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Lolly

Lolly

No te logro olvidar, querida Lolly… aunque tú ni te lo imagines.

Recuerdo el día que nos conocimos.

Tú sentada enfrente mío, con esos ojos vivos y luminosos.

Con esa piel clara, ese cabello que siempre teñías de mil colores, las manos pequeñas, la blusa escotada…

Casi no usas escotes, me imagino que te da cierto pudor el mostrar tus voluminosos senos, pero ese día los mostrabas y el animal irracional que todo hombre lleva dentro se despertó dentro mío.

Recuerdo los días que nos veíamos.

Tú hablando de mil y una cosas, como si yo fuera tu confidente o tu confesor.

Yo buscando cualquier excusa para rozar tus mejillas, tomar tus brazos, acariciarte por los hombros o la cintura, como un pervertido si quieres, pero sin intención de hacerte daño, sólo sentirte cerca.

Recuerdo que de repente había algún abrazo, el cual yo deseaba se prolongara horas.

El aroma de tu cabello, la suavidad de tu cintura y tus pechos en contacto con mi tórax, sólo separados por la ropa. Era suficiente para dormir tranquilo.

Recuerdo que bailas. Bailas sencillo, pero con gracia. Bailas sobria, pero sensual.

Bailas dentro de ti, haciendo lucir el vestido más no para exhibirte.

Y yo te miro bailar y pienso que me atraes más que las otras mocosas que solo sacuden las nalgas para embrutecer machos.

Al momento en que recuerdo, tengo mi miembro en las manos.

Desearía que estuviera en tus manos, o en tu boca, o entre tus tetas, o bien insertado en tu coño, siendo estimulado con la misma gracilidad que la Lolly bailadora.

Ahora estás lejos, pero no dejo de pensar que falta poco para que vuelvas.

Cuando lo hagas quiero volver a sentirte cerca, a ver si en una de ésas logramos congeniar en mi sucia idea.

Porque no dejo de fantasear que detrás de esa ingenuidad también hay una Lolly seductora, que ama el placer y lo busca con afán.

Esta flor es para ti, Lolly.

Te espero con los brazos abiertos y la virilidad bien erecta.

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