Tras la majestuosa follada a la que se sometieron mi mujer y mi padre la tarde anterior y una noche en la que ella y yo también lo hicimos varias veces por todos lados de una forma subida de tono por la calentura acumulada y comentamos la experiencia vivida con mi padre, a la mañana siguiente Nuria se levantó temprano para preparar el café para el desayuno.

Vestía un precioso conjunto de lencería blanca compuesto por sujetador, tanga, liguero y fantásticas medias sexys, acompañado de unos maravillosos tacones, que se había puesto por la noche, aparte de porque le gusta utilizarla también para ponerme a mí caliente, cachondo y excitado por el morbo y el deseo inmenso que me invade cuando la veo vestida así.

Tras morrearse profundamente conmigo mientras yo le acariciaba sus piernas geniales y su culazo maravilloso, ella salió de nuestra habitación dejando la puerta entreabierta mientras yo apuré un cigarro en la cama durante varios minutos más a la espera de que el café estuviese preparado.

Antes de llegar a la cocina se desvió hacia la habitación de mi padre para darle los buenos días y preguntarle si le apetecía un café, a lo que él respondió que sí, acercándose hasta su cama para darle un beso que se convirtió en apasionante morreo mientras él le magreaba tetas, coño y culo por encima de su lencería, lo que yo escuchaba desde la cama.

Mi mujer salió de su habitación y se dirigió a la cocina, no llevaría allí ni 5 minutos cuando, desde mi cama, vi pasar a mi padre por el salón totalmente desnudo y con su polla de 24 centímetros bien dura y erecta dirigiéndose a la cocina, lo que hizo que yo saltase de la cama como un resorte y sigilosamente para observar.

Mi padre se plantó ante mi mujer y cerró un poco la puerta dejándola algo entreabierta por lo que yo pude, por tanto, presenciar desde el salón lo que estaba a punto de ocurrir.

Al verlo entrar Nuria, que se encontraba preparando el café sobre la encimera, se giró hacia él y le dijo «¡vaya, suegro, cómo has amanecido esta mañana!», a lo que él le respondió «Llevo así toda la noche.

Te he estado escuchando follar con mi hijo y tus jadeos y gemidos me han obligado a hacerme varias pajas mientras te escuchaba, zorra.

No te imaginas cómo me he corrido pero aún así me tienes cachondo y caliente como un puto perro», palabras que consiguieron arrancar una sonrisa muy pícara y caliente por parte de mi mujer, quien volvió a girarse para continuar haciendo el café.

Mi padre, por su parte se fue hacia ella y, por detrás, comenzó a abrazarla por la cintura y el vientre mientras besaba suavemente su espalda y sus brazos, aprovechando para desabrocharle el sujetador y comenzar a acariciar y masajear sus extraordinarias tetas y pezones por debajo del mismo mientras le decía «¡Mi puta, qué tetas y qué pezones tan extraordinarios tienes.

Cómo estás de buena, hija de puta!», gesto cariñoso al que mi mujer respondió girándose de nuevo para morrear a mi padre con lascivia y morbo mientras le cogía la polla con una de sus manos acariciándola de arriba a abajo para mantenerla dura y agachándose para chupársela suavemente humedeciendo el ya hinchado capullo con su lengua y carnosos labios, preguntándole «¿Te quieres correr otra vez, cabrón…? ¿Otra vez quieres darme tu rica leche…?, lo que provocó en mi padre mayor excitación aún.

Tras la mamada cariñosa y caliente de varios minutos con la que fomentó en él sus ganas de follársela de nuevo, se levantó y prosiguió con su tarea de preparar el café en grano para cocerlo en una olla mientras mi padre la miraba fijamente y excitadísimo muy cerca de ella, al darse cuenta le volvió a agarrar su tremendo e hinchado rabo y lo condujo hacia sí para que se lo refregase por detrás por su maravilloso culo y abriéndose un poco de piernas para sentirlo también entre ellas en la raja de su peludo coño por encima del tanga, quitándose el sujetador totalmente para que él le sobara de nuevo las tetas y los pezones con sus manos, lo que a ambos acabó de poner muy cachondos y calientes.

La calentura iba creciendo y tras poner a cocer el café en la olla, mi ardiente hembra dejó libre la encimera recostándose en ella y pidiéndole a mi padre que le comiese el coño, él se mostró encantado y le quitó su precioso tanga blanco mostrándose en todo su esplendor la majestuosa raja peluda de mi hambrienta zorra, ya muy húmeda por el calentón. Se agachó un poco y despacio, muy suavemente, comenzó a lamerla con su lengua de arriba a abajo sumergiéndola en lo más profundo de su clítoris, proporcionando a Nuria un placer indescriptible.

Ella comenzó a jadear y a gemir de placer mientras que con una mano sujetaba la cabeza de mi padre para que no parase de comérsela, diciéndole «¡Qué maravilla, cabrón. Qué bien me comes el coño!», «¡Sigue… Sigue… Así… Así… Ohhh… Ohhh… Uhhhmmm!», «¿Te gusta el coño que tengo…? «¿Te gusta el coño peludo de la puta de tu nuera, cabronazo…?», respondiéndole mi padre «¡Es maravilloso, zorra. Qué coño tienes.

Es mío, gran puta!». En apenas 5 minutos mi padre consiguió que mi mujer se corriese varias veces entre gritos, gemidos y jadeos de placer provocando en mí una excitación increíble por la escena que nuevamente presenciaba, comenzando a acariciar suavemente mi polla, a punto de reventar, por encima del bóxer y con increíble deseo de sumarme a la acción aunque preferí esperar el desarrollo de la misma.

Acto seguido y muy excitada y cachonda, Nuria bajó de la encimera, puso a mi padre apoyado a la misma por la cintura y, de rodillas, comenzó a realizarle una mamada viciosa y descomunal.

Era alucinante ver cómo se tragaba el inmenso pollón de mi padre, cómo lo lamía de arriba a abajo y cómo chupaba su hinchado capullo mientras le acariciaba los huevos repletos de leche al mismo tiempo que él se estremecía de auténtico placer por el gustazo que estaba recibiendo.

No quería correrse sin antes follarla y previendo que podía hacerlo de un momento a otro debido a la excitación contenida puso a mi mujer de espaldas a él, de cara a la encimera y apoyada en la misma, subiéndole una de sus piernas y clavándole su extraordinaria polla en lo más profundo del peludo coño de mi mujer, sujetándola por el hombro con una mano mientras que con la otra acariciaba fuertemente su pierna y su culo; ni que decir tiene que ella gozaba como una puta perra sintiendo en su raja el rabo de mi padre, estremeciéndose de gusto y diciéndole «¡Qué cabronazo, qué bien me follas, hijo de puta. Tendría tu polla metida en mi coño y en mi culo todo el día.

Te la estaría chupando a todas horas. Cómo me gusta, jodeeerrr!, mientras mi padre le preguntaba «¿Te gusta cómo te folla tu suegro, gran puta? ¿Te gusta mi polla?», a lo que ella respondía «¡No lo dudes. Es míaaa, es míaaa, suegro cabrón. Tu polla es míaaa, para la puta y zorra de tu nuera!

Mi mujer experimentó así un nuevo orgasmo mientras que mi padre se contenía por lo que cambiaron de postura echándose él al suelo de la cocina y montándose ella encima de su dura polla para cabalgarla durante varios minutos fuera de sí.

¡Qué gozada tan inmensa ver desde atrás cómo le entraba en su fantástica raja el pollón de mi padre mientras el le apretaba duramente las perfectas cachas de su culazo! En ese momento estuve a punto de unirme a ellos y comenzar yo a follar a Nuria por el culo al mismo tiempo con mi dura y tiesa polla pero de nuevo preferí esperar y continuar en mi rol de apasionado espectador.

Tras otro orgasmo de mi mujer ésta se levantó y volvió a recostarse sobre la amplia encimera de la cocina para que mi padre la follara de forma placentera, lo que hizo durante varios minutos también avisándola de que muy pronto se correría, momento que aprovechó mi mujer para parar, apagar la olla y coger una taza en la que echó un buen poco de café, la depositó en el suelo y se arrodilló de nuevo ante la polla de mi padre para mamarla y chupar su capullo durante varios minutos hasta que él exclamó gimiendo «¡Me corrooo, me corrooo putaaa… me corrooo… Ahhh… Ahhh!», mi mujer cogió la taza de café del suelo y la situó bajo la maravillosa polla de mi padre, que en ese momento comenzó a derramar una gran cantidad de leche dentro de la taza, mezclándose con el café en una espléndida nueva corrida mientras que Nuria lo ayudaba acariciándole el pollón de arriba a abajo y culminando con una buena limpieza del mismo con la boca hasta tragarse todo el resto de leche de su capullo.

Tras el nuevo show sexual ambos, ya de pie, se comenzaron a morrear apasionadamente, quedando mi padre de espaldas a mí y mi mujer de cara, viéndome de frente tras la puerta y cómo me tocaba mi excitada polla, por lo que supo que nuevamente yo había sido testigo de todo, guiñándome un ojo y lanzándome al aire un beso con sus labios para continuar morreando a mi padre.

Yo me fui a sentar al tresillo del salón para esperar a tomarme un café y ellos salieron de la cocina besándose y cogidos de la mano ante mis ojos, mi padre tomó asiento en uno de los sillones totalmente desnudo mientras que mi mujer entró en el baño para lavarse el coño después de la follada y disponerse posteriormente a servir el desayuno.

Seguidamente y ya con el café en nuestras respectivas tazas, mi zorra hizo acto de presencia en el salón sin sujetador ni tanga, tan solo con liguero, sus preciosas medias sexys y sus tacones, mostrándonos sus maravillosas tetas y su peludo coño y sentándose a mi lado en el tresillo, morreándome apasionadamente y preguntándome «¡Qué, cornudo mío!, ¿te ha gustado la nueva follada que me ha pegado tu padre para empezar bien el día…?», a lo que respondí señalando mi dura polla con el dedo acariciándomela ella con su mano por encima del bóxer, bajándolo un poco y dándome unas breves y suaves lamidas y chupadas en el capullo para decirme después «¡No te preocupes, cari, que tú también volverás a gozar de mí y conmigo más tarde porque también quiero tu rica leche!».

Comenzamos a tomar el café y mi padre, en silencio, observaba a mi mujer mordiéndose los labios cuando ella dijo «Voy a tomarme, ¡creo!, el café más rico de mi vida», comenzando a degustarlo muy despacio tras echarle azúcar y removerlo bien.

Se estaba tomando el café en el que mi padre había dejado toda la abundante leche de su monumental corrida en la cocina y se relamía de gusto con los ojos entreabiertos y cara de puro vicio mientras decía «¡Jodeeerrr, qué rico, qué rico…!», pasándose la punta de la lengua por sus labios para saborearlo aún más.

Verla hacer eso posibilitó que mi padre volviese a comenzar a acariciarse su gran polla de arriba a abajo en el sillón poniéndose nuevamente dura y tiesa como un palo mientras mi mujer lo miraba con unos ojos abiertos como platos por el deseo.

Yo, por mi parte, me acerqué a Nuria y comencé a magrearle las tetas, de nuevo muy duras, y a chuparle sus pezones mientras que con la otra mano le acariciaba su peludo coño introduciéndole dentro mis dedos, un coño que de nuevo estaba húmedo y dispuesto para gozar.

Ella le pidió a mi padre que se pusiese en pie para comerle otra vez la polla y pajearlo y a mí que le comiera su raja, lo que hice con gran gustazo durante varios minutos consiguiendo para ella dos fantásticos orgasmos.

Tras terminar, mi padre me pidió que me apartase con rapidez y se dirigió a su coño para dejar regada de abundante leche toda su pelambrera mientras ella se la extendía con la mano por la misma y por toda su raja al tiempo que yo, meneando mi polla encima de la cara de mi mujer, comencé a correrme en la misma dejándola también toda llena de una leche que con los dedos de su otra mano ella se encargó de ir llevando a su boca para tragársela toda relamiéndose de gusto.

Así fue como terminó uno de los desayunos más placenteros que los tres recordamos y cómo la zorra y puta de mi mujer disfrutó del café hasta ahora más caliente de su vida.