Un gerente de banco cambia de aspecto y orientación cuando al salir del trabajo viste ropas de mujer
Hola, espero que luego de leer mi relato me puedan dar su opinión, ya que me encuentro en tremendo dilema.
Actualmente cuento con aproximadamente treinta y tantos años de edad, actualmente estoy soltero, creo que tengo buen cuerpo, es verdad que algo delgado, mido como un metro setenta, cabellos castaños claros, y soy homosexual de closet o de baúl como prefieran llamarlo ustedes, en otras palabras soy muy reservado.
Hasta hace unos cuantos meses estuve casado, con una tremenda mujer, pero ella se enamoró de otro tipo y sencillamente me pidió el divorcio, el cual se lo di sin mucho problema, ya que ni hijos tuvimos en nuestra relación.
Bien como siempre me gustó vivir en casa, adquirí una vivienda en una zona semi rural, con un gran jardín al frente y en la parte posterior un terreno que mide aproximadamente una hectárea, totalmente cercado y completamente sembrado de árboles y plantas frutales.
En mi nueva casa tengo todo un ajuar de ropa femenina, además de mis pelucas y maquillaje los cuales uso cada vez que puedo, o sea apenas llego de mi oficina me dedico a hacer unas cuantas cosas en pantalones cortos fuera de la casa, pero una vez que entro me doy una ducha y me transformo del todo. Durante un buen tiempo, mi estilo de vida no cambió mucho, la diferencia principal era que cuando vivía con mi esposa, yo usaba parte de su ropa cuando ella no se encontraba en casa.
Jamás se dio cuenta de mi otra preferencia sexual, ya que no me conformaba con usar su ropa, sino que además si el tiempo y la circunstancias me lo permitían yo mismo me introducía algo por mi goloso agujero. Pero siempre a solas, me moría por disfrutar de la compañía de un verdadero hombre, pero me daba y da todavía un terror de que alguien me descubriese. Ya que entiendo que me moriría de vergüenza si se llega a saber que soy gay.
Bien como les dije, cada vez que puedo me visto de chica, aunque tan sólo sea para sentirme bien. Pero no se crean que soy una persona que no sale ni se divierte, tengo mi pequeño grupo de amistades con las cuales comparto cada vez que puedo, son del ambiente al igual que yo, nos reunimos en un club muy selecto y de vez en cuando hacemos nuestras pequeñas orgías. Pero eso no es todos los días, en ocasiones pasan hasta unos cuantos meses en que nos podemos reunir.
Bueno, como les iba diciendo por lo general me la paso en mi casa a solas, cuando llegaba del banco donde soy gerente hacía alguna que otra cosa en el jardín o en el patio y luego me cambiaba.
Pero cierto día me di cuenta de que tanto el jardín como el terreno daban la impresión de estar abandonados, y en realidad así era. Para esa fecha pasó por mi casa un señor mayor que se dedicaba a la jardinería, me comenzó a buscar conversación en un momento en que yo trataba de darle forma a un pequeño arbusto con las tijeras de jardinería, y a medida que estábamos charlando él me dio par de consejos, finalmente para mí era obvio que él era un experto en la materia, y llegamos a un acuerdo para que se hiciera cargo del jardín y del terreno tras la casa.
Tras nuestro arreglo, la apariencia del jardín cambio por completo, y cada mañana en la puerta de la cocina encontraba alguna que otra fruta o legumbre que él había recolectado. Yo estaba muy contento con el arreglo, pero Julio al parecer no lo estaba ya que me planteó un negocio, él se encargaba de explotar lo que él llamaba la finca y a cambio mantendría el jardín arreglado y me daría parte de las ganancias. Yo estuve de acuerdo pero según él era necesario que se mudase a una vieja casucha desvencijada que había en el terreno, con el fin de madrugar y comenzar a trabajar bien temprano. Lo que a mí me pareció bien, yo seguía con mi costumbre de vestirme de chica cada vez que podía, lo único que debía tener algo de mayor cuidado.
En cierta ocasión en que recién me había vestido y maquillado listo para salir, él tocó la puerta trasera de la casa, y tras pensarlo un poco lo atendí. Al verme se quedó de una sola pieza, pero rápidamente me preguntó por mí o sea yo de hombre. Haciendo algo esfuerzo le respondí que había salido, que yo era mi prima que me encontraba de visita. Durante nuestra corta conversación no me quitó los ojos de encima, parecía que me quería comer con la vista, quizás se debía a la ropa que estaba usando que era algo reveladora, digo una mini falda, a la cual de sólo respirar mis nalgas quedaban al aire prácticamente, un suéter de algodón que me quedaba bien ajustado dando la impresión junto con el sostén que estaba usando de que era una chica de verdad. Esa noche salí y fui a una fiesta que le daban a una de las chicas de mi grupo, se había comprometido con un tío que era algo mayor que ella, pero que la quería, lo cierto era que el tipo era tan feo y tan feo que se conformó con ella, al parecer lo único que le interesaba de mi amiga era su culo.
Cuando regresé a casa a eso de las tres de la madrugada, con algunas copas en la cabeza me puse a desvestirme, sin poner atención a que tenía los ventanales de mi habitación abiertos de par en par. Me había quitado la falda, cuando me di cuenta de que el viejo se encontraba parado frente a mí, viéndome de la misma manera que lo había hecho temprano antes de que yo saliera. Al verlo me asusté, y traté de cubrirme pero él sin decir palabra comenzó acercarse a mí. Del susto que me dio, le rogué que saliera de mi habitación, lo que hizo sin decirme nada. Asustado corrí las cortinas y esperé para cambiarme de ropa. Al día siguiente, cuando regresé del trabajo me lo encontré esperándome en la entrada de mi casa. Se me acercó y me saludó como si nada hubiera pasado la noche anterior, me comunicó que saldría de viaje por unos días ya que visitaría a su familia en otro estado del país.
Durante eso días me sentí más tranquilo, y me volví a vestir de chica y salir a visitar a mis amigas, el sábado en la madrugada regresaba yo de una fiesta, y me encontraba bastante bebido por lo que no le puse atención a la pequeña luz que había en la casucha del terreno, me comencé a desvestir sin preocupación alguna, ya me había quitado el ajustado vestido que me había puesto y me encontraba en ropa íntima, cuando nuevamente parado en los ventanales se encontraba él, se me acercó lentamente y contrario a la vez anterior, yo estaba deseoso de ser poseído por un verdadero macho, y no por un pepino que me había llevado a mi habitación para jugar un rato. Sin decir una palabra se me acercó y tomándome por los hombros hizo que me diera vuelta, quedando de espalda hacia él. Sus callosas manos me bajaron la minúscula tanga que estaba usando esa noche, dejando mis nalgas a su entera disposición, sentí como se bajaba los pantalones y a los pocos segundos ese trozo de carne caliente contra mi culo, realmente no me lo introdujo sencillamente me rozaba mi hueco con su verga, en esos momentos estaba deseoso de que me penetrase aunque me doliera algo, luego de un corto rato de acariciar mis nalgas, me tomó por el pelo de la peluca y para que no se me fuera a despegar seguí hacía donde él dirigía mi rostro.
Me tuve que agachar, hasta que su verga estuvo frente a mi boca la que sin demora me tragué de inmediato, mientras le daba tremenda mamada. Por un buen rato lo vi cómo se deleitaba ante las caricias de mi boca sobre su pedazo de carne. De momento sin decir nada la sacó y me volvió a poner de espaldas a él, ya su verga se encontraba toda llena de mi saliva, y nuevamente me la comenzó a pasar por sobre mi esfínter, con la diferencia de que apenas tuvo oportunidad me lo empujó todo dentro de mi culo, el dolor no es que fuera insoportable, me dolió por lo brusco que fue. Una vez me tuvo completamente empalado, comenzó a sacarlo y meterlo a gusto y gana. Yo estaba concentrado en el placer que estaba sintiendo, cuando llamándome por mi nombre me dijo, la verdad que tú eres toda una puta, te gusta mamar y que te den por el culo, encima de eso viste como una mujer, canto de maricón. A medida que me insultaba y me decía otras barbaridades como esas, yo me encontraba mucho más excitado, y movía mi culo como si fuera una batidora.
Sus callosas manos me apretaban las nalgas, cuando no era que me apretaban los pezones, y me preguntaba con insistencia, te gusta verdad, te gusta, que te dé por el culo marica. A lo que yo sin más vergüenza alguna le decía a todo, que sí. Finalmente se vino dentro de mí, dando unos alaridos como si se tratase de un animal. Yo me encontraba tan y tan borracho, que me quedé acostado tal como él me dejó. Al despertarme y levantar la vista lo encontré parado frente a mí, me dio los buenos días, y luego en tono de orden me dijo espero que te vistas que quiero hablar contigo, medio somnoliento todavía entré al baño me duché y me aseé, en esos momentos me comencé a preocupar por lo que iba a pasar, al salir de la ducha sólo me coloqué una bata sobre mi cuerpo y me dirigí a la cocina, él estaba ahí, sentado esperándome. Al verme me dijo, te dije que te vistieras, que quiero hablar contigo, yo en mi tono de voz normal, comencé a preguntarle sobre qué me quería hablar, y me respondió. Cuando te vistas como es debido con uno de esos bonitos vestidos que usas.
Realmente yo no sabía qué hacer, si hacerle caso o mandarlo para el carajo, fue cuando él se me acercó y dándome una suave nalgada, me dijo quiero hablar contigo como eres de verdad, así que ve y ponte un bonito vestido y arréglate para mí. Esas palabras fueron como un suave empujón para que yo decidiese, salí de la cocina y al entrar a mi habitación me sequé con detenimiento, y me comencé a vestir con calma. Como era sábado y no debía ir a trabajar, me puse un bello vestido floreado con la falda plisada, una pequeña peluca de color rubia, y un par de sandalias con poco tacón. Me maquillé y perfumé, tras lo cual me dirigí al comedor, pero me lo encontré en la sala sentado mientras escuchaba algo de música, al verme me preguntó cómo prefería que él me llamase, y aunque sentía un taco en la garganta se lo dije, acto seguido fue franco y directo, me dijo me gustas así como estás, así que de ahora en adelante cada vez que llegues te cambias de ropa, y te pones bonita para mí, yo me voy a mudar a tu habitación, y por lo demás el tiempo lo dirá.
Desde ese día vivimos como marido y mujer, me trata como a una reina, me permite salir a reunirme con mis amigas, y en ocasiones me dice que las traiga a casa, cosa en lo que yo lo obedezco ciegamente. Mi preocupación es que un día se canse de mí y se marche. Díganme qué puedo hacer para que nunca me deje.