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Sorprendido en la fábrica abandonada

De lo que no me había percatado, es que desde que había salido del puerto, un hombre me iba siguiendo, y por supuesto me vio entrar en la fábrica abandonada. El muy cabrón también había entrado sigilosamente a la fábrica, y espiaba lo que yo estaba haciendo. Cuando se dejó ver, yo me estaba metiendo un dedo en el culo, mientras con la otra mano me pellizcaba y estiraba los pezones. Al yo verlo allí, quedé petrificado; era lo que menos esperaba en aquellos momentos.