Capítulo 1

La víspera del cumpleaños de Baby, Zarai y Pablo la invitaron a celebrar temprano, sabiendo que el día oficial lo pasaría con su familia. A sus 28 años, Baby estaba radiante, con el morbo de los encuentros previos ardiendo en su piel. Se encontraron en un local íntimo, donde el vino tinto fluía como un río seductor y las cervezas frías añadían un toque de picardía. No era suficiente para emborracharlos, pero sí para encender una calentura que los tenía al borde del abismo. Sentados en una mesa apartada, las conversaciones se tornaron subidas de tono. «Eres una tentación con esa falda, Baby», susurró Zarai, sus dedos rozando disimuladamente el muslo de Baby bajo la mesa. Pablo, con una sonrisa cargada de intención, deslizó su mano por el otro muslo, apretando con suavidad. «¡Ohhh, joder, qué manos!», murmuró Baby, su voz baja para evitar miradas indiscretas.Los roces eran sutiles pero incendiarios: Zarai acariciando el interior de su muslo, Pablo rozando el borde de su falda de cuero negro. «¡Mmmm, me están volviendo loca!», jadeó Baby, sus pezones endureciéndose bajo la blusa de seda negra. La tensión creció hasta volverse insoportable. «Nos vamos al apartamento, ahora», dijo Pablo, su voz grave vibrando con deseo. Baby asintió, su cuerpo temblando de anticipación, sabiendo que esta noche sería su última gran aventura antes de reunirse con Davit en España.

Camino al apartamento, la tensión del local se desbordó en el vehículo. Pablo conducía, su rostro concentrado pero con una chispa de lujuria en los ojos. Zarai, en el asiento del copiloto, no perdió el tiempo. Con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia él, desabrochó su pantalón y comenzó a lamer su polla con una lentitud deliberada. «¡Joder, Zarai, qué boca!», gruñó Pablo, sus manos apretando el volante. Baby, en el asiento trasero, no podía apartar la vista. La escena la encendió al instante: la cabeza de Zarai subiendo y bajando, el sonido húmedo de su boca, y, sobre todo, la mirada de Zarai. Giró la cabeza hacia Baby, sus ojos brillando con una intensidad perversa, como si dijera «mira lo zorra que soy». Esa mirada de perra calentó a Baby hasta hacerla jadear. «¡Mmmm, qué sabroso se ve!», suspiró, sus manos deslizándose bajo su falda, tocándose el clítoris mientras observaba, hipnotizada.»¡Sigue, no pares!», gimió Baby, sus dedos moviéndose más rápido mientras Zarai aceleraba el ritmo, su lengua danzando sobre el miembro de Pablo. Él gruñía, luchando por mantener el control del coche, pero ninguno llegó al clímax; la excitación era solo un preludio. Cuando estacionaron frente al apartamento, Zarai se limpió los labios con una sonrisa y dijo: «Esto apenas empieza, guapa». Baby, con el cuerpo en llamas, asintió, lista para lo que vendría.Antes de entrar, Zarai sacó una venda de seda negra. «Cierra los ojos, cumpleañera», susurró, cubriendo los ojos de Baby. La oscuridad intensificó cada sensación: el roce de las manos de Zarai ajustando la venda, el aliento cálido de Pablo en su nuca. La guiaron al interior, y de repente, dos pares de labios la atacaron. Zarai besó su boca con hambre, su lengua explorando con urgencia, mientras Pablo mordisqueaba su cuello, sus manos apretando sus caderas. Los besos a tres eran un caos delicioso: lenguas enredándose, respiraciones mezclándose, manos recorriendo su cuerpo como si quisieran devorarla. «¡Joder, me comen viva!», gimió Baby, su voz temblando de excitación.

La llevaron al cuarto, sus pasos inseguros por la venda, pero el morbo la tenía al borde del colapso. La tumbaron en la cama, y pronto sintió cuerdas suaves amarrando sus muñecas y tobillos a los postes. «Eres nuestra putita esta noche», susurró Zarai al oído de Baby, su voz cargada de lujuria. «¡Siii, hagan lo que quieran, qué delicia!», exclamó Baby, su cuerpo arqueándose de deseo.El juego comenzó con una intensidad que la volvió loca. Zarai deslizó una pluma por el cuerpo de Baby, rozando sus pezones, su vientre, el interior de sus muslos. «¡Ohhh, por Dios, qué rico!», gimió, cada roce enviando escalofríos por su piel. Pablo tomó un cubo de hielo y lo pasó por su clavícula, bajando lentamente hasta sus pechos, donde el frío endureció sus pezones al instante. «¡Mmmm, joder, sigue así!», jadeó Baby. Luego, Zarai dejó caer gotas de cera tibia de una vela sobre su abdomen, el calor contrastando con el hielo y arrancándole un grito: «¡Aaaaaa, qué calentura, más!».El juego sensorial dio paso a algo más carnal. Zarai se arrodilló entre las piernas de Baby, lamiendo su clítoris con una precisión que la hizo temblar. «¡Chúpamelo todo, zorra!», gritó Baby, sus caderas empujando contra la boca de Zarai. Pablo, mientras tanto, se acercó a su rostro, su polla dura rozando sus labios. Baby la tomó con avidez, chupándola con desesperación. «¡Trágatela toda, putita!», gruñó Pablo, agarrándola del pelo. La venda intensificaba todo: los sonidos húmedos, los gemidos, el aroma de sus cuerpos.El desespero de Baby era evidente, sus gemidos cada vez más urgentes. La soltaron de las cuerdas, y ella, como una fiera desatada, se lanzó sobre Zarai, besándola con furia mientras le metía dos dedos en el coño, masturbándola con rapidez. «¡Qué ricoo, Baby, así te quería!», exclamó Zarai, su voz cargada de morbo mientras sentía los dedos de Baby explorar su interior. «¡Cómemela toda, puta!», gimió, sus caderas subiendo para presionar más. De reojo, Baby vio a Pablo rasgar un preservativo con los dientes, deslizarlo sobre su miembro y aplicarse lubricante con una mirada salvaje. Se sentó en la cama, esperando a la primera en subirse.Baby fue la primera, montándolo con un hambre feroz, sus caderas subiendo y bajando mientras gritaba: «¡Siii, párteme en dos, qué sabroso!». Zarai, a su lado, lamía sus tetas, susurrando: «¡Eres una perra insaciable, joder!». Pero en un cambio de posición, el condón se rompió. Los tres se detuvieron, un instante de asombro y tensión. Baby, con los ojos encendidos de deseo, tomó una decisión impulsiva: quitó el condón roto y se montó de nuevo, enterrando el miembro de Pablo en su interior. The raw, hot sensation without the latex was overwhelming. «¡Joder, qué delicia, métemelo hasta el fondo!», gritó, alcanzando un orgasmo en segundos, su cuerpo temblando mientras sentía cada pulgada de él. Pablo, aprovechando su éxtasis, la tomó de las nalgas y la movió rápido, metiéndola y sacándola con fuerza. «¡Aaaaaa, sí, no pares, qué rico!», exclamó Baby, su orgasmo prolongándose como nunca antes, una ola de placer que la dejó sin aliento.Las posiciones cambiaron en un frenesí: Zarai montó a Pablo mientras Baby lamía su clítoris, luego Baby se puso a cuatro patas, con Pablo penetrándola por detrás mientras Zarai le chupaba los pezones. Finalmente, Pablo se acostó con Zarai encima, y Baby se sentó en su rostro, gimiendo: «¡Chúpamelo todo, zorra sabrosa!». Pablo, al borde, embistió a Zarai con fuerza, acabando dentro de ella en un creampie que la hizo gritar: «¡Ohhh, lléname, qué calentura!». El semen goteaba de su coño, y Baby, fascinada, lamió los restos antes de besar a Zarai con una pasión sucia.Exhaustos, se desplomaron en la cama, pero la calentura no terminó. Baby se metió a la ducha, y Zarai la siguió. Mientras el agua caliente caía, se tocaron, sus manos resbalando con el jabón. «¡Mmmm, tócame así, joder!», suspiró Baby, mientras Zarai frotaba su ano con un dedo, y ella hacía lo mismo. En un largo beso, abrazadas, sus cuerpos se apretaban, el jabón intensificando cada roce. Zarai se agachó, chupando el clítoris de Baby antes de voltearla y lamer su ano con una intensidad que la hizo gemir: «¡Por Dios, qué rico, sigue!». Zarai, entre lamidas, preguntó: «¿Te gusta el anal?». Baby, jadeando, respondió: «Sí, lo he hecho con Davit a veces. Antes no me gustaba, pero ahora me encanta… aunque eso se lo tengo guardado a él». Se rieron, cómplices, y salieron de la ducha, aún temblando de deseo.De vuelta en el cuarto, Zarai le contó a Pablo sobre la conversación del anal, y la idea los calentó de nuevo. Con el teléfono de Baby vibrando —su mamá escribiendo que estaba saliendo y tardaría—, aprovecharon el tiempo. Zarai y Baby, aún encendidas, comenzaron a dilatarse el ano mutuamente con los dedos, usando lubricante y gimiendo de placer. «¡Joder, qué sabroso!», suspiró Baby, mientras Zarai gruñía: «¡Mételos más, puta!». Pablo, con los ojos encendidos, se acercó a Zarai, quien se puso en cuatro, y la penetró analmente con lubricante, moviéndose con un ritmo que la hizo gritar: «¡Siii, rómpeme el culo, qué delicia!».La escena despertó un hambre voraz en Baby. Pensando «perdón, amor» hacia Davit, se dio cuenta de que ya se estaba metiendo dos dedos en el ano, su cuerpo temblando de deseo. Se puso en cuatro junto a Zarai y, con una mirada salvaje, invitó a Pablo: «¡Turno, cabrón, dámelo a mí!». Pablo, aplicando más lubricante, comenzó a penetrarla analmente con suavidad. El dolor inicial fue intenso, casi insoportable, pero la calentura era más fuerte. «¡Aaaaaa, joder, despacio!», gimió Baby, pero pronto el dolor cedió, transformándose en una excitación que hizo que su coño goteara flujo, sus ojos desorbitados de placer. «¡Siii, métemelo, qué rico!», exclamó, cada embestida suave intensificando la sensación.Pablo alternó entre ambas, primero Zarai, luego Baby, sus movimientos precisos y brutales. Cuando estaba a punto de acabar, volvió con Baby, y con un gruñido, eyaculó sobre sus nalgas, los chorros cálidos cubriendo su piel. «¡Ohhh, qué calentura!», suspiró Baby, temblando. Zarai, con una sonrisa traviesa, tomó una toallita y limpió el semen de las nalgas de Baby, mientras ella se reía, aún en éxtasis. El teléfono vibró de nuevo: la mamá de Baby estaba cerca. Baby se vistió a toda prisa, recogió su celular y se despidió con un beso ardiente. «Feliz cumpleaños, guapa», dijo Zarai, guiñándole un ojo.

Esa noche, Baby llamó a Davit, su voz mezcla de satisfacción y una pizca de nervios. «Amor, mi pre-cumpleaños fue una locura», empezó, su tono cargado de morbo. «Tomamos vino y cerveza, y nos calentamos tanto que en el carro, Zarai le chupó la polla a Pablo mientras conducía. Me miró con unos ojos de zorra que me volvieron loca, y yo me toqué atrás, gimiendo ‘¡Mmmm, qué sabroso se ve!’ como loca. Luego, en el apartamento, me vendaron los ojos, me comieron a besos, y me amarraron. Usaron plumas, hielo, cera… joder, grité ‘¡Aaaaaa, qué calentura, más!’ como loca. Zarai me comió el coño, gritando ‘¡Qué ricoo, Baby, así te quería!’ y ‘¡Cómemela toda, puta!’, y yo le dije ‘¡Chúpamelo todo, zorra!’ mientras Pablo me metía su polla en la boca».Hizo una pausa, su voz bajando con un toque de preocupación. «Pero, amor, pasó algo… el condón se rompió. No sé cómo, pero no pude parar. Lo quité y me monté en Pablo, y joder, sentirlo sin látex fue demasiado. Grité ‘¡Joder, qué delicia, métemelo hasta el fondo!’ y me corrí en segundos. Él me movió tan rápido que mi orgasmo duró una eternidad. Luego cambiamos: Zarai lo montó, yo me senté en su cara, gritando ‘¡Chúpamelo todo, zorra sabrosa!’ hasta correrme otra vez. Al final, él acabó dentro de Zarai, un creampie que lamí antes de besarla».Su tono cambió a uno más ligero, casi burlón. «En la ducha, Zarai y yo nos tocamos, nos lavamos el ano con jabón, y ella me preguntó si me gustaba el anal. Le dije que sí, que contigo lo he hecho y ahora me encanta, pero que eso te lo guardo a ti. Nos reímos, pero nos calentamos tanto que le contamos a Pablo. Antes de que llegara mi mamá, nos pusimos a dilatar nuestros anos, y Pablo se folló a Zarai por el culo en cuatro. Yo no aguanté, amor, y pensando ‘perdón, amor’, me metí dos dedos. Luego me puse en cuatro y le pedí a Pablo que me diera a mí. Dolió como el demonio al principio, pero la calentura pudo más, y pronto mi coño goteaba mientras gritaba ‘¡Siii, métemelo, qué rico!’ con los ojos desorbitados. Él acabó en mis nalgas, y Zarai lo limpió con una toallita. Amor, con esto estamos a mano, ¡y te juro que yo disfruté más que tú con tus faltas! Eso te pasa por sapo, jajaja». Colgó, dejando a Davit con el cuerpo en llamas, una mezcla de morbo, celos y la certeza de que su reencuentro en España sería inolvidable.