Capítulo 2

Capítulos de la serie:

Desperté con la boca seca, la piel pegajosa y una mano que no era mía acariciándome el muslo. Clara seguía allí, tumbada a mi lado, con su polla descansando flácida entre sus piernas, pero con la misma sonrisa descarada que la noche anterior.

—Buenos días, zorrita —murmuró, sin abrir del todo los ojos.

—¿Sigues aquí? —pregunté, con la voz ronca.

—Claro. Me quedé dormida dentro de ti. ¿No te acuerdas?

Me sonrojé, pero sonreí. En realidad, sí me acordaba. Habíamos vuelto a follar en mitad de la noche, medio dormidas, con la piel pegajosa, sin decir una palabra. Solo gemidos, jadeos, y un polvo lento, casi tierno, que terminó con su corrida caliente escurriendo por mi coño.

Clara se levantó y saliendo de la habitación sin nada de ropa me dijo:

— Voy a por un café a ver si me espabilo un poco, ¿quieres otro?

— Sí, por favor, no soy persona hasta que desayuno. Me levanté al baño. Me dolía todo: el cuello, las piernas, el coño. Estaba hinchada, húmeda, sucia… y feliz. Al mirarme al espejo, vi marcas de sus dientes en mi cuello y ojeras profundas, pero también una sonrisa estúpida.

Cuando volví al salón, Clara estaba sentada desnuda en el borde del sofá, fumando un porro que no sabía de dónde había sacado.

—Tienes un coño adictivo —dijo, echando el humo hacia el techo—. Deberías advertirlo.

—Tú tampoco estás mal —contesté, cogiendo el porro de sus dedos y dándole una calada.

Nos quedamos un rato en silencio, compartiendo humo, mirándonos con descaro. Clara, se levantó y se acercó a mí. La polla ya le estaba creciendo otra vez, sin que apenas la tocara. Me la apoyó en el pecho, dura, pesada, vibrante.

—¿Te vas a vestir o prefieres que te folle ahí la mesa del comedor?

—¿No te cansas nunca?

—¿Tú sí?

No respondí. Me giró de espaldas, me inclinó sobre la mesa y me dio una cachetada en el culo. Un golpe seco, que me hizo gemir. Luego otro. Y otro. Me estaba marcando, abriendo camino para lo que venía.

Sin previo aviso, se agachó, me separó las nalgas y volvió a chuparme. Esta vez con más ansia. Sentí su lengua en mi agujero, húmeda, insistente. Me estaba comiendo el culo como si lo hubiera echado de menos.

—No sabía que te gustaba eso —jadeé.

—Me encanta. Y a ti también. Mira cómo te mojas.

Y tenía razón. Estaba chorreando. Se me escapaba el líquido por los muslos. No sabía si era de la lengua, de la noche anterior o del simple morbo de que me estuviera follando la ex de mi novia en la mesa del comedor.

Clara se levantó, me escupió en el agujero y colocó su polla justo en la entrada. No me dio tiempo a pensar. Empujó. Sentí cómo me abría, cómo me invadía el culo centímetro a centímetro.

—Relájate, zorrita. Lo estás pidiendo a gritos.

Me agarré al borde de la mesa con fuerza. El dolor era intenso, pero también delicioso. Cuando estuvo entera dentro, se quedó quieta, dejándome sentirla. Me llenaba completamente. Luego empezó a moverse, despacio.

Era la primera vez que alguien me follaba así, con tanta calma y tanta fuerza a la vez. Cada embestida me hacía gemir más alto. Me dolía y me encantaba. La mezcla era adictiva.

—Mira cómo te entra… —dijo, mientras me cogía de las caderas—. Este culo es mío ahora.

Quería protestar, pero no podía. Solo gemía, me arqueaba, y le ofrecía más. Me sentía completamente suya, una puta entregada a su polla. Cuando notó que me estaba corriendo, aceleró el ritmo. Me corrí gritando, apretando los dientes, con la mesa crujiendo bajo mis manos.

Ella salió de mí y se corrió sobre mi espalda, jadeando, dejando caer sus chorros calientes por toda mi piel. Me quedé inclinada, respirando como una bestia, con las piernas temblando.

—¿Te vas a enamorar de mí? —preguntó en tono burlón, mientras se limpiaba.

—De ti no, sólo de tu polla.

Nos reímos las dos. Era una locura. Una locura deliciosa.

Un rato después, vestidas a medias, desayunábamos café frío y tostadas quemadas. Yo todavía no podía sentarme bien. Clara estaba feliz, como si acabara de ganar una apuesta.

—¿Qué vas a hacer cuando tu novia vuelva? —preguntó, sin rodeos.

—Lo de siempre. Fingir que no ha pasado nada.

—¿Y si se entera?

—¿Se lo vas a decir tú?.

Clara sonrió. Esa sonrisa suya que mezcla ternura con perversión.

—Me gustas. De verdad. No solo para follar. Me pareces lista, divertida… caliente.

—¿Y qué? ¿Vas a robarle la novia a tu ex?

—Si ella no sabe cuidarte, alguien tendrá que hacerlo.

No supe qué decir. La conversación se volvió incómoda. Me levanté a recoger los platos, pero Clara se acercó por detrás y me abrazó por la cintura.

—No quiero presionarte, zorrita. Solo quiero seguir follándote. Lo otro… vendrá si tiene que venir.

Le cogí la mano, pero no respondí. Me estaba follando a la ex de mi novia, sí, pero no quería enamorarme. Solo quería placer. O eso pensaba.

Pasaron los días. Clara volvió un par de veces más. Siempre de forma inesperada. A veces solo para verme, otras para follarme como si no hubiera un mañana.

Una tarde, mientras me lamía el coño en el suelo del baño, sonó el móvil. Era mi novia. Clara me miró con la lengua dentro de mí y susurró:

—Contesta. A ver si puedes hablar mientras me corro dentro de ti.

Obedecí. Fue humillante y excitante. Mi voz temblaba, trataba de sonar normal mientras Clara me follaba lenta, profunda, mirándome a los ojos. Cuando colgué, me la metió hasta el fondo y se corrió.

—Qué guarra eres —me dijo entre jadeos—. Me encanta.

Yo solo gemí. Me estaba volviendo adicta a ella.

Una noche, Clara apareció con una sorpresa.

—He traído un juguete —anunció, con esa mirada suya que nunca augura nada casto.

Sacó un arnés con un dildo doble. Uno largo, grueso y brillante, el otro más corto, aunque la diferencia de tamaño era mínima.

—Quiero que me folles tú hoy —dijo, mientras me ayudaba a colocármelo.

Me quedé sin palabras. Jamás había penetrado a nadie.

Terminé de colocarme el arnés, el dildo pequeño iba en el lado interior, es decir, que ya lo tenía metido en mi coño. Y el dildo grande se quedó apuntando hacia Clara, que esperaba ansiosa que se lo metiese.

—Vamos, zorrita. Hazme tuya. -dijo mientras se colocaba a cuatro patas ofreciéndome su hermoso trasero.

Me coloqué detrás de ella con nervios. Alineé el dildo con su culo y lo metí despacio. Clara cerró los ojos y gimió. Yo empecé a moverme, torpemente al principio, luego con más ritmo. Ella empezó a tocarse su polla y a pedirme más.

—Así… sí… jódeme como si fuera tuya…

Estaba empapada. Verla gemir por mí, temblar por mi culpa, me ponía a mil. Me sentí poderosa, dominante, su dueña. Aceleré el ritmo, la azoté suavemente, le metí dos dedos en la boca mientras la follaba.

Cuando se corrió, gritó mi nombre. Con el cuerpo temblando se giró y me abrazó.

—Eres adictiva —repitió.

Y esta vez fui yo quien le acarició el pelo y le susurró:

—Y tú mi peor decisión.

Una semana después, estando con mi novia fingí, como si nada hubiera pasado. Pero no podía dejar de pensar en Clara. En sus manos. En su polla. En cómo me follaba sin pedir permiso.

Esa noche, cuando me duché, me toqué pensando en ella. En su lengua. En su risa. En su polla caliente llenándome el culo.

Y mientras me corría, jadeando bajito para que mi novia no me oyera, supe que estaba jodida.

Muy jodida.

Porque no era solo sexo.

Era vicio.

Y quería más.

🔞 ¿Te ha puesto a mil esta entrevista? 🔥

Entonces no puedes perderte mi eBook “Sorpresas por detrás”, ya disponible en Amazon. Gratis hasta el 21/07/2025

💦 6 relatos explícitos, directos y muy calientes, protagonizados por chicas trans como yo.

👉 Búscalo en Amazon escribiendo:

“Sorpresas por detrás – Ana Trasera”

📚 Enlace directo: https://www.amazon.es/dp/B0FHW8DM4W

Si quieres pajearte con nuevas historias, solo tienes que dejarme una reseña en Amazon después de leer mi ebook y seguirme en redes.

Y te enviaré gratis un PDF con nuevos relatos inéditos.

Sígueme en redes para más relatos, teasers y confesiones:

📸 Instagram: @Ana.Trasera

🐦 Twitter/X: @AnaTraseraXXX