Sabrina
Casi toda mi vida he ligado con chicas un tanto mojigatas en el sexo.
Hace un par de años, durante una convención, conocí a una modelo/azafata que trabajaba en un stand de una compañía que participaba en el evento.
Después de intercambiar algunas miradas comencé a conversar con ella.
No parecía ser la típica modelo con un cuerpazo y sin nada en el cerebro.
Después de un rato me dispuse a invitarla a cenar. Como a las 9 de la noche, al cierre de la exposición, pase por ella y marchamos a cenar.
Después de tomar suficiente vino y romper el hielo, la conversación tomó un matiz eminentemente sugerente. Comenzamos a bromear y entre broma y broma nos fuimos desinhibiendo cada vez más.
Le propuse comer el postre en otro lugar y ella asintió, sugiriéndome pidiera otra botella de vino para el camino y nos marchamos.
Tomamos un taxi, y le pregunté que ella escogiera el camino, a lo cual me preguntó en que hotel me estaba quedando.
En el vehículo, se acercó a mi provocativamente y acercamos nuestros labios y nos besamos suavemente.
La suavidad del beso no disminuyó el mensaje del mismo: esta no iba a ser otra noche más para ninguno de los dos.
El conductor comenzó a mirarnos por el espejo retrovisor mientras con cada beso nos calentábamos.
Finalmente llegamos al hotel. Le pague al conductor dejándole una buena propina quien sonreído me dijo «Buena Suerte».
Subimos a mi suite. Una vez en la habitación me empujó a la cama y procedió a hacerme un strip-tease diciéndome «papito, esta noche te cambiará la vida».
Sabrina, vestida con un conjunto de minifalda y chaqueta de cuero negra y una blusa de seda gris plomo, unas medias de seda de costura trasera y unas zapatillas de tacón alto de aguja.
Era todo un sueño, ojos verdes, pelirroja, alta, cabello largo rizado.
A medida que contoneaba su seductor cuerpo se quitó la chaqueta con lo cual dos puntos se marcaron en su blusa, como si fueran botones.
Siguió la minifalda que cubría un precioso culo redondo y duro.
A medida que se desvestía, el sueño parecía aun más irreal, unos senos 38D, un cuerpo de guitarra 95-55-90, ya solo cubierto por un conjunto blanco de encaje, compuesto por un brassier de media copa y un tanga de hilo que dejaba entrever unos labios bien depilados con una pequeña marca rojiza que los coronaba.
Para el momento que acabó la música, el brassier ya había volado por los aires.
Abrí la botella de champaña y serví dos copas.
Comenzamos a besarnos apasionadamente acariciándonos mutuamente.
Tocar sus senos era toda una experiencia.
Comencé a morderle el cuello mientras ella gemía como gata en celo. Poco a poco fui llegando hasta sus senos para comérmelos.
Eran todo un manjar.
Unos senos naturales tan grandes duros y parados que desafiaban la gravedad, coronados cada uno con un pezón que sobresalía como un centímetro de una pequeña aureola rosada.
Entre besos, mordiscos y chupetones le fui lamiendo sus pezones mientras vertía la champaña sobre sus senos.
Sabrina no escondía su excitación, mientras fui bajando por su cuerpo hasta su pubis.
Finalmente le quité su tanga para quedar vestida solo con su liguero, medias y un collar de perlas.
Comencé a jugar con sus sensaciones, el frío de la champaña y mi caliente lengua sobre su excitado clítoris, se estremecía.
Cada vez que pasaba e introducía mi lengua por sus depilados labios o le mordía la entrepierna emitía un gemido mas intenso que el anterior hasta llegar finalmente a un potente orgasmo que la dejó temblando.
Una vez recuperada, me dijo:
«Gracias…»
«¿Porque me das las gracias?, yo también lo he disfrutado.»
«Es solo que rara vez consigues a un hombre que no sea totalmente egoísta y solo piense en él» comentó
«Es uno de los mejores orgasmos que he tenido, pero ahora te toca a ti disfrutar» me dijo dándome un húmedo beso con sus carnosos labios rojos
Bailando nuevamente en forma muy sensual comenzó a desnudarme quitándome la corbata, sobándome con sus nalgas mi erecto miembro a través de mi pantalón que parecía una carpa.
Luego siguió la camisa mientras me acariciaba con sus senos la espalda.
Sus manos ya dentro de mi pantalón comenzaron a acariciar mi duro miembro mientras mordía el lóbulo de mi oreja diciéndome:
«Creo que a alguien le gusta que lo atiendan bien…»
Y procedió a soltar la hebilla de mi cinturón y quitarme los pantalones.
Ya sin mas ropa que mis interiores y mis calcetines, me comenzó a mordisquear mi cuello y lamer la espalda.
Me dio vuelta y comenzó a sobarme mis tetillas, y acercando su boca comenzó a morderlas. Tomé la champaña y la vertió sobre las mismas, creando una sensación intensa.
Poco a poco lamiendo los restos de la champaña de mi cuerpo, me quitó el interior y comenzó a besar mi miembro totalmente erecto de la excitación.
Con una mano Sabrina masajeaba mi miembro, haciéndome una paja maravillosa y con la otra me acariciaba los testículos.
Comenzó a besar la punta, lamiéndome el capullo y pasándole la lengua al agujero.
Luego pasó la lengua desde los testículos por todo el tronco y comenzó a meterse la cabeza en su boca chupándola suavemente.
Con una presión constante comenzó un sube y baja con su boca.
«Mejor ponte cómodo, mi amor». Me dijo
Nos movimos entonces al borde de la cama, donde volvió hacer lo que maravillosamente estaba haciendo.
La tomé por su cabeza para guiar la mamada (como si eso fuese necesario) y a medida que pasaba el tiempo, chupaba más fuerte, notándose las hendiduras en sus cachetes.
Era como una aspiradora.
Pero además, su lengua no se quedaba quieta mientras succionaba, haciendo más intensas las sensaciones.
Mi orgasmo no estaba lejos.
Sabrina se dio cuanta de ello y de golpe tomó la champaña, vertiéndola sobre mi glande, lo cual hizo que las burbujas y el frío me creara nuevas sensaciones, retardando mi eyaculación.
Comenzó de nuevo la magistral mamada, acariciando mas fuertemente mis testículos.
Y nuevamente ante la inminente llegada de mi orgasmo repitió el proceso de la champaña, haciendo esto varias veces. Hasta que me dejó llegar en el mayor orgasmo de mi vida.
Mi leche salía por borbotones y ella no desperdició ni una sola gota. Nunca ninguna mujer con la que había estado se había tragado mi leche.
«Donde aprendiste a hacer eso», le dije una vez que pude recobrar el aliento.
«Cuando tu me hiciste lo de la champaña, recordé que había leído en alguna parte lo del efecto retardador del frío en los orgasmos y como sentí que estabas a punto quise probar a retardar tu orgasmo» me dijo
«Bueno, te puedo decir que es el orgasmo más intenso que he tenido en mi vida»
«Eso significa que te gustó!» sonriéndose pícaramente.
La tomé en mis brazos y la acerqué para besarla. Ella parecía extrañada. Le di uno de los besos más intensos durante el cual sentí el sabor de mi propio semen en su boca. El sabor era distinto, pero no me desagradó.
«Tu eres bien distinto…» me dijo «… otros con los que he estado no se les ocurriría besarme después de acabar en mi boca».
Serví de nuevo champaña en las copas y ya sobre la cama nos relajamos y disfrutamos el momento conversando sobre nuestras vidas. Sabrina a sus 24 años era una mujer soñadora a la que habían maltratado mucho en relaciones anteriores. Ahora había decidido tomar ella el rumbo de su vida.
Solo verla ahí, desnuda, al lado mío en la cama, era una fantasía realizada.
Poco a poco, mi miembro se fue recuperando.
Comenzaron las caricias mutuas, los besos y nos colocamos en posición para hacer un 69, yo debajo, ella arriba.
Comencé a besar, y mordisquear suavemente su entrepierna.
Con mis dedos comencé a explorar sus labios. Le metí mi dedo índice en su boca, el cual lamió como lo había hecho antes con mi miembro. Con mi dedo humedecido, comencé a masajearle su prominente clítoris.
Al mismo tiempo, ella se metió en su boca uno de mis testículos mordisqueándolo ligeramente estimulándolo además con su lengua, y con su mano comenzó a masajear mi pene.
Comenzó a lamerme los testículos poco a poco siguió hacia atrás, y con un dedo humedecido comenzó a masajearme el ano sin tratar de introducírmelo.
Visto su interés en el tema anal, comencé a lamerle los labios hacia el ano y comencé a hacerle un beso negro, lo que ella aceptó e igualó.
Mientras lamía su ano, fui introduciendo un dedo en su húmeda vagina, y la estimulé con un mete-saca.
Poco a poco fui añadiendo el segundo dedo y después un tercer dedo. Mi miembro ya estaba totalmente erecto y listo para ser enfundado.
Me voltee colocándome en la cama boca arriba con mi miembro perfectamente parado y listo. Ella abrió un preservativo y me lo colocó con su boca.
Ella se montó frente a mi de cuclillas y fue introduciéndose mi miembro suavemente.
Comenzó entonces un movimiento de sube y baja lento pero continuo, mientras yo le masajeaba sus pezones y sus senos.
Al rato cambió de posición y comenzó a cabalgarme un poco más rápido, y más rápido y después a galoparme. Tuvo al menos dos orgasmos seguidos.
Cambiamos de posición: la puse en cuatro y me acerqué por detrás. Con un poco de aprehensión exclamó:
«Por favor, no por el culo que aun soy virgen por allí»
«No vamos a hacer nada que tu no quieras…» le dije «pero no te molestó que te hiciera un beso negro»
«Al principio tuve miedo pero no quería que te decepcionaras. Además sabía que si te lo pedía te detendrías.»
«No te preocupes, pero yo se que cuando lo hagas te volverás adicta a ello.»
Le introduje mi pene en su vagina y comencé a darle con suavidad al principio, masajeándole primero las nalgas y luego acercándome al ojete.
En esta posición con cada embestida llegaba más profundo. Sus gemidos ya comenzaban a ser alaridos. Las embestidas eras fuertes y profundas.
Sabrina y yo un nuevo y potente orgasmo, drenando mi leche en el preservativo y sintiendo como se estremecía su cuerpo, tras del cual al ver su cara pude constatar lágrimas saliendo de sus ojos.
Sin sacar mi pene de su vagina, ella se acostó sobre mi pecho. Los dos dormitamos por como una hora, creo y entonces mi pene comenzó a revivir ante los masajes que recibía de su vagina.
Sabía que el juego no había terminado. Volvimos a hacerlo, esta vez en posición de misionero.
Después nos fuimos a bañarnos en un jacuzzi para relajarnos en agua caliente y sales de baño. Hacerlo en el agua siempre ha sido muy excitante.
Ella sentada de espalda a mi sobre mi miembro en un suave y lento sube y baja.
Mientras tanto mis manos masajeaban sus grandes senos mientras mordía suavemente el lóbulo de su oreja y le comentaba lo rico que se sentía mi pene siendo masajeado por sus músculos vaginales.
Ella simultáneamente acariciaba su clítoris e introducía uno o dos dedos conjuntamente con mi pene entre sus labios.
Ambos llegamos a un gran orgasmo conjunto, que hizo estremecer nuestros cuerpos quedando abrazados relajándonos en el agua ya templada.
Descansamos un poco y terminado el baño, fuimos a la cama y nos quedamos dormidos de tanta actividad.
A la mañana siguiente, después de un cortísimo sueño me despertó el teléfono.
Era mi llamada despertador. Debía ir a las oficinas locales de mi compañía. Le escribí una nota a Sabrina que aun dormía plácidamente en la cama desarreglada.
En la misma le agradecía por una noche tan especial indicándole que desayunara y aprovechara las instalaciones del hotel.
Le propuse vernos nuevamente en la exposición en la noche y le dejé el número de mi móvil en caso que quisiera contactarme.
Salí a la oficina y al llegar, Claudia, la secretaria de mi jefe, me preguntó:
– «Raúl, te ves distinto. Que te picó que estás tan asquerosamente feliz?»
Yo solo sonreí y entré a mi oficina. Mi día transcurrió con el ajetreo característico, extrañando aquella mujer tan rica y sensual.
En la tarde recibí una llamada de ella:
«Hola», me dijo con una voz sensual y melosa, «te acuerdas de mi?»
«Como olvidarte!» Contesté en voz baja…
«¿Nos vemos esta noche? Preguntó insinuantemente
«Claro, paso por ti a la exposición?»
«No, mejor nos vemos en el lobby de tu hotel, listos para salir»
«Ok, hasta entonces bella!»
El solo hablar con ella me había excitado. Allí me hallaba en mi oficina en frente de mi secretaria con una erección tremenda.
Claudia era una mujer de unos 25 años, de estatura promedio, de cabello negro liso corto, ojos azules y un cuerpo bien formado, el cual nunca había notado, pero difícil de apreciar a través de su discreto vestuario, siempre muy corporativo.
Hoy llevaba un conjunto color rosa claro de falda debajo de la rodilla, chaqueta y una blusa azul oscura.
Llevábamos una relación estrictamente profesional con mucha confianza aun cuando nos conocíamos desde hace varios años. Nunca la había visto con otros ojos que los de una compañera de trabajo, pero aquel día algo cambió.
Me apresuré a terminar el trabajo para marcharme al hotel.
Ya saliendo de la oficina Claudia me sonrió diciéndome
«Espera, yo también voy saliendo. Si quieres te llevo a tu hotel…»
«Gracias te acepto el aventón, te ayudo con algo?»
«No te preocupes…» y bajamos en el elevador hasta su auto.
Esto no era inusual. Claudia muchas veces me dejaba en el hotel cuando visitaba la oficina. Teníamos años conociéndonos. En algunas ocasiones hasta cenábamos juntos pero nunca habíamos pasado de allí.
Una vez en el auto, después de tocar algunos temas de la oficina, comenzamos a tocar la vida privada. Hacía unos tres meses que no nos veíamos y teníamos mucho que conversar. ¿Qué ha pasado con aquel? ¿Y aquel otro?…
«Como te va con Juan, aun sigues saliendo con el? le pregunté…
«No, rompimos hace como dos meses» dijo con la voz entrecortada
«¿Que pasó? ¿Qué te hizo el infeliz?»
«Mira Raúl, no se si contarte, fue horrible…» me dijo llegando al hotel
«Ven vamos a tomarnos algo y así conversamos…»
«Tienes una cita, mejor lo conversamos luego. Quieres que pase por ti en la mañana.»
«Mejor nos vemos en la oficina»
«Ok!»
Despidiéndome le fui a dar un beso en la mejilla ella giró levemente su cara hacia mi con lo que nuestros labios se tocaron suavemente.
Ella sonrió pícaramente y se fue. Yo medio confundido entre al lobby del hotel, pregunté en recepción si habían mensajes.
Subí a mi habitación para darme un duchazo y cambiarme. Como a las 8:00pm recibí una llamada desde el lobby
«Hola…» dijo sugestivamente «te espero en la barra del bar».
Bajé en el ascensor y me dirigí al bar.
Entrando al mismo pude notar una mujer de espaldas con un traje strapless verde grama ceñido al cuerpo muy corto, que dejaba ver unas piernas enfundadas en una medias de malla y unos zapatos de tacón de aguja.
«Sabrina», exclamé!
«Hola mi amor!»
Estaba bellísima! Esta mujer me quitaba el aire con solo verla.
«¿Que quieres hacer? ¿Dónde quieres ir?» le pregunté
Bueno, vamos a cenar algo y decidimos durante la cena.
«Escoge tú el restaurante…»
Tomamos un taxi y ella le mencionó el nombre de un restaurante al chofer. Mientras nos dirigíamos al lugar ella se acurrucó conmigo.
«Te extrañé esta mañana cuando desperté y no te encontré en la cama» me dijo…
«Ayer la pase muy bien… y me tuviste pensando en ti todo el día»
«Amor, te garantizo que hoy la vamos a pasar aun mejor…» me dijo sugerentemente.
«Espero te agrade la comida francesa» me dijo al llegar al restaurante.
No era un sitio lujoso, más bien parecía un típico ‘bistrot francés’, alegre, algo ruidoso, oscuro y romántico. Entramos, ella tenía todo preparado, el ‘maître’ nos condujo a un privado, destapó la champaña y nos sirvió las copas dejándonos luego a solas.
Ella sentada a mi lado en el pequeño sofá comenzó a acariciarme mi cabello mientras tomábamos los primeros sorbos de aquel elixir dorado. Un suave beso encendió el ambiente.
Y los besos siguieron subiendo el tono, a medida que nuestras lenguas se volvían a conocer como animales en celo.
Su mano poco a poco fue acariciando mis pantalones y con sus rojas y largas uñas esgrimía el contorno de mi pene y mis bolas. Yo por mi parte comencé a jugar con sus voluptuosos senos, notando que no llevaba puesto ningún ‘brassier’.
«Espera, que la noche apenas comienza y debemos ordenar nuestra cena.» dijo
«De acuerdo, aunque ya se lo que quiero como plato principal»
«… Vamos a ver el menú»
Caracoles, ensalada de endivias, pato a la naranja, steak a la pimienta, lenguado a la termidor, solo leer la lista de platos era todo un placer. El maître tomó la orden y nos dejó a solas nuevamente…
Ella procedió a abrirme el pantalón con la punta de los dedos. Suavemente delineó la forma de mi miembro con sus uñas. Se puso delante de mi y comenzó a soplar su caliente aliento sobre la cabeza de mi pene, el cual deseaba salir a través de la tela de mi ropa interior.
Lentamente con sus delicados y largos dedos fue acariciando me quitó los interiores y comenzó a acariciarme desde los sacos de los testículos hasta la punta del glande, pajeándome lentamente.
La extrema excitación que sentía me hacía implorarle que me hiciera llegar, pero ella me indicó que quería que tuviera el mayor orgasmo de mi vida.
A pesar que estuve cerca de llegar varias veces, Sabrina se encargó de detener a tiempo cada orgasmo a su voluntad. Finalmente tomó el último sorbo de la copa de champaña y luego comenzó a succionar con fuerza mientras me estimulaba el glande con su lengua.
Poco a poco un orgasmo comenzaba a gestarse en mi próstata.
Una vez que el primer gran chorro comenzó a salir, Sabrina me hizo eyacular los próximos chorros directamente en el mismo.
Cuando ya los chorros comenzaban a espaciarse en tiempo, comenzó a aplicar la misma succión anterior drenándome por completo. La copa había quedado bastante llena.
Sonriéndose me dijo, «este es parte de mi postre. Ya tu tendrás el tuyo luego».
Me guardo el pene dentro del pantalón y nos pusimos a esperar que el mesonero nos trajera la comida. Me había dejado «seco»…
Una vez terminada la comida solicitamos un coñac como digestivo.
Cuando lo trajeron, Sabrina mezcló el suyo con los zumos que me extrajo tan divinamente y lo tomó como si fuera lo último que bebería en la vida, sin dejar gota en la copa.
El ver la imagen de esta imponente mujer delante de mi tomándose una copa de cóctel de semen, me excitó de tal manera que mi pene se puso duro otra vez sin contacto alguno. Pedí la cuenta y nos marchamos del lugar abrazados como quinceañeros.
Regresamos a mi hotel. En el taxi, Sabrina no dejaba de excitarme contándome que tenía pensado para la noche.
A medida que subíamos en el ascensor, nos comíamos a besos.
Al pasar la puerta, me quitó mi saco, deshizo el nudo de mi corbata y luego de espaldas a mi fue quitándome lentamente la corbata mientras frotaba su culo contra mi pene. Tomó mis manos con las suyas y las colocó sobre sus senos.
Sus pezones estaban duros y erectos, desafiando la delgada tela de su ceñido vestido. Mientras yo masajeaba sus tetas ella comenzó a sobarme mis caderas.
Le comencé a besar el lóbulo de una oreja, luego el cuello, los hombros para luego darle la vuelta y ponerla de frente a mi.
Entre besos y chupetones, ella comenzó a quitarme la camisa y abrirme el pantalón. Poco a poco fue bajando a a nivel de mis tetillas mordiéndolas ligeramente.
Había quedado en medias y zapatos, los cuales rápidamente me quité.
Ella seguía totalmente vestida aún. Intenté levantarla para desvestirla pero continuó jugando con mi pene en su boca.
Finalmente se levantó y me cruzó su pierna derecha con mi piernas y comenzó a ronronear como una gata. Mis manos recorrieron todo su cuerpo y le quité el vestido dejándola en liguero, medias y zapatillas.
La tomé en mis brazos y la llevé al sofá y de rodillas fui acariciándole las piernas mientras le quitaba los zapatos. Posteriormente le desabroché las medias del portaligas y le retiré delicadamente las medias.
Procedí entonces a besarle y lamerle los pies. Eran unos pies delicados y muy bien cuidados.
Esta mujer podría dedicarse a modelar sus pies.
Nunca había hecho esto en mi vida, pero estos pies me habían creado una atracción especial.
Poco a poco fui subiendo con mis atenciones por la pantorrilla, la pierna, los muslos, su entrepierna hasta llegar a su sexo. Ella tuvo varios orgasmos sin haber llegado a tocar sus partes íntimas.
Le levanté las piernas, poniéndolas en mis hombros, y comencé usando mi lengua a juguetear con su clítoris, con su vagina y su ano, masajeando sus duras y carnosas nalgas.
Otro orgasmo se acercaba, así que comencé a estimularle su ano, introduciéndole primero un dedo y luego a medida que el ojete cedía introduje otro dedo.
«Parece que hoy vas a darme tu virginidad» le dije
«Mi amor, se muy delicado, que he escuchado que duele mucho por ahí…»
«Convéncete que sólo te haré gozar como nunca los haz hecho. Y en cuanto, al dolor, el mismo no lo vas a sentir si te relajas y logramos que tu ano se relaje»
Para este momento ya tenía tres dedos en su culo y con la lengua no dejaba de estimularle el clítoris. Orgasmo tras orgasmo le facilitaron relajarse y disfrutar el proceso.
Subí a la cama y le pedí que se sentara sobre mi pene, el cual no podía estar más duro sabiendo lo que le esperaba a continuación.
Sabrina estaba nerviosa pero confiaba en mi y el hecho que ella misma se ensartaría le permitiría controlar la situación en caso que el dolor fuera mayor al tolerable.
Poco a poco fue tratando de introducir el glande, lo cual le creó cierta aprehensión, pero una vez que el mismo había entrado ella sintió que lo lograría y se metió el resto de un solo tirón. No lo podía creer, mi pene en el culo de esta diosa.
Y comenzó entonces un mete y saca con unas contracciones del ojete, lo cual masajeó en una forma única mi pene. Llegamos simultáneamente en un orgasmo intenso que me hizo descargar mi carga en su culo.
Ella se recostó boca arriba sobre mi y la abracé masajeándole sus deliciosos senos sin desconectarnos. Esta era una sensación que nunca había sentido: su culo fue masajeando mi pene para volverlo a la vida.
Sabrina me sugirió meternos en el jacuzzi y disfrutar un relajante baño de burbujas.
«Creo que te ha gustado esta nueva experiencia»
«Si… nunca pensé que pudiera sentir algo tan intenso sin tocar mi sexo» comentó
«Hay un dicho que aplica muy bien aquí: ‘el sexo mientras más asqueroso, más rico’…»
«Si, eso he escuchado, pero no se si me atrevería a otras cosas…»
«¿Has estado con una mujer?
«No!, bueno cuando estuve en la escuela, tuve una corta experiencia lésbica con una compañera…»
«¿Te gustaría tener un trío?
Y sus ojos se iluminaron con la sugerencia, pero no contestó. Tomó mi pene y comenzó a besarlo, metiéndoselo en la boca, comenzando una de sus famosas mamadas. Me subí más a la orilla del jacuzzi para evitar que se ahogara.
Cuando mi pene estaba listo para otra sesión, la tomé en brazos y le dije que cruzara sus piernas alrededor de mi cintura y frotándole mi pene sobre sus labios vaginales y su clítoris se lo introduje en su vagina.
En un movimiento de sube y baja fuimos dándonos otro banquete de gusto. Cambiando varias veces de posición terminamos sentados dentro del jacuzzi consiguiendo otro maravilloso orgasmo.
Nos secamos y decidimos irnos a la cama a dormir, durmiendo acurrucados el resto de la noche. A la mañana siguiente, mi faena en la compañía continuaba.
Al llegar, Claudia me esperaba con un café en mi oficina. Se notaba que algo le pasaba y quería conversar conmigo.
Entramos a la oficina y cerró la puerta. Venía ataviada en un conjunto de falda y chaqueta color azul marino y una blusa blanca semi transparente, zarcillos y collar de perlas negras. Nos sentamos y comenzamos a conversar.
«Me dejaste algo preocupado ayer»
«No te preocupes, tu cara se avivó mucho cuando recibiste la llamada y no iba a dañar tu velada»
En ese momento entró una llamada a mi móvil. Era mi jefe diciéndome que una crisis había explotado y que debía partir a otra ciudad, para negociar un acuerdo de emergencia.
Me indicó que llevara a Claudia para que me apoyara en lo que fuese necesario. Le comuniqué a Claudia lo que debíamos hacer y le dije que fuese a casa a empacar lo necesario para un viaje de un par de días. Y que nos encontraríamos en el aeropuerto.
Regresé a mi hotel. Sabrina estaba en el jacuzzi, tomando un baño de burbujas. Cada vez que la veía mi pene quería asomarse del pantalón.
«Preciosa, se me presentó un asunto de importancia que hará que me ausente por unos días. Si quieres quédate en el hotel, la suite ya está contratada. En lo que regrese, me encantaría verte otra vez…»
«Cariño, no te preocupes por mi. En lo que me avises estaré aquí para ti. Si lo deseas, me quedaré en el hotel, pero preferiría quedarme en casa hasta que vuelvas.»
«Está bien, pero si quieres usar las instalaciones del hotel, aquí esta una llave para ti. Ya le di instrucciones al gerente del hotel que tu eres mi invitada y que no te falte nada»
Y en ese momento me haló hacia ella metiéndome en la tina. Hicimos el amor y apenas dándome tiempo para empacar lo necesario, me llamó Claudia desde el lobby indicándome que debíamos irnos.
Nos dirigimos al aeropuerto, mientras revisaba los antecedentes del caso. No era algo sencillo lo que tendríamos que enfrentar.
Tomamos el avión y Claudia me ayudaba a familiarizarme con los detalles de lo que íbamos a negociar. Decidimos tomar un descanso y tomar algo.
«Ahora cuéntame que te sucede. Ningún hombre vale lo suficiente para tenerte tan triste»
«Es que no se si deba contarte. Fue tan desagradable.»
«Hace tantos años que nos conocemos, creo que hay la confianza suficiente para que puedas apoyarte en mi. Pero si no lo deseas…»
«Mi relación con Jorge iba de lo mejor, teníamos los mismos intereses, nos acoplábamos bien, pero el era mucho más sexual que yo»
«A que te refieres. Tu nunca has sido una estrecha. Te agradaba pasarla bien, según recuerdo.»
«Bueno, si, pero quizás no soy todo lo atrevida que el quería. El tenía mucha experiencia y quería enseñarme nuevas experiencias y yo comencé a retraerme en mi misma, con lo que Jorge fue aburriéndose.»
«Y terminaron y ahora estas sola»
«En parte. Conseguir con quien salir es relativamente fácil, pero me he vuelto frígida y ya no lo disfruto. Fingir el orgasmo es sencillo, pero no puedo engañarme a mi misma.»
Y se echó a llorar. Yo la tomé en mis brazos tratando de consolarla. Entre sollozos me siguió dando detalles.
El mayor problema es que Claudia le encantaban los hombres y su ex novio había querido tener una orgía con otras parejas. A el le encantaba el ‘sexo duro’ y ella no estaba preparada para ello.
Entonces, como parte del abrazo súbitamente me besó. Siempre me había parecido una mujer muy sensual, pero nunca me atreví a dar el primer paso.
«Perdóname!, no he debido hacerlo…» me dijo entre sollozos.
«¿Porqué?
«No es correcto. Es que además de ser mi amigo, eres como mi jefe, y la nómina no se toca.»
«Todo está bien. Somos amigos. Tu eres una mujer muy atractiva. Siempre me lo has parecido.»
«No quiero dañar nuestra amistad…»
Le tome delicadamente la barbilla, girándole la cara hacia mi y la volví a besar. Fue un beso suave pero apasionado. Sin darnos cuenta el vuelo había terminado y estábamos ya en tierra.
Bajamos del avión y nos dirigimos al hotel que nos hospedaría mientras desarrollábamos nuestro trabajo.
Nos registramos en una suite ejecutiva de dos habitaciones que nos permitiría trabajar en privado y sin problemas a cualquier hora. Entramos a la suite y al cerrar la puerta soltamos las maletines para fundimos en un largo beso.
En instantes comencé a mordisquearle el cuello mientras ella emitía pequeños gemidos de placer. Pronto salió su chaqueta y su blusa y finalmente una falda de color blanco.
Un par de preciosos senos atrapados por un brassier de media copa de seda blanca eran el marco de un hermoso cuerpo. Un tanga tipo hilo color blanco que hacía juego con el resto de su ropa interior mostraba un culo perfecto.
Su suave y blanca piel se sentía mis manos como una fina porcelana mientras la acariciaba. Su boca, enmarcada por rojos labios que resaltaban su sensualidad, contrastaba con su piel. Su liso y oscuro cabello resaltaba su natural belleza.
Mientras nuestras bocas se reconocían con pasión mi ropa fue saliendo de mi cuerpo no sin la ayuda de sus suaves y ágiles manos.
Pronto Claudia se volteó apoyando su culo sobre mi pene. La suavidad y firmeza de estas dos redondeces masajeaban deliciosamente mi pene poniéndolo cada vez mas duro.
Mis manos pellizcaban con suavidad los ricos pezones mientras masajeaban sus senos y le mordisqueaba el cuello y las orejas. Nunca había pensado estar así con ella. Los dos estábamos muy excitados.
De pronto Claudia me tomó del pene con su mano derecha y me llevó a la habitación sugiriéndome que me sentara en la cama.
Arrodillándose comenzó a propiciarme una mamada deliciosa ayudándose con sus manos y sus afiladas uñas.
Con sus labios me comenzó besando la cabeza, lamiéndola suavemente por todo el borde y jugueteando llegó al centro de la misma.
Poco a poco fue bajando lamiéndome todo el tronco mientras me apretaba las bolas entre sus manos y luego metiéndose un testículo en la boca mordiéndolo suavemente, mientras me masajeaba el ojete del culo intentando penetrarlo.
Su boca comenzó a mamarme la cabeza, tragando la mayor parte de mi pene mientras me estimulaba analmente.
No pude aguantar mucho este delicioso suplicio: terminé en la boca de Claudia, justo cuando ella me penetró de golpe con sus dedos, sin desaprovechar gota alguna de mi leche.
La subí a la cama quitándole la poca ropa que aun le quedaba puesta. Sus senos eran hermosos, grandes pero sin perder la forma, firmes, blancos como la leche con un erecto pezón que parecía el borrador de un lápiz y una aureola rosada coronándolo.
El solo verlos era una invitación a mamarlos.
Sus piernas eran largas y bien definidas. Sus pies eran pequeños para una mujer de su tamaño. Su pubis mostraba un total cuidado, depilado salvo por un pequeño triángulo oscuro de pelos perfectamente cortados que coronaba el clítoris.
La tendí sobre la cama boca arriba mientras nos besábamos y le acariciaba su cuerpo.
Comencé a besarle el cuello, luego el pecho, y los senos, bajando por su plano vientre de gimnasio hasta llegar a sus piernas.
Procedí a abrirme camino lentamente ante su sexo. Lo que tenía ante mi era un manjar: unos labios gruesos que invitaban a ser besados y mordidos abrían camino a un invitante y muy visible clítoris.
Comencé a lamerle los labios y ese rosado botón al tiempo que introducía en suaves embestidas mi lengua en su vagina. Sus gemidos eran cada vez más altos. Jugueteé con mi lengua el rosado ojete de su hermoso culo lubricándolo suficientemente para poder penetrarlo con mi lengua.
Súbitamente su cuerpo comenzó a estremecerse violentamente al llegar a un tremendo orgasmo. Observé su cara. Lágrimas salían de sus ojos entre sollozos.
«Es uno de los orgasmos mas intensos que he tenido» me dijo una vez que recobró el habla…
«No sabes la alegría que me da el haberlo hecho realidad para ti…»
«Ahora te toca gozar a ti, mi amor»
«Más de lo que ya gocé con la mamada que me diste?»
«Ni sueñas lo que vas a sentir…»
Y procedió a revivir mi ya vivo pene acariciándolo con sus uñas en toda su superficie, desde mis testículos hasta el sensitivo glande.
La sensación era indescriptible: era una mezcla de placer y dolor cada vez que sus uñas pasaban por la cabeza.
Mojándola con su lengua comenzó a mordisquearla mientras me apretaba los testículos y comenzaba a explorarme el culo con su otra mano.
Hizo entonces que me diera la vuelta colocándome en cuatro para comenzar a comerme el culo agresivamente y con la mano derecha empezó a pajearme. Introdujo un dedo en mi culo, y comenzó a cogerme con su dedo y su lengua.
Cuando mi esfínter había dilatado lo suficiente procedió a meterme un segundo dedo y así hasta que logro meterlo cómodamente.
Ya estaba cerca del orgasmo.
No se como hizo pero logró detenerme el orgasmo. Me volteó y me dijo que me acostara boca arriba para comenzar a cabalgarme.
Primero lo de espaldas a mí como sentándose sobre mi miembro. Poco a poco fue aumentando la velocidad.
Parecía una posesa. Luego cambió de posición: de frente. Sus músculos vaginales comenzaron a masajearme como nunca.
Sin poder controlarme acabé en grandes chorros de semen dentro de su caliente vagina. Nunca había tenido tanto semen después de una larga sesión de sexo oral. Ella solo me sonrió y dijo:
«¿Te gustó?»
No pude ni pronunciar palabra, pues se me había ido el aliento. La tarde había pasado. Decidimos descansar un poco antes de prepararnos para nuestro compromiso de negocios en la cena.
Tomamos un relajante baño en el jacuzzi. La hice recostarse en mis brazos de espalda a mi. Ella era otra persona a la que había visto en la mañana.
«¿Como puede haberte dejado Juan? Eres maravillosa!
«Déjame contarte… Juan fue un excelente amante. Aprendí mucho con el. Entre tantas experiencias ambos nos volvimos bisexuales, mantuvimos diversos tipos de orgías y lo gozamos mucho.
Comenzamos a tener practicas sado, convirtiéndome yo en su esclava personal. Juan se estaba volviendo adicto a esta práctica, y yo aunque soy sumisa, me di cuenta que esto se estaba saliendo de las manos.
Un buen día me obligó a un «fist-fucking», y a medida que más me quejaba mas me maltrataba.
Fue entonces que decidí cortar esa destructiva relación.
En ese momento la abracé fuertemente entre mis brazos y le dije que nunca permitiría que algo similar le pasara mientras yo estuviera cerca.
Salimos del baño y fuimos a nuestras respectivas habitaciones para prepararnos para la cena. Yo aproveché para darle una ojeada final a los papeles que traía con la información del proyecto a negociar.
Como dos horas más tarde, veo a Claudia aparecer en mi habitación ataviada con un traje rojo fuego que la hacía verse como la diosa que era, sin perder la imagen profesional que siempre la acompañaba.
«Me dejas sin habla»
«Imagínate como se quedarán ellos»
«Creo que me facilitarás convencerlos»
Eran como las 19:00 de la noche y partimos al restaurante escogido. Allí conversaríamos del negocio y luego cenaríamos. En el lobby del hotel, no hubo hombre que no me envidiase.
Al llegar, a la reunión hicimos las presentaciones de rigor.
Nuestros futuros asociados de negocios no dejaban de mirar a Claudia quien no solo los impresionó con su belleza sino con la eficiencia y conocimiento de la materia. La reunión transcurrió con tranquilidad.
La primera etapa de la negociación había concluido y al día siguiente tendríamos otra reunión a las 10am.
Regresamos al hotel y una vez en la suite, decidimos dedicarnos un rato a decidir la estrategia para el día siguiente.
Verla vestida era tan excitante como tenerla desnuda.
Ella decidió recogerse antes que yo y se fue a su habitación.
Yo estudiaba la información que recién había recibido en la computadora sobre el caso. Recordé a Sabrina y le llamé a su celular.
«Hola preciosa»
«Hola cariño, te extraño. Que tal te ha ido»
«Bueno, tu sabes, trabajo es trabajo» mientras me recordaba la tarde con Claudia
«Pareces cansado. Deberías decirle a tu asistente que te de un masaje para relajarte. Quien sabe, quizás la convenzas a algo más…»
«Tu y tus ideas. Siempre pensando en sexo»
«Esta bien, tu te la pierdes. Después no te quejes conmigo…»
«Te llamo en lo que pueda. Chao!»
«Chao!»
No lo podía creer. Sabrina me estaba sugiriendo que me divirtiera con Claudia. Me parecía increíble haber encontrado a dos mujeres tan increíbles…
Decidí leer un rato en la cama. Me desnudé pues siempre duermo sin ropa, y tomé una revista. Escuche un golpeteo en la puerta.
Extrañado fui a abrir la puerta luego de ponerme un short. Era Claudia, en un albornoz blanco que había llegado a mi habitación.
«No puedo dormir»
«Yo tampoco»
«Dicen que hacer ejercicios antes de dormir facilita el sueño». Dijo con picardía y desabrochándose el albornoz.
«Claudia, eres insaciable»
Y nos fundimos en un beso mientras el resto de la ropa desaparecía por los aires. Mientras acariciaba su terso cuerpo me di cuenta de una nueva sorpresa que me tenía preparada Claudia.
En su vagina había un consolador el cual comenzó a vibrar tan pronto ella accionó una perilla de control.
«Quiero que me des por el culo con el vibrador en mi vagina para que sientas una sensación única» me dijo mientras comenzaba a mamarme nuevamente mi ya erecto miembro.
«Tus deseos son órdenes»
Y comenzamos otra larga sesión de sexo. Cuando metí mi pene por su ano la sensación era muy agradable. Pero cuando ella encendió aquel aparato, la sensación se volvió aún más excitante.
El masaje que sentía por la vibración a lo largo de todo el pene y en especial del glande, hacía que el mete-saca fuera aun mas rico, mientras los músculos de sus esfínteres ahorcaban mi miembro.
A medida que teníamos sexo, cada orgasmo se hacía más intenso. Dormimos abrazados hasta la mañana siguiente.
Desayunamos y nos vestimos para la reunión. Claudia se vistió un poco más atrevida hoy, con un vestido color mandarina, de falda corta y amplio escote delantero, el cual insinuaba a mirar sus pechos cubiertos por la tela.
Nuestros asociados de negocios llegaron a la suite y comenzamos las discusiones.
Claudia se inclinaba en algún momento para darme alguna información al oído, dejando entrever sus senos a nuestros futuros asociados, los cuales perdían momentáneamente la concentración.
Para las 2 de la tarde, habíamos llegado a un acuerdo en los términos de la negociación. Decidimos ir a celebrar juntos, e hicimos arreglos para regresar al día siguiente.
Una vez que nos despedimos tomamos un paseo por la ciudad. Claudia había sido clave para la negociación, así que decidí que fuéramos de compras a la zona de tiendas exclusivas.
Fuimos a diversas tiendas, en las que Claudia se probó desde lencería, hasta ropa y zapatos.
Finalmente compramos un conjunto de cuero, botas de tacón alto y lencería. En el camino pasamos por un sex-shop y decidimos entrar a ver que encontrábamos.
Los hombres que estaban en la tienda se quedaron boquiabiertos al ver una hembra tan apetitosa entrar a una «tienda» como esa.
Claudia le agradó la sensación de excitar de esa manera a los demás y empezó a ver la diversidad de cosas que vendía la tienda. De pronto se acercó a mi y me dijo:
«¿Puedo?»
«Lo que quieras»
Y seleccionó un estimulador anal, unas bolas chinas, un vibrador doble y un strap-on dildo de gran tamaño, además de gel lubricante. Pagamos y nos marchemos.
«Amor, tenemos que estrenar lo que compramos» me dijo…
«Desde luego» le dije pensando en la ropa.
«Que bueno que estés de acuerdo, que me muero de ganas. Vamos al hotel»
Su excitación me había tomado por sorpresa. Una vez en nuestra suite, le pedí que se vistiera con su ropa nueva. Regresó de su habitación en pocos minutos.
Era una diosa, un sueño. Mi expresión debió ser muy elocuente pues, seleccionó una música muy sugerente y comenzó a realizar un muy sugestivo striptease.
Primero salió la chaqueta de cuero, luego la blusa dorada, después la falda. El conjunto de bra e hilo dental dorado la hacía ver como toda una modelo erótica.
Quedándose con las botas y la lencería se acercó a mi para desvestirme al ritmo de la música, no sin gemir como una gatita en celo.
Cuando me desnudó totalmente comenzó a estimular mi ya erecto pene. Me acostó en el sofá y con sus botas empezó a masajearme mi miembro.
Cuando estaba a punto de tener mi primer orgasmo, apretó fuertemente mis testículos, previniéndolo.
Se quitó entonces las botas y el resto de la lencería para quedar totalmente desnuda. Entonces pude darme cuenta que tenía las bolas chinas en el ano. Me tomó por el pene y me llevó a su habitación, donde tenía todos los «juguetes» que habíamos comprado.
«¿Confías en mi?» me dijo mientras sacaba una venda de terciopelo negro
Absolutamente! Se que no me harías daño.
¿Deseas tener la experiencia sexual más intensa que puede sentir un hombre?
Estoy en tus manos.
Sabía a que atenerme. Sabía que me iba a estrenar la retaguardia. Me vendó los ojos y me ató con esposas a la cama.
Comenzó entonces a estimularme todo el cuerpo con su ropa de seda y unas plumas, haciendo que mi piel se erizara.
Mi piel era un increíble receptor de estímulos. Poco a poco comenzó a lamer mi cuerpo comenzando por los dedos de mis pies, subiendo lentamente por ambas piernas hasta llegar a la ingle.
Sin tocar mi pene, solo respiró sobre el y creí que llegaría, pero repitiendo la operación anterior, previno mi orgasmo y mi consiguiente eyaculación. Siguió lamiéndome el cuerpo hasta llegar a mis tetillas, las cuales comenzó a mordisquear con pasión. Subió hasta mi boca para darnos un excitante beso.
Poco a poco comenzó a frotar su senos por mi cuerpo hasta llegar a mi boca pidiendo que le mordiera los pezones. Después comenzamos a hacer un 69 y cada vez que iba a tener un orgasmo ella me lo prevenía. Finalmente me colocó el culo en la cara y comencé a realizarle un beso negro.
Súbitamente me quitó la venda y me mostró aquellas bolas chinas y me pidió sácalas con tu boca. El orgasmo que tuvo fue tan intenso que casi se desmayó. Cuando finalmente se recuperó me dijo:
«Fue muy intenso. Estas listo para el tuyo?»
«Estoy en tu manos. Tu eres mi ama.»
Estas palabras hicieron que apareciera un brillo especial a sus ojos. Era como si tener el control le daba un placer especial.
Me retiró las esposas y me comenzó a mamar el pene nuevamente. De pronto me pidió que me levantara las piernas y comenzó a chuparme los testículos. Tomó el vibrador y lo acercó al tronco de mi pene. Las vibraciones eran muy estimulantes.
Con su lengua comenzó a mojarme el ojete y lo acariciaba con su otra mano. Poco a poco fue acercando aquel pene de plástico a mi ojete, mientras las vibraciones relajaban mis músculos anales. La sensación era increíble.
El vibrador me fue penetrando suavemente. Mi ano se había dilatado sin ningún dolor. Mas bien lo que había sentido era una sensación de placer que imaginaba era la misma que sentían las mujeres cuando eran penetradas vaginal y/o analmente.
«Estas listo para lo mejor?» me preguntó Claudia
¿Y es que hay más?
No has sentido nada aún…
«Haz lo que quieras conmigo…»
Colocándome en cuatro, siguió acariciándome los testículos mientras me lamía el culo. Luego con una mano comenzó a untarme un gel en mi ano. Al voltear me di cuenta que ella se había colocado el pene de plástico y sabía que no tardaría en ser penetrado.
«Mi amor, ahora dejaras tu virginidad en mis manos y a partir de este momento sobrepasarás los límites del placer para realmente conocer como siente una mujer, lo que te hará un amante sin limitaciones.»
Entonces ese pene comenzó a acercarse a mis nalgas, frotando y poco a poco intentando entrar por mi ojete.
El glande de plástico era bastante ancho para mi culo, pero este fue cediendo poco a poco ante la presión que ejercía Claudia.
El dildo fue penetrándome suavemente y una vez que me llenó totalmente mi esfínter, Claudia se detuvo unos minutos a fin que me acostumbrara a tenerlo dentro.
La sensación de estar con este miembro plástico invadiendo mi interior era extraña, pero no desagradable. Entonces Claudia me dijo,
«Vas a sentir lo divino que es ser cogido por un buen pene»
Y comenzó un mete y saca suave y continuo. La sensación de llenura era algo que nunca había imaginado. Esta nueva sensación no conllevaba ningún dolor. Era más bien una mezcla de plenitud y placer.
Continuamente, Claudia aumentaba el ímpetu de la cogida, mientras me masajeaba los testículos con una mano y me pajeaba con la otra hasta que comencé a jadear cada vez mas intensamente acercándome al orgasmo.
Cuando de mi pene comenzó brotar semen a borbotones ella me insertó el pene plástico hasta el fondo y se mantuvo acoplada a mi hasta que mi orgasmo cesó. Había regado mi leche por toda la cama. Nunca había llegado tan intensamente y con tanta cantidad o al menos eso creo.
Me abrazó por la espalda sin retirarse aun de mi y me susurró al oído:
«Ahora debes entender porque a las mujeres nos gusta tanto el sexo y porque algunos hombres se vuelven homosexuales…»
No le dije nada al momento, pero ya no me parecía una locura lo que me dijo. Estaba extenuado y feliz. Esta mujer me había hecho pasar una frontera que nunca había pasado. Finalmente retiró su pene y fuimos al cuarto de baño a relajarnos en el jacuzzi.
«Como sabías que no te iba a rechazar la idea» le pregunté…
«Hubieras dicho algo en la tienda cuando estábamos comprando los juguetes. Sabía que querías experimentar nuevas sensaciones y que mejor momento que este.»
«Sabes que no soy homosexual. No me veo haciéndolo con un hombre.»
«De eso hablaremos en otro momento. Una vez que has dado el primer paso, no es difícil que el siguiente sea un transexual o una orgía con otra pareja. Aunque creo que te tomará algo de tiempo o las personas adecuadas para dar ese paso»
«¿Como sabes tanto de esto?»
«¿Se te olvida lo que te comenté de Juan? Con él aprendí muchas cosas agradables al igual que muchas desagradables y fue por estas últimas que tuve que dejarlo. El sexo con él siempre era una sorpresa. El problema fue cuando el comenzó a ser agresivo y a hacerme daño en sus prácticas sado.»
¿Quieres decir que eres bisexual, y que viste como él tenía sexo con otro hombre?»
«Pues si, y además fui su esclava, práctica en la cual estuve con varios hombres y varias mujeres simultáneamente. Entre las prácticas sado, el me azotaba, me ataba, para después usar cera caliente o prensas de colgar ropa sobre mis pezones, meó en mi boca y sobre mi cuerpo, lo cual aun me parecía excitante».
«Lo peor fue cuando me degradó totalmente como persona al nivel de considerarme un animal el cual debía tener prácticas sexuales con otros animales. Una vez hasta trajo un perro al cual tuve que practicarle sexo oral ante la amenaza de ser castigada. Juan me obligó a ponerme en cuatro delante del perro, el cual no desaprovechó la oportunidad de saciar su instinto cogiéndome sin piedad. Ese fue el momento que supe que debía cortar esa relación, pues no imaginaba que más pudiera querer que hiciera para satisfacerlo.»
«Ahora entiendo todo…» le dije
«Tu eres distinto. Tu me tratas como una reina. Yo se que podemos tener una relación abierta y mutuamente gratificante.»
Ya era de madrugada y decidimos ir a dormir para en la mañana preparar las maletas e irnos de regreso. Dormir con ella era algo muy agradable. En la mañana me desperté mientras Claudia me mamaba el pene lista para una sesión matinal antes de desayunar.
Desayunamos en la terraza de la suite y mientras comíamos, comenzamos a jugar con la comida entrando en un juego sexual que continuó en la cama. Finalmente nos duchamos, hicimos maletas y nos marchamos al aeropuerto.
Una vez en el avión comenzamos a conversar sobre lo sucedido entre nosotros. Definitivamente no quería perder a Claudia, pero tampoco deseaba dejar a Sabrina. Ambas me gustaban demasiado y así se lo hice saber a Claudia.
«Por mi no hay problema. Es más quizás hasta podamos estar los tres juntos.»
«No se si a Sabrina le guste la idea. Creo que no le importaría compartirme, pero no se si un trio sea de su agrado.»
«Plantéaselo cuando esté a punto de tener un orgasmo y verás que gustosamente aceptará. Yo creo que ella es muy agresiva por lo que me has contado.»
«Ya veremos…»
Una vez en tierra, regresé a mi hotel, donde encontré a Sabrina esperándome. Estaba bellísima, vestida únicamente con una camisola de seda verde que hacía juego con sus sensuales ojos verdes. La picardía que mostraba la sonrisa de sus carnosos labios rojos me hizo tener una erección inmediata.
«Estas feliz de verme o tienes unas llaves muy grandes en el pantalón» me dijo con sensualidad mientras se acercaba.
«Averígualo tu misma»
Poniéndose de rodillas, no tardó más que unos segundos en abrirme el pantalón y meterse mi miembro en la boca, propiciándole una estupenda mamada. Ver su cabeza coronada por aquella melena de rizos rojizos era como un sueño. El solo verla me excitaba tanto que me causaba incredulidad. ¿Como podía estar así después de dos días de sexo con Claudia?
Unos minutos después de este estupendo recibimiento, me deshice de mi pantalón, la levanté en brazos y la llevé a la cama.
Ella me desvistió quedando como llegué al mundo frente a esta diosa pelirroja. Casi de inmediato y sin hablar comenzamos a hacer un 69 que nos llevaría a tener un potente orgasmo simultáneo.
Le propuse entonces que fuéramos a cenar y luego a bailar. Aceptó gustosamente. Quería vestirse para mi.
Se puso un traje de encaje negro ceñido al cuerpo escotado tanto al frente como en la espalda que dejaba ver claramente sus formas y unas zapatillas de tacón alto de aguja. Cuando estaba lista le dije:
«Cierra tus ojos» mientras me ponía detrás ella.
Saqué entonces una gargantilla de oro planchado y se lo coloqué retirándole las perlas. De la gargantilla colgaba un dije con una esmeralda que hacía juego con sus ojos. Se sorprendió con el regalo al abrir los ojos.
«Es un pequeño adorno que resalta el verde de tus ojos»
«Es bellísimo, gracias…» y se volteó a darme un beso apasionado.
«Espero que esto no sea para decirme adiós»
«Ni lo sueñes»
Y como dos adolescentes agarrados de manos salimos de la suite para tomar el taxi. Fuimos a un restaurante japonés y luego a una discoteca exclusiva de la ciudad. No recordaba quien me la había recomendado.
Allí comenzamos a bailar y nos conseguimos a algunos amigos que no tardaron en comenzar a bromear sobre que finalmente me habían echado el lazo. Era evidente que esta mujer me gustaba muchísimo.
Fue entonces que noté que Claudia había entrado a la discoteca. Nos miramos y de inmediato Sabrina supo de quien se trataba.
Claudia se acercó a nosotros y dándome un beso en la mejilla me saludó para luego presentarse ante Sabrina quien la invitó a sentarse con nosotros. Después de algunos tragos y una entretenida conversación, Sabrina me propuso que la sacara a bailar. Era una pieza lenta y romántica. Mientras bailábamos me comentó:
«Te gusta mucho Claudia, verdad? Se nota de la forma en que la miras»
«Si me agrada, pero tu me vuelves loco»
«No te preocupes, creo que si somos sinceros no hay porque sentir celos»
«Eres muy abierta para haber sido herida tan recientemente»
«Quizás, eso es lo que me ha hecho abrirme así y madurar. Creo que debemos vivir nuestra vida al máximo sin hacerle daño a los que queremos, pero sin imponernos limitaciones que nos hagan vivir una vida infeliz…»
En ese momento cambió la música a un ritmo más atrevido sensual. Claudia se acercó a nosotros y comenzamos a bailar los tres juntos. Yo era el queso entre dos apetitosas lonjas de pan.
El baile paso a ser un festín de caricias y besos entre los tres. Fue en ese momento que sabía que iba a ser una larga y excitante noche.
En medio de tragos y música decidimos marcharnos al hotel para continuar la fiesta que habíamos comenzado en aquella discoteca.
Al llegar al hotel ordené una botella de champaña y fresas. Subimos a la suite y entre caricias y besos las chicas comenzaron a desvestirme.
Una vez en pelotas Claudia sacó las esposas de su bolso y me amarró a la cama. Ambas parecían haberse puesto de acuerdo, pues comenzaron a realizar un striptease a dúo con una música muy sensual. Nunca pensé que Sabrina pudiese dar el paso a la bisexualidad de una manera tan fácil y natural.
El espectáculo que daban estas dos diosas era algo muy sensual: las dos chicas se acariciaban y besaban sin pudor. Claudia sacó el resto de los juguetes que compramos en nuestro viaje y comenzó a usarlos con Sabrina, quien respondió muy bien.
Claudia le explicó a Sabrina como usar el dildo doble, el vibrador, el estimulador anal y las bolas chinas.
Claudia entonces se acercó a mi con el vibrador, me levantó las piernas y comenzó a estimularme el ojete con aquel endemoniado aparatito, hasta lograr introducírmelo mientras le decía a Sabrina que me mamara el pene. Las sensaciones que pude sentir fueron algo del otro mundo.
Claudia retiró el vibrador y me introdujo el estimulador anal para seguir dilatándome el culo. Sabrina no dejó de mamarme el pene.
Cuando pensaba que estaba cerca de eyacular, se detenía para evitarlo. Una vez bien dilatado, me retiró el estimulador anal y me introdujo las bolas chinas diciéndome:
«Hoy vas a tener el mayor orgasmo de tu vida. Y será inolvidable!»
Sabrina, comienza a cabalgar a Raúl. Dicho y hecho. Mientras ella me cabalgaba, Claudia comenzó a introducir el vibrador en el culo de Claudia. Las sensaciones que se transmitían a mi miembro a través de la vagina me estimulaban como nunca antes.
Cuando ya nos encontrábamos cerca del orgasmo, Claudia comenzó a jalarme las bolas chinas retirándolas impulsivamente de mi ano.
El orgasmo al que llegamos nos hizo gritar como posesos. Quedamos exhaustos. Sabrina se reclinó sobre mi cuerpo abrazada a mi cuello. Claudia se acercó besándonos eróticamente y retirándome las esposas.
Lo que Claudia me había prometido era cierto. Ni siquiera en nuestras sesiones anteriores de sexo podían compararse con lo que había sentido.
«Ya has dejado atrás el tabú del sexo anal. Hay pocas fronteras que te faltan por cruzar. Una de ellas es tener sexo con otro hombre»
«Creo que prefiero pasar y no tener esa experiencia»
«No digas de esa agua no beberé»
«Es verdad» dijo Sabrina «Yo nunca pensé que pudiese hacer lo que hice hoy con Claudia, y ya ves»
«Y lo que nos falta por hacer» dijo Claudia mientras le daba un beso acariciándole sus rizos rojizos.
Y esas dos mujeres que me volvían loco comenzaron a besarse con pasión. Claudia y Sabrina comenzaron a acariciarse sus redondeces colocándose en un perfecto 69. Con ayuda de los juguetes continuó la estimulación de sus intimidades. Claudia entonces me dijo
«¿Y tu piensas quedarte a mirar no mas?»
Entre las dos comenzaron a mamarme el pene hasta ponérmelo duro. Hacer el amor con dos mujeres no era una experiencia nueva para mi, pero el hacerlo con dos mujeres que se compenetraban tanto era algo espectacular.
Volvieron a hacer su 69, y comencé a penetrar a Sabrina. Claudia pasaba la lengua por los labios de Sabrina y mi pene, creando nuevas sensaciones para ambos.
Posteriormente, Claudia tomo mi pene con su mano y lo colocó para que penetrara a Sabrina por el culo sin dejar de estimularla oralmente.
Sabrina llegaba orgasmo tras orgasmo hasta que no pude más y acabé en su espalda retirando mi pene de su culo.
Mi pene estaba tan rojo que parecía una morcilla, pero Claudia no estaba dispuesta a dejarlo descansar. Sabrina se apartó recostándose a descansar un poco en la cama.
Claudia fue a buscar sus juguetes y comenzó a prepararse con el estimulador anal y el vibrador. Al rato tuvo un orgasmo muy intenso por si misma. Nos marchamos los tres al jacuzzi y nos dimos un relajante baño de burbujas. Al terminar nos retiramos al cuarto y dormimos hasta el día siguiente los tres abrazados en la misma cama.
A la mañana siguiente no hallaron mejor manera de despertarme que una mamada a dúo.
Procedimos a desayunar y vestirnos para marchar a trabajar. Era mi último día en la ciudad por lo que Sabrina y yo nos despedimos. Quedamos en mantenernos en contacto.
Claudia y yo nos marchamos del hotel. Una vez en la oficina nos felicitaron por nuestra excelente negociación. Mi jefe local me solicitó que me quedara un tiempo en la ciudad para atender otras negociaciones y en vista que había formado tan buen equipo con Claudia, el la compartiría conmigo para ayudarme. Lo que mi jefe nunca imaginó es hasta donde la había compartido…
Llamé a Sabrina para darle la buena noticia pero ella me indicó que había salido de la ciudad a ver a su mamá que se había enfermado, pero que regresaría en unos días. Se alegró que «regresara» tan pronto. Esta mujer me había hechizado.
«¿Te vas a quedar en el mismo hotel?»
«Creo que si, no tengo quejas del lugar, ¿por qué?»
«Solo preguntaba. En caso que pueda regresar antes y darte una sorpresa…»
«Regresa tan pronto como puedas.»
«No te preocupes y recuerda ‘La vida es una sola, así que aprovéchala’.»
«Tu también recuérdalo.»
Después de un día de trabajo marché al hotel y decidí descansar un poco. Claudia fue a su casa y quedamos en que nos llamaríamos en la noche.
Tomé un duchazo y bajé al bar del hotel. Varias mujeres del oficio deambulaban por el local buscando clientes. No estaba de humor para el típico juego de cazador cazado. Tuve la ocasión de ver el erótico juego entre hombres y mujeres buscando compañía.
Me fui luego a cenar a una trattoria italiana cercana al hotel. Regresé al hotel y fui al bar a tomarme una copa antes de retirarme a mi suite y entrando tropecé con una altísima mujer de cabello rubio, largo y rizado.
Estaba vestida muy discretamente aun cuando se notaba perfectamente unos pechos firmes de buen tamaño.
Vestía un conjunto de falda corta de tubo y saco gris y blusa blanca trasparente. Su maquillaje era suave pero impecable.
No me parecía una prostituta, mas bien parecía una modelo de pasarela. Le invité un trago para disculparme. Mientras estábamos en la barra la conversación se volvió cada vez más envolvente. Su nombre era Andrea.
Andrea tenía un aire de misterio. Sus penetrantes ojos azules no dejaban de mirar los míos. No se que me atrajo de ella pero al cabo de un rato nuestras bocas se acercaron y nos besamos con ardor. Nos retiramos del bar y subimos a mi habitación. Mientras el elevador subía al piso de mi suite no dejamos de besarnos.
Entramos a la suite y me comenzó a desvestir. Salió la camisa, la correa, los zapatos e hincándose ante mi, me desabrochó el pantalón. Comenzó a jugar con mi pene aun cubierto por mi ropa interior, la cual no tardo mucho en salir también.
Esta mujer realmente sabía como mamar un pene. Sus suaves manos pasaban de la cabeza al tronco a las bolas mientras su boca con sus suaves y carnosos labios no dejaban de excitarme.
Una lamida a la cabeza para lubricar mientras su mano derecha me hacía una pequeña paja para luego acariciarme la cabeza luego entre el dedo índice y el pulgar.
Poco a poco comenzó a chuparme el miembro mientras me masajeaba los cojones y me acercaba a ella con su otra mano acariciándome las nalgas.
Una vez que se introdujo todo el tronco en la boca en una mamada profunda (no se como no se asfixiaba) comenzó a jugar con ambas manos en mis nalgas abriéndose paso hacia mi ojete, estimulándolo poco a poco y pensando mi reacción.
Como Claudia se había encargado ya de abrirme el culo y me había agradado no me sentía amenazado. Pocos minutos después le llené la boca con mi blanca leche liquido que ella no despreció para nada.
«Donde aprendiste a hacerlo tan bien?» le pregunté
«Es un don, creo. Y disfruto mucho haciéndolo»
«Vamos que me muero de ganas de verte desnuda»
«Tranquilo! Déjame desvestirme para ti. Estoy segura que lo vas a disfrutar más así»
Puso algo de música sugestiva y comenzó a bailar muy sensualmente delante de mí. Primero salió el saco, la blusa, el brassier. Sus senos eran hermosos.
Grandes y firmes, redondos, con unos pezones rosados que parecían unas gomas de lápices bien parados. Traté de acercarme pero me indicó que no, que me comportara como un caballero. Se desmontó de sus zapatos.
Se quitó entonces la falda y al quedar en braguitas «Sorpresa», no era Andrea, sino Andrés. Tenía un pene casi tan grande como el mío.
No lo podía creer, esta espectacular mujer era un trasvesti. Mi cara debe haber mostrado lo que pensaba, una mezcla de emociones, pues Andrea comenzó a recoger su ropa diciendo:
«No te preocupes, lo entiendo. Pero de veras me gustabas»
La tome de la mano y la acerqué a mí. La tomé por la cintura y la besé bajando mi mano a sus nalgas acariciándolas.
«Tu también me gustas. Nunca he estado con alguien como tú, pero estoy seguro que siempre hay una primera vez para todo. Enséñame a gozar contigo y después te diré si me gusta o no».
Me miró y volvimos a besarnos. Esa noche Andrea me convertiría en bisexual. Me tomó por mi miembro y me llevó a la cama.
«Yo soy una mujer que tiene la capacidad de darte otros placeres»
«Es mi primera vez como te dije antes, y quiero probar con alguien tan hermosa como tu!»
«Entonces comienza a hacerme tuya. Solo recuerda que tengo una vagina estrechita y rica en mi trasero»
Y comencé a besarle el cuello y a jugar con su hermoso cabello. Bajé a sus senos y comencé a morderle sus pezones arrancándole fuertes gemidos de placer.
Entretanto Andrea me amasaba las bolas y jugaba con mi pene pajeándolo suavemente. Fui bajando poco a poco por su cuerpo hasta tener su pene erecto frente a mi. Ella detectó mi mezcla de sensaciones y suavemente tomó mi cabeza para acercarla a su miembro mientras me decía:
«Tu sabes que te va a gustar. Cuantas veces le has dicho lo mismo a tus mujeres que no están seguras de mamártelo, y una vez que lo prueban les encanta»
Y comencé a hacerle lo que me gusta que me hagan a mi. Lamerle el tronco, darle chupetones en la cabeza. Su miembro estaba totalmente depilado al igual que todo su cuerpo. Sentí como su miembro crecía en mi boca. Me jaló por una pierna indicándome que hiciéramos un 69.
Era una sensación extraña. Tener un pedazo de carne en mi boca mientras alguien me hacía lo mismo con el mío representaba una sensación nueva y placentera.
Ya estaba entendiendo porque a las mujeres les gustaba tanto un pene.
Andrea comenzó entonces a masajearme el culo. Yo le seguí el juego, dejándome hacer y haciéndole lo mismo. Poco a poco fue introduciéndome un dedo en el ojete. Ella tenía el culo más dilatado que yo, por lo que era más fácil introducirle mis dedos.
Estaba a punto de explotar cuando me propuso penetrarme. Me puso boca arriba y mientras le seguía mamando el pene, suavemente tomó mis piernas y las subió a sus hombros y colocó la cabeza de su pene frente a mi ojete presionando suave pero continuamente hasta que el mismo cedió y el glande me penetró entrando hasta enterrar aquel delicioso trozo de carne y sentir sus bolas en contacto con mis nalgas. Comenzó entonces a bombearme mientras con una mano me estimulaba mi pene.
Poco a poco fuimos llegando a un intenso orgasmo mutuo en el cual me llenó mi recto de leche y yo le bañé sus tetas de la mía.
Había sido muy intenso. Ahora quería descansar y ella comenzó a limpiarme el culo con su lengua mientras yo le lamía los senos hasta librarlos de la descarga de leche.
Nunca pensé que un hombre me pudiese dar tanto placer. Empezaba a entender a los homosexuales, pero no podía pensar en dejar a las mujeres. Una vez que me limpió el culo, comenzó a mamarmelo de nuevo hasta dejarlo erguido y duro nuevamente.
Se puso en cuatro diciéndome que no dejara a una mujer esperando… Comencé a mamarle aquel culo divino que me estaba ofreciendo como una vagina abierta. Entonces procedí a meterle mi pene suavemente a lo cual ella exclamó:
«Métemelo de una vez. No ves que soy una perra en celo y quiero que me cojan con todo. Dame duro papi»
«Tus deseos son órdenes»
Y comencé a cabalgarla con todo. Luego nos cambiamos de posición En la cama me acosté boca arriba y ella se ensartó hasta el fondo… Después de un probando distintas posiciones anales, le llegó un orgasmo muy potente mientras le chupaba el pene y tragando toda la leche. Yo le llené el recto con mi descarga.
Nos quedamos dormidos y temprano en la mañana sonó el teléfono. Era Claudia.
«Te gustó tu sorpresa»
«De que hablas»
«De la hermosura que tienes en tu cama. ¿Verdad que su pene es muy rico?»
«Que mas sorpresas me tienes preparadas?
En ese momento escuché como se abría la puerta de la suite. Era Claudia abriendo la puerta de la suite. Me hablaba desde su celular…
Estaba vestida para matar. Un vestido corto y escotado de algodón que dejaba muy poco a la imaginación. En lo que llegó a mi se lanzó a mis brazos y me besó con pasión. Después vio a Andrea y le dijo:
«¿Verdad que es estupendo?» dándole un beso
«Si! Tiene un pene divino y un culo como el tuyo Claudia»
«¿Ustedes se conocen?» pregunté tontamente
Y ambas riéndose sonrieron
«Te gustó tu sorpresa? Cruzaste una línea que pocos hombres se atreven a cruzar»
«Nunca lo hubiese hecho de no ser por ustedes. Ahora se lo rico que lo pasan las mujeres»
«Ahora tendrás la oportunidad de jugar con nosotras y tener una de las experiencias sexuales mas excitantes de tu vida»
Claudia comenzó a desvestirse. No podía creer lo que estaba a punto de pasar. Claudia, Andrea y yo juntos y revueltos.
Claudia nos tomó por nuestros respectivos miembros pajeándonos suavemente mientras nos conducía a la habitación.
Mientras Claudia y yo nos fundimos en un beso, Andrea comenzó a darme una buena mamada y suavemente sobarme mi culo. Poco a poco paso a darme un beso negro mientras me pajeaba con cuidado para evitar que fuera a llegar.
Claudia comenzó a mamarle el pene a Andrea poniéndoselo duro y listo. Claudia se iba a dar un banquete, una doble penetración… Yo me situé debajo y Claudia se empalo por la vagina en mi erecto miembro mientras Andrea se colocaba en posición detrás de ella y se preparaba a penetrarla por el culo. Claudia gemía y gritaba de placer mientras tenía repetidos orgasmos.
«Ahhh! Ahhh! Me van a partir por la mitad… Ahhh, No paren!»
La sensación de sentir el pene de Andrea frotándose junto al mío separados únicamente por las membranas que separaban ambas zonas en el interior de Claudia era algo indescriptible. Andrea y yo llegamos simultáneamente bañando el interior de Claudia con nuestro semen.
Una vez que nos desconectamos los huecos de Claudia chorreaban sus jugos mezclados con los nuestros. Era una escena de una película porno… Descansamos un rato en la cama mientras nos acariciábamos nuestros cuerpos. Claudia comenzó a mamarme el pene mientras Andrea me besaba. Al rato cambiamos y Andrea me lo mamaba y Claudia me comenzó a besar.
«Lo que vas a sentir ahora es muy rico…» me dijo Claudia entre besos.
Y se puso en cuatro diciéndome
«Penétrame»
Y yo sin dudarlo me acerque por detrás tomé mi erecto miembro y lo introduje en su caliente cuevita. Empezamos un vaivén suave mientras sus músculos vaginales me masajeaban el pene. Andrea se acercó a nosotros y le puso su miembro en la boca a Claudia dándole esta una gran mamada. Poco después Andrea cambió de boca a la mía. Ya no me era extraño el tener un pene en la boca. Andrea se untó un poco de vaselina en la punta y se dirigió a mi culo. Iba a ser ensartado mientras ensartaba a alguien.
«No te preocupes, te va a gustar…» me dijo Claudia dándome un beso.
Y Andrea me cogió por detrás mientras yo me cogía a Claudia. Sentí el pene de Andrea en mi culo y sus tetas en mi espalda, la sensación era única.
Mientras Andrea trataba de penetrarme más profundamente, Claudia se hechaba para atrás lo más que podía a fin de que mi pene la penetrara lo más posible. Terminamos en otro intenso orgasmo. No sabía de donde me salía tanto semen…
Nos fuimos a bañar y mientras nos enjabonábamos me comenzaron a dar una mamada a dúo que me volvió a poner listo para la acción, aun cuando ya no me quedaban fuerzas para seguir.
Decidimos tomar un descanso y nos acostamos los tres en la cama quedándonos dormidos abrazados el uno al otro. A la mañana siguiente, Andrea se había marchado y Claudia me estaba despertando con una buena mamada.
«Te gustó Andrea»
«Si, pero más me gustas tu!»
«¿Como la conociste?»
«Andrés fue mi novio. Recuerdas que te comenté que el se había transformado en otro? Que ya no era el mismo…»
«Cuéntame como pasó»
«Andrés siempre tuvo tendencias bisexuales. La primera vez que lo noté fue viendo una película porno, en la cual en una orgía dos hombres comienzan a besarse y veo como el se pone a mil. Otra vez, mientras estábamos en la cama, el se excitó de ver a dos hombres haciendo un 69 y me cogió como nunca.»
«Pero de ahí a ser trasvesti?» le pregunté
«Bueno eso comenzó cuando lo descubrí en mi habitación vestido con mi ropa un día que llegue antes de la hora. Andrés siempre le gustaba que hiciéramos el amor sin que yo me quitar el liguero, mis medias de seda.
Parecía ser fetichista, pero en ese momento entendí porqué. Lo tomé de la mano y lo ayudé a terminar de vestirse. Lo maquillé y le arregle el cabello con un peinado muy femenino a pesar del corto cabello que llevaba. Una vez que terminé era la viva imagen de una hermosa mujer.
Ese día con aquella transformación me volvió a coger con todas sus ganas. Parecía que no iba a acabar. Saque un vibrador de la gaveta de mi cómoda y le dije no solo te vas a ver como una mujer, hoy te haré sentir como una mujer… y desde ese momento supo que su vida había cambiado.»
Mi cara era de incredulidad. Mi pene se había puesto duro con la historia.
«Todos los hombres son un poco homosexuales. Solo falta quien les de el pequeño empujón para tener la experiencia. Mira como te has puesto al oír la historia de Andrea»
«Yo no creo que pueda convertirme en una trasvesti. ¿Tu crees que yo sea bisexual?» dije con cierta duda…
«No se si eres o te puedes convertir en trasvesti, pero eres definitivamente bisexual. Solo basta haberte visto como gozaste ayer con Andrea y que no la rechazaste… Quieres probar a que te ayude a convertirte en mujer?
«No. Creo que por ahora prefiero seguir disfrutando contigo y Andrea»
«Tu te lo pierdes pero ya habrá tiempo para seguir explorando…»
Y nos fundimos en otro beso mientras ella comenzó a masturbarme con su mano derecha mientras con la izquierda trataba de masajearme mi ano.
Claudia era insaciable y la historia que me contó sobre su ruptura con Juan parecía un poco exagerada de acuerdo a como me había tratado ella a mi estos últimos días. Sería verdad lo de la zoofilia o sería que a ella le gusta convertir a sus novios en mujeres y con Juan no lo logró. Muchas ideas daban vuelta en mi cabeza. Estaba seguro que a mi me gustaban demasiado las mujeres como para convertirme en una.
Seguimos teniendo sexo ese fin de semana con y sin Andrea. El lunes llegó y, Claudia y yo regresamos a la oficina tratándonos de un modo totalmente profesional. Nadie podía sospechar lo que habíamos experimentado ese fin de semana.
El lunes después del trabajo regresé a mi hotel y encontré a Sabrina esperándome en la habitación. Estaba bellísima! Nos fundimos en un beso mientras nos desvestíamos para hacer el amor. Realmente me gustaba esta mujer. Claudia y Andrea eran buenas en la cama, pero Sabrina era diferente.
Sabrina se recogió aquella hermosa cabellera pelirroja y empezó a mamarme el pene con suavidad. Yo estaba sentado en el sillón y veía mi pene desaparecer en su boca una y otra vez mientras sentía como me lo chupaba y lamía.
Yo acariciaba su cabello y su cuello. Una vez duro, le pedí que se reclinara sobre la cama y comencé a jugar con mi pene sobre su vagina, acariciando primero sus labios con mi glande y luego su clítoris. Luego comencé a lamerle sus labios y su clítoris y comencé a cogerla con mi lengua introduciéndosela en su vagina. Ella no dejaba de gemir de placer mientras me pedía «penétrame ya!».
Cambiamos de posición acostándome boca arriba en la cama y ella se ensartó mi miembro como una espada en su caliente y tersa cueva de placer y comenzó el sube y baja mientras sus músculos vaginales me masajeaban. No tardamos mucho en acabar. Sabrina no se desconectó de mi pene y se recostó sobre mi pecho mientras descansábamos quedándonos dormidos. Nos despertamos sobresaltados cuando de pronto escuchamos que alguien abría la puerta. No se cuanto tiempo había pasado. Era Claudia que había entrado a la habitación con la llave que le había dado en días anteriores.
Sabrina buscó taparse un poco con la sábana, mientras Claudia sin ningún tipo de recelo o pena se acercó a la cama diciendo:
«Tu debes ser Sabrina, la mujer que ha vuelto loco a Raúl! Yo soy Claudia, su asistente.»
«Hola!…» contestó Sabrina un poco extrañada…
«Es un verdadero placer conocer a quien ha podido hacer que Raúl deje de pensar en el trabajo y disfrute de la vida»
Claudia se sentó en la cama con nosotros con la mayor naturalidad. Yo estaba desnudo, y Sabrina cubierta únicamente por la sábana. Y así fue rompiéndose el hielo entre estas dos preciosas mujeres que me acompañaban en mi cama.
Claudia se acercó a nosotros y comenzó a acariciarnos suavemente con sus tersas manos. Sus dedos jugaban con la cabellera de Sabrina mientras me besaba en la boca. Poco a poco haló la cabeza de Sabrina hacia la nuestra y nos dimos un beso entre los tres.
Sabrina estaba aceptando bien esta situación. Claudia sabía como envolver a otra mujer en su juego. Luego Claudia me pidió acostarme boca arriba sobre la cama e hizo recostar a Sabrina de espalda sobre mi. Mis manos no dejaban de jugar con sus senos y sus caderas, mientras besaba su cuello y sus cabellos cubrían mi cara.
Claudia comenzó entonces a masajear los dedos de los pies de Sabrina, a besarlos, a lamerlos. Todo el cuerpo de Sabrina se estremecía sobre el mío. Claudia fue masajeando poco a poco a Sabrina subiendo por sus piernas hasta llegar a su pubis.
En ese momento nos separó las piernas, obteniendo acceso a su sexo. Tomó mi pene con su mano y comenzó a frotarlo entre las nalgas y los labios vaginales de Sabrina, mientras yo le acariciaba los senos. Un orgasmo se gestaba intensamente en su interior mientras gemía como una gata en celo.
Claudia mientras le daba lametazos a sus labios vaginales comenzó a chuparle el clítoris como solo una mujer sabe hacerlo. Sabrina acabó intensamente en una sucesión de orgasmos. Cuando cambiamos de posición y vi su cara, noté como lagrimas brotaban de sus ojos en señal de la intensidad del placer que había sentido.
Claudia quería mostrarle a Sabrina como hacerme gozar. Hizo que me diera vuelta quedando boca a bajo en el borde de la cama y comenzó a sobarme mis nalgas poco a poco abriéndolas y acercando sus manos a mi ojete. Se situó detrás de mi y comenzó a darme el mejor beso negro que me habían dado hasta entonces.
Claudia le fue explicando como todos gozamos del placer anal. Tomándola de la mano, hizo que tomara su lugar mientras ella la dirigía.
De pronto nos dejó solos en la habitación y regresó rápidamente con un pene de plástico pegado de sus pantaletas. Sabrina se sorprendió un poco… Claudia se acercó a mi, me pidió que me pusiera en cuatro sobre la cama y procedió a centrar aquel falo en mi culo penetrándome suavemente.
Una vez que comenzó a bombearme mi pene se endureció con buena erección Claudia le indicó a Sabrina que el máximo orgasmo de un hombre era que lo penetraran por el culo y le dieran una buena mamada, pues el masaje ejercido por el ano sobre la próstata era como lo que sentía la mujer cuando le masajeaban el punto «G». Dicho esto exploté bañándole la cara, el cabello y los senos a Sabrina.
Al día siguiente al despertarme, pude ver como Claudia ‘culeaba’ a Sabrina con aquel falo de plástico. Sabrina al darse cuenta que estaba despertando, comenzó a mamarme el pene para provocarme una erección. Una vez logrado esto me dijo:
«Quisiera sentir dos a la vez. Cógeme mientras Claudia me culea»
Como podía rechazar tal invitación… Me coloqué detrás de Sabrina y comencé a frotarle la cabeza de mi pene sobre su clítoris. Estaba totalmente mojada. Penetrarla fue como cortar mantequilla con un cuchillo caliente. Cuando mi pene se había introducido totalmente en su vagina Claudia y yo comenzamos un movimiento de vaivén el cual hacía gemir a Sabrina cada vez mas fuertemente, mientras yo sentía el masaje producido por aquel pene plástico sobre el mío.
La sensación no era nueva, pues ya lo había sentido cuando Andrea y yo habíamos penetrado a Claudia, pero eso no disminuía el placer que sentía. Acabamos intensamente yo y mis dos mujeres. No sabía como iba a mantener esta relación de a tres, pero era claro que Claudia era mas una amiga con un libido tremendo y Sabrina se estaba convirtiendo en algo más que eso.
Pasaron varias semanas desde que la compañía me pidiera quedarme y ya era hora de regresar. Después de mucho pensar y darle vueltas al asunto, un par de días antes de partir mientras desayunábamos en la terraza de la suite le comente a Sabrina:
«Sabrina, sabes que mi tiempo en este lugar esta llegando a su fin, pues el proyecto ha terminado»
La cara de Sabrina pasó en un momento a un reflejo de una tristeza evidente. Era claro que nos habíamos enamorado sin darnos cuenta.
«No te pongas así! Quiero pedirte que me acompañes. ¿Aceptas?»
«Si! Desde luego que me iría contigo. No quiero perderte»
Un año después Sabrina se convirtió en mi esposa. Claudia nos visita de vez en cuando y seguimos divirtiéndonos. Claudia y Sabrina son buenas amigas y a veces me comparten con Andrea.
Continuará…