Capítulo 2
Parte 3
Ese viernes, como la mayoría de los viernes, nos encontramos con Eduardo y Marisa en “La gruta”, un bar de copas a medio camino entre una discoteca y un local de entretenimiento con billares y dardos.
Tras saludarnos efusivamente, dedicamos la primera media hora a tomar unas cervezas charlando en los cómodos sofás. Pero por algún motivo, la conversación no fluía como otras veces.
–¿Que os parece una partida de dardos? – preguntó Edu.
–Ok– respondí con entusiasmo.
Pero Laura y Marisa no les apetecía demasiado jugar así que optaron por ir a la pista de baile. El local estaba casi vació de modo que nuestras dos chicas disfrutaron de la pista de baile para ellas solas. Ver a dos espléndidas mujeres bailando era increíble; Laura morena y Marisa pelirroja, ambas con buenos pechos, aunque los de Laura un poco más prominentes.
– venga, ¿juegas? – dijo Edu reclamando mi atención.
–Ok. Al lio – respondí.
Durante un par de partidas jugamos sin apenas hablar y al final de la segunda partida Edu dijo:
–Te veo muy callado… estás como distraído. ¿Va todo bien?
Levanté la vista y lo miré a los ojos, luego miré a las chicas que aún bailaban solas, no pude más y lo solté todo.
–No, Edu, nada va bien… tenemos problemas con Laura… no, no es lo que crees, no estamos peleados ni nada de eso, es que… veras… joder como decirlo…. que no funcionamos bien en la cama.
Me miró con curiosidad y burlonamente dijo: – ¡Ah, que la tienes pequeña! Jajaja – y se rio sonoramente.
Yo también me reí, pero con una risa forzada dije: – No te rías cabrón; que es serio. El problema es que, por más que lo intento, no consigo que Laura complete.
–¿Complete? – dijo extrañado.
–Que se corra. ¡Joder!
–¡Pues si no eres un pichacorta, entonces es que eres un eyaculador precoz! – y volvió a reírse.
–¡Que no te rías joder! Que es serio. Y sí, algo de eso hay.
–Bueno, nosotros tuvimos algún problema parecido – replicó cambiando el tono de voz y hablando con seriedad sincera.
– Fuimos a terapia con una sexóloga… una tal doctora Álber… no Álvarez, eso la doctora Álvarez y la verdad es que nos fue muy bien.
Ahora, el que lo miraba incrédulo era yo.
–¡Esa es! La misma a la que hemos ido.
–¿Está buena… eh? ¿La cabrona? – dijo guiñándome un ojo – ¿y que solución os ha dado?
–Bueno, este lunes empezamos una terapia, tenemos que ir a un Campus en Santo Domingo.
–Si anteriormente yo había puesto cara de sorpresa, la que puso Edu con mi última frase era para echarse a reír.
–¿En el “Campus cor…” el de Santo Domingo? – balbuceó – Nosotros fuimos hace unos años.
Ahora, el que abría los ojos como platos era yo. – ¿Fuisteis al campus? ¿Y qué tal os fue? Cuéntame. ¿De qué va? Apenas sabemos nada de ese Campus.
Edu me miró a los ojos, intentó empezar una frase, pero antes de abrir la boca, se la tapó con las manos.
–Perdona Carlos, pero no debo contarte nada. Si lo hago es posible que te asustes y te eches para atrás. Sólo puedo decirte… como decirlo… joder… a nosotros… pues eso nos funcionó muy bien. Nuestra vida ahora es distinta a la de antes, arreglamos nuestros “problemas”. No fue fácil… – Hizo una pausa y mirando al cielo se reafirmó – Por Dios, juro que no fue nada fácil, pero salvó nuestro matrimonio.
Intenté sonsacarle más información, pero se negó, aunque en el fondo había oído lo que quería oír.
Después de esa intensa conversación nos giramos para buscar a nuestras chicas justo en el momento en que un par de moscones se unieron a ellas; eran bastante más jóvenes y durante unos momentos bailaron a cierta distancia. Hasta que uno de ellos se acercó y sin mediar palabra abrazó a Marisa que, riendo, le siguió el juego. Pero cuando el otro intentó hacer lo mismo con Laura, esta, educadamente, le dijo algo al oído y se retiró de la pista. A los pocos segundos se le unió Marisa riendo; dejando a los dos chicos con la decepción dibujada en sus rostros.
Nos reunimos en la mesa, hicimos un par de rondas más y nos despedimos.
–Bueno – dijo Laura dirigiéndose a nuestros amigos – los próximos quince días estamos fuera o sea que no nos volveremos a ver hasta, como mínimo, febrero.
Nos despedimos con un sentido abrazo y un par de besos. De regreso a casa, paseando tranquilamente unidos de la mano, le dije:
–¿Sabías que Edu y Marisa estuvieron en el Campus de Santo Domingo?
–Pues sí, me lo dijo Marisa hace unas semanas cuando le conté sobre nuestros “problemas de cama”; de hecho, fue ella quien me recomendó a la doctora Álvarez. Me contó que participaron en la misma terapia y estaban muy contentos con los resultados, aunque ha mantenido el “misterio” sobre la terapia y no ha querido contarme nada.
–Pues vaya… – dije, y ya no hablamos más del tema. Cinco minutos después cruzábamos la puerta de nuestra casa y nos acostamos.
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DESPACHO DOCTORA ÁLVAREZ
LA COMPAÑÍA – MADRID
[LLAMADA TELEFÓNICA] TUUT… TUUT… TUUT…
[Doctora Álvarez] Mañana llega un nuevo sujeto de estudio, su perfil promete, procedan según lo previsto.
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Parte 4
DÍA 1
Los preparativos para el viaje fueron rápidos ya que, siguiendo las instrucciones que nos habían transmitido, apenas empaquetamos ropa. Como viajábamos ligeros el proceso facturación y embarque también fue rápido, aunque no se puede decir lo mismo del vuelo; movido, largo y, en general, agotador.
Nada más aterrizar pudimos comprobar que el clima de Santo Domingo no tenía nada que ver con el invierno de España; en pocas horas pasamos del riguroso frio de la meseta española a la calidez caribeña. Además, no por sabido, dejó de sorprendernos comprobar que, a pesar de que en España debía ser negra noche desde hacía varias horas, en Santo Domingo lucía un espléndido sol de medía tarde.
Al llegar al vestíbulo se nos acercó un joven, alto y bien plantado que dirigiéndose a nosotros dijo:
– ¿Señores Ruiz? Mi nombre es Alexander y, hoy, seré vuestro guía; ¿si me permiten las maletas?
Alexander cargó con facilidad las dos maletas de mano y, sin dejar de callar ni un instante, condujo hasta el Campus en menos de 30 minutos.
La primera impresión del Campus fue sorprendente y superaba, sin ninguna duda, mis más optimistas expectativas.
–¡Vaya! – dijo Laura sorprendida – es mucho mejor de lo que me esperaba.
Alexander nos acompañó hasta el bungalow que nos habían asignado; una preciosa cabaña de madera, rústica pero lujosa a orillas de la playa y con vistas al mar.
Frente a nosotros se abría una espectacular ensenada de aguas transparentes y un marcado color turquesa flanqueada por dos formaciones rocosas de poca altura, una de ellas, coronada por una gran cruz de metal.
A nuestra izquierda, unos diez bungalows parecidos al nuestro; todos con una pequeña terraza orientada al mar y, un poco por todos lados, incontables palmeras nos protegían del sol.
En la parte de atrás se extendía una gran área ajardinada con césped, palmeras y una increíble piscina azul.
Un poco más lejos se podían ver un par de edificios; el más cercano, de sólo una planta y pintado de color azul chillón, tenía frescos de imágenes caribeñas y, un poco más lejos, una gran casa colonial de madera que recordaba aquellas espectaculares casas de las plantaciones de algodón americanas.
Casi podía ver a Scarlet O’hara frente a la casa gritando su célebre frase “A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”.
Tras mostrarnos diligentemente el bungalow, Alexander, nos ayudó a descargar las maletas y nos dio amablemente las instrucciones básicas.
Antes de despedirse nos comentó:
–Bueno, parece que ya está todo listo, el viaje ha sido largo y deben estar cansados. Les recomiendo que descansen y se recuperen del jetlag. Mañana temprano les recogerán para explicarles el funcionamiento del Campus.
Así que nos quedamos solos cómodamente sentados en un sofá de la terraza disfrutando de las fantásticas vistas.
–¿Has visto esto? Es una pasada. Creo que podría acostumbrarme a esto– dijo Laura sin desviar la vista del horizonte.
–Tal vez, al final, resultará que los 15.000 € están bien invertidos– dije entregándole una cerveza fresquita a Laura.
Nos quedamos embobados disfrutando de la calidez del ambiente mientras saboreábamos una cerveza cada uno hasta que, al poco rato, los párpados empezaron a pesarme y el sueño me venció.
No sé cuánto tiempo pasó, pero unos golpecitos en la espalda me despertaron.
–Vamos a la cama, amor, nos hemos quedado dormidos– Ya era completamente oscuro y las estrellas brillaban en el firmamento.
Parte 5
DÍA 2
Nos despertamos temprano con la sensación de haber descansado muy satisfactoriamente, preparamos unos cafés junto con unas galletas que teníamos en el almacén y salimos para desayunar con el amanecer de fondo.
–Qué maravilla – dijo Laura conmovida por tanta belleza.
Estuvimos un buen rato charlando animadamente entre nosotros hasta que, puntualmente, se acercó Alexander saludándonos con la mano.
–Buenos días. ¿Han descansado? – dijo, y sin esperar nuestra respuesta continuó, – Como les dije ayer, a las 8h tenemos la sesión de orientación en la Sala de Reuniones. El doctor Oswaldo les está esperando.
Cogidos de la mano acompañamos a Alexander, cruzamos el jardín y nos dirigimos a la casa colonial; visto de cerca el gran edificio de madera impresionaba. No tardamos ni cinco minutos en entrar en una sala amplia con una mesa de caoba en el centro y varias fotografías del entorno colgadas en la pared. En una esquina destacaba una chimenea enorme, aunque daba la sensación de no haber sido usada en mucho tiempo.
Y sentado detrás de la gran mesa un señor de avanzada edad, aparentemente bajo y con el pelo blanco y desordenado nos miraba con ojos penetrantes.
–Hola señores Ruiz, por favor, tomen asiento.
Nos sentamos en frente del doctor mientras Alexander se retiraba de la sala.
–Estamos aquí para resolver su problema sexual, pero, antes, déjenme resumirles brevemente la base psicológica sobre la que se sustenta nuestra terapia.
Tras una leve pausa continuó con aire didáctico.
–Verán, desde el punto de vista sexual trabajamos con tres perfiles básicos, los “alfa”, los “beta” y los “gamma”.
–Los perfiles “alfa” corresponden a las personas con un carácter dominante, pero también disponen de un perfil genético superior; en el caso de los hombres son individuos altos, fuertes, normalmente bien parecidos y están bien dotados; y en el caso de las mujeres son altas, hermosas, con buenos pechos, culo firme y piernas esbeltas. En todo caso, tanto los hombres como las mujeres son perfiles sexualmente muy intensos; ellos tienen mucha resistencia y ellas una gran fogosidad.
–Los perfiles “beta”, que representan la mayoría de las personas, tienden a tener un físico que podríamos clasificar como “normal”. En el caso de los hombres tienen unos órganos sexuales de tamaño medio, ni grandes ni desmesuradamente pequeños por lo que tienden a compensar su “inferioridad” con los machos “alfa” buscando destacar en otras habilidades como la inteligencia, el arte, las manualidades, etc… Sexualmente tienen habilidades poco desarrolladas y difícilmente pueden mantener la erección una vez completado el acto sexual, tras el cual, se relajan y se duermen. En el caso de las mujeres sucede algo bastante parecido, no destacan por su exuberancia física y sus relaciones sexuales se pueden considerar como estándares.
–Los perfiles “gamma” son los perfiles marcados por algún tipo de carencia de autoestima importante; son personas que, ya sea por algún defecto físico o psicológico como por algún trauma infantil o una educación religiosa muy estricta, se auto perciben como inferiores. En el caso de los hombres acostumbran a ser más bien feos, dejados y muy machistas. Intentan ser dominantes, pero para ello sólo pueden subyugar a una mujer de su mismo perfil o recurrir a servicios de sexo de pago. Vaya, son el clásico Torrente, feo, gordo y putero. En el caso de las mujeres son muy apocadas, débiles de carácter, sin iniciativa y con una autoestima muy baja. Aceptan tratos vejatorios porque creen que no se merecen nada mejor.
El doctor Oswaldo completo su introducción con un lenguaje claro, calmado y buscando ser lo más instructivo posible.
–El 80% de las personas se clasifican dentro del perfil “Beta” y se relacionan entre ellas sin demasiados problemas; tienen unas vidas tranquilas, ordenadas y, si se separan o enviudan, encuentran con facilidad otra persona de un perfil similar.
–Cuando se unen un hombre “alfa” con una mujer “beta”, habitualmente establecen un vínculo sano. A la mujer, por decirlo de algún modo, le ha tocado la lotería y disfruta de un hombre vigoroso mientras que él, normalmente, se siente cómodo con una posición dominante. En estos casos, el problema más habitual es que el hombre sea muy “alfa” y busque relaciones sexuales fuera de la pareja o que ella sea muy celosa y aunque no haya infidelidades la relación se pudra por dentro. Pero por lo general, si contactan con un sexólogo que les ayude a controlar el exceso de libido y los infundados celos las relaciones pueden ser duraderas y satisfactorias.
–Cuando se unen un hombre “alfa” y una mujer “alfa” estamos ante dos volcanes en erupción. Las relaciones sexuales sacan chispas y son muy intensas. En la mayoría de las ocasiones son relaciones poco duraderas porque nadie soporta tanta intensidad a no ser que su vínculo emocional sea muy fuerte.
–Finalmente, cuando un hombre “beta” como usted, Carlos, se empareja con una mujer “alfa” como la señora Laura se producen distensiones que pueden ser muy complejas de resolver. Estos casos son, normalmente, los más difíciles de tratar porque la mujer necesita de una intensidad sexual que, físicamente, el hombre no puede darle. En estos casos, como ya les explicó la doctora Álvarez, o la mujer se resigna a una vida sexual “mediocre” o acaba siendo infiel a su marido. Y cuando esto sucede, habitualmente, las parejas se rompen.
–Y aquí, es donde entra nuestra terapia.
El doctor Oswaldo, hizo una pausa, nos estudió detenidamente a ambos y continuó.
–Como ya habrán intuido por las entrevistas anteriores la solución a sus problemas se fundamenta en acordar un vínculo de infidelidad consentida. De este modo, Laura, puede disfrutar de relaciones sexuales plenas y satisfactorias sin necesidad de recurrir al engaño. Por su parte, Carlos, deberá asumir su rol, ya sea aceptando las relaciones extramatrimoniales de Laura o participando en ellas; no es un proceso fácil ni rápido, pero nosotros estamos aquí para guiarlos durante el camino. Naturalmente, este proceso sólo es posible si el vínculo emocional es muy grande y les permite renunciar a los patrones de convivencia convencionales.
–Una vez finalizada la exposición, ya sólo me resta darles la bienvenida al Campus Cornudo y felicitarles por su elección.
Laura y yo nos miramos sin ser capaces de articular ningún sonido. “Campus Cornudo”, ese era el nombre que casi pronunció Edu durante la partida de dardos. Vaya, todo parecía indicar que mi futuro no presagiaba demasiadas alegrías. ¿Cómo había caído tan bajo?
–Supongo que tendrán muchas preguntas sobre cómo se llevará a cabo la terapia, pero no se preocupen, les guiaremos paso a paso.
Con la mano derecha pulsó un botón de un intercomunicador y a los pocos segundos entró una chica joven vestida con una bata blanca sencilla pero elegante.
–Les presento a Elisabeth; será vuestra guía y orientadora.
Cuando Elisabeth se acercó a nosotros nos levantamos y la saludamos con dos besos en la mejilla.
–Si les parece, les dejo en sus manos. Elisabeth les dará las primeras instrucciones. – Y levantándose nos dio la mano y se retiró. En efecto, mi primera impresión era correcta y el doctor era realmente bajo, no pasaría del metro cincuenta.
–Encantada de conoceros, venid, seguidme. – nos dijo Elisabeth alegremente.
La seguimos en silencio por varios espacios hasta una sala que tenía varias puertas; abrió una e hizo pasar a Laura y seguidamente abrió la otra y me hizo pasar a mí. En su interior había una camilla, algunos objetos decorativos de temática hindú y coloridos frascos de aromas perfumados.
–Para empezar el día con ánimos renovados voy a hacerte un masaje sensitivo; ¿puedes desnudarte completamente y tumbarte boca abajo?
–¿Del todo? – pregunté incrédulo.
–¡Obvio! – respondió tajante.
Me desnudé completamente y me tumbé boca abajo.
–Perfecto, ahora relájate y disfruta. – A diferencia del doctor Oswaldo, aquella joven nos tuteaba como si fuéramos amigos de toda la vida.
El masaje fue extraordinario, untó mi espalda con aceites aromáticos y con sus hábiles y fuertes manos masajeó mi espalda, el cuello, las lumbares, luego descendió hasta los pies haciéndome sentir sensaciones desconocidas para mí. Masajeó mis gemelos, los muslos y poco a poco fue subiendo hasta mi culo, sobre el cual ejerció una intensa presión con sus ágiles y cálidas manos; me contuve para no sucumbir al placer y suspirar sonoramente.
Tras aproximadamente media hora de masaje me dijo – puedes girarte.
Lo hice, busqué a mi alrededor una toalla para cubrirme, pero no la encontré. Elisabeth me obligó a tumbarme y continuó el masaje empezando por los pies.
Subió por las piernas hasta llegar a mi cadera y acercarse peligrosamente a mi miembro. Las sensaciones eran extrañas, temía sufrir una incómoda erección, pero a la vez deseaba sentir el contacto de sus manos. Durante unos segundos sus manos masajearon mis ingles hasta que, finalmente, hubo contacto y sus dedos tocaron mis testículos.
Fue un contacto corto, furtivo, pero noté como un intenso calambre recorría mi espina dorsal y, ahora sí, mi polla empezó a crecer. Y cuando más crecía más habituales eran esos pequeños contactos furtivos.
Finalmente, simplemente la agarró con fuerza haciéndome estremecer.
–Ummmmmm– jadeé.
Con una mano empezó una lenta masturbación mientras que con la otra masajeaba mis testículos; ¡Dios mío, que maravilla!
La velocidad, la fuerza, el ritmo, todo era perfecto.
–Ummmmmm, siiiiiiii
La espalda se me empezó a tensar, pero Elisabeth continuaba sin descanso; a veces aceleraba, luego frenaba y volvía a acelerar. Se me nublaba la vista y las sensaciones eran maravillosas, nunca me habían hecho sentir algo parecido. Y luego noté una humedad cálida que me envolvía la polla y entraba y salía, sin descanso, sin freno. La piel se me erizó; descargas eléctricas recorrieron mi cuerpo desde la punta de los dedos hasta la punta del último pelo de mi cabeza.
–Siiiiiiii, Ahhhhhh! Ahhhhhh! Dioooos!!
Elisabeth aumentó el ritmo, sentía su cálido aliento atrapando mi polla, tragándosela hasta la base para luego salir y volver a entrar.
Y tras un último – ¡¡¡¡ Ahhhhhh!!!! – que se escapó de lo más profundo de mi garganta empecé a descargar mi semen en el interior de la boca de Elisabeth.
Durante unos instantes se quedó quieta, dejando que mis descargas descendieran garganta abajo hasta su estómago para luego, poco a poco, retirarse. Las luces se oscurecieron, o tal vez fue sólo una sensación mía, porque Elisabeth con suaves caricias en mis hombros, cuello y cabeza relajó mi cuerpo hasta que me desvanecí en un profundo sueño. Mi último pensamiento antes de caer inconsciente fue algo así como “Ummmmmm… si todos los días son así, vamos a pasarlo de maravilla en este Campus”; no podía ni imaginarme como de equivocado podía llegar a estar.
Unos suaves golpes a mi hombro me despertaron. Era Laura que me miraba sonriente y, súbitamente, una duda me asaltó… “¿también a ella le habían hecho un masaje como ese?” y luego me envolvió la vergüenza. “¿que he hecho…. le he sido infiel?”
–Amor – dije con un hilo de voz – no sé qué me ha pasado. Yo no quería. – Como disculpa era más bien un desastre, pero no sabía cómo se lo tomaría.
–Todo está bien, amor. Todo está bien. – respondió acariciándome la mejilla con ternura.
Me incorporé; aún estaba desnudo. Busqué algo con que cubrirme, pero al taparme con las manos noté que algo extraño apresaba mi polla. Bajé la vista y, de la impresión, casi sufro un repentino ataque coronario. Donde debería haber mi polla, ahora, había una especie de artilugio que no supe identificar. Miré a Laura aterrorizado.
–Es un cinturón de castidad – dijo Elisabeth desde mi espalda. – Deberás llevarlo puesto mientras dure la terapia.
–Y la pulsera de la muñeca – continuó haciendo que me fijara en una pulsera en mi muñeca izquierda – es un avisador. Cuando se active deberás dirigirte al lugar que te indique.
Y señalándome una mesa con unas bermudas y una camiseta dijo – Aquí tienes ropa para ponerte. ¡Venga vamos! que aún hay mucho que hacer.
Con paso rápido, Elisabeth, nos guio hasta nuestro bungalow.
–Bueno, como recordareis en las instrucciones de viaje os indicamos que no hacía falta cargar las maletas con ropa y otros enseres. Y, como la mayoría de los pacientes, habéis hecho caso omiso de nuestras instrucciones, de modo que nos hemos permitido la licencia de acceder a vuestro bungalow y retirar todas las maletas.
Con un rápido movimiento, Laura abrió el armario y, en efecto, nuestras maletas ya no estaban; en su lugar colgaban distintas prendas.
–¡Oh! – Se le escapó a Laura.
–No debéis preocuparos por la ropa, la recuperareis cuando se termine la terapia. Naturalmente, en el Campus están prohibidos los móviles, las cámaras fotográficas y en general todos los dispositivos electrónicos. Lo único que se acepta son dispositivos mp3, iPods y auriculares; siempre y cuando no tengan capacidad para tomar imágenes.
–Y ahora vamos a lo importante, seguidme.
Paseando, a paso lento nos fue mostrando las distintas zonas del campus.
–Bueno, mientras estéis dentro de las instalaciones, Carlos, al igual que todos los demás “clientes” deberá usar el cinturón de castidad. De momento las llaves las guardaremos nosotros, aunque cuando se haya avanzado en la terapia, será Laura quien las controle.
Mientras nos daba las explicaciones nos acercamos a los jardines con la piscina en su centro.
–Como veis– dijo señalando a diversos grupos de personas –en estos momentos estamos al completo. Con vosotros ya son diez las parejas que reciben la terapia, aunque la mayoría están en un punto más avanzado.
Ciertamente, a nuestra derecha había varios hombres, algunos tumbados, otros leyendo y un par bañándose. Todos estaban completamente desnudos, y todos vestían su cinturón de castidad.
–Las parejas podéis relacionaros unas con otras libremente, de hecho, intentamos crear un ambiente de comunidad y fraternidad; todos tenéis problemas parecidos y los que están en un estadio más avanzado pueden ayudar y orientar a los principiantes.
–Podéis ir vestidos o desnudos, al respecto no hay reglas, aunque al final todos acaban desnudándose.
–Los hombres tenéis vuestras “herramientas” temporalmente inhabilitadas de modo que no podéis tener erecciones ni mantener relaciones sexuales, pero las mujeres estáis aquí para aprender a liberaros. – Y con el dedo nos señaló una pequeña zona con hamacas y mesas donde varias mujeres charlaban distendidas entre ellas mientras tomaban combinados refrescantes. Algunas usaban un bikini, otras sólo el tanga y el resto estaban completamente desnudas.
También me llamó la atención que un poco por aquí y un poco por allá se movían hombres, todos ellos fuertes, mostrando abdominales y se dedicaban a dar conversación y servir copas. Un poco más retirado, en una hamaca yacía una mujer mientras uno de esos chicos le hacía un masaje.
–Esos son nuestros machos alfa residentes, hombres muy bien dotados a los que les hemos enseñado como deben comportarse para servir tanto a las esposas como a los maridos.
A medida que nos acercamos pude comprobar que todos estaban completamente desnudos y sin duda, a pesar de que aún nos separaba una buena distancia, tenían unas pollas descomunales.
–Las mujeres podéis relacionaros libremente con nuestros machos alfa, de hecho, el objetivo de esta terapia es que podáis ganaros la insignia de hotwife que, traducido, vendría a significar “esposa caliente”.
Ahora sí que Laura y yo nos miramos incrédulos.
–¿Como se gana la insignia de hotwife? – pregunté con un hilo de voz tan débil que tuve que repetirlo tres veces.
–Cuando una mujer mantiene relaciones sexuales completas y satisfactorias, o sea alcanzando el orgasmo, obtiene la insignia de hotwife que consiste en un tatuaje temporal en el glúteo con el símbolo de la dama de picas.
–Por su parte, cuando el marido puede ver todo el acto entero sin tener que interrumpirlo obtiene su insignia de cuckold o “cornudo” que consiste en un tatuaje en el brazo con el símbolo de los cuernos.
–Entonces… entonces…. en… tonces… mi mujer lo hará… ¿y yo tengo que verlo?… ¿y si no lo soporto?… ¿puedo pararlo?
–¡Por supuesto! – exclamo Elisabeth. – La infidelidad debe ser SIEMPRE consentida – dijo enfatizando la palabra “siempre”.
–Por esto, es preciso pasar por un proceso previo de preparación, tanto para el marido como para la esposa. No es recomendable lanzarse a una vorágine de sexo desenfrenado el primer día y sin el consentimiento, explícito, de ambas partes.
Finalmente llegamos a orillas de la piscina.
–Por ahora os dejo tranquilos, que intercambies impresiones y conozcáis a los demás clientes.
Se despidió con un abrazo sentido y se alejó con paso rápido.
* * * * *
Buscamos un rincón un poco aparte de las zonas con movimiento para poder hablar con un poco de intimidad.
–¿Cómo lo ves? – dije iniciando la conversación.
–No lo sé. Se me hace todo muy extraño, no sé si voy a ser capaz de hacerlo con otros, sobre todo, si sé que estás mirando. Y… ni me imagino lo humillante que pueda llegar a ser para ti. Te quiero. No quiero hacerte daño.
–La verdad, si te soy sincero…. – hice una breve pausa – es que no sé cómo me siento. Un poco superado. No sé cómo me sentiré si realmente llegas a… a… a follar con otros… y verlo – la voz se me apagaba en un nudo en la garganta. – Pero no quiero perderte.
Necesité parar durante unos segundos para aclararme la garganta y recuperar fuerzas.
–Pero el doctor lo ha dejado muy claro… o te resignas a una vida triste o nos divorciamos o me haces cornudo… y yo no quiero perderte…
–Pero, y ¿si pudiéramos encontrar otra vía de escape?
–Sabes que a la larga no sería sostenible, tú eres una hembra alfa y yo un macho beta… si intentamos seguir como hasta ahora yo siempre viviré con la duda… y cada vez que regreses a casa con una sonrisa en la cara pensaré que me has sido infiel… hasta que te canses de mis celos y rompamos.
–Entonces, ¿Aceptas sin más que pueda acostarme con otros?
–¡No! Claro que no… pero supongo que deberé aprender a vivir con ello.
Durante la siguiente media hora ya no intercambiamos más opiniones; la importancia de nuestras últimas decisiones pesaba sobre nuestro ánimo como una losa.
–¿Quieres tomar algo? – dije más para romper el silencio que porque realmente tuviera necesidad de refrescarme.
–Vale – respondió animada. Se levantó y sin mirar atrás se acercó al chillout donde unas cinco mujeres charlaban animadamente. Me llamó la atención de que todas estaban en topless mientras un agraciado joven mulato les servía bebidas frías.
Me quedé observando a Laura mientras, con paso vacilante, se acercaba al chillout. Cuando llegó saludó a las mujeres que se levantaron y la saludaron con sendos besos en las mejillas. Ahora que podía verlas, pude comprobar que todas eran mujeres espléndidas, altas, bien formadas, pechos generosos y culos prietos. Se notaba que Laura estaba entre las de su “especie” y por una vez no destacaba como cuando se reunía con sus amigas, la mayoría de las cuales eran mucho más “normales”, vaya, chicas “beta”.
Si creí que Laura pediría un par de cervezas y regresaría a mi lado me equivoqué completamente. Según observé, se sintió bien acogida y empezó una animada conversación en la que no faltaban las risas y caras de sorpresa.
A los pocos minutos de sentarse con ellas, un joven mulato se acercó a Laura, completamente desnudo y con una bandeja de bebidas en la mano le sirvió un combinado. Instantáneamente se me aceleró el corazón.
–¿Has visto? Todas hacen lo mismo. – dijo un hombre que se me había acercado sin que me diera cuenta. – Cuando ven a un adonis con una polla de 20 cm en descanso no pueden evitar mirarla incrédulas.
Me giré, y vi a un hombre de mediana edad, unos 40 o 45 años que, en todos los aspectos era, claramente, un macho “beta”, ni gordo ni delgado, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo… más o menos, como yo.
–Perdona, no me he presentado, – dijo alargándome la mano, –soy Silvestre. Silvestre Muñoz, de Granada.
Se la tomé, yo estaba sentado en una tumbona mientras él aún estaba de pie; y a la altura de mi vista exhibía un cinturón de castidad como el mío sólo que yo lo ocultaba debajo de mis bermudas y él no.
–Eres nuevo, ¿no? Yo llegué hace un par de días, mira, ves a la mujer castaña de la derecha, a la que José le está sirviendo unas bebidas, es mi esposa.
–Muy guapa – respondí sin saber muy bien que decir.
–Como todas nuestras esposas – dijo señalando y abarcando el espacio donde tomaban el sol varios hombres – mujeres de bandera. Son nuestra perdición.
Curiosamente esta interrupción me permitió dejar de controlar a Laura y durante un buen rato estuvimos charlando de tonterías sin importancia.
Perdí la noción del tiempo hasta que mi pulsera vibró y se iluminó la palabra “bungalow”. Silvestre fue el primero en reaccionar – parece que te buscan – dijo sonriente. – Bueno, se ha hecho tarde, voy a buscar a mi esposa, nos vemos mañana.
Con el corazón en un puño fui casi corriendo al bungalow, donde me esperaba Laura tumbada en una de las hamacas.
–Por fin apareces – dijo.
La miré extrañado. – ¿Has sido tu quien ha activado mi pulsera?
–Sí. Tu pulsera es un “busca” y puedo mandarte mensajes cortos. He aprovechado para probar cómo funciona.
–Y tu… ¿qué haces aquí? Te hacía en la piscina tomando daiquiris.
–No, que va, no sirven alcohol, sólo tienen refrescos de fruta, no les interesa emborracharnos. Pero el caso es que estaba hablando con José y cuando se ha hecho tarde, se ha ofrecido a acompañarme hasta el bungalow.
–¿José? ¿Quién es José?
–El chico mulato con el que estuve hablando. Sé que me viste, porque no me quitabas ojo.
–¿Y ya lo tuteas? Vaya tu… que simpático… – dije con un ligero retintín.
–Pues sí, la verdad es que es muy simpático y listo. Además, tiene una conversación muy interesante.
–Sí claro…. es lo único que tiene… simpatía y conversación…. y… – me interrumpí durante unos segundos porque no sabía si lo que quería decir era “conveniente” – y una polla inmensa. – finalmente me atreví a decir.
Laura se quedó callada; me miró con cara de ofendida y dijo incorporándose de la hamaca.
–Pues sí. Tiene un pollón que… que… – me miró casi con lágrimas en los ojos y añadió. – no te enfades, amor.
–Perdóname tú a mí. No quería decir lo que he dicho. – respondí yo abrazándola fuerte.
Ya más calmados después de un cariñoso abrazo continué.
–Cuéntame, ¿cómo te fue la tarde con las chicas?
Ahora sí, más animada se recostó de nuevo en la hamaca y mirando al mar con la vista perdida continuó.
–He conocido a las chicas, bastante agradables todas, me han recibido muy bien. Y los chicos no paraban de rondarnos haciendo bromas y sirviendo copas. A una, no recuerdo el nombre, le han hecho un masaje que casi se derrite y verlos así en… en… pelotas… con todo al aire… he estado todo el rato esquivándolos para que no… no me tocaran con eso. A las demás les daba igual, más de una se ha dejado restregar sin ningún pudor.
–¿Que sentías al verlos pavoneándose con esas pollas gigantes? – pregunté sin estar seguro de querer oír la respuesta.
–Ya te lo he dicho, es raro… por un lado las miras y… joder… acojonan… son enormes. En un momento dado, uno a empalmado y su polla era más larga que mi antebrazo… y te preguntas ¿cómo coño me va a entrar todo eso? Es imposible… y por otro lado… las ves y te preguntas… ¿que se sentirá al agarrarla con la mano? ¿Y al tenerla dentro?
–¿O la boca? – añadí yo.
–No, no, no… por ahí no… es imposible tragarse eso… no, no… que va. ¡Imposible!
Con ese comentario se terminó la conversación, aún estuvimos media hora a la sombra hasta que fue la hora de ir al comedor.
* * * * *
El comedor era un espacio común en la que todos los clientes compartíamos una mesa enorme. Me senté junto a Laura y aproveché para presentarle a mi nuevo amigo Silvestre. Por su parte, ella me presentó a la mayoría de las chicas, aunque ya no recuerdo los nombres que me dijo.
El comedor funcionaba como un self-service en el que podíamos elegir entre una variada oferta. Pero, sobre todo, me agradó especialmente que en ese espacio no hubiera los machos alfa del campus, no me apetecía para nada ver pollones paseándose delante de mí.
Disfrutamos de la comida y la conversación y después de los cafés nos retiramos a nuestro bungalow. El resto de la tarde la dedicamos a nosotros, aprovechamos el buen día para pasear por la playa y subir al monte de la cruz, desde donde se disfrutaba de unas vistas increíbles. Al ocaso nos retiramos a nuestra “choza” y en pocos minutos ya dormía como un bebé.
Parte 6
DÍA 3
Amaneció nuestro tercer día y me levanté con un ligero desazón, una sensación de vértigo y nervios difícil de interpretar. A mi derecha Laura aún dormía profundamente.
No tardó en despertarse y juntos tomamos el café frente el mar. Aún no habíamos terminado de desayunar cuando vimos a Elisabeth acercándose a nuestro bungalow.
–¡Buenos días! – dijo animadamente. – Hoy hace un día espléndido…. bueno, como todos los días en este rincón del planeta.
–Elisabeth – dije dubitativo – ¿es posible quitarme el cinturón de castidad? Aunque sólo sea unos minutos al día; la verdad es que está siendo muy molesto.
–Hay querido, cuánto lo lamento, pero no es posible. Verás, el cinturón tiene una función importantísima dentro de la terapia en dos aspectos: primero, te impide mantener relaciones sexuales con tu esposa y, segundo, te impide autosatisfacerte a ti mismo. Ya que, para que la terapia funcione, necesitamos que tanto Laura como tú, Carlos, estéis bajo un deseo sexual insatisfecho y rodeados de estímulos erotizantes que os mantengan en un estado de excitación permanente y creciente. De este modo, en algún momento Laura acabará aceptando a uno de nuestros machos alfa para liberarse de la tensión creciente; y tú, Carlos, lo aceptarás porque es el único modo de desahogarte.