue grandiosa.
Era mi primer polvo. Saqué la polla y volví a introducirla lentamente, pero esta vez la metí toda, hasta el fondo.
Empecé a moverme. El pelo de mi pubis rozaba el suyo y yo gozaba como nunca creí cuando me masturbaba en el baño o en mi cuarto.
Aquello era increíble. Seguí moviéndome dentro de ella, ahora en círculos ahora adelante, atrás.
De repente mi hermanastra me cogió por las nalgas e impuso ella el ritmo.
Cuando yo lo hube cogido, ella pasó una mano a lo largo de mi culo hasta que rozó mi ano y lo empujó con un dedo.
Aquello hizo que me pusiera a mil por hora y poniéndome de pie, con mi hermanastra inclinada hacia abajo y agarrándome con sus piernas por la cintura, ahora el placer se hacía mayor.
Cerré los ojos del gusto que estaba teniendo y noté como algo se acercaba a mi polla.
Abrí los ojos y vi cómo mi hermanastra se estaba sentando encima de mi, al mismo tiempo que se introducía mi pene.
Aquella visión, mi hermanastra, que estaba buenísima, desnuda y montándome, con sus grandes tetas en movimiento hacia todos los lados y chocando entre ellas, fue y es una de las imágenes más impactantes de mi vida.
Ella sabía lo que hacía y bajando poco a poco, se introdujo todo mi miembro. Rozó su pubis por mi vientre, moviéndose en círculos.
Ahora empezaba a subir y a bajar, restregándose por mis piernas y mi vientre, gimiendo.
Le agarré las tetas y disfruté más de ellas. Con sus gemidos, cuando yo le pellizcaba los pezones, me excitaba más y ella parecía poseída.
Por fin dejó de moverse follándome y se quedó con toda mi estaca clavada, cuando a mi me llegaba el segundo orgasmo.
Resultó mejor de lo que pensaba ya que creía que no me iba a correr otra vez, pero solté unas gotas de líquido.
Cuando mi semen le debió tocar a ella dentro de la vagina gritó y con una fuerte convulsión se corrió sobre mí.
Había disfrutado seduciendo a su «hermanastro» pequeño, desvirgándolo.
Quedó rendida encima de mi. Yo, por mi parte, estaba tan cansado que no podía moverme. No pude ni quitarme a mi hermanastra de encima.
Sentía como respiraba y sus pechos se apretaban contra mí y pude sentir mi polla todavía dentro de su chocho, aunque ya estaba bastante flácida. Pero aunque hubiera podido moverme no hubiera querido hacerlo.
– Bueno hermanito tu estreno ha sido genial. ¿Te arrepientes ahora de haberme dejado tu pene para hacer mi dibujo.
– No, no. Si lo hubiera sabido no hubiera tenido ningún reparo.
– Bien que te sirve de lección para la vida. A mi me ha servido para pasar un buen rato.
Se levantó, apagó la tele y sin decirme más recogió su ropa y se fue a ducharse.
Ya lo creo que me había gustado aquello, pero ahora que había perdido el miedo me quedaba algo más por hacer. Fui yo también a la ducha y aunque teníamos otra, quise irme a duchar con ella.
Cuando me vio llegar se sorprendió pero no dijo nada. Me dejó sitio y siguió a lo suyo.
En un momento yo tiré un bote de jabón al suelo de manera que fuese ella quien tuviese que recogerlo.
Cuando se agachó puse mi mano en su cintura y con la otra le cogí el culo y deslicé mi recién empalmada polla por detrás de ella. Ella quiso incorporarse diciendo:
– Vaya, todavía puedes levantarla.
– Sí, por lo visto todavía puedo y ahora agacha la cabeza.
En cuanto lo hizo yo, con mi polla enjabonada y ella todavía cubierta de flujos por todas partes, le introduje mi polla, medianamente erecta, por su culo. Ella saltó y dio un gritito:
– Pero, ¿qué haces?.
Nada más metérsela noté como su esfínter se cerraba sobre mi polla y eso hizo que a mí me gustase más y consiguiera empalmarme, abriendo sus entrañas y gimiendo mi hermanastra de dolor y gusto.
Empecé a moverla, sujetándola por las caderas y nos llegó a la vez el orgasmo. Nos quedamos inclinados, yo encima de ella, y le dije:
– Esta noche también tú has sido desvirgada.
Es fácil imaginar que la relación entre mi hermanastra y yo ha tomado un rumbo muy íntimo.