Yo me acerqué, abrí las nalgas de mi criada de par en par, para ayudarlo a mi esposo. Dejé caer saliva, en aquel ano deseoso.
Pero Laura tenía, a sus diecisiete años, una mano experta. Me ataron las manos a la espalda tras desnudarme, y mientras me comía el rabo de Gerardo, Laura me comía el coño, y tras provocar que estuviera lubricado, introdujo sus dedos. No pude evitarlo. Me follaba mientras me veía obligada a comerme el rabo de Gerardo.