Mi nombre es Sabrina, tengo 20 años y desde hace uno mantengo relaciones sexuales con mi padrastro y mi madre, o mejor dicho follo con ellos, porque eso es lo que hacemos, follar como animales y la verdad es que nos encanta.
En primer lugar mi madre y yo nos metimos en la ducha donde mutuamente nos enjabonamos y sobamos, para terminar sin solución de continuidad, besándonos ardorosamente mientras nos metemos la una a la otra varios dedos en nuestras grutas ávidas de sexo.
Los chorros de cera se fueron acumulando en las nalgas, al espalda, el cuello e incluso los testículos de mi primo, haciendo que este gimotease de placer y dolor, hasta que justo antes de que la vela se consumiese, mi padrastro extrajo el consolador del ano de Kosuke y vertió en su interior una buena cantidad de cera que se deslizó por su recto como si de semen hirviente se tratase.
Además había unas cuantas habitaciones decoradas para ambientar mejor algunas fantasías sexuales, así teníamos un aula de un colegio de monjas, una celda y también una cámara de tortura medieval, además de una biblioteca provista de una increíble colección de novela eróticas y de revistas pornográficas y una sala solo para ver las películas porno.
Sonia obedeció y no ofreció resistencia. Se quedó de pie frente a su hermano mirando embelesada su enhiesto pene y el vibrador que le abría el culo. Yo me puse a su lado y la obligue a que se agachase frente a él sin que ella hiciese nada para evitarlo. Sonia seguía mirando aquella larga polla sin pestañear y podía ver como el deseo luchaba en su interior por aflorar.