Capítulo 2
- La puta de mi mujer gozando con dos vecinos I
- La puta de mi mujer gozando con dos vecinos II
Tras follar placenteramente a mi mujer y corrernos ambos de inmenso placer, y conviniendo con ella que me iría proporcionando todos los detalles en relación al encuentro con los vecinos en nuestra casa para follar y que tendría lugar por la tarde, me marché al trabajo.
Durante toda la mañana en la oficina estuve sintiendo un agradable pero nervioso cosquilleo pensando en lo que podría ocurrir esa tarde y en la situación en sí lo que hizo que me sintiese muy excitado y caliente, experimentando contínuas erecciones que hicieron que tuviera que ir al servicio en distintas ocasiones para hacerme varias pajas pensando en mi mujer y descargar abundante leche de mis huevos, que estaban duros como piedras, sintiendo enorme relax cuando masajeaba mi dura y tiesa polla.
Al filo del mediodía sonó mi móvil y recibí la llamada que llevaba esperando durante toda la mañana, era Nuria, mi mujer, a quien noté con voz suave y estremecida por lo que intuí que algo había ocurrido durante mi ausencia. Tras saludarme muy cariñosamente me informó que había hablado por teléfono con nuestros vecinos y habían acordado encontrarse en nuestro piso a las 18 Horas de esa misma tarde. Asimismo me dijo que ellos habían puesto su teléfono en modo manos libres para poder escuchar ambos a mi mujer y que en el transcurso de su conversación subida de tono los tres se habían puesto muy calientes por lo que se realizaron una videollamada para verse y pajearse mutuamente; mi mujer me detalló que se habían corrido de inmenso gustazo -ella dos veces- y que había quedado maravillada con sus pollas, que describió como grandes, hermosas y con extraordinarios capullos, tal y como a mi zorra le gustan, mostrandose deseosa de que llegara la tarde para gozar con ellas. Nuevamente el morbo se apoderó de mí y quedé con mi mujer en que si no había ninguna novedad yo la llamaría al salir del trabajo, sobre las 17,30 Horas.
Salí del trabajo y sin ningún tipo de sobresalto ni nueva llamada por parte de Nuria llegó la hora marcada y procedí a llamarla tal y como habíamos quedado. Cogió el teléfono y me dijo que no había vuelto a hablar con nuestros vecinos por lo que todo seguía en pie. Me comentó que se estaba preparando y le pregunté por el tipo de ropa que se iba a poner diciéndome que llevaría un conjunto de lencería negro compuesto por sujetador, tanga calado, liguero y medias de ancha blonda con encaje, acompañado por unos preciosos tacones finos del mismo color. Me la imaginé así vestida y experimenté una erección brutal en plena calle difícil de ocultar. Antes de colgar me pidió que cuando llegase no subiese al piso aún, que la llamase de nuevo e hiciese tiempo en uno de los bares que hay junto a nuestro bloque a lo que accedí. Tomé el bus urbano y en menos de 20 minutos llegué a mi destino, totalmente impaciente y excitadísimo entré en una cafetería desde cuyas ventanas se veía el portal de nuestro piso, llamé nuevamente a mi mujer por teléfono y en el transcurso de mi conversación con ella, a las 18 Horas en punto, vi cómo nuestros vecinos salían de su portal para dirigirse al nuestro haciéndoselo saber y diciéndole «Cari, acaban de salir de su portal y van hacia allá, no va a tardar en sonar el timbre ni un minuto» como así fue, hablando con ella escuché por el teléfono el sonido del timbre y cómo ella les respondía a través del interfono, les abrió y me dijo «Cariño mío, ya suben. Haz tiempo y ven en 15 ó 20 minutos. Cuando vayas a subir toca el timbre del portal tres veces y así sé yo que eres tú y ya vienes. Quiero que me veas en acción con ellos». Accedí nuevamente a su petición y así lo hice, tomando otro café y fumándome varios cigarros seguidos en la puerta del establecimiento.
Pasado el tiempo convenido con mi mujer me dirigí a casa, toqué el timbre del portal tres veces tal y como habíamos acordado y procedí a subir. En el ascensor el cosquilleo en mi estómago y el morbo eran cada vez mayores. Llegué al rellano de nuestro piso y desde fuera, antes de abrir, ya pude escuchar los gemidos y jadeos de Nuria por el gustazo enorme que estaba recibiendo. Con sigilo abrí y cerré la puerta divisando desde la entrada al fondo, en el salón, a Mutiu de pie tras el tresillo, y a mi mujer realizándole una espléndida mamada a su enorme polla negra mientras cabalgaba follada por el marroquí y éste le chupaba los pezones de sus maravillosas tetas sentados en la otra parte. Me fui acercando y me quedé de pie en la puerta del salón mirándolos, Nuria me miró y me dijo «¡Jodeeerrr, cari, qué bueno, qué gustazo y qué placer me están dando estos dos hijos de puta!», añadiendo «¡Estoy cachonda como una puta perra. Qué pollas tan maravillosas tienen, cómo me gustan!». La estampa produjo en mí una inmensa erección y comencé a tocar mi verga por encima del pantalón. El ver a mi mujer gozando como poseída con las dos grandes pollas de nuestros vecinos me producía un morbazo inmenso y más aún cuando entre gemidos y jadeos profundos comenzó a decir «¡Me corrooooo, me corrooooo, me corro otra vez cabrones, hijos de puta. No paréis, seguidme dando fuerte. Quiero vuestras pollas para mí. No paréis, por Diooosss, no paréis. Qué gusto y qué placer tan grande en todo mi coño, en todo mi cuerpo. Soy vuestra, soy vuestra puta zorra. Aaaaahhhhh. Ooooohhhhh. Me corrooooo, me corrooooo!». Tras su fabulosa corrida, Nuria pidió a nuestros vecinos invertir la posición diciéndoles «Mi negro, ahora quiero sentir tu polla en mi mojado y deseoso coño, fóllame a cuatro patas y tú, Nassar, tiéndete un poco en el tresillo para poder comerme tu polla», ellos accedieron y eso hicieron. Yo tomé asiento en el otro tresillo de enfrente y continué como mero espectador de la maravillosa función porno que me brindaban mi mujer y nuestros vecinos. Nuria puso su culazo en pompa a cuatro patas y fue maravilloso ver cómo se estremeció cuando el negro le introdujo su verga en el coño, siendo innumerables los gemidos al sentirla. Agachó su cabeza y se introdujo en la boca la polla del marroquí, que entornó los ojos al techo con la cabeza erguida y comenzó a estremecerse del gustazo que mi mujer le proporcionaba con su majestuosa mamada. Ahí estaba ella, convertida en toda una puta zorra disfrutando con dos pollas ajenas y desconocidas y dándose mutuamente con nuestros vecinos un placer inmenso.
Mutiu, el nigeriano, sujetaba a mi mujer por las grandiosas cachas de su culazo y la embestía con fuerza diciéndole «¡Toma puta, toma mi dura polla y goza con ella! ¿Te gusta, golfa, te gusta cómo entra mi polla en tu coño? ¡Me tienes loco desde que te vi y quiero darte toda mi leche, zorra!». Ella solo le decía «¡Sííííí, sííííí, dámela cabrón. Me encantaaaaa. Deseo que riegues mi coño con tu rica leche, hijo de puta. Fóllame, fóllame así y no pares. Dame, dale fuerte a tu puta, cabronazo!» Mientras Nassar, el marroquí le decía «¡Eres única. Follas de vicio y la chupas de maravilla. Sigueeeee, sigueeeee grandísima puta. Sigue comiéndote mi rabo y no pares que me voy a correr en tu boca, zorra perra, puta más que puta!». Así continuaron durante buen rato, Mutiu aguantando su corrida para que mi mujer siguiese gozando -se corrió tres veces más por la follada del negro- y Nassar intentando alargar el placer que recibía con la mamada de mi mujer. Pasado ya un tiempo sin dejar de follarla, el «negrito» Mutiu comenzó a jadear con fuerza mientras embestía a Nuria diciendo «¡Me corrooooo, me corrooooo puta. Aaaaahhhhh. Ooooohhhhh. Ahhhhh!», mientras que ella le decía «¡Qué bien cariño mío, qué gustazo mi negro. Córrete dentro de mí. Qué calentita tu rica leche, amor. Córrete, córrete. Dámela toda. La quiero toda en mi coño!». Por su parte, el marroquí Nassar no pudo tampoco aguantar más y mientras mi mujer le chupaba su hinchado capullo por el deseo comenzó a soltarle toda su lefa en la boca mientras ella tragaba y tragaba. Acto seguido se dio la vuelta y tras una gran limpieza de polla al marroquí hizo lo propio con el nigeriano, chupando sus huevos y lamiendo su verga de arriba a abajo para quedarla reluciente.
Tras su exhausta follada con nuestros vecinos mi mujer continuaba fuera de sí y con más deseos de seguir gozando. Ellos tomaron asiento en el tresillo, mojado en distintas zonas por las corridas de Nuria, para tomarse un descanso tomando una cerveza y fumando unos cigarrillos, mientras que ella se vino al tresillo de enfrente, donde yo me encontraba con mi polla dura y tiesa deseosa de explotar, acariciándola de arriba a abajo con suavidad, diciéndome «Cari, cornudo mío, mientras estas dos máquinas de follar descansan quiero que seas tú quien me dé placer ahora y me folles como tú sabes con ese rabo que tienes y que tanto me gusta», a lo que yo le contesté «Me tienes caliente y cachondo como no te imaginas, zorra. Me encanta como follas y lo puta, golfa y guarra que eres. No sé cuánto aguantaré porque estoy deseando correrme pero te voy a complacer». Acto seguido se puso de rodillas en el suelo y comenzó a lamer con suavidad mi hinchada y durísima verga de arriba a abajo con la lengua y besándola despacito para proporcionarme más placer aún hasta llegar a mi capullo, que comenzó a masajear con sus labios llevándome al éxtasis. Tras mamármela durante varios minutos produciéndome un enorme e indescriptible placer se subió encima de mí y comenzó a cabalgar como lo hace una espléndida puta, mirando hacia la calle a través de las ventanas abiertas, gimiendo de puro placer y diciéndome «¡Pero qué puta soy, cari, qué golfa y qué zorra, amor mío. Fóllame fuerte, como tú sabes que me gusta, te lo ruego, y cómeme las tetas mientras me la metes, hijo de puta. Fóllame sin parar, te lo ruego, cariño mío!». Sus palabras me excitaban aún más y le pedí follarla a cuatro patas, a lo que accedió encantada. Se puso de rodillas en el tresillo con su espléndido coño peludo abierto y comencé a metérsela en esa postura masajeando las cachas de su culazo y sujetándola por las caderas deseando que esa follada no acabase nunca. Miré hacia nuestros vecinos y pude comprobar que estaban nuevamente muy excitados por ver cómo me follaba a mi mujer y cómo gozaba ella con mi polla dentro de su coño, jadeando y gimiendo, tenían sus vergas bien duras y se las acariciaban de arriba a abajo con suavidad. Ambos se levantaron del tresillo y se dirigieron al de enfrente colocándose delante de la cara de Nuria para que ella comenzase a mamar de nuevo sus inmensos y tiesos rabos, comenzando a chuparlos alternativamente y proporcionándoles un inmenso gustazo. ¡Qué gozada ver a mi mujer chupando y mamando sus dos vergas con la mía metida dentro de su coño! Nuestros vecinos, con sus cabezas erguidas hacia el techo del salón y los ojos entreabiertos gozaban de puro placer mientras le decían «¡Chupa, mama nuestras vergas sin parar, gran puta. Qué buena eres, zorra. La mamas de vicio. Sigue, sigue y no pares hasta que nos corramos los dos!». Sus palabras elevaron aún más mi calentura y a los pocos segundos, mientras ensartaba con fuerza a mi mujer, la avisé de mi brutal corrida diciéndole «¡Cari, me corrooooo, me corrooooo, me corrooooo mi zorra, me corrooooo puta mía. Toma mi leche en tu coño, amor mío, toda tuya. Aaaaahhhhh. Ooooohhhhh!». En ese momento Nuria también comenzó a correrse como una fiera pidiéndome que no le sacara mi polla del coño hasta que no terminase. Mientras se corría continuaba mamando las duras vergas de Nassar y de Mutiu, que aguantaron varios minutos más hasta que, casi al mismo tiempo, pidieron a mi mujer que dejase de chupárselas para comenzar a correrse como bestias en su cara y en su boca, relamiéndose ella de gusto y tragándose sus dos enormes descargas de leche para finalizar limpiando sus enormes vergas con una magistral y viciosa chupada.
Habían transcurrido casi dos horas desde que los vecinos llegaron a nuestro piso y se aproximaba la hora de llegada a casa del trabajo de la mujer de Nassar, el marroquí, por lo que comenzaron a apurar su estancia con nosotros y se vistieron con rapidez para marcharse en breve. Él llamó a su mujer por teléfono para preguntarle si tardaba mucho en llegar y ella le contestó que como en media hora estaría en casa por lo que hicieron algo más de tiempo y se sentaron a tomar otra cerveza con nosotros y a fumarse otro cigarrillo procediendo a conversar sobre lo acontecido durante la tarde mostrándose encantados tanto ellos como mi mujer. Llegada la hora de marcharse, Nuria les acompañó hasta la puerta vestida con su espléndida lencería negra pero antes de abrirles para que saliesen les quiso agradecer el placer recibido abrazándose a ellos en el pasillo y morreándose con ambos mientras ellos le magreaban tetas, culo y coño lo que hizo que los dos experimentaran una nueva erección que ella notó por lo que, de pie, comenzó con sus manos a masajear sus pollas por encima del pantalón haciendo que volviesen a bajárselos hasta la mitad de la pierna, mi mujer se puso de rodillas y de nuevo comenzó a mamar al alimón y como poseída sus tiesas vergas, que parecían no necesitar descanso, volviendo a proporcionarles un inmenso placer. Así continuó durante varios minutos hasta que de nuevo volvieron a explotar, primero el marroquí y seguidamente el nigeriano, en una extraordinaria corrida en su cara y en su boca, lechada que volvió a tragarse encantada de la vida con una nueva limpieza final de sus enormes e insaciables rabos. Acto seguido se despidieron citándose para un nuevo encuentro aún pendiente de día y hora abandonando los vecinos nuestro piso.
Ya más relajada, Nuria tomó asiento junto a mí en el salón y me dijo «¡Cari, qué maravilla. No te imaginas cómo he gozado con las pollas de estos dos hijos de puta. Hay que joderse lo bien que follan y los polvazos que me han echado!». Yo la abracé, la besé y de nuevo muy excitado le pedí volver a follarla, a lo que accedió encantada. Así continuamos hasta bien entrada la noche, primero en el salón y después en nuestra habitación, quedando rendidos físicamente pero deseando repetir la experiencia con los vecinos.