Capítulo 3
- Pegging, maravillosa experiencia I
- Pegging, maravillosa experiencia II
- Pegging, maravillosa experiencia III
Como ya comenté, practicando pegging buscábamos distintas posiciones.
El clásico perrito nos resultaba algo incómodo, mientras que la del misionero (estando yo de espaldas sometido por mi chica) nos brindaba el mayor placer.
Sin embargo continuamos investigando, y casualmente encontramos una posición que para mi resultó ser el placer máximo…
En una oportunidad habíamos terminado de coger, quedando mi chica llena de mi leche. Salí de ella, le separé las piernas, acerqué mi boca a su coño, y me dediqué a disfrutar del néctar que brotaba de su vagina. Lo hago de vez en cuando, y me encanta deleitarme de mi semen mezclado de sus jugos, y más aún cuando lo puedo beber directamente de su sexo.
Algunas veces, mientras me deleito, ella juega y se masturba con su «macho» (el consolador realista y que no tiene permitido entrar en mi culo), haciendo que me deleite no solo con su vagina, sino también con su «macho» lleno de nuestros jugos… Eso acompañado de las palabras sucias de mi chica (cosas como «dejá bien limpia la verga de mi macho» o «tragate toda la leche de mi macho» elevan la temperatura a niveles indescriptibles).
En aquella ocasión, luego de dejarle el coño limpio, tomó el arnés (lo tenía siempre al alcance de la mano), y se lo puso, quedando ella acostada de espaldas con una verga de silicona apuntando al techo.
– Quiero que me mames la verga – me dijo.
Primero la lamía, luego fuí metiéndola en mi boca. Mientras lo hacía nos mirábamos fijamente a los ojos. Su cara era pura lujuria.
-¡Cómo te gusta tragar verga, putita! – me dijo.
Me excito escucharle decirme «putita», ya que hasta ese momento siempre me decía que era su «putito»…
Después de un rato de estar mamándole la verga de silicona, me puse sobre ella, de manera que hicimos en 69.
Mi chica me lamía la verga y los testículos, y luego pasó a lamerme el ano. Unos instantes después con un dedo me acariciaba el ano, para luego meterlo en mi culo.
A continuación se untó dos dedos con gel anal y los introdujo en mi culo, que se empezaba a dilatar.
Cuando estaba dilatado me dijo:
-Quiero que me cabalgues como la puta que sos.
Me puse de rodillas sobre ella, viéndonos a la cara. Mi chica untó el pene de silicona con gel, y entonces empecé a bajar.
Al sentir la punta del pene tocar mi ano me detuve. Mi chica me tomó por la cintura.
-Vamos, putita – me dijo.
-Vas asentir lo rico que es tener mi verga dentro tuyo
Empecé a bajar muy lentamente. La punta del pene se abría camino en mi culo, el gel ayudaba muchísimo.
Mi pareja tenía sus manos en mi cintura, pero dejaba que yo dirija la situación.
El dolor no era intenso, con seguridad porque ya me había cogido anteriormente; además ya estaba acostumbrado al consolador que usábamos. Sin embargo bajaba muy lentamente.
Mi chica no apartaba la vista del pene, viendo como era tragado por mi culo. Sus ojos brillaban de lujuria.
El dolor lentamente se convertía en placer. De pronto sentí que ya no podía bajar más, estaba completamente sentado sobre mi chica.
Ella soltó mi cintura.
Me quedé quieto unos momentos, para acostumbrarme a lo que tenía dentro de mi cuerpo.
-Ahora empezá a cabalgar, putita – me dijo.
Me levanté un poco, lentamente, cuidando de que la verga no salga de mi culo; luego volví a bajar, lentamente. Y me dio placer…
Repetí el movimiento, y volvía asentir placer.
Luego lo repetí, cada vez un poco más rápido… y cada vez sintiendo más placer.
Al rato estaba, literalmente, cabalgando la verga de mi chica.
-¡Wow! No me imaginé que fueses tan puta – exclamó.
Al poco rato empecé a cansarme, así que me quedé quieto, sentado sobre mi pareja con su pene insertado en mi culo. Pero quería más.
Ella aprovechó la pausa para extraer su «macho», y lo acercó a mi cara, haciendo que entre en mi boca. Le di una breve mamada.
-Bien puta resultaste ser – me dijo.
Eso me calentó más, y quería más…
Me levanté de golpe, saliendo la verga de silicona de mi culo. Mi chica me miraba sin entender.
Dejé de estar de rodillas, para apoyar la planta de mis pies en la cama, quedando de cuclillas sobre mi pareja.
Ella entendió, untó más gel en el pene, y en esa posición me dejé caer, tragando literalmente la verga de silicona con mi culo.
El dolor había desaparecido completamente, y el placer era indescriptible.
Cabalgaba frenéticamente.
Mi verga no estaba del todo dura, y se sacudía de un lado a otro.
Pensé que ya no tenía fuerza, y me empezaron a invadir espasmos…
Bajé el ritmo hasta quedar quieto, con la verga ensartada.
Mi verga no estaba del todo dura, pero latía intensamente, hasta que sentí que estaba por explotar.
Empecé entonces a moverme lentamente, en pequeños círculos y subiendo y bajando apenas un poco.
Y de pronto de mi verga empezó a brotar leche… estaba blanda, ni mi chica ni yo la habíamos tocado. Y brotaba gran cantidad de leche.
Era increíble.
Mi chica estaba sorprendida, se le salían los ojos.
-¡¡Qué orgasmo!! – exclamó.
-¿Te gustó tu primer orgasmo?, ¿viste qué hermoso es ser una puta?
Con lo que me quedaba de fuerza me levanté, sintiendo un vacío en mu culo, y caí junto a mi pareja.
Hasta ese momento nunca había sentido tanto placer.
Por supuesto que repetimos esto muchas veces.
Algunas veces yo era el puto de mi chica, y ella me rompía el culo en la posición del misionero.
Otras veces yo era una puta, y me ensartaba el pene de mi chica en mi culo para cabalgar como una loca…
Sin embargo, nunca permitió que su «macho» me rompa el culo… pero si le encantaba hacérmelo mamar lleno de nuestros jugos.
La práctica del pegging nos permitió disfrutar muchísimo del sexo.
Podíamos imaginar un trío, ahorrándonos las complicaciones de buscar a otro hombre.
Podía explorar mis lados homosexuales (todos tenemos, les guste o no, un lado homosexual) sin necesidad de recurrir a otra persona fuera de la pareja, y con toda la confianza de mi chica.
Y no corríamos riesgo con respecto a las enfermedades de transmisión sexual.
Desde mi propia experiencia, esta práctica es muy recomendable en la pareja.
Si tienen la oportunidad de experimentarlo, háganlo; no se van a arrepentir…
¡Lo van a disfrutar mucho tanto el hombre como la mujer!