Sensasiones únicas

Suena el teléfono y respondo de inmediato. Ya era tarde, cerca de las dos de la madrugada. ¿Quién será a esta hora?

Me preocupé, pero nada malo pasaba, era Mirna, mi amiga travesti que me invitaba a una fiesta en una casa quinta.

La verdad, muchas ganas de ir no tenía, ya me había acostado. Pero me convenció.

A la media hora en un taxi me pasó a buscar y a la quinta fuimos.

Al entrar realmente se me fue el sueño. Había unas 70 personas bailando, bebiendo y divirtiéndose, en su mayoría travestis, aunque de inmediato divisé a varios chicos muy bonitos que bailaban por allí.

Algunos conocidos de otros bailes me saludaban al pasar.

Nos pusimos a bailar de inmediato. Habría pasado ya una hora cuando me entraron ganas de ir al baño a orinar.

El baño estaba afuera de la casa, pero había varias personas esperando para entrar, por lo que decidí ir a orinar detrás de unos árboles bastante alejados de la casa.

La quinta era grande, y tenía una arboleda frondosa y oscura. Bajé la cremallera de mi pantalón, saqué mi pija algo parada por aguantar tanto las ganas de orinar, y empecé a mear sobre el pasto.

Allí me encontraba sacudiendo mi verga a la luna cuando escucho que por detrás alguien me dice: «¿Mucha gente en el baño, verdad?». La verdad que sí, respondí. Un chico sonriente de unos 18 años se paró a mi lado y sin disimular ni un poquito, mirando mi verga entre mis dedos, sacó la suya y empezó a orinar.

Me llamo Daniel, me dijo. ¿Y vos…? Gato, respondí. Mientras seguía sacudiendo mi verga, él, que ya había terminado de orinar hacía lo mismo, pero muy lentamente, como en una suave paja.

Yo no podía evitar mirarlo, así que sin disimular le clavé los ojos en su pija. Ya estaba bien parada, y era hermosa, de unos 17 cm. de largo y un ancho nada despreciable. La poca luz era excitante.

Mi pija también estaba durísima. Decidí tomar las armas y le pregunté que estaba buscando en esta fiesta. Sonriendo ante la pregunta, respondió «simplemente sexo». OK, le dije. Yo también buscaba lo mismo.

¿Me ayudás un poco? Me dijo tomando mi mano y llevándola a su verga. Acá no, respondí, vamos detrás de aquellos árboles.

Hacia allí fuimos. Una vez en aquel lugar, Daniel dejó caer sus pantalones a sus pies y pude ver unas piernas de deportistas hermosas.

Me arrodillé delante de él y su verga quedó a la altura de mi boca golosa. La entreabrí, saqué mi lengua, y la pasé por su glande.

Sin esperar más, Daniel, me enchufó su pija en mi boca y comenzó a cogerme tomando mi cabeza, y enterrándomela hasta la garganta para volver a sacarla y volver a ponerla otra vez. Su pija era riquísima, tenía un sabor mezclado de orín, semen y perfume que me volvía loco.

Mis labios envolvían su venoso tronco presionando en la medida justa y necesaria para darle placer. Así estuve un buen rato, tomándolo yo por las nalgas y presionándolo para que me siguiera cogiendo tan bien como lo estaba haciendo.

Sabía que Daniel me estaba mirando desde arriba, gozando por los ojos de igual manera que por la pija. De pronto dijo: «te voy a romper el culo, Gatito ¿Querés?» Busqué en el bolsillo de mi pantalón un preservativo, y poniéndomelo en la boca se lo coloqué mientras se la seguía mamando. Daniel se separó de mí, me pidió que me baje los pantalones y me agache un poco.

Así lo hice y pude sentir su lengua hurgando entre mis nalgas, buscando mi agujero. La sensación era única, mágica. Era la primera vez que tenía sexo al aire libre y estaba excitadísimo.

Tratando de no perder el equilibrio abrí con mis manos mis nalgas que son gorditas, y su lengua me penetró de inmediato, ensalivando todo mi orto.

Daniel me preguntó al oído si quería que me metiera los dedos primero, y le respondí que no. Sólo quería tener esa verga dentro de mi orto.

Se sonrió nuevamente y me apoyó la cabeza de su pija entre las nalgas, jugando un poco, dejándola deslizar por la saliva que allí había depositado su lengua golosa.

Hasta que finalmente, me fue ensartando delicadamente, pero sin parar hasta que sus huevos chocaron contra mí. Me tomó por los hombros y me clavó aún más, y comenzó a moverse lentamente, para dejarme sentir bien lo que significa ser penetrado por un buen macho.

Su pija entraba y salía apretadita, yo cerraba mi culo de manera que la sensación se incrementaba mucho más. Así estuvo un buen rato, hasta que empezó a acelerar sus movimientos, se movía muy bien ese chico.

Los juegos que hacía con su cintura me hacían gemir y delirar de calentura. Mi pija estaba por explotar por la estimulación anal que estaba teniendo.

Me dijo que quería terminar en mi boca, acepté gustoso. La sacó de mi culo y retirando el forro, me la enchufó una vez más en la boca.

Bastaron unos pocos movimientos de mi lengua para que me inundara la garganta con un semen joven y delicioso.

La mantuvo en mi boca tomándome de la cabeza hasta que no le quedó una gota de leche. La sacó, me la sacudió contra los labios unos instantes y luego me ayudó a incorporarme.

Cuando estuve de pie, él se arrodilló y me empezó a chupar la verga.

Me di cuenta que el chico no tenía mucha experiencia en esto, pero no le dije nada, puesto que con la calentura que traía yo no duraría mucho.

No me equivoqué, cuando le avisé que estaba por acabar me dijo que lo hiciera sobre su cara. Tomó mi pija entre sus manos y empezó a pajearme hasta que me vine con varios chorros de esperma que se depositaron sobre la cara de Daniel, y algunos en su lengua, que lubricaba mi pija mientras me pajeaba.

Se puso de pie a mi lado, sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió la cara con él.

fuimos a sentar al borde de una pileta que había cerca de allí, y me comentó que había venido a la fiesta con su hermano, un muchacho de 24 años llamado José, que lo había iniciado sexualmente el año pasado. Me calentó mucho oír eso, y le pregunté donde estaba el hermano.

Me dijo que seguramente bailando en la casa, pero que si quería lo iba a buscar para presentármelo.

Por supuesto que le dije que sí. Daniel se fue y en menos de 5 minutos estaba allí con José, un morocho espectacular, de pelo corto como su hermano, pero con un cuerpazo de gimnasio que daba envidia.

Nos presentamos, y nos pusimos a charlar los tres.

Daniel le contó que me había comentado que él lo había iniciado sexualmente, y José sonriendo afirmó que sí y entró a dar detalles de cómo fue.

Al rato estábamos los tres al palo. José, tan osado como su hermano, y mirando hacia la oscuridad de la arboleda, me preguntó si me gustaría chuparle la pija.

Obviamente respondí que sí. Y Daniel dijo al instante que él también quería participar. «Bueno, me la chupan entre los dos entonces» dijo José. Nos fuimos a la arboleda, al mismo lugar donde media hora antes me habían roto el orto de una manera brutal.

José se bajó los pantalones y dejó al aire una pija impresionante, de más de 20 cm. y bien gorda, que su hermano sin perder un segundo se metió en la boca provocando en el otro un gemido de placer.

Tomando la pija de su hermano mayor entre sus manos, Daniel, me ofreció probar aquel manjar de dioses.

Me arrodillé a su lado y me metí en la boca la mayor parte de su pija. Lo que yo pensaba era verdad. José me tomó de la cabeza diciendo «que bien que la chupás, Gato, seguí…seguí así, mi amor».

Sin embargo, como no hay que ser egoísta, compartí aquella verga con Daniel, y chupábamos un rato cada uno, y de vez en cuando, uno lamía los huevos de José y el otro se tragaba su tronco erecto.

El muchacho daba jadeos indescriptibles, decía que la sensación era única, y no se equivocaba, unos meses después yo me encontré en su lugar.

Cuando estaba por venirse, tomó ambas cabezas y las ubicó una a cada lado de su verga, y deslizando su pija entre nuestros labios, nos repartió su semen que entró en ambas bocas.

Juntos, con Daniel, después nos ocupamos de limpiarlo perfectamente para que no le quede ni una gota suelta.

Nos felicitó a ambos, se subió los pantalones, y nos dijo que lo disculpáramos pero que tenía que volver a la casa, porque lo estaban esperando.

Y se marchó. Daniel me miró sonriente y llevó su mano a su pija sobre su pantalón, mientras me preguntaba «¿tenés otro preservativo, Gato?» Busqué en mi bolsillo y no había ninguno, pero al revisar mi billetera encontré otro, lo tomé entre mis dedos y sonriendo se lo mostré. «Bien – dijo- quiero que ahora te lo pongas vos».

Y se agachó bajando mi cremallera y sacando mi pija dura al aire libre para llevársela a la boca una vez más.