Capítulo 1

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El inicio del juego

Con mi mujer, siempre me he sentido en plena confianza de contarle todas mis locuras y fantasías.

Una de ellas, ha sido compartirla con otro hombre.

Desde que le conté mi fantasía, algo cambió en ella. No fue rechazo. Para nada. Era más bien una mezcla rara: sorpresa con un toque de curiosidad… como si no estuviera dando cabida a mis palabras y si, realmente, las decía en serio.

Le dije, con voz un poco temblorosa, que me excitaba imaginarla con otro hombre. Y vi cómo algo se le encendía adentro. Como si mis palabras hubieran rozado un rincón suyo que estaba dormido.

No sabía si se reiría, si se enfadaría o qué. Tal vez, producto del placer del momento y el asombro, dijo no, pero un no sin fuerza ni convicción y eso —más que miedo— sonaba a posibilidades. Con los días, cada vez que retomábamos el tema, el deseo parecía crecer entre nosotros como brasas que se avivan con apenas un soplo. Le contaba cómo me la imaginaba, cómo la vería entregarse a otro, y mi voz se volvía más áspera, más cargada… Y su piel reaccionaba. Literal. Como si mis palabras fueran dedos.

Una noche como tantas, en pleno momento de placer, escuché palabras que sonaron mágicas y casi increíbles, Vale dijo un tímido sí y yo, que no daba crédito a lo q oía, volví a preguntar, ella, está vez con más firmeza dijo «Si, quiero hacer el trío»

Al otro día, sin perder el tiempo, me puse en campaña, en busca del candidato, habíamos llegado al acuerdo que yo le propondría hombres pero que ella sería exclusivamente quien decidiría.

Abrimos una cuenta en una pagina de encuentros. Así, sin demasiado plan. Solo con ese cosquilleo en el pecho. Vale miraba la pantalla con una mezcla de recelo y picardía. Pero no lograbamos encontrar alguno que la convenciera.

Después de varios días y entre tantos, apareció un Adonis, un tipo fachero, musculoso y de buena pinta. Todo lo cualquier mujer, desearía en un hombre.

En mi cabeza sabía que el, era quien podía hacerla decir que sí.

Quería ver su cara al ver las fotos y estar en su mente en el preciso momento que se imaginara con semejante espécimen, pero no aguante las ganas y se lo envíe por Whatsapp.

La respuesta no se hizo esperar, tal como suponía, la había cautivado y su única respuesta fue «por favor!! Que hombre» seguido de un emoji babeando.

La tarde paso lenta y nos mensajeamos hablando del tema, lo que hacía q mi cabeza volará, tanto así q varias veces en la tarde, tuve que esconder la erección. Se la notaba ardiente, deseosa pero a su vez poniendo paños fríos.

Al llegar a casa la charla se hizo impostergable, en cuanto pude toque el tema y la mire a los ojos.

Y yo… yo la miraba a ella, como si estuviera viendo el despertar de algo hermoso y salvaje.

Creamos un grupo en WhatsApp. Ella, yo… y el otro.

La primera vez que llegó una notificación, le temblaron los dedos. Lo juro. Él le mandó un mensaje directo, cargado de deseo. Vale lo leyó, sonrió con nervios, y respondia tímidamente, casi sin saber que hacer.

Los días pasaban, los mensajes y las charlas iban subiendo de tono, hasta que el pidió fotos y como si se tratara de un canje, el ofreció las suyas, que envío sin preguntar., sabiendo que serían de pleno gusto de Vale.

Me miró nerviosa pero el brillo de sus ojos la delataba, había caído rendida. Me pregunto «que hago?» Cómo pidiendo permiso y su sonrisa se dibujo ante mi respuesta -Lo que quieras amor». Decidimos subir la apuesta y después de varias una foto en tanga fue la elegida. Así, sin aviso. Yo la había visto miles de veces con menos ropa que esa, pero casi me atraganto de la emoción. La vi ahí, compartiéndose, y sentí un calor que me subía por la espalda como un escalofrío invertido.

Las charlas se hicieron cada vez más intensas, más cargadas de sensualidad y pasaron a ser más sexuales, más de puro deseo y cosas que hariamos.

Un tarde, sin precio aviso, llegó un video. Era ella, bailando sensualmente y con su cara tapada, aún no se anima a mostrarse, pero su única vestimenta era a una tanga negra de encaje y una túnica a la cintura. Sus caderas moviéndose con una sensualidad que jamás le había conocido, con un final explosivo, desprendiendo los botones uno a uno y dejando ver su encantadores pechos.

El resto de la tarde fue un subidón de adrenalina, quería llegar a casa, arrancarle la ropa y poseerla, está vez no quería hacerle el amor, quería sexo puro con la diosa q había visto bailar en la pantalla del celular. Y así fue, la noche se hizo esperar, pero había complicidad en nuestras miradas.

Llegó el ansiado momento y tras cerrar la puerta del dormitorio, me abalance sobre ella, la besé con tanto deseo que sentía que no podría detenerme, baje por su cuello , le quite la remera y me fue directo a sus pechos, nunca habían tenido un sabor tan exquisito.

Mis manos tenían vida propia y recorrían las nalgas mientras yo me apretaba con ella, quería que sintiera mi erección. Y ahí fue cuando perdí el control de mi mano derecha, que se fue directo a su entrepierna, que ya estaba húmeda y brillando de deseo. No dijimos nada. No hacía falta. Solo me acerqué, la tomé de la cintura y la lleve a la cama.

La tomé como si en ese momento quisiera devorarla… y así fue.

Su respiración agitada… era como un río contenido al que finalmente le habían abierto las compuertas.

Y yo, feliz, había sido la llave de esa presa.

Continúa….