Su verga esta totalmente untada de los flujos de mi último orgasmo. Camino con una pierna de cada lado de la banqueta hasta quedar justo sobre ella. Lo miro a los ojos, le regalo una sonrisa de triunfo, ahora voy a comer lo que más quiero.
Cuando siento de nuevo la mitad del glande adentro pego, de golpe, un empujón hacia atrás y un dolor desgarrador me deja inmóvil. Tardo unos segundos en recuperarme del dolor y de mil luces de colores que inundaron mi cerebro fugazmente. Siento que la cabeza esta toda adentro. No se si palpitan mis músculos del ano o la verga que acaba de llevarse mi última virginidad... pero siento como algo pulsa dentro mío.
Muy despaciosamente y mirando con mucha atención, acercó como en cámara lenta, su mano a mi sexo... con la yema de su dedo tocó delicadamente mi abultado clítoris... una centella eléctrica corrió por mi espalda haciéndome cerrar de golpe mis piernas, como una tenaza, apretando su mano en mi sexo.
Sentada de nuevo en el sillón puedo ver como Caro, después de unos veinte minutos de tener a Marcos dentro suyo, en silencio y quietud, va separando su pubis para ir sacando el gigante de dentro suyo. Hay tanto semen y flujos cubriendo el sexo que ya no se ven rastros de la sangre de la desfloración.
La fricción de semejante pedazo en las paredes de mi vagina... forzada por mis rotaciones para apurar la penetración... queman por dentro la suave piel de mi sexo como el chorro de un lanzallamas.
Un nudo en la boca del estómago parece borrar de mi mente toda referencia a lo que ocurrió anoche. Mi conciencia, tan maltrecha como mi cuerpo, masculla en voz baja que quizás en mis entrañas se esta desarrollando ya, el problema mas grande de mi vida.