Ya llevaba un tiempo solo y necesitaba alguien que me ayudara con las labores de la casa. Estas tareas me resultaban bastante engorrosas, sobre todo el planchar. Tras meditar algún tiempo, creí que la mejor solución sería contratar una persona. Para ello puse un anuncio en un periódico local. Yo estaba casi seguro de que con cuatro horas a la semana podría ser suficiente, mi casa no es muy grande y la plancha tampoco sería excesiva, así que valoraría ese periodo, con la posibilidad de subir a seis. También valoré la cantidad a pagar, aquí creí que un buen precio sería diez euros por cada hora, esto también me daba la posibilidad de poder alargar el tiempo si era necesario. Cuando tuve claro lo que quería, inserté el anuncio en el periódico local. Rápidamente obtuve varias contestaciones, por lo que hice una audición para encontrar a la mujer perfecta.
En una mañana desfilaron cinco mujeres por mi casa y todas superaron las pruebas a realizar. A la tarde tenía otras cinco. Me dispuse a comer y a la vez valoré a las mujeres de la mañana, en igualdad de condiciones, de momento, decidía su cuerpo y su personalidad. Así que configuré una lista de candidatas numerándolas con puntuaciones para poder decidir. Por la tarde, tres de las candidatas se descolgaron pues tenían solo unas ciertas horas disponibles. Así que me quedaban siete. Las puntuaciones llevaron a Sofía a alzarse con la primera posición. Tras descolgar el teléfono, marqué el número de Sofía. Esta, contestó rauda y quedamos para el día siguiente a las diez de la mañana.
Sofía, se presentó impresionante. Su rubia melena aparecía lisa y le hacía una preciosa cara, un vestido corto cubría su cuerpo y ofrecía una generosa vista de sus grandes pechos, unas largas botas de mosquetero estilizaban su cuerpo y levantaban su culo haciéndolo esplendoroso. Y su boquita, esa boquita que levantaba a los muertos. Me hacía imaginar todas las hazañas que con ella podría realizar.
- Pasa, Sofía, siéntate.
Sofía, se sentó en uno de los sillones del salón. A la vez que lo hacía, su falda se subió lo justo para dejarme ver el principio de su tanga. Sus preciosas piernas aparecían íntegras ante mis ojos y sus pechos lucían turgentes y poderosos ante mí.
- Sofía, te he elegido a ti para este trabajo. Creo que entre cuatro y seis horas por semana será suficiente, ¿no sé cómo lo verás tú?
- Tendría que ver un poco la casa y la cantidad de ropa que habría que planchar.
- Tienes razón, te enseñaré la casa.
Nos levantamos y recorrimos la casa.
- Como ves este es el salón, no es muy grande unos veinte metros cuadrados, saliendo de él hay un pequeño recibidor que nos lleva a la cocina, una cocina mediana de unos doce metros cuadrados. Un baño con todo, ducha, lavabo, aseo y bidé. En el otro lado la habitación de invitados como el aseo y la habitación que es igual que la cocina. Estas miran a la calle con un pequeño balcón y el baño y la cocina a un patio, el salón también mira a la calle.
- Esta casa es muy bonita y recogida, creo que será suficiente con ese tiempo, posiblemente al principio necesite las seis horas, pero luego me sobrará con cuatro. ¿podría elegir las horas, o las pone usted?
- Será cuestión de llegar a un acuerdo, usted proponga.
- Me gustaría poder hacer las seis horas seguidas mañana a la mañana y así dejarme organizado el trabajo para cuando usted disponga. Creo que después me será suficiente con las cuatro horas. ¿Tiene usted aspiradora, productos de limpieza, trapos y demás utensilios?
- Aquí, en este armario está todo lo que tengo.
- Creo que no hace falta nada, en caso contrario le haría una lista.
- Perfecto, entonces mañana la espero. ¿a qué hora vendrá?
- Las nueve será buena hora.
- Pues queda dicho, mañana a las nueve.
SOFÍA
Parece un trabajo fácil y el hombre, aunque mayor, parece buena persona, al menos no me ha comido con los ojos. La casa es una monada y se puede hacer en poco tiempo, creo que no me dará mucha plancha, algún pantalón, camisas y las sábanas. Parece un buen hombre y aunque me ha mirado entre las piernas cuando me senté, rápidamente subió la cabeza.
No sé por qué siempre he sentido debilidad por los hombres mayores, esa tranquilidad que desprenden, me pone, ya estoy excitada solo de pensar en esas manos sobre mis pechos y en mi sexo, menudas manos, con esos dedos tan gordos.
PABLO
Tras marcharse Sofía, mi polla aún seguía morcillona, esa chiquilla era un monumento, un regalo para la vista y la imaginación. Podía sentir esa boca rodeando mi polla, algo delicioso, seguro que era capaz de tragarla entera. Sus pechos duros y erguidos llamaban a ser lamidos, chupados y hasta mordidos. Ese culo y esas piernas aventuraban un cálido y fogoso sexo, que seguro se desharía en mi lengua haciendo que se retorciera de placer.
El día transcurrió en ensoñaciones sobre lo que Sofía sería capaz de hacer, de aguantar, de sentir. Me preparé la cena y me senté frente al televisor para ver una serie. Me quedé dormido, seguramente por la excitación del día. Sobre las tres de la mañana mi vejiga me despertó y tras pasar por el baño me fui a acostar. El despertador me levantó a las ocho de la mañana, tenía que vestirme y estar decente para esperar a Sofía, esa mañana, la tendría a ella entera para mí. A las nueve de la mañana en punto, sonó el timbre. Ahí estaba con un ajustadísimo vestido que marcaba todas sus curvas. Me quedé impresionado ante tan escultural mujer.
- Buenos días don Pablo, ¿puedo cambiarme en la habitación pequeña?
- Claro, Sofía, pasa, pasa.
SOFÍA
A este hombre solo le ha faltado abrir la boca y dejarla así todo el día. Ya verás ahora cuando me vea salir. Me he puesto muy cachonda solo de pensar en excitarle, creo que al final tendré que acostarme con él, para poder calmar mi calentura. Mientras me desvestía, acaricié mis pechos para poner bien tiesos mis pezones, tiré de ellos para que obtuvieran su máxima largura unos dos centímetros, quería que se marcaran en mi bata y anunciarán mi calentura. Me puse mi bata blanca y salí dispuesta a empezar la jornada. Pablo me ofreció un café y se quedó embobado mirando mi cuerpo. Se sentó a mi lado y no dejó de mirar mis pechos. Su polla ya se marcaba bajo la ropa.
PABLO
Cuando salió Sofía, casi me caigo de culo en el recibidor. Vestida con una fina bata blanca un poco por encima de las rodillas, sus pezones se marcaban en esa tela queriendo rasgarla, para poder salir a la luz. Al acompañarla a la cocina a tomar un café, pude ver al trasluz que estaba completamente desnuda bajo la bata. Mi polla se levantó ante esa diosa que se había colado en mi piso para hacerme un hombre feliz.
Tras el café Sofía se dispuso a barrer, fregar y limpiar toda la casa. La verdad es que era muy eficiente y rápida. La casa estaba bastante limpia y eso agilizaba su trabajo. Daba gusto ver como ese culo se marcaba en la bata marcando sus redondeces y ofreciéndome una excepcional vista. Hacía mucho tiempo que no mantenía una erección tan constante. Cuando llegó al salón comenzamos a conversar. Me contó que asustaba a los hombres y que solamente los intrépidos jovencitos se acercaban a ella. Yo pensé que era lógico, esa hembra era mucha hembra y había que comérsela muy despacio. Me comentó que le gustaban los hombres mayores, que le daban seguridad y le propiciaban un gran placer. Eso me dio pistas, ¿igual podría intentarlo?
Sofía continuó con la limpieza, mientras yo iba a mi cuarto a tomar una pastilla. Si surgía bien y si no tenía garantizada una buena paja.
SOFIA
Esa mañana la pasé entera provocando a don Pablo, un hombre super correcto que, aunque su polla lo delataba, él se contenía con gran esfuerzo. Sabía que mi bata al trasluz era transparente y procuraba buscarlo para que admirase mi coñito, babeante, desde que entré. Tenía que provocar a ese hombre, necesitaba una buena polla dentro. Ya casi estaba terminando con los azulejos de la cocina cuando apareció de nuevo para charlar un poco. Yo busqué el trasluz de la ventana, a esa hora un rayo de luz entraba por ella y lo iluminaba todo. Mis pechos aparecieron casi desnudos ante él, mis areolas medianas y oscuras, exaltaban mis pezones, que duros como piedras posaban majestuosos aún bajo la bata. Su mirada era un poema, sus ojos incapaces de mirar para otro lado, devoraban mis pechos, ya hasta podía sentir su húmeda lengua en ellos. Le pedí ayuda para mover la palangana donde tenía el producto para la limpieza, él me la llevaba de lado a lado y yo aprovechaba para pasarle mis pechos por su brazo, su espalda, y hasta su cara si lo pillaba despistado. Su polla me decía que lo estaba haciendo bien, era el momento. Me patiné sobre las baldosas de la cocina parando de frente contra su erección. Loca de contento ante esa polla que se aventuraba poderosa, pase mis mejillas frotándome contra ella. Pablo me levantó y me preguntó si estaba bien, le dije que no, que me dolía el tobillo, igual tenía un esguince.
PABLO
Esa mujer me estaba volviendo loco, buscaba cualquier pretexto para hacer transparente esa fina bata. Sus pezones poderosos tiraban de la tela formando una preciosa montañita que acompañaban sus areolas igualmente excitadas. Una vez en la cocina, los continuos roces de sus pechos sobre mi cuerpo me tenían en un estado de excitación total. Necesitaba comerme ese cuerpo sin dejar ni un milímetro. Cuando ella resbaló y restregó sus mejillas contra mi polla, creí morir, casi me corro ahí mismo. La levanté del suelo y la llevé a mi cama. Ahí siempre tengo alguna crema antiinflamatoria, así que procedí a darle unos masajes en su tobillo. Al recoger su pierna para el masaje, su sexo se abrió ante mis ojos. Un sexo totalmente húmedo, brillante y fresco. Mi boca se hizo agua y mi polla dio un salto dentro del pantalón. Mis manos talentosas acariciaban ese tobillo, masajeándolo para que la pomada hiciera su efecto. Tras más de un cuarto de hora con el masaje y ante esas inmejorables vistas, fui a lavarme las manos. Al volver Sofía con una maliciosa sonrisa, permanecía sentada con la pierna en alto sobre la mesa. Me duele el muslo, me dijo. Yo me acerqué y me senté a su lado. Masajeé su muslo, esta vez sin pomada y fui muy lento ascendiendo por su pierna. Los gemidos de Sofía cada vez eran más notables y sus manos movían las mías que no paraban en su ascenso. Lentamente sus gemidos crecían a la vez que mis manos se acercaban a su sexo. Me llevó hasta su entrepierna, donde pude acariciar sus labios. Al pasar mis dedos entre sus labios mayores, pude notar la tremenda humedad que estos albergaban. Sofía cada vez se aferraba a mi brazo con más fuerza. Opte por ir tumbándola lentamente sobre la cama.
SOFÍA
Pablo me llevó a su cama y procedió a darme un masaje en mi dañado tobillo. Esas manos fuertes y gordas consiguieron excitarme. Las notaba fuertes sobre mí y el dolor desaparecía por momentos. Una vez que volvió del baño fue más osado y ascendió por mi muslo hasta llegar a mi sexo. Aquí se entretuvo en una lenta caricia entre mis labios que me volvía loca, mis gemidos cada vez eran más potentes, hasta que lentamente me tumbó sobre la cama. Desabrochó el último botón de mi bata y fue ascendiendo uno a uno hasta llegar a mi cuello, donde desató el último botón. Ahora tenía ante él mi cuerpo desnudo. Se paro a observarme acariciándome con su mirada. Tomó posición y besó mis ojos, mis labios, mi cuello y mis pechos. Yo gemía y sujetaba su cabeza con fuerza sobre mis pechos, los besó lento, los lamió y sorbio mis pezones a la vez que una suave caricia recorría todo mi sexo. El placer me subyugaba y me hacía entregarme a él. Estaba en sus manos y él lo sabía, su boca, descendió por mi cuerpo hasta llegar a mi sexo. Desde mi culo a mi clítoris, su lengua recorrió incansable el canal que le ofrecían mis labios, canal que cada vez era más extenso, pues mis labios se abrían para él, buscando el contacto de su caliente y húmeda lengua. Cuando se entretuvo con mi clítoris, creí morir y sujetando su cabeza con fuerza, lo aprete contra mi sexo. Él, lejos de acelerar el ritmo siguió con su lenta tortura, tortura que tenía mi cuerpo en total excitación. Esa lengua incansable me estaba volviendo loca. Apreté su cabeza con fuerza mientras movía mi pelvis contra su lengua, pero él, me apretó contra la cama y siguió lento, muy lento, desesperadamente lento. Noté como una corriente eléctrica de más de mil voltios recorría mi cuerpo en un lento aluvión que llegaba inexorable hasta explotar en mi cerebro. Grité, grité con todas mis fuerzas a la vez que mi cuerpo temblaba y botaba sobre esa lengua que me había dejado sin sentido.
PABLO.
Tras recostar a Sofía sobre la cama, fui desabrochando todos y cada uno de los botones de su bata, hasta dejar su cuerpo expuesto y desnudo para mí. Después de observar ese espectáculo, esa belleza, me impulsó a comérmela entera. Habría de ir despacio, esa hembra necesitaba una buena dosis de paciencia, así que empecé besando sus ojos, para bajar hasta sus magníficos pechos. Aquí ella sujetó mi cabeza contra su pecho a la vez que exhalaba un quedo gemido. Chupé, sorbí, mordí y me alimenté con esos pechos turgentes que me ofrecían unos pezones propios de una nodriza. Cuando me hube llenado de esos pechos, descendí por ese cuerpo, lamiendo cada centímetro hasta llegar a su monte de venus donde me recreé unos interminables momentos. Bajé hasta su culo, para desde ahí ascender hasta tocar su clítoris con la punta de mi lengua, mientras recogía el maná en mi ascensión. Esa mujer era una fuente que sabía a hembra. Sus manos apretaban mi cabeza contra su sexo a la vez que movía con furia sus caderas contra mi boca. Tuve que aplacar ese ardor, sujetándola contra la cama, para volver a imprimir mi ritmo. Ritmo que consiguió hacerla explotar en mil pedazos botando sobre mi lengua como si fuese una pelota loca. Sus manos me sujetaban pidiéndome clemencia, una clemencia que le otorgué, mientras ascendía hasta ponerme a su altura.
- Ahora me vas a chupar la polla y ponerme el coño en la boca.
Obediente me puso el coño en la boca a la vez que se dejaba caer sobre mi polla. Esta vez busqué de primeras su clítoris para lamerlo muy, muy despacio, con la punta de mi lengua. Notaba como se excitaba y como intentaba tragar toda mi polla. Gemía y gritaba, mientras mi lengua incansable martilleaba su clítoris. Sorbí su clítoris después de haberlo lamido durante un buen tiempo y ella me regaló su orgasmo y a punto estuvo de tragar toda mi polla. Seguí incansable saboreando ese manjar que la suerte había llevado a mi boca. Sentía como los jugos de Sofía se deslizaban hasta mi boca, la sentía pegar con fuerza su coño a mi boca y la sentí volverse loca cuando empezó a convulsionar sobre mi lengua. Botaba a la vez que movía con furia su boca, gritaba y gemía, hasta que se dio la vuelta y me dijo.
- Fóllame, ahora me tienes que follar.
SOFIA
Tras darme uno de los orgasmos más placenteros y extensos de mi vida, Pablo me dijo que le chupase la polla, más bien quería un sesenta y nueve y yo de hecho le complací, esa lengua era una delicia. Me lancé a por su polla, una polla no muy larga, poco más de dieciséis centímetros, pero eso sí, gorda, muy gorda, casi no me cabía en la boca. La lamí y la degusté con gula mientras su lengua me volvía loca. Loca me volví cuando sorbió y lamió mi clítoris tirando de él. Aquí su polla casi entró entera en mi boca, cosa que repetí unas cuantas veces. Ese hombre, solo con su lengua me estaba volviendo loca, notaba como mis fluidos descendían de mi sexo a su boca, como los saboreaba y como me daba aún más placer si esto era posible. Mi cuerpo era una olla a presión. Iba a explotar, los orgasmos continuos me llevaban a un estado de excitación máxima, que me llevó a tener convulsiones, mientras mi cuerpo era un orgasmo continuo. Estuve botando sobre la cara de Pablo, no sé ni el tiempo, mientras su lengua no paraba de darme placer. No pude más y me despegué de él, necesitaba que me follase, necesitaba sentirle dentro, sentir esa polla llenando mi coño.
PABLO
Después de la gran sesión de sexo oral que ambos nos habíamos regalado, Sofía saliendo de mí, me dijo que la follara. Esa diosa estaba exhausta tumbada a mi lado jadeando y mordiéndose el labio.
Levantándome sujeté con fuerza sus tobillos, le di la vuelta y la puse en cuatro al borde del colchón. Azoté su culo y apunté mi polla a la entrada de su coño. Ese calor y esa humedad hicieron que mi polla tuviese un viaje triunfal hasta el fondo de ese húmedo coño. Lo fui conquistando sin prisa, sintiendo como sus paredes apretaban mi polla, como la estrujaban y como se apoderaban de ella. Sujeto a sus caderas, entraba y salía de ese coñito con extrema lentitud. Sofia gemía y pegaba su cabeza contra la almohada intentando que mi polla entrase aún más adentro. Imprimí un ritmo más fuerte azotando su culo, le di fuerte hasta marcar mis dedos en ese precioso culo. Ella gemía y gritaba, pedía más y más y más fuerte. Yo le daba con todas mis ganas, clavaba mi polla hasta el fondo, hasta que quedó tumbada en la cama, justo antes de que yo terminara vaciándome en ella. Sofía se salió de mi tumbándose en la cama y se dio la vuelta.
- Fóllame así, quiero ver tu cara de cabrón.
Yo alcé su cuerpo poniendo una almohada debajo. Pasé mi polla por su sexo totalmente húmedo y me enterré en ella, esta vez no podía ir muy deprisa, mi orgasmo estaba cercano, así que imprimí el ritmo más lento que pude. La cara de satisfacción de Sofía y como clavaba sus talones en mi cintura me decían que le gustaba. Yo a ese ritmo podría aguantar un poco más, no mucho y exploté cuando Sofía se colgó de mi cintura y apretó con fuerza su coño a mi polla.
SOFÍA
Pablo sujetándome con fuerza de los pies me dio la vuelta y me acercó al borde de la cama poniéndome en cuatro. Se sujetó con fuerza a mis caderas y me penetró muy lento. Mi coño totalmente encharcado le dio todas las facilidades y así entró hasta el fondo. Su ritmo era lento y me permitía sentir como su polla me abría y me llenaba entera. De repente me azotó e imprimió más fuerza a sus embestidas, cada vez me azotaba más fuerte y me embestía más fuerte. Mi coño se deshacía y mi mente volaba a países lejanos. Llegó un momento donde no pude más y tuve que salirme de él. Me di la vuelta y le pedí poder ver su cara.
El volvió a entrar lento y su cara era un poema, esa sonrisa de cabrón que la cubría entera y esa fuerza que tenía en los ojos, me decía que lo estaba dando todo. Su lento mecer, me llevó a un tranquilo y prolongado orgasmo que pude unir al suyo y sentir, como ahora llenaba mi coño, pero con su semen. Se dejó caer sobre mí y así estuvimos hasta que su polla se deshinchó y salió de mí.
Nos despertó el sol en un nuevo día.