Aquella mañana Tania subió a la azotea del edificio a tender la ropa y de paso se sentó a tomar el sol y leer una revista de modas que había encontrado cuando de repente una sombra se posó sobre ella, cuando Tania levantó la mirada vio a un hombre alto, parado justo detrás de ella, con la cara pálida, mirándola de fijo mientras se sobaba mecánicamente su "cosa" extraída del cierre del pantalón.
Tania comenzó a temblar de sólo escuchar todas las salvajadas que Romo el Pervertido le contaba a la indefensa jovencita. De pronto sintió como el desgraciado violador de menores le introducía los dedos por encima de las panties, quiso morderlo, quiso salir corriendo, pero en vez de eso se limitó a cerrar los ojos y así, mientras Bety la Fea vivía sus aventuras en la tele, Romo comenzó a bombear el hasta entonces virgen tesorito vaginal de Tania con sus dedos, clavándoselos mecánica y brutalmente en un violento meteysaca, sonriendo al tiempo que Tania sollozaba, de cuando en cuando Romo lamía las lágrimas que corrían por las mejillas de la niña, disfrutando de ellas como si fueran gotitas de miel.