LA MADURA DE LA PLAYA

CHARLINES

Cuando una mujer madura te ofrece sus pechos durante la intimidad, los lames y chupas hasta que se te disloca la mandíbula. Es tu deber de caballero. Luego lames toda su hendidura durante un buen rato. Los bebes, si es necesario. La follas con fuerza, la haces gritar y le das duro en el culo, porque lleva años soñando con ello. La haces, correrse muchísimo. Una y otra vez. Finalmente, se lo agradeces sinceramente, besando apasionadamente sus labios, su mano y su cuello.

Mientras mantienes tu mano derecha sobre su coño, a flor de piel. Recuerda, porque es muy importante: tienes que dejarle un chupetón en la base del cuello para que lo cubra. Y, si quiere, puede presumir con sus amigas para volverlas locas. Mañana por la mañana, seguirá pensando en ti, mientras toma otro bidé frío y se aplica ungüento para hemorroides. Pero te quedarás callado: te llevarás a la tumba esta cosa hermosa, íntima y rara. A menos que te presente a una amiga…

LA MADURA DE LA PLAYA

CHARLINES

Ese día la playa estaba casi desierta, había ido a conocer la playa del sombrerico. Una bonita playa en la provincia de Almería. El sol ese día no tenía mucha fuerza, pues estaba nublado el día, pero para ir a la playa era el día perfecto. Saqué mi silla y mi sombrilla del coche y busqué un lugar más bien solitario dentro de esa extensa playa. Me puse cerca de unas piedras que tapaban un poco el aire que entraba del mar. Dispuse mis elementos y me desnudé para tomar el sol. Saqué mi libro y puse un poco de música en mis cascos. El tiempo pasaba lento y el sol ya empezaba a calentar. No soy hombre de estar mucho tiempo al sol, pero me tumbé un poco en la toalla para tomar el sol en la espalda. Tras más de treinta páginas de mi libro. Ya estaba a punto de irme cuando llegó ella.

  • Buenos días, le importa que me ponga a su lado, me da miedo estar sola.
  • Buenos días, puede usted ponerse al lado tranquilamente.

Al mirar hacia arriba, vi una mujer alta, de unos cincuenta años, quizás un poco más. Tenía un buen culo y seguro pasaba del metro setenta. Se despojó del vestido playero que llevaba y se quedó con la parte de abajo del bikini, que era una finísima tanga, que se adentraba entre sus glúteos. Lentamente se deshizo de esta prenda también, extendió su toalla y se tumbó boca arriba. Ahora podía apreciar sus pechos, generosos y tiesos, seguramente operados. Sus pezones sobresalían apuntando al cielo. Me gustaban sus pezones largos, perfectos para chupar. Pensando en estas cosas, mi polla se me puso dura, ¡joder!. Ella me miró y se sonrió.

  • ¿te gusta lo que ves?
  • Si, ahora han mejorado mucho las vistas.
  • Ya veo, ya

Su carcajada debió de sonar en toda la playa. Mi polla erecta, también quería desafiar a la gravedad, pero lo tenía más difícil.

  • A ti, ¿te gusta lo que ves?
  • Uhmm si, tiene buena pinta y volvió a reírse.

Ya que estaba ella, decidí dar un paseo, ya tenía quien vigilase mis cosas.

  • ¿te importa cuidarme las cosas?, me gustaría dar un paseo
  • Por supuesto hombre, ve tranquilo.

Me levanté y empecé a caminar cerca del mar, al final de la playa vi un chiringuito, me acerqué a él y desmenucé su carta. No estaba mal, no era barato, pero tampoco era excesivamente caro. Volví sobre mis pasos hasta donde tenía mis cosas y ahora la mujer estaba de espaldas y lucía un precioso culo. Joder, con esa tía al lado, no podía tener mi polla tranquila. Ya a mis sesenta años, no es muy normal tener este tipo de erecciones, pero para mí eran una bendición y por eso no las escondía.

  • He visto un chiringuito al fondo, ¿te apetecería acompañarme a comer?
  • Bueno, bueno, qué galante, pero si aún no nos hemos presentado.
  • Tienes razón, soy Pablo.
  • Ingrid, soy sueca, pero ya llevo treinta años en España, vine a estudiar y me quedé enamorada de este país.

Me acerqué a ella y pegándome todo lo que pude, le di dos besos, muy cercanos a sus labios. Ella me miró y me dijo, en Suecia son tres y besó ligeramente mis labios. El tacto de sus pechos en mi pecho, hizo izar mi bandera. Ingrid sonrió al separarse.

  • Desprendes un calorcito muy rico. Y ahora ya presentados, sí, me gustaría comer contigo.

Desde ese momento estuvimos hablando de su vida y de la mía. Me contó que se había casado enamoradísima de un joven sevillano y que el tiempo demostró que era un caradura. Yo le comenté que me había divorciado hacía poco y seguramente en este caso, el caradura era yo. Ella rió a carcajadas.

  • Ningún hombre me había reconocido ser un caradura jajajajajaj
  • Ya a mi edad no te vas a andar con tonterías, siempre me gustaron las mujeres, mucho.
  • ¿Así que prometes no serme fiel?
  • Lo prometo.

Ingrid volvió a reír, tenía una risa limpia y llena de vida. Hablamos de sexo, como no podía ser de otra forma. Me contó que era fogosa y que muchos hombres no le seguían el ritmo. Yo le dije que ya estaba mayor, pero que no me importaría hacer una prueba, al fin y al cabo, era una tremenda mujer. Ella me miró con una sonrisa en la cara.

  • ¿Parece que no vas de farol?, eso me intriga.
  • Se te han puesto los pezones duros jajajaj
  • Serás cabrón jajajajaj

Ingrid empezó a tomar una actitud más coqueta, más femenina, me encantaba que quisiera conquistarme. Su cara era bella, no una belleza excepcional, pero bella, su sonrisa tan limpia la hacían aún más bella. Ahora así, tan cercana aún parecía más alta, más imponente. Pensé para mí, que sí, que sería difícil satisfacer a esa mujer. Pero valía la pena intentarlo y mucho.

Sobre las tres recogimos las cosas y las llevamos a los coches. Una vez hecho esto, nos trasladamos a comer al chiringuito. Aquí me contó que había conseguido un trabajo en Vera y que se había establecido ahí. Yo estaba alojado en un hotel de Vera, por lo que estábamos en el mismo lugar. Tras una agradable comida, decidimos tomar un aperitivo en el mismo lugar y así poder disponer del sol también. Ingrid me comentó que se había comprado un pequeño bajo con acceso al jardín y la piscina en una buena zona de Vera playa. Yo le comenté que había alquilado. Una casita adosada con piscina en las marismas, muy cerquita de su casa.

  • ¡Joder como te cuidas Pablito!
  • Jajajaj, vengo por unos días y me gusta vivir bien. ¿Te apetece un bañito en la piscina?
  • Pues hombre, claro que me apetece y así conozco esa zona que es bastante nueva.

Sobre las seis y media, nos dispusimos a salir para Vera, le dije que yo iba delante y ella me siguió. Llegamos a la casa e Ingrid aparcó detrás de mí. Entramos en la casa y está sorprendió a Ingrid. Entramos en la casa, vimos la piscina y el pequeño jardín.

  • Vamos a bañarnos.

Ingrid se despojó de su vestido quedando cubierta por su tanga, mientras yo me despoje de mi pantalón y mi polo, para quedar con un bañador de los pegados al cuerpo. Ingrid se lanzó a la piscina y saliendo del agua dijo.

  • Esta estupenda.

Yo me lancé también apareciendo entre sus piernas, subí por ella, raspando mi cara hasta llegar a sus pechos que no pude más que chuparlos. Esos pezones me tenían hipnotizado desde que los había visto y ahora era el momento de probarlos. Mi boca se acercó a ellos envolviéndolos con mi lengua. Ingrid pegada a la pared sujetaba con fuerza mi nuca contra sus pechos. Cuando una mujer madura te ofrece sus pechos durante la intimidad, los lames y chupas hasta que se te disloca la mandíbula.

  • Así chiquitín, así, comételo todo.

Mi boca y mi lengua competían chupando y lamiendo por conquistar esas cumbres que erectas se ofrecían ante mí. Ingrid seguía apretando mi nuca, jadeaba y pedía más. Mi cuerpo se apretaba contra el suyo, parado por la pared de la piscina. Mis manos en su culo y sus piernas ahora rodeando mi espalda. Hice su tanga a un lado e introduje mi polla en ella, dejando que ella misma se fuera empalando.

Ingrid jadeaba según bajaba por mi polla hasta tenerla entera dentro.

  • ¡Que gorda la tienes, me llena entera!

Recostada contra la pared y gracias al agua que la hacía flotar, entrar en ella era fácil. La subía y bajaba con un lento ritmo, me gustaba como su coño apretaba mi polla.

  • Joder, joder, hacia tanto tiempo – comento Ingrid.

Yo no dije nada y continúe el movimiento, mientras la veía gozar. Veía su cara de felicidad y como ella misma se sujetaba con fuerza para clavarse entera.

  • Pablito, me voy a correr, me voy……

La sostuve mientras temblaba clavada en mi polla, mientras gemía y balbuceaba palabras desconocidas para mí. Acerque mi boca a la suya, para disfrutar su orgasmo y me regalo esa maravillosa sensación. Salimos del agua y nos tumbamos en las tumbonas del jardín, de momento satisfechos.

  • ¿Te apetece cenar aquí?
  • Claro, me encantará. ¿qué me propones?
  • El plato especial de la casa. Huevos fritos con patatas fritas y una morcillita que he traído de casa.
  • Ya me estoy relamiendo.
  • Para el postre tengo otra morcillita.
  • Jajajaj seguro también está muy buena.

Poco a poco la noche se iba echando encima, en septiembre las noches son más cortas. Sobre las nueve y media entré en la cocina, me dispuse a freír la morcilla de Burgos, un poco de harina y a freír a fuego medio. Nuevo aceite y a freír los huevos, con puntillita y todo.

Cenamos hablando de todo un poco y fuimos conociendo nuestras vidas. Tras la cena le propuse ver una película, Íngrid estuvo encantada y nos sentamos frente al televisor. Elegimos una película al azar y la verdad era bastante mala, pero el castigo era verla hasta el final.

Ingrid lentamente se fue recostando hasta caer entre mis piernas. Ambos estábamos desnudos, pues el calor apretaba. Su mano sostuvo mi polla y su lengua lamió mi capullo, sin dejar de ver la película fue chupando lentamente mi polla que iba creciendo gracias a sus caricias.

  • Ingrid, si dejas de ver la película, serás castigada.
  • Si… ¿Qué me harás?
  • Te azotare hasta que te corras
  • Buenos, bueno, bueno, eso nunca lo probé, igual hasta me gusta

Y dicho esto engulló todo lo que pudo de mi polla. La rodeaba con su lengua y me mataba de placer. Me chupaba, me lamía y hasta me mordía para mí total satisfacción. Su mano seguía los movimientos de su cabeza y su boca poco a poco, iba ganando terreno. Me estaba volviendo loco y no pude más que apretar su cabeza contra mi polla y traspasar su garganta. Ingrid se separó como puso y tosiendo salió del agarre.

  • Cabrón, casi me ahogas.

Mi mano la volvió a mi polla mientras surcaba su cuerpo en busca de su coño. Lo encontré húmedo, a la muy cerda le había gustado, por lo que, sujetando mi polla por la base, la volví a traspasar la garganta. Ahora la aguante unos segundos en esa posición, Ingrid salió babeando y tosiendo, pero su cara reflejaba satisfacción.

  • Ahora déjame a mí sola.

Ingrid volvió a mi polla y ella misma, se la trago entera. Mi mano en su coño, recibía los caldos de este, que cada vez eran más copiosos. Las primeras arcadas no se hicieron esperar, pero Ingrid no desistió en la comida. Tras tres arcadas seguidas mi mano quedó bañada por sus jugos. ¡Se había corrido! Se había corrido tragándose mi polla. Mi mano busco su clítoris y lo empecé a acariciar suave y lento Ingrid gemía y tragaba a la vez, ahora ya se me estaba follando la boca con mi polla, cada vez iba más rápido y yo ya no aguanté más. Con mi mano libre la sujeté, hasta que nuevamente baño mi mano, mientras tragaba toda mi corrida.

  • Hijo de puta, nadie me había follado así. Me he corrido chupándote la polla.
  • Has sido una buena zorrita. Pero ahora tendré que castigarte.
  • Eres un cerdo

La tumbé sobre mis rodillas poniendo su culo cerca de mi mano derecha. Le acaricié el culo, varias veces, despacio y lento, dejándola confiarse. Levanté mi mano y la descargué con fuerza sobre su culo.

  • Ay, cabrón, me has hecho da…

No la dejé terminar y volví a descargar con fuerza sobre ella. Ahora no dijo nada, simplemente se sujetó con fuerza a mis piernas. Tres azotes más terminaron con esa tanda, mientras mi mano se introducía en su húmedo coño, pude apreciar mis dedos marcados en ese blanco culo. Mis dedos hurgaban en su coño, buscando su punto G, Ingrid gemía y balbuceaba palabras que yo no podía entender. Saqué mis dedos de su coño y le propone cinco azotes más. Ahora sí culo ya estaba rojo, Ingrid gemía y abría sus piernas al paso de mis dedos. Está vez mije uno de ellos y mientras metía dos dedos en su coño, termine por meter otro en su culo. Entraba y salía de ella muy despacio.

  • Me matas cabrón, me matas.

Mis dedos lentamente recorrían su coño encharcado y su culo que cada vez, se abría más a mí. Está vez decidí continuar con mis dedos, ya habría tiempo para más azotes. Ingrid se removía sobre mis piernas, meneando su cuerpo acompañando el movimiento de mis dedos.

  • Más rápido, cabrón, más rápido.

No le hice caso y continúe con mi lento caminar dentro de su coño. Unos minutos después, Ingrid echaba su mano atrás, cerraba sus piernas y me pedía parar.

  • Para joder… para, para que matas.

Mientras Ingrid temblaba sobre mis piernas, fui descendiendo el ritmo hasta salir de ella. Ingrid se sujetaba de mis piernas con fuerza, mientras botaba y temblaba sobre ellas.

  • Joder, joder, joder…

Cuando se recuperó, le propuse ir a la cama. La tuve que llevar en brazos pues sus piernas no la sostenían. La recosté sobre la cama y cuando volví del baño, Ingrid ya estaba dormida. Me acosté a su lado y dormimos plácidamente hasta que salió el sol.

Al salir el sol, recorrí su cuerpo, deteniéndome en sus pezones. Se los apretaba hasta que gemía de dolor y después los acariciaba con las yemas de mis dedos. Ingrid lentamente se iba calentando y movía su culo buscando mi polla. Sus pezones excitados cada vez le transmitían más placer y pude comprobarlo al tocar su coño que estaba chorreando.

Ingrid se dio la vuelta y beso mi boca mientras su mano bajaba a buscar mi polla.

  • Te voy a comer la polla.

Bajó lentamente por mi cuerpo pasando su lengua por todo el. Llegó a mis huevos y empezó a lamer os. Los chupaba mientras su mano lentamente pajeaba ni polla. Ingrid engullía gran parte de mi polla, pero no podía con ella entera, por lo que decidió echarla una mano. Bajé mis manos, sujeté mi polla por su base y apreté su cabeza contra mi polla. Ingrid se deshacía en arcadas, quería escapar y no la dejaba. Cuando solté su cabeza salió rauda buscando el aire que le faltaba. Todos babeaban y respiraban con dificultad.

  • Ponme el coño en la boca.

No sé lo pensó dos veces y puso sus piernas entre mi cabeza, bajando su sexo hasta mi boca. Mi lengua buscó su clítoris y lo atacó con suma paciencia. Ingrid bajó su boca hasta hallar mi polla e introducirla en su boca. Subía y bajaba por ella intentando tragar cada vez un poco más. Por mi parte impartía más velocidad a mi lengua que ya empezaba a recoger los primeros frutos de su buen trabajo. Ingrid ya casi tenía mi polla dentro y de vez en cuando tenía una pequeña arcada. Le metí uno de mis dedos en su culo y empecé a meterlo y sacarlo muy despacio. Ante esta incursión Ingrid intentó tragar aún más polla, pero no pudo, una arcada le hizo salir del amarre a la vez que un pequeño chorrito de su flujo regaba mi cara y mi boca.

  • Para cabrón, para.

Pero no paré hasta que Ingrid llena de orgasmos saltó a un lado de la cama descabalgando de mi boca. Me puse de pie y tirando de sus tobillos la acerqué al borde de la cama, levanté su culo y le clavé mi polla. Ingrid gritaba y golpeaba mi pelvis con su culo. Asido con fuerza a sus caderas le di fuerte muy fuerte y tuve que parar en breve pues casi me corro. Bajé el ritmo y me mantuve tranquilo entrando y saliendo de ella unos minutos. Le di la vuelta y a lo misionero empecé a follarla otra vez. Cada vez mi aguante se resentía más mientras Ingrid era un manantial que no paraba de brotar.

Mirando su cara de puta, esa cara que pone una mujer bien follada, me sujeté a sus caderas, levanté su culo y empecé a follarla con fuerza hasta vaciarme en ella.

  • Así cabrón, así, así, joder que bueno. Con mi polla aún erecta le repase el coño hasta que me brindó un buen chorro de sus jugos que nos bañó por entero. Caímos traspuestos uno junto al otro