La máxima expresión del placer
Este relato es fruto de una experiencia única que aun hoy me resulta increíble que me haya sucedido y a la vez, ese recuerdo me trae una sensación tan excitante que apenas puedo soportar.
Estoy casado desde hace diez años con Laura, una mujer de buen físico, de pechos normales en tamaño pero deliciosamente firmes, cintura breve y buenas caderas.
Podría decirse que mi mujer es normal en su aspecto, pero a la hora del sexo se transforma en una verdadera máquina de follar y se entrega absolutamente, sin restricciones.
Como yo soy el primer hombre que tuvo, aprendió todo conmigo y cada vez con mayor entrega, sexo oral, anal, masturbación, juguetes, todo lo hace estupendamente bien.
Con el correr del tiempo (ambos rondamos los 40 años) el sexo se va haciendo rutina y uno tiene que esforzar la imaginación para mantener el atractivo sexual de la pareja.
Una de las poses que más le gusta es ponerse en «cuatro» y soltar sus labios carnosos para chupar con fruición mi pene duro, en esa pose empina su culo y lo mueve quebrando la cintura arriba y abajo; es así como logra llegar hasta el final y tragarse toda mi leche mientras se masturba.
Un día, estando en esta posición, se me ocurrió imaginar que había otro hombre detrás de ella y mientras me chupaba como de costumbre, comenzaba a recibir el pene de la otra persona; la sola idea pasando por mi cabeza me hizo acabar de golpe.
Desde ese momento cada vez que teníamos sexo me imaginaba a mi esposa con otro hombre, dando y recibiendo con toda la calentura que ella es capaz de volcar en una cama.
Llegó un día en que mientras estábamos cogiendo, le puse mi pene en la boca y un pequeño consolador en su vulva mojada; esto la excitó muchísimo y allí no aguanté y le pregunté mientras le ponía y sacaba el aparato, si le excitaba imaginar una cabeza dura y lubricada metiéndose en su agujero al mismo tiempo que me la chupaba.
La convulsión orgásmica que tuvo fue suficiente como respuesta, hacía tiempo que no acababa tan furiosamente.
Desde ese día comenzamos a jugar de diferentes formas pero siempre imaginando un trio con otro hombre.
Es cierto que casi siempre yo tomaba la iniciativa pero una vez que se encendía la imaginación, ella no paraba de sacudirse, asumiendo poses con las piernas bien abiertas o separando las nalgas para que una pija imaginaria se introdujera firme y sedienta de penetración.
Las cosas nunca pasaban de juegos en momentos de calentura y luego de ello no hablábamos del tema porque sabía que mi esposa no accedería a concretar algo así.
Sin embargo poco a poco mi mente comenzó a pensar cada vez más, en hacer realidad esa fantasía, aunque no sabía como podía llegar a lograrlo.
En una oportunidad teníamos que hacer un trámite de legalización de un certificado y fuimos a las oficinas de un abogado que nos habían recomendado por su seriedad.
Su nombre era Ricardo, el tipo en cuestión era un hombre bastante apuesto, alrededor de 35 años, tenía un trato muy cordial y parecía de muy buen nivel cultural. Al salir de allí, mi esposa me comentó lo bien que le había caído y coincidió conmigo en lo «agradable que era» agregando que estaba «fuerte».
Como el trámite era algo dificultoso nos dijo que teníamos que volver otro día para proseguir con el mismo.
La segunda vez yo no pude ir de modo que mi esposa se hizo cargo del asunto. Al volver a casa luego de mi trabajo noté que ella estaba algo nerviosa sobre todo cuando le pregunté como le había ido – Bien – me respondió a secas, sin agregar nada.
Al ver que la situación era algo extraña seguí indagando qué le pasaba, hasta que finalmente se decidió a contarme.
– Estoy mal por ese Ricardo – Todo iba normal, estábamos en su oficina y me explicaba cómo debíamos continuar el trámite, hasta que me dí cuenta que cada vez se acercaba un poco más. Al principio pensé que era mi imaginación pero luego noté que buscaba rozar mi cuerpo, con el pretexto de señalarme ciertos párrafos del documento que yo tenía en mis manos – En ese momento lo paré en seco; él me dijo que me quedara tranquila, simplemente yo le atría y no podía evitar el deseo de tener contacto con mi cuerpo. No quería que lo tomase como una falta de respeto, sino todo lo contrario. Desde el día que habíamos ido – me dijo – no había dejado de imaginar como sería pasar una noche conmigo.
– Me puse muy nerviosa, le pedí que finalizara su gestión lo antes posible y que olvidara todo lo que me había dicho-.
En ese momento pensé que era la oportunidad de ver si se podía avanzar sobre lo que tantas veces había soñado. –
Bueno, no es para tanto – le dije – al cabo es un hombre sincero en lo que te dijo y en ningún momento quiso forzarte a hacer nada. Además vos misma me dijiste que estaba fuerte y si no estuvieras casada quizás tu reacción hubiera sido diferente.
Ante mi discurso, pareció calmarse y me devolvió una sonrisa – tenés razón, no es para tanto, al final es bueno que aún ahora siga resultando atractiva a los hombres, no es cierto? -. Claro – respondí – y comencé a besarla ardientemente.
Poco a poco nos fuimos desnudando y una vez en la cama le recorrí todo su cuerpo con mi lengua, primero me detuve en sus pezones hasta que se pusieron firmes, luego en su vulva jugosa, chupándola y observando como se retorcía de placer.
Luego le acerqué la pija dura a su rostro, su boca se abrió con avidez pero no dejé que me chupara, hice caer sobre su lengua el jugo lubricante que chorreaba mi glande, cristalino y tibio; esto la excitó más.
Después de jugar un rato, la hice poner boca abajo extendida en la cama y mientras le acariciaba el culo comencé a susurrarle al oído…
– Imaginate un palo duro atrás – caliente, ancho; unas manos separando tus nalgas, una lengua mojando el pequeño agujero-. Ella comenzó a gemir con lo ojos entrecerrados y llevó sus dedos hacia la vulva, empezando a masturbarse lentamente.
-Te gusta, verdad. Te calienta – Si, mucho…– Decía, sin detener sus dedos que frotaban la entrepierna cada vez más rápido.
-Te calienta que te penetren por detrás…, Imaginate a Ricardo penetrándote hasta el fondo… – En ese momento su cuerpo se arqueó buscando parar el culo como si quisiera facilitar la entrada de una pija. – Hummm…Siiii… estoy muy caliente … Gemía mientras sacudía su cuerpo y separaba las piernas.
-Sentís como él te la mete y te la saca – Ahhh… no puedo más… – Siiiii, Ricardo…Dámela toda!!!!…Ahhhh!!!….
Su orgasmo fue extenso y espectacular yo no pude aguantar, me masturbè y le vacié gran cantidad de leche sobre sus nalgas.
A la semana siguiente Ricardo llamó a casa, los papeles estaban listos, yo le dije que pasaría a buscarlos en algún momento más adelante cuando me quedara de paso. El se ofreció entonces a pasar por casa ya que tenía que venir por la zona y así nos evitaba la demora. Le dije que estaba de acuerdo y quedamos en encontrarnos la noche del día siguiente. Ni bien corté la comunicación tuve una sensación extremadamente morbosa, imaginando la reacción de mi esposa al encontrarse con el hombre que la había acosado, ahora en nuestra casa. Cuando le dije a Laura que Ricardo vendría a dejar los papeles, no pareció estar muy de acuerdo pero finalmente accedió cuando le dije que yo estaría presente.
Confieso el día siguiente estuve algo desconcentrado y nervioso en el trabajo, pensaba que ese día no iba a terminar como uno cualquiera y ansiaba con llegar a casa.
Finalmente, llegué a mi hogar casi una hora antes de lo que había acordado con Ricardo. Mi primera sorpresa fue al ver a mi esposa; normalmente ella viste muy sencillo cuando está en casa, casi siempre un pantalón sport y zapatillas; sin embargo esa noche estaba con un vestido azul muy bonito cuya falda llegaba ligeramente por encima de las rodillas, bastante ajustado, lo que le afinaba la cintura y resaltaba su trasero. Además el vestido lo llevaba sin sostén y dejaba ver como los pechos danzaban en el interior del mismo, remarcando el movimiento sensual de los pezones sobre la tela. Se había maquillado suavemente los ojos y tenía un brillo sobre los labios que los hacía más apetecibles.
La saludé con un beso y pude percibir el aroma suave y perfumado de la crema que usa para tratar la piel de su cuerpo después de bañarse.
De pronto sonó el timbre, fui hasta la puerta y dejé pasar a Ricardo. Estaba elegantemente vestido con un traje oscuro y corbata al tono; se había recortado el pelo desde la última vez que lo había visto y lucía una barba reciente, cuidadosamente recortada. Se saludó con mi esposa quien parecía algo nerviosa y noté como al darle un beso apoyó la mano sobre la cintura de ella en un gesto de soltura y seguridad que me llamó la atención.
Hablamos un rato sobre cuestiones de papeles hasta que finalmente se levantó como para retirarse. Por un momento pensé que la cosa se terminaría allí, fue entonces que se me ocurrió invitarlo a cenar. El dudó un instante, mi esposa que estaba en el cuarto, apareció entonces y lo alentó a que nos hiciese compañía en la cena (esto bastó para excitarme).
Durante la comida charlamos animadamente, Ricardo era un hombre con éxito en su actividad, había viajado por muchos países y su compañía hacía por demás interesante la velada. Mi esposa estaba absolutamente entusiasmada y participaba del diálogo activamente; se había sentado en un sillón frente a nosotros desde donde se podía apreciar sus largas piernas sensualmente cruzadas. Primero trajo café y luego algunas bebidas que Ricardo pidió para preparar unos tragos; él no perdía oportunidad de observarla cada vez que se levantaba del sillón, sobretodo fijando la mirada sobre su trasero.
La charla continuó cada vez más animada y el alcohol que fuimos consumiendo aportó lo suyo para que los tres nos fuésemos soltando. Realmente confieso que Ricardo tenía un atractivo especial, sumamente seductor, desde su forma de hablar hasta cada uno de sus gestos. Así fue que nos comentó, entre otras cosas, que había estado casado pero su actividad lo había absorbido totalmente por lo que su pareja no había podido prosperar y decidieron separarse de común acuerdo.
En un momento se dirigió al reproductor de compactos y seleccionó algo de música suave – Para darle calidez a la agradable atmósfera que habíamos generado – Dijo, con una suave sonrisa. – …Son ustedes excelentes anfitriones y les agradezco que me hayan invitado -. Su forma de hablar nos hacía sentir que hacía mucho tiempo que nos conocíamos.
Cuando volví de la cocina ví que Ricardo se había sentado junto a mi esposa, ella se levantaba el pelo hacia atrás con ambas manos mientras reía por algo que él estaba diciendo; estaba acalorada y no le quitaba la mirada de encima. Me quedé un instante mirando a la distancia. Ricardo tenía sus piernas casi pegadas a las de ella, hacía rato se había quitado el saco y la corbata, uno de sus brazos estaba apoyado sobre el respaldo del sillón, rodeando los hombros de mi esposa quien desde mi posición parecía estar recostada sobre él. Mis pulsaciones empezaron a subir, una mezcla de celos y excitación predominaba en mi mente.
Mi visión era como la de alguien que mira una película esperando que algo interesante suceda repentinamente.
Al girar, Ricardo me vió y con su natural soltura me dijo, – Por qué no sacas a bailar a tu mujer? –
Como si hubiese sido una orden, ella se levantó y me tomó de la mano para llevarme al centro de la sala. La música era suave y lenta, el alcohol, el calor y la atmósfera nos embriagaba.
Mientras bailábamos Ricardo tuvo la sutileza de apagar algunas luces, creando un ambiente cargado de sensualidad. El cuerpo de mi mujer se apretaba cada vez más al mío y la temperatura de ambos iba subiendo; a los dos nos estaba excitando ser observados por otra persona; lentamente busqué su boca y comenzamos a besarnos, al principio superficialmente y luego nuestras lenguas se entrelazaron sin tregua, alternando nuestras bocas.
Mis manos bajaron hasta acariciar sus nalgas, allí mi esposa se separó de mi y pidió algo para beber. No pude evitar una inocultable erección sobre mi pantalón y aproveché para buscar un vaso; al regresar mi mujer estaba bailando con Ricardo, me senté cómodamente para observarlos.
Ambos cuerpos estaban tan juntos como era posible, seguramente cada uno podía percibir el calor del otro. Ricardo tenía las manos algo por debajo de la cintura de ella y sus mejillas se alcanzaban a rozar.
De pronto las manos de él comenzaron a moverse sobre su espalda y bajaban hasta llegar al trasero de mi esposa, siempre suave y armoniosamente. Ella no hacía nada por evitarlo su cuerpo continuaba pegando al de él; claramente lo estaba disfrutando.
Yo estaba muy caliente, no podía creer lo que estaba pasando… Mi esposa aceptaba recibir las caricias de otro hombre en mis propias narices!
En ese momento Ricardo se detuvo y girando hacia mí me dijo: – Creo que le debes un trago a tu mujer – . – Si, claro…-, dije torpemente y le alcancé el vaso que tenía en la mano.
– Por qué no continúan ustedes, hacen una pareja muy sensual – Mientras decía esto, Ricardo tomó de la mano a Laura y la llevó hasta donde yo estaba.
Mi esposa estaba tan excitada como yo. Ricardo la había hecho calentar terriblemente, su cuerpo estaba sudado y tibio. Estábamos en medio de la sala acariciándonos nuevamente, cuando de pronto observé que Ricardo se acercaba a ella poniéndose detrás. La tomó por la cintura; en una primera reacción Laura se sorprendió, -…tranquila…- Le dijo él, -No te place bailar así…?- Mi mujer no dijo nada y se mordió el labio inferior entrecerrando los ojos. Yo me fui apartando para ver mejor la escena.
El la apretaba desde atrás, moviéndose al compás de la música, sus manos se desplazaban ahora desde la cintura y comenzaron a subir sin llegar a los senos…,los rodeaba sabiamente haciendo aumentar el deseo evidente de ella.
Mi mujer recostaba la cabeza hacia atrás sobre el hombro de èl y extendía los brazos acariciando la cintura de Ricardo.
El comenzó a apoyarla firmemente y mi esposa empujaba, subiendo y bajando el culo sobre su bragueta. Las manos de Ricardo, después de prometerlo varias veces, llegaron finalmente a sus tetas, acariciándolas y oprimiéndolas. Mi esposa comenzó a gemir, sus pezones se salían del vestido y mi pija estaba por estallar.
Ricardo continuaba de manera experta con cada uno de sus movimientos, a esa altura se notaba una erección impresionante; una de sus manos comenzó a bajar por delante de ella…buscaba su vagina. Laura quiso detener la mano antes de que llegase pero fue inútil, se introdujo por debajo de la falda y alcanzó su objetivo. – Ahhhh…!!!! Mi esposa no pudo evitar el grito de placer. Ricardo le acariciaba la entrepierna aunque no podía ver como trabajaban sus dedos, con la otra mano continuaba en las tetas tocando los pezones enhiestos y su pene erecto se encargaba del culo de mi esposa. Una escena espectacular.
Cuando parecía que ella estaba por acabar, él la hizo girar despacio y tomando su rostro con ambas manos, la acercó hasta que las bocas se unieron. Podía ver sus lenguas desesperadas lamiéndose mutuamente. Sin dejar de besarla, Ricardo le subió lentamente el vestido hasta la cintura; Laura tenía ropa interior de color negro de esas que por detrás son muy angostas y la tela se mete en la raya del trasero, dejando expuestas las nalgas. Ricardo mantenía levantado el vestido para que yo pudiera ver el trasero de mi esposa, de alguna manera invitándome a participar.
Me acerqué a ellos, mis manos se dirigieron al culo de mi mujer quien al sentir mi presencia me pidió que la besara. Ahora yo manoseaba su trasero y la besaba ardientemente; Ricardo metía sus dedos en la vagina de Laura y ella dedicaba cada una de sus manos a nuestros palos duros en extremo, acariciando, apretando, urgando nuestras protuberancias por encima del pantalón. El pecho de Laura se agitaba cada vez más rápido, producto de los dedos veloces de Ricardo, que adivinaba calando su vulva descaradamente.
-…No aguanto…Mmmm…Siiii… Ahhhhh ….Siii….!!!- El cuerpo de mi esposa se agitó espasmódicamente y tuvo su primer orgasmo, casi animal.
Ricardo sacó la mano de su vagina, los dedos estaban empapados de los jugos de Laura, se los introdujo en la boca de ella, quien los chupó hasta limpiarlos totalmente. Yo nunca había hecho esto con ella pero evidentemente no solo le había gustado sino que le hizo entrar en calor otra vez.
Entonces me saqué el pantalón y comencé a masturbarme; en un instante estaba eyaculando de manera abundante, sobre el vestido de Laura.
Ricardo se puso delante de ella y le dijo, – Ponete de rodillas – Mi mujer parecía dudar, – Creo que es mejor dejar el juego aquí – Dijo susurrando.
– Laura, el juego apenas ha comenzado – respondió Ricardo y al mismo tiempo la tomó de los hombros empujándola hacia abajo. Cuando la cara de mi esposa estaba a la altura de su bragueta, le pidió que la desabrochara; ella obedeció agitada y temblorosa.
Mi esposa le bajó los pantalones y de su interior saltó como un resorte el duro mástil de él. Era bastante más grande que el mío y estaba totalmente mojado fruto de la calentura que tenía. Laura miró el tremendo falo, – No… por favor… no puedo hacerlo…Suplicaba.
-Shhhh…- Fue toda la respuesta de Ricardo; puso su mano detrás de la nuca de ella y la empujó suave y firme hasta que su boca se abrió golosa para recibir su herramienta…
Al principio lentamente y luego con frenesí, mi esposa dedicó su lengua y boca a aquella pija que metía en su cavidad, todo lo que su tamaño le permitía.
Ya desinhibida, la tomaba con ambas manos exprimiendo su néctar, que absorbía gustosamente, lamiendo la cabeza roja e hinchada para luego lustrar con su lengua sedienta toda la longitud de aquel miembro. Se podía escuchar la respiración agitada por la nariz de mi esposa mientras su boca estaba llena con la pija de Ricardo. Me acerqué a ellos y metí los dedos en la vulva de mi mujer; estaba toda empapada y la braga que aún tenía puesta apenas podía evitar que sus jugos corrieran por las piernas.
La imagen de mi mujer chupando una pija ajena delante de mí, me volvía loco de calentura y una nueva erección de mi poste no se hizo esperar.
Ricardo empujaba su cadera una y otra vez contra la cara de Laura, cada vez con mayor velocidad hasta que en medio de un fuerte alarido le volcó su leche en el interior de su boca; tanto era lo que eyaculó que podía ver como salía el líquido blancuzco por la comisura de los labios de ella, quien se encargó de tragar todo lo que pudo (algo que siempre disfrutaba).
Mi esposa y yo estábamos a mil; la desvestí completamente y nos fuimos hacia el cuarto. Tendida en la cama le besé las tetas y luego le chupé los labios vaginales, calientes, barnizados – Uhhhh…Pará…Por favor…- Decía gimiendo y levantando la pelvis. Entonces le introduje mi pija hasta el fondo – …Ahhhh… Eso… Dámela … toda …- Me decía en medio de una calentura descomunal. La había penetrado con total facilidad porque estaba muy lubricada y comencé a bombear una y otra vez.
Apenas me dí cuenta que Ricardo estaba con nosotros, desnudo y con su palo nuevamente parado. Mi esposa extendió sus manos para acariciar los testículos de él y tuve que retirarme de su vagina para no acabar cuando volví a verla chupando su pene.
Entonces Ricardo le alcanzó algo a Laura, era un profiláctico. – Ponémelo con tu boca- Le dijo. Así, desde su boca y luego ayudada con sus manos le colocó el protector a Ricardo quien no esperó para colocarse entre las piernas de mi esposa. Ella me entregó su mirada caliente y desafiante, mordiéndose los labios húmedos y esperando con sus piernas abiertas, dispuesta a recibirlo.
Ricardo me miró como pidiendo permiso para lo que iba a hacer, – No la hagas esperar más – le dije, mientras acariciaba los pechos de ella.
Su miembro comenzó a acercarse. Mi esposa, dominada por excitación, se retorcía con los ojos cerrados, mientras sus manos se aferraban estrujando la sábana.
El glande se apoyó sobre la entrada del agujero tan preciado, que hasta ese instante había disfrutado únicamente yo y comenzó a frotar los labios de la vulva, suavemente, sin entrar. –Te excita. Verdad? – La querés?- Pedímela…- Le decía, tomando el control del deseo.
-Siiii… la quiero…Estoy caliente…Cojéme por favor…- El fuego dominaba totalmente a mi esposa, a quien nunca había visto tan caliente.
Ricardo accedió al pedido e inició la penetración.
Asiii…despacio…Qué palo…!!!! No se cansaba de repetir. Le costó ponerla porque mi mujer no estaba acostumbrada a un tamaño como aquel. Ricardo la había colocado hasta la mitad, pero fue ella la que pidió. – Toda…La quiero…toda..!!!.- Ricardo la montó sin piedad, su tremendo tronco recorrió una y otra vez el interior de mi mujer, metiéndosela hasta los testículos. Ella lo ayudaba moviendo la cadera arriba y abajo, presa de la calentura y gozando como una perra en celo; yo no podía creer lo que estaba observando.
Uhhh…Essso…Que bien me cojes!!!…Bestia…Ahhhh!!!…
El orgasmo fue brutal, parecía increíble que se hubiera tragado semejante verga sin problemas. Ricardo ahora continuaba serruchando a mi esposa sin detenerse, Laura había acabado, pero él seguía con su estaca ardiente dentro de ella. Así, mi esposa tomó vuelo nuevamente, – Ponémela en la boca!! – Me suplicó, gimiendo y empezó a chuparme las bolas y la pija con fruición.
Después de un rato en el que los dos disfrutamos el cuerpo de mi esposa, Ricardo se salió de su posición sin acabar y le pidió que se coloque boca abajo; ella giró obediente…
El le introdujo los dedos en su vagina y luego comenzó a masajear el agujero del ano.
– Nunca lo hicieron? – Si, le respondí. Ricardo manejaba la situación seguro del placer que generaba; mi esposa y yo estábamos entregados a su voluntad.
Sonrió y pidió aceite. Ricardo dedicó un buen rato a acariciarla por todas partes untando su cuerpo con el aceite. Mi esposa gemía con la cara contra las sábanas, se mojaba los labios con la lengua y respondía con movimientos circulares de su empinado trasero.
Finalmente la hizo poner en «cuatro», yo comencé a acariciarle los pezones, tan firmes como en el primer orgasmo.
El separó las nalgas de mi esposa y metió la cabeza . -Uhhh…!!!- Exclamó ella abriendo los ojos, al sentir como se agrandaba el ano.
El palo fue penetrando poco a poco pero sin detenerse; ella hacía gestos de dolor y placer y ayudaba con sus manos separando las nalgas para recibir la pija de Ricardo en toda su magnitud.
-Te gusta como te cojo, Si?- Te gusta que lo haga delante de tu marido…Tenés mi palo metido en el culo hasta el fondo…Ricardo estaba por acabar, pero se aguantaba.
Yo no podía dejar de ver como mi esposa entregaba su culo a otro hombre y la manera en que gozaba!!! El ano estaba totalmente dilatado y ahora el pene hacía su trabajo sin dificultad. Se escuchaba el golpeteo del vientre de él sobre las nalgas de Laura que se sacudían ante cada embestida. Mi esposa estaba siendo clavada a un ritmo cada vez más violento.
Que buen pedazo…Por favor…!!! Cómo me estás rompiendo el culo…!!! Hijo de Putaaa…!!! Más…!!! Más…!!! AHHHHHH…! Fue el orgasmo más violento que le conocí a mi esposa. Yo tenía el palo chorreando, se lo metí en la boca y le acabé dentro mientras Ricardo hacía lo mismo en el recto de mi mujer.
Los tres quedamos agotados, tendidos sobre la cama sin decir nada. Solo se escuchaba nuestra respiración entrecortada.
Al cabo de un rato nos vestimos y Ricardo nos saludó cortésmente diciendo que éramos una pareja formidable y nos envidiaba. Dió las gracias por todo y salió de casa.
Durante los días siguientes no hablamos del tema y tardamos bastante tiempo en hacer el amor nuevamente; parecía como si hubiésemos llegado a la máxima expresión del placer y su efecto duraba por algún tiempo.
No volvimos a repetir la experiencia pero continuamos jugando con esa fantasía para mantener viva la posibilidad de hacerlo, si se da una situación y oportunidad que nos atraiga.