Candi, mi profesora
Me llamo Paco, ya no cumpliré los cuarenta, la historia que voy a contaron pasó en realidad y la aunque la protagonista fue ella, no creo que la lea jamás, siempre la he recordado con afecto y cariño, pues ha sido la mujer que más me ha enseñado, más me ha dado y jamás pidió nada, dio sincera y desinteresadamente. ¿Todavía existen mujeres así?
Esto sucedió en una capital Extremeña.
Candi, no era guapa, ni fea, pero tenía un encanto muy especial aparte de un cuerpo precioso y unos grandes ojos marrones y tristes.
Pero aunque su cuerpo era muy bonito pues tenía una preciosa piel suave, unos pechos pequeños y preciosos coronados por un pezón cincelado como si de una escultura se tratase, sus nalgas eran dos globos duros y redondos y preciosos y sus dos pozos de amor eran toda su vida, su fuerza, su fuego interno, todo su ser.
¿Cómo la conocí? Concretamente no lo recuerdo, hace tanto tiempo, puede que unos 22 años. Creo que me la presentó uno de mis hermanos pero no se como la había conocido.
¿Cómo empezó? No lo se, no creo que ni ella lo recuerde. Suponiendo que se acuerde.
¿Cómo acabó? Tampoco lo se, simplemente desapareció.
Su nombre si me acuerdo, como olvidarlo, Candi.
Candi, sin apellidos, simplemente Candi.
Yo por entonces daba clases particulares de matemáticas y física y química a alumnos y alumnas de diversos niveles hasta COU.
La verdad me llevaba fantásticamente con ellos y más que profesor-alumno éramos como compañeros de distintas edades.
Ella no era alumna, aunque venía a que le explicara las dudas que tenía, estaba sacándose el Graduado Escolar.
Se había puesto a trabajar desde muy joven y su familia creo recordar vivía en un pueblecito, la verdad es que poco me contó de ellos, aunque pensando tampoco supe casi nada de ella. Una cosa que si me contó fue que tenía el novio en la Mili.
El comienzo ya he dicho que es difícil de concretar pero lo que si recuerdo es que fue mi profesora particular.
Un día vino a mi casa y como no estaba mi hermano se quedo en mi habitación oyendo música, cosa que creo le encantaba. Yo cuando acabé las clases del día le propuse tomar algo, cosa que accedió en el acto. Posteriormente me ofrecí a ayudarla en sus estudios para que pudiera sacar buenas notas.
Accedió y no se como empezó pero lo siguiente que recuerdo es acariciar su tersa piel y besar sus jugosos y carnosos labios, ella respondía con un ardor nunca antes conocido, no sabía como actuar, nunca he sido muy parado con las mujeres, pero que ella tomara la iniciativa era nuevo para mí.
Ese día poco más pasó, solamente nos acariciamos y nos besamos como si el mundo se acabara en cinco minutos.
Después de este fugaz encuentro no podía olvidarla pero no sabía como localizarla, pasaron los días y casi me había olvidado del hecho cuando sonó el timbre de casa y la vi aparecer con una cálida y traviesa sonrisa, nos saludamos y me comento que necesitaba que le explicara unas dudas, cosa que hicimos cuando acabé las clases del día.
Ella me esperaba estudiando en mi habitación con música suave de fondo, no fumamos un cigarrillo y me preguntó una serie de dudas que le habían surgido, cuando quedaron suficientemente aclaradas y me iba a levantar, me besó y empezó a acariciar, mi excitación creció por momentos y mis manos volaron a sus piernas bajando sus pantis para acariciarlas mejor, no sabía que atender lo primero, todo para mí era en esos momentos maravilloso y desconocido, como sería ese cuerpo que tan bonito se dibujaba bajo su ropa, le saqué el jersey y el sujetador y ante mí aparecieron los pechos más bonitos que había visto hasta ese momento, pequeñitos y con el pezón duro y excitado pidiendo atención, cosa que no tarde en atender pues mi boca y mi lengua se hicieron dueño del él mientras mi otra mano acariciaba el otro pecho, ella no permaneció inactiva y me acariciaba por encima del pantalón para desabrochar la cremallera de los vaqueros y buscar mi palpitante erección, su mano entró en contacto por primera vez con ella y pronto se hicieron amigas, mi pene la saludo con un estremecimiento y unas gotitas de líquido apareció en la punta del glande a modo de saludo.
La excitación iba en aumento todo era perfecto, ¡llamaron a la puerta!, nos esperaban para ir a tomar una cerveza, pero, ¿cómo quedarnos así?, ella tomó una rápida decisión, me pidió que me pusiera de pie, acercando su boca y sacando su lengua me recorrió el pene de arriba hacia abajo, acariciando con ella la punta del capullo que pedía a gritos atención, por fin su boca acabó tragándoselo todo hasta que los pelos del pubis le acariciaron las mejillas, con la mano acariciaba mis huevos y masajeaba suavemente, después de unos minutos de continuo entrar y salir y de caricias con la lengua y los labios ya no podía más y se lo dije, ella por contestación aceleró el ritmo y absorbió con más pasión hasta que no pude más y me derramé en su boca, ella siguió hasta que toda quedó limpia y a modo de gracias me dio un acalorado beso al que respondí con más entusiasmo todavía pues el placer y las gracias las tenía que dar yo.
Pasaron los días y no volví a verla, pensé que tal vez lo hubiera soñado, y una noche al volver a casa la encontré apoyada en la barandilla de casa esperándome.
-¿Cómo tu por aquí?
– Esta noche, si no te importa, quiero quedarme contigo.
– Solo atine a contestar: encantado. (Y de verdad era una idea magnífica).
Mi excitación no tardo en notarse.
-¿Quieres tomar algo? Le pregunte.
-La verdad es que estoy cansada y solamente me apetece «descansar».
Nos desnudamos y nos acostamos. Se abrazó tiernamente junto a mí y me acariciaba, yo respondía con la misma pasión que ella, suave y tiernamente, necesitaba cariño, no lo pedía pero sus ojos lo delataban, necesitaba relajarse y notarse parte de algo, parte de alguien, y ese algo y alguien era yo.
Así estuvimos una hora o más simplemente oyendo música y recorriendo nuestras pieles con las manos y los labios, era maravilloso.
Pero, poco a poco, nos fuimos excitando y de los besos y las caricias pasamos a profundizar en nuestras sensibilidades, cada vez iba más lanzado, mi erección era cada vez mayor y cuando me disponía a penetrarla, me comentó que tenía el periodo, bueno era todo tan bonito que era un simple matiz, existen más formas de darse placer.
Si quieres puedes hacérmelo por detrás, así me lo hace mi novio en estos casos, sin pensármelo dos veces me ofreció su precioso trasero, tenía un precioso anillo marrón suave y caliente que se abría y cerraba pidiendo atenciones, primero con el dedo lo acaricie introduciéndolo suavemente para dilatárselo, posteriormente mi lengua recorrió todo esa magnifica geografía en la que los profundos barrancos se alternaban con suaves colinas redondeadas, después de excitarnos y lubricar bien la zona apoyando la cabeza del pene, comencé a introducirla poco a poco, la sensación era indescriptible, hay que sentirlo para poderlo apreciar, parecía que quería absorberla toda, y después de unos minutos estaba toda dentro, entrando y saliendo de su ano ardiente y suave, bombeando durante varios minutos la sensación no podía ser mejor, ella a su vez vibraba y se acariciaba el clítoris suavemente a la vez que me pedía que fuera más deprisa.
-Más rápido que estoy llegando.
-Más, más, hasta que no pudo más y llegó con un fuerte espasmo de su cuerpo que se convulsionó de pies a cabeza.
Yo después de eso me había excitado demasiado y después de entrar y salir un par de veces más me vacié dentro de ella con un fuerte empujón intentando llegar lo más profundo posible a modo de agradecimiento.
Quedamos unidos durante unos minutos recreándonos de nuestro íntimo contacto.
Había sido perfecto. Nos acariciamos y nos dispusimos a dormir.
Unas horas después nos amaneció abrazados, nuestras calientes pieles se acariciaban y poco a poco nos volvimos a excitar, destapándola contemple una vez más su precioso cuerpo, ella sonreía pícaramente, mis dedos y mis labios volvieron a entrar en acción y la recorrieron entera, baje por los pechos acariciando los pezones cada vez más erectos y palpitantes bajé por sus costillas y vientre hasta su ombligo. Su respiración era cada vez más intensa, sabía que quedaba poco para llegar a…
– Una suave mata de pelo negro me saludo y abriendo sus piernas me ofreció su más preciado tesoro. Parecía una flor esperando ser libada, era preciosa y si atractivo era su color, su forma y su textura, más lo era su nódulo palpitante rojo intenso que sobresaliendo me animaba a saludarlo. Después de acariciarla mis labios se posaron en esa flor, con la lengua fui subiendo y bajando, rodeando, succionado, descubriendo y saboreando su ser. Ella no podía más y elevando su pelvis se dejó ir entre fuertes convulsiones y espasmos. En sus labios se dibujaba una magnífica sonrisa de niña pícara. Después de dejarla saborear su éxtasis mi lengua volvió a la carga y salivando su anillo e introduciendo primero uno y después otro dedo, lo dejaba ir y venir en su suave cavidad, esto la excito una vez más y elevando otra vez sus caderas me invitó a volver a acariciar su feminidad, su flor se abría para mí y su pepita me pedía atención, cosa que sin más dilación hice y una vez más me centré en darle lo que me pedía chupando, mordiendo y absorbiendo su centro del placer y coordinando los dedos con los labios entrando y saliendo los dedos y succionando llegó al éxtasis con una fuerte sacudida relajando todo su cuerpo.
Yo, por mi parte me encontraba con una tremenda erección de la que una vez repuesta se hizo cargo y acercando sus labios empezó a recorrer todo el pene lamiéndolo y acariciándolo con su mano, chupándolo como su de un caramelo se tratarse girando y absorbiendo la punta hasta que no pude más y me vacié en ella cosa que agradeció tragándoselo todo y limpiándolo hasta que lo dejó limpio y reluciente.
Nos abrazamos y nos volvimos a dormir otro rato.
Al despertarnos ya entrada la mañana volvimos a excitarnos y después de comer de su pozo de amor y de amarla analmente nos quedamos satisfechos, nos vestimos y fuimos a desayunar.
Pasaron algunos meses en los que ella iba y venía cuando necesitaba cariño.
Un buen día desapareció, no si volvió su novio de la mili o que vio que alguien me rondaba, el caso es que no volví a verla, pero nunca la he olvidado, fue mi maestra y la estaré eternamente agradecida, tal vez si hubiéramos tenido más tiempo me habría enseñado mucho más pero eso nunca lo sabremos. Sólo me quedo decirle: Candi ¡Gracias! ¡Nunca te olvide!
Si el destino hace que leas un día este relato y lo recuerdas, veras que me quedó marcado tu desinterés y que hoy aun pienso, después de tantos años, ¿Existirán mujeres todavía tan desinteresadas, afectivas y cariñosas? Yo desde luego no las he vuelto a encontrar.