El nombre de este relato no tiene nada que ver con la presencia del albo manto níveo que en otras latitudes más frías que la de mi localidad se presenta, sino que como verán es otro tipo de blancura más, acogedora y sobre todo más nutritiva.
La fecha: 24 de diciembre; el lugar: Mi departamento.
La compañía: otras tres amigas travestis; el motivo: ¡Claro! La Navidad. Una reunión que prometía ser muy tranquila, pues mis amigas y yo, sin estar deprimidas, si nos sentíamos nostálgicas, pues al estar sin familia y en mi caso, sin mi novio, pues nos hacía sentir un poco de tristeza.
En fin, de una forma u otra nos fuimos animando y empezamos a hacernos bromas, casi todas referentes a nuestra condición de travestidos.
Maquillándonos, intercambiando vestidos, probándonos zapatos, etc., se fue animando la fiestecilla, además de uno que otro traguito de licor que nos desinhibió más de lo que ya lo somos, sin querer rozábamos nuestros cuerpos y, aunque yo no soy interactiva, pues sí me excité.
Mis otras amigas: Lucy, una chica de veintidós años, muy alegre y alta, con un cuerpazo que dan ganas de morderlo; Celia, de casi treinta años y una experiencia en el sexo increíble, no muy alta, pero con cuerpo de diosa que incita al amor; y Coco, una niña de 19 años que apenas se va iniciando en estos avatares del travestismo.
Eso sí, todas ellas con unos atributos masculinos, me di cuenta poco después, nada despreciables. Y, por si fuera poco, las tres interactivas.
Les aseguro amigos míos, que lo último que pasaba por mi mente en esos momentos era la idea de tener sexo, pues como les comentaba, estaba nostálgica por mi novio, que había ido a pasar las Navidades en su Ciudad natal, y Miguel (mi novio de repuesto) estaba con su familia, así que yo realmente estaba tranquila en cuanto a mi actividad hormonal, hasta ese momento.
Al calor de los comentarios picantes, de los manoseos que iban aumentando de tono y de las copitas ingeridas, en un momento dado, Celia se levantó la falda y nos mostró orgullosa su instrumento viril, algo que asustó tremendamente a Coco, que como les dije es la más joven e inexperta del grupo; pues vaya que el tamaño de esa herramienta si es para pensarlo dos veces antes de usarla. La que definitivamente se lanzó como si de un caramelo se tratara fue Lucy, que tomándola con las dos manos se puso a chuparla como si quisiera acabársela.
Coco sorprendida volteó a verme con cara de asombro a la vez que me preguntaba que si ese tamaño de pene era algo fuera de lo común.
Desde luego, le tuve que decir que ese ni de lejos, se acercaba a algunos que yo conocía muy íntimamente; cosa que a ella se le hizo difícil de creer, pues su inexperiencia no le había permitido conocer ejemplares más grandes.
Yo, como la más madura del grupo, me mantenía si no fría, sí tranquila, pues la verdad que no había pasado por mi mente la posibilidad de una sesión erótica.
Mientras tanto Celia y Lucy continuaban con su escena de felación y yo notaba a Coco más y más inquieta, pues realmente el cuerpo de Lucy se veía fantástico en la posición que había asumido, esto es, de rodillas entre las piernas de Celia, su majestuosa grupa oscilaba de una forma espectacular, cosa a lo que contribuía el vestido que llevaba: un minivestido de seda negro que apenas le cubría sus preciosas nalgas que se resaltaban en esa posición.
Celia manifestaba su excitación con gemidos y suspiros de lo más sensual, y se notaba que se acercaba al clímax.
Dándose cuenta Lucy que estaba por provocarle a Celia un orgasmo, detuvo su tremenda mamada, y le pidió a Coco que le hiciera a ella el mismo tipo de trabajo que había visto, pues su verga pedía a gritos una satisfacción.
De principio Coco se negaba a hacerlo, pues estaba algo impresionada y cohibida, pero a insistencia de todas nosotras se animó a hacerlo y tomando la misma posición entre las piernas de Lucy, chupó tímida y cautelosamente la verga que se le presentó; la que de ninguna manera era despreciable.
No se daba cuenta que Celia perversamente se le acercaba por detrás blandiendo su gran miembro a la vez que se colocaba un condón.
Para esto, Coco vestía una minifalda color rojo que en esa posición dejaba al descubierto sus preciosas y tiernas nalgas, las que no cubría la tanga hilo dental que traía.
Además, se había colocado unas medias altas también rojas, que la hacían lucir muy erótica. Como les decía, Celia se había colocado el condón y lo había lubricado generosamente, y ahora estaba arrodillada tras de Coco que aún no se había dado cuenta de las intenciones de la linda Celia.
Ya más excitada, Coco le estaba dando una magnífica mamada a Lucy, que se retorcía de placer, a la vez que tomando a Coco de la cabeza, la hacía que se introdujera más profundamente su pene en la boca.
En un momento dado, Celia hizo a un lado el delgado hilo de la tanga de Coco y colocó en posición su verga; ocasionando que Coquito se sobresaltara y separándose de Lucy volteó a ver de quien se trataba.
Intentó levantarse al darse cuenta que estaba a punto de ser penetrada por Celia, pero esta la detuvo de las caderas y al mismo tiempo le decía que se relajara, que se estuviera tranquila, pues necesitaba experimentar las sensaciones de ser una mujer.
Coco, estimulada por la mamada que le había dado a Lucy, se sometió a los requerimientos de Celia, pero me pidió que la ayudara a soportar la introducción.
Acercándome, la bese tiernamente y le dije que estuviera tranquila, que no le iba a doler, que yo cuidaría que la penetración fuera placentera. Aceptándolo, la hice que se inclinara un poco más hasta que su cabeza casi tocara el piso.
Le pedí a Celia que fuera cuidadosa y tomando su verga con una mano, la encaminé al precioso ojete que la esperaba.
Con la otra mano, separé un poco los glúteos de Coco y tomando el lubricante le apliqué un poco dentro de su ano y alrededor.
La verga de Celia realmente es un ejemplar como pocos y verdaderamente sentía que podría lastimar el diminuto culín que se proponía asaltar, así que con dos de mis dedos abrí un poco el reducto para prepararlo, una vez hecho esto, coloqué el glande de Celia en esa boquita e intenté la introducción.
Coco dio un grito que, si no supiera a que se debía, me habría asustado. Pero como yo lo he experimentado bastantes veces, lo que hice fue sacarlo y volver a empezar. En este segundo intento, pude meter todo el glande, no sin grandes lamentos de Coco.
Como yo estaba controlando la introducción, dejé un momento en esa fase todo, con el fin de que se acostumbrara el esfínter al grosor de ese instrumento.
El llanto de Coco era desgarrador, pero como ya estaba iniciada la penetración, sabía que dentro de poco ese llanto se iba a convertir en gemidos de placer. Un poco más. Mas llanto. Otro poquito, ya menos llanto. Mas, ya no hay llanto.
Más, el primer gemido. Celia ya estaba casi incontrolable y quería dejarle ir de golpe toda su verga, pero no se lo permití, pues podría dañar el culito de Coco.
Ya solo faltaban de meter como seis de los veintidós centímetros de verga y le pregunté a Coco que cómo se sentía, alcanzando a escuchar apenas: «Llena» entre suspiros y gemidos. Mi mano rodeando la verga de Celia no permitía que se la dejara ir toda, así que fui separando mis dedos y permitiendo la penetración paulatinamente. Los gemidos y suspiros aumentaban proporcionalmente a la profundidad de la inserción, hasta que llegó el final.
Separándome de ellas, le pedía Celia que se fuera calmada, pues no quería un incidente hospitalario. Se estuvieron un rato quietas y Celia, con toda su experiencia, se fue retirando poco a poco cosa que hizo que Coco sollozara y emitiera palabras ininteligibles.
Ya casi para sacarle la totalidad de la verga, se detuvo otra vez y, tomando a Coco de las caderas, se la impulsó de un solo golpe, haciendo que la pobre niña gritara con toda su alma, pero sin hacerle caso empezó el clásico movimiento de vaivén y Coquito le tomó el gusto rápidamente.
Viendo esta escena, Lucy se excitó bastante y aunque no me encontraba yo de vena, pues también me calenté, sobre todo por ver la forma en que Coco estaba ya gozando de la magnífica cogida. Lucy tenía en esos momentos su verga completamente erecta y se la estaba acariciando con la mano.
Volteándome a ver, me dijo que, si no quería aprovechar la oferta, cosa a la que no me hice del rogar, así que acercándome a ella empecé a besar su rico miembro. Ella estaba tendida completamente en un diván, así que me incliné sobre su vientre quedando en una posición bastante cómoda.
Como experta mamadora que soy, no solo provoco placer en mi pareja, si no que yo gozo de igual forma, obteniendo orgasmos de solo chupar un buen órgano, así que las dos, Lucy y yo estábamos disfrutando de lo lindo.
Cuál no sería mi agradable sorpresa cuando siento en mis nalgas, una suave caricia: Un beso. Beso que se fue extendiendo hasta llegar al mismísimo orificio centro de todos los placeres.
Beso al que siguió una sensación fresca, húmeda, serpenteante; en fin: una lengua que sabía lo que hacía, que sabía dar placer.
Esto hizo que detuviera la felación en Lucy, pues definitivamente me elevó a niveles placenteros increíbles.
Lucy, impaciente por haber detenido el trabajo oral, me tomó de la cabeza y me forzó a continuar con la mamada, cosa a la que me apliqué con mayor ímpetu.
En tanto, la lengua en mi trasero proseguía su trabajo y me acercaba rápidamente al orgasmo, pero he aquí que se detiene y me hace protestar, pero como estaba con la boca llena, no me entendió nadie.
Pero ¡oh sorpresa!, una nueva sensación se presenta: Algo grueso, duro, tibio, se acomoda entre mis nalgas. Hiende mi culo, asalta mi esfínter, origina un sobresalto en mi organismo.
Una gran verga se aloja entre mis intestinos. Su longitud y grosor me provocan agradables efectos. La aprieto con mis músculos entrenados para dar placer. Su roce se hace más y más agradable.
Sé que es Celia pues su tamaño es inconfundible. Sigo mamándole la verga a Lucy, pero se separa de mí y se mueve un poco hacia abajo.
Celia con su verga enfundada en mi culín, me hace que, gateando, me desplace hacia arriba, donde encuentro la verga de Coco, que, sin ser un ejemplar inmenso, es de un buen tamaño. La tomo entre mis labios y se la chupo. En tanto, en mis partes bajas, adivino que está ocurriendo: Sin desconectarse Celia me abre las piernas y permite que Lucy se coloque entre ellas; La verga de Celia se queda quieta y siento que alguien más toca a la puerta; ¡Me quieren coger entre las dos! Quiero protestar, pero la verga de Coco no me lo permite.
El pene de Lucy, algo más delgado que el de Celia, intenta penetrar por debajo de la verga de Celia. Me duele, pero sé que lo van a lograr con un poco de cooperación de mi parte.
Así que aflojo mis músculos y el glande de Lucy logra penetrar. Se me saltan las lágrimas, pero conociendo mi anatomía, pronto dejará de dolerme.
Así es, después de unos instantes en que las cuatro nos quedamos quietas; vuelve Lucy a la carga y logra penetrar totalmente ¡Tengo las dos vergas completamente metidas!, más la de Coco en la boca. Señores, puedo decirle una cosa: Estaba repleta. Y empezamos el movimiento. Celia y Lucy sincronizándose, me tenían constantemente el culo por lo menos con una verga dentro, y varias veces con las dos.
Coco, desatándose, me hacía de los cabellos y me penetraba por la boca hasta el tope, casi a meter sus testículos. Aquello era una verdadera orgía y yo era el principal personaje, el eje en que giraban todas las pasiones.
Estaba pletórica de sexo. Me sentía una reina a la que adoraban sus vasallos. En fin, una mujer que colma todos sus deseos.
Pero aquello no podía durar toda la noche. Era tal la excitación, la lujuria, que mis tres mujeres y yo nos vinimos en un orgasmo simultaneo, abundante, prolongado.
El sabor del semen de Coco era como un néctar, pues por su juventud estaba espeso, dulce y muy abundante.
Mis otras dos amigas se salieron de mi culito tumefacto y me vaciaron sus condones en mi pecho, embadurnándome de semen mis senos hasta el ombligo.
Nos abrazamos y nos quedamos dormidas a pasar esta BLANCA NAVIDAD. Bueno, la nieve me cubrió a mí. Una rica nieve lechosa, espesa y RIQUÍSIMA.