Mi marido es un desastre (03: Vacaciones)
Pero unos días antes de reconciliarme, me tropecé con Diana, una amiga de la juventud, que nos conocía bien a los dos. Me preguntó por Guillermo y al ver mi expresión de desolación me invitó a café. Me animé a ir a su casa. Hacía algunos años que no nos veíamos y me sorprendió lo mucho que había cambiado.
Efectivamente, tenía un apartamento con salón, cocina y dormitorio. Muy funcional y amueblado eclécticamente. Me desahogué contándole todo. No debía de hacerlo, pues todos sospechábamos desde hacía tiempo que a Diana le gustaban las chicas, y al analizar algunos de los adornos de su piso, se podía asegurar. Al desahogarme, aquella tarde le mostré un punto débil que usaría para atacarme, pues Diana no dejaba escapar una.
Me lanzó un par de indirectas que fingí no escuchar o no saber interpretar, pero en un momento de mi estancia, Diana me dio un beso en la cara mientras se me derramaban las lágrimas contándole mi historia, y unos minutos más tardes me quiso besar en la boca, pero la rechacé con gestos, apartando la cara e interponiendo los brazos entre ella y yo.
No me acosó demasiado, pero yo me esforcé en precipitar el final de la cita. Luego me llamaba y me llamaba y yo daba instrucciones a mis padres para que les dijera que estaba fuera y cuando por fin conseguía hablar conmigo estaba seca aunque educada, y le dabas largas.
Pasaron unos meses en armonía entre mi marido y yo hasta que se planteó el tema de las vacaciones.. Guillermo decidió que iríamos a Benidorm. Alquilaríamos un piso. Al final encontramos el piso en Torrevieja. No me importaba ir a un sitio, pero fue como un jarro de agua fría cuando me dijo que se había encontrado a Diana y que le había planteado la idea de que se pasaran un par de semanas con ellos.
-Así compartiremos costes.- Me intentó justificar Guillermo. Yo no quería contarle de ninguna forma que Diana me había «tirado los tejos».
-Pero es que…Ibamos a estar solos los dos.-
-No importa, no será una carga por que vendrá con una amiga…una chica muy simpática…ya verás que bien te cae y como lo vamos a pasar.-
Transigí con la idea de Guillermo, como siempre y pensé que a Diana, al tener una amiga, se le habría bajado la fiebre que le dio conmigo.
El día de las vacaciones llegó y tras estar preparando las maletas un par de días antes, las cerramos y nos montamos en el coche. Íbamos a estar un par de semanas. La Costa estaba de bote en bote y la verdad es que disfruté mucho los primeros días. Lucía un bikini negro provocativo que enseñaba mi tipo a los tíos que no paraban de mirar. Guillermo estaba más ardiente que nunca, aunque no podía dejar de mirar a las mujeres que hacían top less. Pero por lo menos me miraba bastante a mí también.
Pero al cuarto día, tocaron al timbre. Me extrañó mucho. Pregunté -¿Quién es?-
-Diana.- ¡Ya estaba aquí esta petarda . Abrí la puerta para con toda la hipocresía capaz de juntar darle un abrazo y decir:
-¡¡Hombre!! ¡¡Hola!!-
Diana era una chica castaña de ojos marrones claros almendrados, tan alta como yo. Se cuidaba bastante, vamos, que hacía deporte, se echaba potingues en la cara, y eso le hacía tener muy buen tipo, aunque tal vez algo musculosa. Estaba muy morena, más que yo, a pesar de los tres días de playa que llevaba. Ursula era una chica rubia bajita, de ojos azules. Venían las dos vestidas con unos vaqueros cortados y deshilachados y una camisetitas de tirantes remangadas a la cintura que dejaban asomar sus ombligos, Ursula llevaba un piercing en el suyo. Este atiendo dejaba adivinar unos pechos prominentes en la rubia y unos pechos más pequeños en Diana.
Las piernas de las dos chicas aparecían depiladas. Las de Diana eran unas piernas que no podían disimular la dureza del deporte, peor las de Ursula eran tiernas y de muslos redondos. El interior de sus muslos aparecían dulces. Las caderas de las dos chicas eran anchas en comparación con su estrecha cintura que asomaba por los bordes del vaquero atado con una correa desgastada.
Diana me saludó con una expresión picarona y me presentó a Ursula. Pude oler la crema hidratante que embarduñaba sus caras y al chocar nuestro carrillos para saludarnos, nos quedamos ligeramente pegados. Guillermo salió y no pudo disimular su nerviosismo por saludar a las dos chicas. Las chicas se metieron en su habitación y salieron con lo que iba a ser su atuendo de vestir principal durante toda su estancia vacacional: un bikini superprovocativo, que dejaba casi al aire sus cachetes y era de esos subidos, que llegan hasta más arriba de las caderas, provocando unos muslos y unas piernas más estilizadas. El sostén era minúsculo. Me sentí un poco «anicuada», al pensar en mi bikini, una prenda tradicional, bastante más discreta que las de nuestras amigas.
Desde primera hora, Ursula no dejaba de mirar a Guillermo. Lo provocaba con miradas picaronas. Se hacía la tonta pero yo me daba cuenta de sus deseos de llamar su atención. Y mi marido era carne de cañón, pues también me daba cuenta de que al muy capullo se le caía la babita con ella. No apartaba la mirada del culo que aparecía a ambos lados de la tela del bikini.
Para colmo, cuando fuimos los cuatro juntos a la playa, Ursula y Diana se pusieron a hacer top less. Todas las miradas se clavaban en ella, pero a mi marido es que se le caía la babita. Se pusieron las dos a untarse la cremita. Era una escena con claros matices lésbicos. Bueno, en principio no tiene nada de malo. ¡Joder! ¡hasta yo me puse caliente viendo como se acariciaban!.
Ursula no dejaba de darse paseítos. Todas las miradas la seguían. Me fui a bañar esperando que Guillermo viniera tras de mí. Lo hizo, y sin mucha gana, pero al cabo de un rato.
-¡Mira! ¿Por fín te has acordado de que existo!.-
-¿Qué quieres decir?.- No le respondí. El sabía lo que quería decir. Al salir del agua, mi marido se quedó dentro. Me senté en mi toalla y tuve el sexto sentido de que algo estaban tramando Diana y Ursula. Al rato, Ursula se metió en el agua. Fue a donde estaba mi marido, que se puso a hablar con ella. Se le caía la baba.
-¿Te has dado cuenta que buenas migas hacen Guillermo y Ursula? Se llevan muy bien. Ursula está prendada de él desde que se lo presenté el otro día. Y me parece que Guillermo igual.- Diana quería ponerme celosa , pero ¿Por qué?. Prosiguió con su monólogo
-Si no tienes cuidado, Ursula se folla a tu marido. –
-¿Ah sí?. No sé. Tu conoces a Ursula mejor que yo-. Yo a Guillermo lo conozco y no creo que caiga en eso.- Miraba a Guillermo y as Ursula y la verdad es que no estaba tan segura.
Diana interrumpió la conversación y se dirigió a bañarse con Guillermo y Ursula. Entonces comenzó a jugar con uno y la otra. Los juegos eran cada vez de más confianza. Pronto las manos de todos se posaban en los cuerpos de los otros amigos. Me estaba comiendo de celos. Lo lógico hubiera sido ir a defender lo mío, participando en el juego, pero sentí un impulso de orgullo que me lo impedía.
Cuando gradualmente fueron saliendo del mar , primero Ursula, a la que le intenté disimular mis celos, y luego Diana y Guillermo, hice auténticos esfuerzos por no echarme a llorar. Especialmente pro que Diana hablaba muy amigablemente con Guillermo y me imaginaba que intentaba hacerle caer en la tentación de ligarse a Ursula. Con poco que le dijera a él la mitad de lo que me había dicho a mí era suficiente.
Al paso de la tarde, tras preparar el almuerzo y comer, se me fue pasando el disgusto. Mi marido fue sólo a pasear mientras las tres arreglábamos la casa y tomábamos un café. De la conversación entre Diana y Ursula deduje que debían ser muy buenas amigas. Las dos pululaban por el piso en bañador, y al salir Guillermo, se quitaron el sostén y me invitaron a hacer lo propio. Tenían las dos los senos enrojecidos por el sol. Yo no quería y no lo hice. Me daba vergüenza.
-Ya verás como nosotras dos te quitamos la vergüenza.- Me dijo Diana guiñándome un ojo. Y en uno de los ir y venir, pasó Ursula por detrás y noté sus manos en mi espalda desabrochándome el sostén, pero lo hizo con tanta dulzura que vi ridículo volverlo a abrochar. Mis pechos blancos quedaron al descubierto libres.
-Te vamos a convertir en una mujer liberada.- Me dijo Diana riéndose de una forma que se antojó estúpida. Al rato oí la puerta. Las tres nos precipitamos a colocarnos el sostén. Guillermo entró y se extrañó al ver el gran revuelo.
Por la noche, ese día no salimos. Las chicas, sí. Se fueron a dar una vuelta por los barecitos pero según me dijeron al día siguiente, lo encontraron muy aburrido.
Me despertaron al entrar a los dos de la mañana. Estuve despierta acordándome de las tres en bolas tomando café tras la comida. Luego pensé en que Guillermo estaba preocupado. Tenía un dilema. Entonces comencé a oirlas reir a las dos y unos susurros. Luego había silencios y susurros y tras uno de ellos, comencé a sentir los quejidos amorosos de una de las chicas. No podría decir si era Diana o Ursula. Luego nada, pero yo estaba nerviosa, enervada. No conseguí dormir hasta pasadas un par de horas, dándole vueltas al coco. Si Ürsula era lesbiana…¿Por qué iba a querer acostarse con Guillermo?
Pero estaba equivocada si eso me tranquilizaba. Ursula siguió al ataque, apoyada por Diana. A la mañana siguiente, Ursula acompañó a mi marido a la plaza. Diana comenzó a mirarme de arriba abajo. Yo sólo llevaba el bañador y Diana se acercó a mi colocando su mano encima de mis nalgas. La rehusé. -¡Déjame mujer! ¿Vamos a tener lo de la otra vez?.-
Pero Diana volvía a acosarme. Me intentó coger el culo. Me intentó besar en la boca. Incluso intentó derribarme en un sofá, pero logré escabullirme y finalmente me encerré en la habitación.
Debí de decírselo a Guillermo, pero Guillermo estaba muy extrañado del revuelo que ocurrió el día anterior, cuando nos pilló a las tres colocándonos los sostenes. Pensaba seguro algo raro. Para colmo, llegó muy raro del supermercado, mientras Ursula mostraba una sonrisa triunfal.
Tuve que tragar lo mío en la playa. Sobre todo, por que Guillermo nos dio cremita en la espalda a las tres. Pero se detuvo de una manea especial en Ursula. Luego los dos fueron al agua. Me negaba a luchar por mi marido como una quinceañera. Me quedé con Diana tomando el sol-
– Guillermo y Ursula se quieren.¿Sabes? Tu marido cree que ayer, cuando estabamos tomando café en realidad estabamos metiéndote mano…y tú te dejabas.-
-Eso es falso.-
-Sí, pero a tu marido le conviene creerlo…Así puede permitirse una infidelidad.-
-¿Qué quieres decir?-
– Ya han quedado para mañana. Mañana irán por ahí por la noche. Yo seré la cuartada de los dos. Yo te diré a ti que Guillermo no estuvo con nosotras. Pero en realidad, yo estaré dando una vuelta por ahí mientras se morrean.-
– Eso es mentira. ¡Diem que quieres de una vez y déjame tranquila!.-
-Yo lo que quiero es follarte…-
Me levanté y me fui a dar un paseo por la playa. Diana me estaba acosando de una forma bestial. Miré a la playa y no estaba mi marido. Miré más lejos y bastantes metidos en el mar pude ver las dos cabezas que buscaba excesivamente juntas. Pero si Ursula es «torti»…¿Por qué iba ella a quererse acostar con Guillermo?.
Esa noche salimos los cuatro. Las dos chicas se pusieron un traje de noche, como yo. Fuimos a un sitio con una pequeña orquesta. Pusieron música rápida y bailamos. Luego pusieron música lenta y las dos chicas se sentaron mientras yo bailaba con Guillermo, que estaba parco en palabras. Al final nos sentamos, pero Diana le pidió a Guillermo que la sacara a bailar. Estuvieron bailando mientras Ursula hablaba conmigo, esforzándose en ser amable. No era la actitud de alguien que piensa traicionarte. Volví a desechar las ideas que Diana intentaba inculcarme.
Pero después de Dina, le tocó bailar a Ursula. Los dos bailaban excesivamente juntos. Mientras Diana seguía con su campaña: – Te lo voy a decir muy clarito. Si tu no te vienes conmigo…entonces le digo a Ursula que se vaya con Guillermo.-
-Me chantajeas…no creo que Ursula sea capaz de eso…-
– Ursula haría cualquier cosa por mí.-
¡Déjame en paz! ¡Coño!.- Me levanté y me fui al servicio. Al volver, los tres estaban en la mesa. El silencio se podía cortar. Algo tramaban. AL salir del bar, Diana se acercó a mi oreja y me dijo. -Mañana te espero a las seis de la tarde en este mismo bar…si no vienes…te entregaré los calzoncillos de tu marido.-
No pensaba ir y cuando las dos salieron a las cinco y media para dar una vuelta. Diana me miró y yo aparté mi cara orgullosa. Al despertarse «Willy», como lo llamaban las dos chicas, de la siesta, preguntó por las dos y le dije que se habían ido a dar una vuelta. Luego, más tarde sonó el móvil de mi marido. No hablaba mucho. Sólo escuchaba. Evidentemente, hablaba con ellas.
-Tengo que ir a solucionarles un problema a las chicas. Se lles ha averiado el coche y parece ser que no va la grúa…seguro que estamos unas horas fuera…¡No mujer! ¡No es necesario que vengas!.
Me puse a llorar nada ver salir a Guillermo salir. Volvió a las dos de la mañana. Guillermo vino a la una de la mañana, cansado.
-¿Y las chicas?.-
-Se han quedado a tomar unas copas.-
Mi marido se esforzaba en no hablar. Fue directo a al mesilla de noche antes de desnudarse y cogió unos calzoncillos y se duchó. Nunca lo hacía por las noches. Las chicas venían muy contentas y esa nocche no tuvieron su «propia fiesta».
A la mañana siguiente busqué los calzoncillos que mi marido debía llevar la noche anterior. Busqué en la cesta de la ropa sucia pero no los encontré. De repente, Ursula asomó por la puerta y enseñándomelos me dijo silenciosamente:- ¿Buscas esto?.- Y los dejó caer dentro de la cestita de ropa sucia.
Estaba muy cabreada mientras escuchaba las absurdas excusas de mi marido. -Que sí, mujer, que me entraron ganas de cagar y como no había ningún sitio cerca, fui detrás de una duna y luego, me fui a bañar en pelotas. Y cuando volví….¡No estaban los calzoncillos!…¡.Pues me los quitarían para gastarme una broma.!.. ¡Venga mujer! ¿Cómo te vas a creer eso?
Pues llegué a creer a mi marido, pero al final de aquella mañana, los ví besarse a los dosl en lo más profundo del mar, y no tuve más remedio que aceptar la historia de Diana. AL verlos me dirigí a Diana, que estaba cerca de mí, tumbada en su toalla.
-¿Qué tengo que hacer para que tu amiga deje en paz a mi marido?-
-Es simple. Ursula tien instrucciones para darle coba a Guillermo mientras yo se lo diga. Si tú te entregas a mí, ella se retira del juego.- La atendía incrédula y siguió hablando para convencerme.
– Si tú haces el amor conmigo…esta noche por ejemplo…nosotras mañana por la mañana nos vamos y te dejamos en paz con tu maridito.-
Me lo pensé durante unos minutos. -Bueno…Será como tú quieres…-
-Entonces…si ahora eres mía…tienes que demostrarme que no te echarás atrás…¡Quítate la parte de arriba del sujetador!.- Me costó obedecerla porque la playa estaba de bote en bote. Al deshacerme del sostén, me sentí el centro de la playa.
-Tienes una tetas muy bonitas.- Me susurró Diana a la oreja y continuó con su demostración de autoridad sobre mí: -Ahora…me vas dejar que te de crema en los pechos. –
Me eché hacia detrás y quedé tumbada a expensas de Diana que extendía la crema protectora por mi vientre y entre mis pechos para acabar frotándome durante un rato mis tetas mientras yacía con los ojos cerrados y las gafas de sol puestas, sin atreverme a abrir los ojos para no ver las miradas lujuriosas de los hombres y las acusadoras de las mujeres. Cuando acabó de sobarme, al cabo del rato aparecieron los tortolitos. Entonces Diana le miró a Diana de manera que sin decirse nada se lo decían todo y me animó.
-¡Vamos Eva, ahora nos toca mojarnos a nosotras!.- Me cogió de la mano y me ayudó a incorporarme y nos metimos poco a poco en el agua fría.
-Tenías que haberle visto la cara a tu marido cuando te ha visto en top less. Es un moro el cabrón..- En «Top Lezzi» pensaba yo, utilizando el diminutivo inglés de lesbiana y haciendo un juego de palabras. Diana se acercaba a mí peligrosamente y me amarró con sus piernas por la cintura. Nuestros pechos tropezaron torpemente en el agua. El oleaje nos elevaba rítmicamente haciendo que a veces perdiéramos el pié. ¡Qué bien nos sentimos las mujeres en el agua!
Diana empezó a pormenorizar su plan. -Mira…Esta noche Ursula ha quedado con tu marido…Las dos saldremos a un hotel que hay en el interior. Ya tienen reservada la habitación y todo. Tu marido saldrá para ver a un amigo tuyo que a ti te da mucha rabia…un tal Manolo…¡Mentira! Ira al hotel. Al llegar allí solo encontrará a Ursula, por que le dirá que yo espero en otra habitación a que acaben. Pero la realidad es que yo estaré aquí contigo.-
-¡Quiero que dejeis a mi marido ya! Si no, no hay trato.-
-No podemos hacer otra cosa…si no distraemos a Guillermo puede volver en cualquier momento y pillarnos…¡Imagínate el sorpresón. Su amiga Diana comiéndole el coñito a su mujer!.-
Transigí y tuve que aguantar las caricias que por debajo de la mesa me hacía Diana durante la comida, y los roces mientras preparábamos el café. Roces en mis nalgas, que por primera vez durante la estancia de las chicas estaban cubiertas tan sólo por el bañador, por imperativos de mi forzosa amante.
Las cosas sucedían conforme me había predicho Diana durante nuestro baño. Diana era muy atrevida ahora. Incluso se metió en el baño mientras me duchaba. Entre mujeres ¿Qué importaba? Me dijo mientras escudriñaba mi cuerpo.
Se fueron las dos chicas y al cabo del rato se fue Guillermo, a ver a Manolo, que veraneaba cerca y tenía que escuchar que le propusiera un negocio. No me alarmé por que sabía que era falso, que si no…me iba a escuchar «Willy». Esperé impaciente a que viniera Diana y asomada a la teraza, la ví aparecer, con paso tranquilo pero firme. Pensé «Ahí está la que me va a follar esta noche».
Diana abrió la puerta y preguntó – ¿Eva?.-
Diana no se precipitó y nos sentamos las dos en el sofá, hablando. Era la misma Diana de siempre, pero no era la amiga que lo escuchaba todo…Era la lesbiana que me iba a follar aquella noche. Era una experiencia distinta a la que tuve con la chica que nos vendió el piso, pues en este caso, había premeditación y la verdad es que podía haber solucionado el tema de otra forma.
Diana puso sus manos en mis piernas desnudas y me besó en la boca. – Vamos a la cama.- Me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio. Luego me abrazó contra ella y aprovechó mientras me besaba para desabrocharme el sostén. La miraba pasivamente dejando que su lengua entrara entre mis labios. Mi sostén cayó al suelo. Diana me agarró los dos senos y me los acarició firmemente.
Su pierna se metió entra las mías y se fue haciendo pasa entre mis muslos hasta colocarla cerca de mi sexo. Comencé a sentirme excitar, sobre todo cuando cogió mis dos pezones entre sus dedos y comenzó a pellizcármelos y a moverlos, provocando el movimiento de mis senos. Su mirada irónica y lasciva me provocaba una enorme turbación. De repente me cogió las manos y las colocó detrás de mi cuerpo. La metió dentro del tanga del bikini, sacando mis manos por la apertura de la pierna del otro lado. Mis manos quedaron cruzadas tras de mí.
Diana se dobló un poco para llevarse mis pezones a su boca. Mordía la punta con los labios y lamía su punta con la lengua. Me excitaba enormemente, sobre todo cuando a la vez me clavaba su muslo en la entrepuerna. Diana me tomaba un brazo y me obligaba a curvar mi espalda. Me comía las tetas ahora, metiendo todo el pezón en su boca y apretando los labios y a su vez, la cara contra mí. Sentí la mano por encima de su rodilla, posarse en mi sexo.
Tiró de la tirita de tela para un lado y mi conejo quedó húmedo a la interperie. La sensación de la tela del bañador dejó paso a la dureza de la rodilla, que se me clavaba en la raja y a sus dedos largos y hábiles, que se me clavaban e el toto, manteniendo entre cada par de dedos mis labios y mi clítoris. De repente, apretó.
-UUUHHHMMM-. De un empujón me tiró al borde de la cama. Quedé sentada y me obligó a recostarme contra la cama. Estaba descalza, pues me había desprovisto de mis zapatillas. Diana se metió entre mis piernas y comenzó a tirar del tanga hacia ella. Pronto mi sexo quedó delante de ella, indefenso y húmedo.
Diana metió su cabeza entre mis muslos agarrándome las piernas por el exterior, de manera que sus manos quedaron en mis muslos, separando mis piernas y luego, los labios de mi almeja. Podía ver, entre mis senos aplanados, mi clítoris exultante. Pronto ví como era atacado y desaparecía literalmente en la boca de mi amante.
-Muévete…Me gusta ver que las almejas están vivas.- Comencé a mover mis caderas. Su boca recorría el mismo recorrido que mis caderas, pero a veces, se quedaba quieta y sentía mi clítoris pellizcado entre sus labios . Saqué una de mis manos de detrás de mi trasero para separarme los labios del chichi…y meterme el dedito un poco. Diana me agarró la mano que aún quedaba detrás mía.
Separé mis labios y Diana hizo lo mismo, por la parte de debajo de mis nalgas y mi sexo. Como tenía las piernas sueltas, las crucé por detrás de la cabeza de Diana. Era delicioso. Guillermo no me comía el coño y la verdad es que Diana me hacía sentir en el limbo.
De repente, su lengua bajó unos centímetros y me metió la lengua en mi sexo ligeramente abierto. La metía moviéndola de un lado a otra, golpeando a un lado y otro y metiéndola todo lo posible por el efecto tornillo. Comenzó a mover su cabeza y con ella su lengua aquí y allí.. Mi sexo estaba cada vez más ,mojado, y no precisamente por su saliva. Estaba a punto de reventar. Aparté la mano de mi sexo y comencé a pellizcarme los pezones y después de un rato comencé a correrme. -Ahhh Ahhhhh Aaaahhhh.-.
Me desahogué, pero Diana no quitaba su cabeza de mí, besándome ahora entre el muslo y mi sexo y agarrandome todavía la mano. De repente escuché la puerta. Me asusté intenté soltarme y miré asustada a Diana. Descubrí una cara de cruel complicidad. Sabía que Guillermo vendría. ¡Seguro!
-¡Déjame! ¡Déjame!.- Los pasos venían hacia el dormitorio…pero no eran de Guillermo. Se abrió la puerta y para mi sorpresa apareció la silueta de Ursula.
-¿Creíais que me iba a perder esta fiestecita?.- Diana me aclaró.-¡Ah! Se me ha olvidado decirte que Ursula, al contarle todo decidió que prefería pasar la noche contigo a con el pesado de tu marido, así que la he invitado… Como no querías que hiciera el amor con tu marido, pues me ha parecido bien.-
-Me niego, mi marido puede llegar en cualquier momento.-
Ursula cogió el móvil. Y marcó un número.-¿Willy?. ¿Estás llegando?…¡Bueno, no te preocupes… Nosotras también vamos a llegar un poco tarde…¡Pero espéranos! ¿Qué vamos seguro!.-
-¡Me niego!.-
Diana se puso al fin dura: – ¡Mira Eva! ¡Si no te entregas…le vamos a decir a Guillermo que hemos pasado una noche estupenda las tres juntas…Dime tú que prefieres…Qué Ursula quede como una niñata caprichosa y calientapollas o que tu quedes como una lesbiana insaciable.-
Miré para abajo y empecé a encajar mi derrota.
-¡Venga! Ahora me voy a desnudar yo y tú me vas a comer el coño.- Dijo Diana mientras empezaba rápidamente a desnudarse. Luego, se sentó en la cabecera de la cama, con las piernas sobre ella. Su sexo estaba muy coqueto, con los pelos recortados. Ursula, mientras tanto comenzó a perderme el respeto y me empezó a sobar y dar besitos.
Ursula me empujó contra la cama cuando Diana me llamó. Fui a gatas hasta su sexo entre sus piernas abiertas. Su sexo que me atraía más cuanto más cerca estaba de ella. Su olor fuerte, a pesar del perfume contagiado por sus bragas. No sabía como hacerlo. Coloqué mis labios sobre sus labios para probar un líquido viscoso y amargo pero que convertía el bello de su sexo en un cuerpo de suave textura. Besé su conejo y comencé a lamer su raja.
Sentí ruido detrás de mí. Pronto noté las manos de Ursula agarrrarme de las nalgas y su boca entre mis piernas. Su cara se hundió en la parte trasera de mis muslos y su lengua empezó a lamerme en toda mi extensión.
Diana se impacientaba. – Escucha nena. Tú lo único que tienes que hacer es lo que Ursula te hace a ti detrás. Obedecí pero era difícil, pues no era la misma situación. Así, cuando sentí la lengua rozarme el agujero del culo, pegué un respingo que le clavé la lengua a Diana en el coño. Ella pegó un respingo y me agarró la cabeza fuertemente con las manos, tomándome del pelo como de una coleta.
Ursula seguía lamiendo todo mi coño con su lengua y yo intentaba repetir. Su nariz se me clavaba casi en el ano, y yo le clavaba mi nariz a Diana en el clítoris. Diana me frozaba a lamer agarrándome como ya he dicho mi cabeza y despue´s de un rato, Diana comenzó a moverse. Me sentí un poc orgullosa y desahogada por ver que pro fín la estaba excitando, pero Ursula me daba una caña cojonuda por detrás.
Diana comenzó a moverse agresivamente contra mi boca. Su humedad me desbordaba y me llenaba la barbilla. Me cogió aún más fuerte la cabeza y comenzó a correrse. Casi no me dejaba respirar. Se desahogaba a lo bestia y dejó su sabor en toda mi boca.
Ursula comenzó a desnudarse y le reclamó el puesto a Diana. Entonces me tocó hacer lo mismo a Ursula. Sentí a su vez, las dos manos de Diana en mis nalgas. De repente, Diana me dio un azote.
-¡Aaaayyy!.-
_Nena, ahora vas a ser penetrada por un juguetito que tenemos aquí.- Miré asustada para atrás. Diana tenía un objeto cilídrico y plateado, que parecía un plátano. Era un consolador no muy grande Diana comenzó a jugar con el en mi coño, mientras yo seguía comiendo el coño de Ursula, un coño de pelos más suaves aún y de olor más dulce. Lamí glotonamente sus jugos y me atreví incluso a rozar repetidamente con la lengua aquel bultito de carne que asomaba entre sus labios.
Diana ponía la cabeza del consolador en el ano para llevarlo luego a la raja y meterlo. Cada vez lo metía maás. Mas deprisa al principio y luego más lento, hasta que de golpe, lo metió hasta el fondo .
-Aaaaahhhhh-. Levanté la cabeza y arqueé la espalda. De repente, empecé a sentir una entre dolorosa y placentera vibración dentro de mi sexo. El consolador era un vibrador. Al principio Diana le dio flojo, pero la muy cabrona comenzó no sólo a mover aquello de dentro a afuera, sino que ahora lo hacía de arriba abajo y de izquierda a derecha, incluso en forma circular.
Sentía un placer que nunca había sentido. Me sentía tomada, poseída. Me sentía follada. Comencé a moverme en sentido vertical, para engullir todo aquello. Sentía el puño de Diana incrustarse entre mis piernas. Para colmo, Ursula comenzó a correrse, así, sin darme aviso. Entonces a mi propia presión se unía la de las caderas de Ursula empujando. Me clavaba todo el aparato. Las vibraciones eran cada vez mayores pues Diana manipulaba el aparato para que así fuera. Deseaba llorar, deseaba gritar y reir. Finalmente comencé a gritar como consecuencia de un orgasmo monumental.- ¡Aaaahhhh! ¡Aaaahhhh!-.
Se tumbaron las dos a ambos lados de la cama, conmigo en medio y comenzamos a darnos tiernos besos de enamoradas. Estuvimos un rato hasta que Diana al ver el reloj dijo.- Será mejor que no s vayamos, tu marido puede venir en cualquier momento.-
Guillermo vino triste. No le dije nada. Sólo que habían venido y se habían ido. Le dije que no entendí la despedida de Ursula. «No te puedo hacer esto». -Al fin y al cabo, Guillermo, no era para tanto , tanto no molestaban aquí.- Guillermo forzó una sonrisa. Que gracia. Encima ahora me sentía yo culpable. Y así acabó el episodio de las vacaciones y de Diana y Ursula.