Capítulo 5

Durmió como un niño hasta las tres de la tarde, a esa hora, bajó a comer y se fijó que en el hostal había mucha gente y entre esa gente había varias mujeres bonitas. Se sentó en una de las mesas del fondo y procedió a estudiar el panorama. La verdad es que no quería líos ni dar la nota, pero un dulce no amarga a nadie.

Entre la concurrencia había una joven que estaba con un hombre bastante mayor, sería su padre, pensó. La muchacha le miraba y se reía nerviosa. Ángel no dejó de fijar su mirada en ella en toda la comida. Cuando terminó la muchacha, se le acercó roja como un tomate.

  • ¿Tú, eres el portero de noche?
  • ¿Si, por que lo preguntas?
  • Esta noche llegaré tarde y quería que lo supieras para esperarme.
  • No se preocupe, si no estoy, dejo un número de teléfono.
  • Muy bien, muchas gracias.

Ángel hizo un gesto de afirmación con la cabeza, sonrió a la joven y la vio marchar con el hombre. Mientras terminaba de comer se le acercó Tomasa y le entregó varias papeletas con diferentes averías. Ángel lo miró todo con atención y le dijo a Tomasa.

  •  Está bien, creo que, en un par de horas, si no hay problema estará todo solucionado.

Ángel se fumó su purito y se bebió su brandi en la terraza del hostal, viendo a la gente pasar. Sobre las cinco de la tarde cuando empezaba a dar el sol en la terraza, subió a las habitaciones para reparar las posibles averías. Llamó en la puerta de la habitación trescientos treinta y cuando ya iba a colocar la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Para su sorpresa era la niña del comedor. Esta vestía un ligero pijama blanco que dejaba claramente a la vista, todo su cuerpo. Ángel la miró de arriba hacia abajo escaneándola, pudo ver una bonita figura, unos pezones grandes y abultados y unos pechos menudos. La muchacha rápidamente colocó sus brazos sobre sus pechos y le preguntó.

  • Qué quiere usted, ¿Qué hace aquí?
  • Vengo a reparar las cortinas, aquí tengo una nota que me dice que están atascadas.
  • Ehhh, si, si, pase, le llevaré al cuarto.

La muchacha acompañó a Ángel hasta el cuarto y le enseñó las cortinas. Ángel se puso manos a la obra, sin dejar de fijarse que ese pijama al trasluz era totalmente transparente. Claramente pudo observar su coñito y sus pechos. La chica pensando que no se vería nada, había bajado sus brazos y ahora se exponía con gran claridad. Ángel no perdió la oportunidad y la miró con disimulo, pero la erección de su polla lo delató. Aquí, la muchacha se dio cuenta de la exposición de su cuerpo, pero no hizo nada, simplemente se excitó. Ángel entusiasmado terminó los arreglos, ese bomboncito, le había alegrado la tarde. Mirándola fijamente a los ojos, se despidió de ella que miraba con curiosidad su polla. La niña se sonrojó al sentirse pillada.

  • No te preocupes, ¿te gusta?
  • No sé, jamás vi ninguna.

Ángel sonrió para sí y decidió alargar la situación.

  • Ahora no puedo, pero un día de estos quedamos y te la enseño.

La niña aún turbada, se giró y le guiñó un ojo mientras cerraba la puerta a sus espaldas.

Ángel se relamía pensando que follarse a esa niña tenía que ser muy, muy excitante. Esa tarde terminó tarde de sus pequeños arreglos, por lo que fue a cenar y tras tomar su copita y su puro, fue hacia la recepción donde empezó su turno. Sobre las once apareció la niña, estaba espectacular, con una faldita azul que casi dejaba ver sus braguitas y una camiseta blanca con un sujetador con relleno que hacía más apetecibles sus tetitas. Unas coletas que le daban un aire más infantil y una risa pícara que prometía una feliz noche. Ángel no pudo desviar la mirada de ella hasta que desapareció por la puerta, camino de una noche de juerga. Sobre las doce de la noche llegó al hostal una pareja de alemanes buscando una habitación, Ángel se la ofreció y los acompañó hasta ella. Estos quedaron encantados con la habitación y le dieron una buena propina Después volvió a su mostrador hasta que unos golpes en la puerta lo despertaron. Ángel había decidido tener siempre la puerta cerrada, así se podía dormir libremente.

Ángel miró para ver quien era y descubrió con sorpresa que era la niña que ya volvía a casa. Al abrir la puerta del hostal, pudo comprobar que estaba completamente borracha. Le abrió la puerta y tras volver a cerrarla con llave la acompañó hasta su habitación. Nada más traspasar la puerta, la niña tuvo una gran arcada y Ángel raudo, la acompañó al servicio donde llegaron justos. Pues nada más traspasar la puerta, la chiquilla bajó su cabeza sobre la taza para echar todo lo que había comido en su vida. Ángel amablemente le sostuvo la cabeza hasta que terminó, recogiendo sus coletas para que no se le mancharan. Cuando la muchacha terminó, Ángel le lavó la cara y procedió a desnudarla para tenderla en la cama. Una vez desnuda observó su cuerpo, esos menudos pechos con los pezones abultados, ese coñito casi lampiño y con esos preciosos labios, esa virginal juventud que le subyugaba. La tapó y se retiró dándose de bruces con Tomasa.

Tomasa se había despejado por el calor y no podía dormir, por lo que salió al pasillo por si ahí hacía más fresquito. Escondida en las sombras del pasillo, vio como Ángel entraba en la habitación de la chiquilla y le acompañaba al baño. Le vio desnudarla, vio cómo olía sus braguitas y como acariciaba con extrema dulzura esos juveniles pezones. Tomasa se calentó ante esta visión y acercó su mano a su sexo. Cuando vio que Ángel se retiraba, pensó que esa sería una buena ocasión para tener sexo, ese sexo que tanto tiempo hacía que no tenía. Cuando Ángel traspasó la puerta se dio de bruces contra ella.

  • Serás depravado, no respetas ni la borrachera de la pobre chiquilla.
  • ¡¡Pero qué dices Tomasa!! ¿estás loca?
  • No estoy loca, que te he visto con estos ojitos. Anda, ven conmigo.

Tomasa lo llevó a su habitación, lo empujó sobre la cama y lo miró fijamente a los ojos.

  • Ahora estate quietecito.

Tomasa empezó a desnudarse lentamente, llevaba un camisón que sacó por encima de su cabeza, un sujetador nada sexi y unas bragas hasta la cintura, acompañaban su cuerpo. Hasta que estas prendas no abandonaron su cuerpo, Ángel no reaccionó de ninguna manera. Pero al ver esos grandes pechos, terminados en una gran areola y con unos largos pezones, su polla sí que reaccionó. El sexo de Tomasa estaba totalmente depilado y un pirsin atravesaba su clítoris. En su juventud, Tomasa había sido una joven rebelde.

Tomasa se arrodilló desnuda entre las piernas de Ángel, desanudó su cinturón, soltó los botones y tiró del pantalón hasta dejarlo en sus tobillos. Una gran polla apareció ante los ojos de Tomasa que sonrió con alegría y miró a Ángel a los ojos.

  • ¿Que tienes aquí cabroncete?

Sin más preámbulos, Tomasa sacó su lengua y lamio los huevos de Ángel con pasión y con gula, hacía mucho que no se comía una polla y esa era digna de comerse con devoción, mucha devoción. Tomasa lamió los huevos, los chupó y los mordió, mientras con su mano pajeaba la polla de Ángel que gemía ya tumbado sobre la cama. Lentamente Tomasa subió lamiéndole la polla, chupándola y mordiéndola hasta llegar al capullo. Aquí unas gotitas preseminales la esperaban, con ansia, las lamió saboreándolas dentro de su boca, en su paladar, que rápidamente fue ocupado por la polla de Ángel. Tomasa llevó esa polla hasta el final de su garganta, una arcada la invadió, a la vez que su coño destilaba, como hacía tiempo ella deseaba. Saboreó esa polla llevándola dentro y fuera de su boca con suma lentitud. Mientras, su mano derecha entraba y salía de su coño, ya con tres dedos. Tomasa se estaba volviendo loca y cada vez sus movimientos de mano y cabeza eran más rápidos. Hasta que Ángel no pudo más y sujetando la cabeza de Tomasa, con su polla en su garganta, se corrió como un jovencito, haciendo que Tomasa se atragantase. Tomasa por su parte al notar la primera descarga en su garganta, se corrió como una mujer necesita y mantuvo con ganas esa polla en su interior.

Los dos respiraban con dificultad y ahora fue Ángel quien se puso de pie, se despojó de sus ropas y se colocó entre las piernas de Tomasa.

Con su lengua acarició los labios del coño de Tomasa, notando su extrema suavidad. Ángel apretaba con ganas el culo de Tomasa a la vez que lamía su coño con gran lentitud. A los pocos minutos de lamer, ante su lengua apareció un clítoris hinchado que parecía una pequeña polla. Ángel lo lamió con ternura y lo sorbió, mientras Tomasa se aferraba a su cabeza. Ángel chupó su pulgar y lo acercó al culito de Tomasa. Esta saltó por lo inesperado del acto, pero se dejó hacer. Ángel lentamente fue ganando terreno dentro de ese apretado culito, hasta que su dedo entró por completo. Ahora, a la vez que su lengua lamía con extrema lentitud su clítoris, su dedo de igual manera entraba y salía de ese culo que absorbía con ganas tan deseado apéndice. Tomasa gemía y gemía mientras se apretaba contra la boca de Ángel. Este, aceleró de tal manera la incursión de su dedo en el culo, mientras sorbía el clítoris, que Tomasa lo regó con una abundante corrida que lo dejó completamente empapado.

  • Joder cabrón, que polla y que lengua tienes
  • Ahora vas a ver guarra.

Sin dejarla respirar, Ángel la puso en cuatro al borde de la cama y empezó a follarla con todas sus energías. Tomasa, gemía, chillaba, lloraba y pedía más y más, mientras sus orgasmos le iban volviendo loca de placer. Ese muchacho le estaba devolviendo el tiempo perdido. Tomasa gritó, cuando Ángel le clavó hasta el fondo su polla dejando que su simiente entrara hasta el fondo de ese encharcado coño que se deshacía en un nuevo orgasmo.

Los dos quedaron tendidos sobre la cama mirando el techo, jadeando y plenamente satisfechos.

  • Cabrón, no sabes cómo me hacía falta algo así.

Ángel se vistió y salió de la habitación dejando a Tomasa profundamente dormida. Al pasar por la habitación de la chiquilla, abrió y la vio igualmente en un profundo sueño.

Bajó hasta la recepción, ya eran las seis de la mañana y la vida del hostal, empezaba a surgir.

Ángel preparó la zona de desayunos y las viandas que los huéspedes tomarían ese día, después volvió a su puesto en la recepción. Antes de terminar su turno, María, se le acercó y le preguntó en voz baja.

  • ¿Menudo polvazo le pegaste anoche a la vieja, ehhh?

Ángel la miró con una sonrisa, pero no le dijo nada.

  • Bueno, no venía por eso. ¿Podrás acompañarme esta tarde al notario? Siempre va bien en este país que alguien te acompañe, voy a comprar una casa.
  • Sin problemas a las cuatro ya estaré libre.
  • Perfecto, guapo, te buscaré a esa hora y te invito a una copita de esas que tanto te gustan.
  • Me gustan más otros líquidos, pero me conformaré con la copita.

María sonrió, se dio la vuelta y salió por la puerta meneando con excesiva intensidad ese precioso culo que se cargaba.

Ángel sonrió con malicia sin dejar de mirar ese soberano culo que lentamente se alejaba de él. Al poco llegó Tomasa con unas cuantas reparaciones, pero Ángel le dijo que esa tarde no podría ser, que estaba ocupado. Sobre las diez de la mañana marchó a su habitación, tenía que dormir y no sabía lo que le ocuparía su paseo con María. En la puerta de su habitación, le estaba esperando la niña.

  • ¿Qué haces aquí? Me iba a dormir.
  • Solo quería agradecerte lo de anoche, me pasé de tragos. Pero tú, creo que tuviste unas buenas vistas.
  • Excelentes, de las mejores que recuerdo.

La niña se puso roja como un tomate y salió corriendo para su habitación. La respuesta de Ángel la había sorprendido, ella no esperaba tanta sinceridad. Notó como su coñito se mojaba y como sus braguitas apenas podían contener ese mar.

Ángel entró raudo a su habitación, no quería más sorpresas, ese día prometía ser muy largo y debía dormir para poder aguantarlo. Se tumbó en la cama pensando en ese juvenil cuerpo, los pechos aún sin terminar de hacer y ese lampiño coñito que pedía se lo comieran de un solo bocado. Quedó dormido con estos pensamientos.

A las dos y media sonó su teléfono con la alarma. Se levantó, se duchó y se arregló para bajar a comer. Ese día había una buena comida y no dejó nada en el plato. Ya a las cuatro, llegó María. Impresionante, una camiseta ceñida marcando sus areolas y sus pezones y una minifalda que poco dejaba a la imaginación, unos zapatos de tacón de unos diez centímetros que realzaban esas espectaculares piernas. Ángel la miró de arriba abajo se levantó y asiéndola por la cintura, salió con ella del local.

  • Estás impresionante, ¿No es demasiado para un notario?
  • Nunca es demasiado jajaja

Fueron caminando hasta la notaría mientras María le contaba el por qué le había pedido que la acompañará.

Iba a comprar una casa, no sabía por qué, pero aún no tenía cerrado el precio. Le llevaba a él, por qué el regateo no se le daba muy bien y en ese país aún imponía más la presencia de un hombre. María le comentó que le pedían ciento cincuenta mil euros y ella como mucho podía gastarse ciento veinticinco mil. Sabía que el precio estaba inflado y que podría conseguir algo menos, pero no sabía cómo hacerlo. Ángel le dijo que llamase a quien tenía la responsabilidad de negociar y quedase con él en el piso. María tras buscar su teléfono móvil en el bolso marcó y quedó a las cinco menos cuarto en el portal de la finca donde se situaba el piso. A la hora en punto se presentó una rubia, normalita, vestida con un traje sastre que marcaba su bien torneado culo. El piso era un tercero sin ascensor. Subieron por las escaleras, Ángel, seguía obnubilado, con el grácil movimiento del culo de la rubia. Al llegar al piso la rubia abrió, al entrar se notó un fuerte olor a cerrado, Ángel dejándose ver, fue raudo a abrir las ventanas para ventilar el piso, acción que no pasó desapercibida a los ojos de la rubia. Dieron una vuelta por el piso recorriendo todas las estancias. Ángel iba tomando nota de los posibles fallos en los que se escudaría para bajar el precio. Ángel exhibía una determinación fuera de lo común y notaba que la rubia se estaba sintiendo dominada. La mujer empezaba a titubear y tartamudear, esto le dio la pista de que el precio estaba muy engordado. Tras unos diez minutos viendo el piso, Ángel se sentó, meneó la cabeza, miró a la rubia y le dijo.

  • Este piso está muy sobrevalorado, según mis conocimientos en la tasación de propiedades, no creo que se deba pagar por él más de noventa mil euros.
  • Pe, pe, pero, qué dice usted, su precio son ciento cincuenta mil.
  • Mira, te lo vuelvo a repetir, este piso no vale más de noventa mil euros. Tú y yo lo sabemos, mi cliente es generosa y te va a hacer una oferta por ciento quince mil euros, pero esta oferta solamente estará disponible hasta mañana. Este piso lleva más de medio año en venta y cada vez será más difícil venderlo. He observado que la cocina está algo desvencijada, hay moho en el baño y las habitaciones tienen algo de humedad, eso significa al menos unos treinta mil euros de gastos. Si su cliente se compromete a solucionarlo, estaríamos dispuestos a ofrecer ciento cincuenta mil. Como ya le dije, la oferta expira mañana, mañana daremos noventa mil euros como mucho.
  • Espere, espere que haga una llamada.

La rubia estaba realmente nerviosa y María aún tenía la boca abierta. Por su parte Ángel se mantenía serio y circunspecto. La rubia lo miró y le dijo que ciento veinte mil y estaba hecho. Ángel la miró serio directo a los ojos.

  • ¿Qué no has entendido, en lo de última oferta?
  • Es que, es que…
  • Vamos María, mañana si quiere nos llama, la oferta pasará a noventa mil, ha sido un placer.

Ángel extendió la mano y la rubia tartamudeando le dijo.

  • Vale, vale, ciento quince mil. Mañana podrán ir al notario y firmar los papeles, ¿les parece bien?

Por nuestra parte, perfecto.

icharlines54@gmail.com

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