Capítulo 17
- El nuevo Ángel
- El nuevo Ángel II
- El nuevo Ángel III
- El nuevo Ángel IV
- El nuevo Ángel V
- El nuevo Ángel VI
- El nuevo Ángel VII
- El nuevo Ángel VIII
- El nuevo Ángel IX
- El nuevo Ángel X
- El nuevo Ángel XI
- El nuevo Ángel XII
- El nuevo Ángel XIII
- El nuevo Ángel XIV
- El nuevo Ángel XV
- El nuevo Ángel XVII
- El nuevo Ángel XVI
- El nuevo Ángel XIX
- El nuevo Ángel XVIII
Este capítulo y el siguiente, sería mejor catalogarlo sexo entre maduros
La vida en el caserío era cómoda y aunque te llevaba tiempo, el ser tres nos daba libertad para poder librar un poco. Los masajes de las chicas pronto se hicieron famosos y mucha gente del lugar acudía a darse unos masajes, que la verdad no eran nada baratos con el objeto de alejar los indeseables. El caserío funcionaba a las mil maravillas y los dos cuartos nuevos, ya estaban casi terminados. Mientras, los tres dormíamos en el mío. Había instalado otras dos camitas para las chicas y follar follábamos en mi cama, pero dormir cada uno en la suya, yo me había acostumbrado muy mal y prefería dormir solo.
Al año de estar juntos yo ya con sesenta y uno decidí viajar a Sevilla, iba con ida, pero no sabía cuándo volvería. Las chicas en cierto modo tristes y en cierto modo alegres por mí, me despidieron con una tremenda mamada a dos bocas que casi me deja en el sitio.
Ahora era un hombre con dinero y podía permitirme algún que otro capricho. Por lo que subí en mí mercedes y me dispuse a recorrer los kilómetros que separaban mi casa de mi destino, Sevilla.
En el trayecto hacía escala en Extremadura, en Cáceres, preciosa ciudad, que siempre me había gustado y quería disfrutarla, por lo que hice un par de noches en ella. Extremadura es la gran desconocida de España, pero se come y se vive fenomenal.
Pasé por el primer pueblo al que había ido de párroco, aquel pueblo donde descubrí el sexo y el poder de mi polla. Ese pequeño pueblo que ahora con la despoblación era aún más pequeño. El párroco ahora llevaba tres iglesias en tres pueblos diferentes y vivía en otro pueblo que era un poco más grande. Pregunté por Rosa a algunas vecinas mayores, pero creo que no supe explicarme bien y ninguna me dio razón de ella. Por lo que como tenía su nombre fui a buscar al cura al nuevo pueblo. Este me dijo que teníamos que ir a la iglesia, pues ahí tenía los libros. Buscamos el nombre y apellidos de Rosa y descubrimos fatalmente que había fallecido hacía un par de años. La noticia me entristeció, ella fue la primera mujer en mi vida y tenía un trocito de mi corazón. Le pregunté al nuevo párroco si le importaba que pasara por el cementerio, a lo que me contestó que no. Nos dirigimos al santo lugar y ahí frente a la tumba de rosa hice mis oraciones por su alma.
- ¿Ha sido usted sacerdote?
- No padre, no, ¿porque lo dice?
- Hace y dice cosas que solo un sacerdote conoce.
- Bueno ayudé en mi pueblo a don Mauricio y el pobre ya era muy mayor y necesitaba compañía constante, por eso aprendí algunas cosas de él.
El párroco no se lo creyó mucho pero tampoco insistió más. Le pregunté por la vida en esos pueblos y me dijo que era aburrida y solitaria, pero que era lo que había, cada vez gente más mayor y cada vez menos gente en los pueblos. Lo llevé a su pueblo y me despedí.
Recorrí las calles de Cáceres con el recuerdo de Rosa en mi mente, esa buena mujer ya tendría ahora más de ochenta años. Sus pechos, los primeros que vi de cerca, el olor de su sexo y esa boca que hacía diabluras en mi polla volvieron a mi como si la tuviese a mi lado. Que mala es la mente que no avanza a la vez que el cuerpo. Paré a cenar un poco en un restaurante y cené ligero, ya no tenía edad de gastar mucho.
Esos días en Cáceres, fueron de relax total y ni siquiera llamé a las chicas, para ver cómo iba el negocio. Estaba seguro de que todo funcionaría correctamente.
Llegué a Sevilla un sábado al mediodía y me fui al hotel Murillo. Recordaba ese hotel de mis tiempos jóvenes y siempre había tenido el capricho de hospedarme en él. Pero los jardines de Murillo ya no eran aquellos que yo había conocido, ni el hotel tampoco guarda su esencia. Todo estaba cambiado, las calles, los patios y las juderías. Capitanía frente al parque de María Luisa ahora tenía enfrente otro gran parque que antes no existía. Las dependencias de la capitanía habían cambiado, todo había desaparecido, el bar de willy, el economato, todo, todo era diferente. Hasta el parque de María Luisa había cambiado. Sevilla ahora era otra ciudad, seguro más moderna, pero había perdido su sabor, aunque seguía teniendo un color especial.
Después de dormir, por cierto, muy bien esa noche, al día siguiente busqué en mi ordenador los nombres de las muchachas. La primera que encontré fue Alba, en su Facebook se encontraba su dirección. Tranquilamente fui en su busca, seguramente estaba casada y tenía un par de críos. Llamé al telefonillo y pregunté por Alba.
- ¿Está Alba?
- Si, ¿quién es?
- Soy él curilla.
Tras unos segundos respondió
- ¿No jodas, ahora vuelves cabrón?
El sonido de la puerta al abrirse me volvió a la realidad, subí hasta su piso y ahí, en la puerta estaba ella, más mayor, pero aún conservaba su fina figura y su cara de puta. Se acercó a mí y me dio un abrazo como si de verdad agradeciera mi visita.
- Estás muy cambiado, curilla, has engordado un poco ehhh jajaja. ¿La polla también?
- Jajaja, no esa no, esa sigue igual.
Le pregunté a Alba por su vida, me dijo que continuaba soltera, que jamás había tenido una polla como la mía y que había vivido momentos muy tórridos con la pobre Dolores. Me contó que Dolores había fallecido cuando el SAR-COVID 2. que ella había estado muy apenada y que bueno desde entonces estaba a dos velas. Me levanté y la abracé, esa chiquilla siempre me inspiró ternura.
- ¿Dónde estás alojado?
- En el hotel Murillo.
- Puedes venirte aquí si quieres, cuando te marches me dará pena, pero prefiero tenerte cerca, te eché mucho de menos.
La volví a abrazar y le dije que mañana mismo me instalaba con ella. Ella me ayudó a buscar a María y Luis. Ahora vivían en una urbanización a las afueras de Sevilla. Alba tenía su propio vehículo y en él fuimos hasta casa de María.
Nos abrió la puerta un hombre de unos treinta y tantos, un hombre fornido y guapo. Alba se quedó con la boca abierta, pero no dijo nada. Pregunté por María y el muchacho la llamó. En la puerta apareció una mujer que para sus setenta años, se conservaba muy bien, recta como un palo, con algo de tripa y un porte altanero.
- ¿Qué quieren ustedes?
- María, soy Ángel, el padre Ángel.
María me miró, abrió su boca, pero no dijo nada. Me abrazó y empezó a llorar.
- Me dijeron que estabas en la cárcel y que tardarías mucho en salir. Tus compañeros me dijeron que habías violado a una monja, yo estuve muy triste mucho tiempo.
Abracé con muchas ganas a María, esa mujer que tanto y tan bien me había cuidado. Le pregunté por Luis, su marido.
- ¿Qué tal está Luis?
- Luis, Luis el pobre perdió la cabeza, está en una residencia, el alzhéimer lo dejó totalmente ido y llegó un momento que yo ya no podía con él. Vendí el bar y lo instalé en una buena residencia, el pobre no se entera de nada
- ¿Y el muchacho?
- Si Ángel, si, el muchacho es tuyo. Luis lo quiso tanto, que jamás le dije nada, pero cada vez se parecía más a ti y él no era tonto. Muchas veces decía que jamás podría pagarte ese milagro y yo sabía, que él también lo sabía.
- Luis siempre fue un gran hombre, una gran persona y aunque suene raro un buen amigo, me gustaría poder verlo.
- Pues mañana si quieres a las cinco vamos a verlo, a esa hora son las visitas.
Alba estaba alucinada, aquella complicidad le hacía ver que Ángel era casi un santo para esa gente y el chaval, el chaval era igual que él. ¿Habría heredado su polla?
Me despedí de María hasta el día siguiente, di la mano al chaval y le dije que cuidara mucho a sus padres que eran muy buenas personas. Salí a la calle con Alba que me abrazó.
- ¿Te ha tocado lo de Luis?
- Si, es la tercera persona que aprecio que por desgracia no está ya con nosotros, aunque él siga aquí.
Fuimos hasta casa de Alba y seguimos buscando en internet. Encontramos una persona que podía ser Eva y apuntamos su dirección, al día siguiente por la mañana, iríamos a verla, por si era ella. Esa noche, aunque vi en los ojos de Alba el deseo, preferí dormir yo solo y me fui a mi hotel sobre las diez de la noche.
- Curilla no te vas a ir de aquí sin follarme, ¿lo sabes verdad?
- Lo se preciosa, lo sé, eres capaz de comprar un confesionario para meterte dentro jajajajaj
Me despedí de ella y fui caminando hasta mi hotel. Recordé tantas cosas por el camino, el entusiasmo de Luis cuando se enteró del embarazo de María y como está esquivó mis preguntas. Como esta mujer me había dado momentos inolvidables y como la vida, la puta vida, no pagaba a todos con la misma moneda. Esa mujer no se merecía lo que tenía y por supuesto Luis mucho menos. Al siguiente día iría a ver a Luis, sería un momento duro, pero había que hacerlo, era un buen amigo.
Llegué al hotel y pregunté si tenían terraza, me dijeron que no, pero en la habitación si había una. Me pedí una copa de brandy y me subí con ella a la habitación. Con la copa y mi puro estuve recordando tantas cosas, tantos momentos, tantas vivencias. Melancólico y nostálgico me fui a la cama y me quedé dormido. Ese día madrugué, recogí mi maleta y fui a casa de Alba. Alba me recibió con un fuerte abrazo.
Nos dirigimos a la casa de Eva también en una urbanización que Alba dijo era de lujo. Llamamos y una chica muy agradable nos atendió.
- ¿Esta Eva?
- Imagino preguntan por la señora, no, no está, está trabajando.
- Podrías decirnos donde trabaja.
- Claro, trabaja en el antiguo palacio de San Telmo, ahora sede de la junta. Es la presidenta de la consejería de salud y consumo.
Nos despedimos de la amable muchacha y nos dirigimos a San Telmo. Preguntamos por Eva y tras esperar más de media hora nos atendió. Aquella muchacha tímida ahora era una señora embutida en un traje chaqueta azul marino y al parecer con aires de grandeza. Me presenté y me estiró la mano en señal de saludo. Un recibimiento gélido, igual creía que íbamos a seguir como antaño. Nada más lejos, al menos para mí. Fue una gran decepción, Eva se había convertido en otra persona y no dio pie a una larga charla, más bien parecía que quería que nos fuéramos cuanto antes.
- Antes de irme, ¿sabes algo de Macarena?
La cara de Eva cambió seguramente al recordar cómo le comía el coño a su entonces amiga, mientras yo la follaba a cuatro patas sobre el piso del salón.
- Pues hace mucho que no se de ella, la última noticia es que vivía en dos hermanas en tal calle.
- Muchas gracias.
Estiré la mano y le di un apretón, me volví junto con Alba y salimos de ese despacho que ahora albergaba a una zorra redimida.
- Joder que tía más siesa- dijo Alba
- Pues sí, fue mi primera sumisa, igual tenía miedo de que volviera a querer jugar con ella. Ahora parece una persona importante
- Y gilipollas, muy gilipollas, por dios que asco me ha dado, ese saludo con la mano, menuda hija de puta.
- Bueno, el poder a mucha gente se le sube a la cabeza, lo peor es que cuando se caen de él, vuelven a ser nada y muchos no lo aceptan. Dejemos que viva su vida. ¿Vamos a dos hermanas? Nos sobra tiempo.
- Vamos a ver que nos encontramos, hasta ahora, solo esta idiota nos ha fallado.
En mí Mercedes, fuimos hasta el lugar que nos había dicho Eva. Era un bloque de pisos no muy grande de cuatro pisos. Llamamos al telefonillo y una voz de mujer nos contestó.
- ¿diga, quién manda?
- Soy Ángel, el padre Ángel
- ¡¡No, de verdad!!, pensé que estaba en la cárcel. Suba, suba por favor.
Subimos y una oronda mujer nos esperaba en la puerta de una vivienda.
- No me lo puedo creer, que alegría.
Y me abrazó y besó toda mi cara, también mi boca.
- No sabe la alegría que me da, pensé que se pudriría en la cárcel y me daba mucha pena, usted no se lo merece.
Nos hizo pasar al salón, un salón lleno de fotos de chiquillos. Nos comentó que tenía cinco hijos desde treinta y cinco hasta veinte, que tenía el más pequeño, que tenía tres nietos y que era básicamente feliz. Nos preguntó quién nos había comunicado su dirección y le dijimos que Eva.
- Hay Eva, Eva, pobre chica, cuando usted se fue lo pasó muy mal y estuvo conmigo y mi novio mucho tiempo. Se sentía sola y desamparada hasta que conoció al cabrón de su marido que es un tío con mucha pasta, un señorito, vamos. El la convirtió en una especie de robot y ella se convirtió en mujer florero. Tras las últimas elecciones la colocó donde está y se volvió aún más idiota. Hace mucho que no hablamos, me extraña que se acordara de mi dirección.
- Igual echa de menos más cosas de las que dice.
- Puede ser, ¿pero usted, cuénteme cosas de usted?
Le conté mi vida y le dije que estaba invitada al caserío todo el tiempo que quisiera o pudiera. Me dio las gracias, nunca había salido de Sevilla y le apetecía mucho ver cosas. Macarena nos invitó a comer, pero declinamos su invitación diciendo que habíamos quedado para comer. Me dio mil besos y me hizo prometerle que volvería otra vez antes de irme. La abracé con cariño y le prometí que esta vez sí me despediría como se merece la ocasión.
- Aun me acuerdo de tu polla y sueño con ella, cabrón, también quiero despedirme de ella. – me dijo bajito al oído
Al salir a la calle, Alba me dijo.
- ¿Qué te ha dicho que te quedaste mudo?
- Que se acordaba de mi polla y quería despedirse de ella.
Alba río y dijo que ella también quería y volvió a reír.
- Esta si es una persona normal y no la otra bruja.
- El dinero y el poder corrompen a los ambiciosos y a los envidiosos.
Le conté la historia de Macarena y Alba me dijo.
- Curita, me estas poniendo cachonda jajajajja
Comimos ya en Sevilla en un sitio que conocía Alba y donde comimos muy bien, la copita, el purito y a casa de María. María nos esperaba radiante con una camisa blanca que insinuaba sus preciosos y aún erguidos pechos y una falda hasta la rodilla con unas medias negras que estilizaba sus piernas, subida en esos tacones de más de ocho centímetros. Le di dos besos y le dije que estaba preciosa, que me recordaba a una muchacha que tenía un bar donde algunas veces iba a comer.
- Serás zalamero, anda vamos.
Subimos al automóvil ella delante a mi lado y Alba detrás.
- Déjame en casa, dijo Alba, yo creo que estaréis mejor solos.
- No seas tonta
- No, no lo soy, déjame en casa.
La dejé en casa y María y yo fuimos a ver a Luis. La residencia era muy bonita, con un gran patio y mucha luz. María había llamado por la mañana y tenían a Luis en el jardín.
- Aunque haga cosas raras, no te preocupes, no te conoce, ni a mí tampoco. Pero creo que es feliz.
Nos acercamos y ahí estaba Luis sentado en un banco, me acerqué y le di un abrazo, soy Ángel, el padre Ángel le dije y sonrió mirándome con una mirada vacía. Le conté mis aventuras y Luis prestaba atención, pero sus ojos carecían de vida, estaba en otro mundo. Lo acompañamos a la habitación y nos despedimos de él, María hasta mañana y yo para siempre. Al llegar al vehículo, María se echó a mis brazos y empezó a llorar. Me preguntaba ¿por qué? Pero yo no podía responderle, la vida, aunque muchos digan o piensen lo contrario, nunca te da lo que tú la das, ni para lo bueno, ni para lo malo. La vida es injusta y trata con total desprecio a la mayoría.
Llegamos a su casa pasadas las ocho y María me invitó a cenar, yo no podía negarme y acepté. Angelito hoy no viene, está de escapada con una amiga. Me contó que era un muy buen hijo, que la chica parecía maja y que quería fuese feliz, ya es un poco mayor, pero nunca es tarde para comenzar. Yo le dije que estaba mejor con ella jajajaja. María me miraba con ternura y como aquella primera vez, en el bar, vi lujuria en sus ojos.
- Ángel, necesito que me follés, perdona si te incomodo, sé que ya no soy la mujer que era, pero de verdad lo necesito.
Me levanté y la besé tiernamente, ella también se levantó y me llevó a su habitación. Ahí la desnudé y ella me desnudó, agarró con fuerza mi polla y se puso de rodillas.
- Ahora vas a saber cómo chupa una buena zorra vieja
Y tras esto metió mi polla en su boca, se notaba que la disfrutaba, la saboreaba y se relamía mientras me miraba a los ojos. Me estaba comiendo la polla como ella sabía, como una buena zorra que era. No sé por qué, pero la verdad que estuve a punto de correrme en su boca, como un primerizo. La levanté y la tumbé en la cama.
- Caliéntame y haz que lubrique, ya no soy una cría, pero después rómpeme el coño y el culo.
Acaricié sin prisa todo el cuerpo de María, recreándome en su sexo, en sus pechos que pellizqué con fuerza.
- Uhmm cabrón que bien sabes encenderme.
Noté su sexo mojado y bajé con mi boca a lamerlo y lo hice muy despacio hasta que María me mojó los labios. La puse en cuatro sobre la cama y empecé a follarla muy despacio.
- ¿Se te ha olvidado follar en estos años? Dame fuerte joder…
La sujeté por las caderas y la di fuerte, yo tampoco era ese chaval de veinte años y ya no aguantaba mucho tiempo seguido, pero hice un esfuerzo y le di fuerte hasta que reventamos los dos a la vez.
- Aun tienes memoria cabrón, aun la tienes.
Nos quedamos tumbados, estos esfuerzos ya te cobran su peaje.
- Quédate a dormir y mañana me haces el culito.
La miré, la besé, la abracé y sujeto a su teta me quedé dormido.
Al día siguiente la boca de María me despertó mientras paladeaba mi polla. Con su culo en ristra María me ofrecía una imponente imagen. Acerqué la mano al culo y lo acaricié, lo palmeé y esto, espoleó a María que imprimió más ritmo a su felación. Moví mi pelvis y con la mano en la nuca de María, me follé su boca. Pero paré, quería ser delicado en la despedida, me salí de su boca y la puse en cuatro sobre la cama. Me comí su coño y su culo y metí gran cantidad de saliva en su culo. Lentamente metí mi polla en su coño, hasta el final y María gimió a la vez que empujaba con fuerza su culo contra mí. La estuve follando unos minutos, se la saqué apunté a su culo y empujé despacio.
- Tranquilo que la tienes muy gorda y hace mucho que no me follan él culo.
Empujé despacio, la saliva que fui introduciendo al principio me facilitaba la penetración. Lentamente enterré toda mi polla en ese culo y empecé a meterla y sacarla muy lentamente. María sujetaba con fuerza las sábanas y mordía la almohada, tras varios minutos de sexo tranquilo y suave, volvió su cara me miró y me dijo.
- Dame fuerte, dame fuerte cabrón, que me duela el culo mucho tiempo, quiero tu recuerdo y tu semen dentro de mí. Dame fuerte, rómpeme cabrón, rómpeme.
Azote su culo con fuerza y vi mi mano marcada, le di en la otra nalga y marqué está también. Sujeté sus caderas y le golpeé fuerte, muy fuerte, tan fuerte que María gritaba y gritaba presa del placer hasta que ambos caímos enganchados sobre la cama.
- Hijo de puta. ¿Crees que puedes tratar así a una pobre viejecita?
La besé, me salí de ella y fui a lavarme. Cuando volví estaba sentada en la cama con las manos en su cara. Le cogí la cara con las dos manos y la besé muy tierno.
- María, ha sido un placer volver a estar contigo. Cuídate y ya me contarás, ahora estaremos en contacto.
Me vestí y salí de la casa de María, era bobada alargar más el dolor de la despedida. En el automóvil recorrí los kilómetros que me separaban de la casa de Alba.