Yo tenía 22 años y entre las asignaturas que tenía en la carrera de comunicación se encontraba la de fotografía.
A pesar de mi edad, no me había atrevido a tener relaciones sexuales con otros hombres, aunque me apetecía mucho y con frecuencia me masturbaba pensando en ello.
Mi profesor de fotografía era un tipo joven con pelo negro y bigotes, no muy alto pero bien formado.
Yo me fijaba, especialmente en su culo tan redondo, donde se le marcaba el slip, a través de los pantalones tan ajustados que solía llevar. Por delante, el bulto que se le notaba en la entrepierna, fue motivo para muchas de mis fantasías sexuales, aunque nunca pensé que se pudieran hacer realidad.
El caso es que uno de los ejercicios que nos mandó a hacer fue sacar unas fotos en blanco y negro que, luego revelaríamos en el estudio del instituto.
Fuimos pasando de uno en uno con nuestros negativos, cada uno de los alumnos.
En mis negativos aparecían unas fotos donde un compañero de clase y yo aparecíamos sin camisa, el uno con el brazo por encima del otro, aunque eran unas fotos sin ninguna intención erótica, parece que mi profesor no lo entendió así.
Mientras mirábamos los originales, mi profesor se me acercaba mucho, como para ver mis trabajos, y poco a poco se iba pegando más a mí, hasta que en algunos momentos sentía su polla pegada a mi culo. Yo estaba muy nervioso y no me atrevía a darme por enterado, pero sentía cómo mi slip se estaba mojando cada vez más y la polla me dolía de tan dura que se estaba poniendo.
De pronto, me puso una mano en el hombro y me dijo:
– Eres muy fotogénico y tienes muy buen cuerpo. ¿Te gustaría que te sacara algunas fotos?
– Yo no sabía qué decir, pero respondí que Sí,
– Él me dijo que podíamos hacer una sesión el sábado, en su estudio particular. Me dio su dirección y quedamos para vernos ese mismo sábado. Yo salí, muy inquieto del cuarto oscuro y le dije a mis compañeros que podía pasar el siguiente.
– Esa noche casi no dormí fantaseando con su cuerpo y recordando sus roces en el cuarto de revelado. Me masturbé imaginando todo lo que pudimos haber hecho en aquel momento, hasta que me dormí.
El sábado llegó y yo me presenté en su estudio. Ricardo, que así se llamaba mi profesor, me abrió la puerta muy sonriente. Vestía un ajustadísimo pantalón vaquero y una camisa, abotonada sólo parcialmente que dejaba ver un pecho precioso donde aparecían unos vellos negros que yo no podía dejar de mirar.; ni su pecho ni su paquete, donde se dibujaba, perfectamente una polla a un lado de la bragueta, donde el vaquero estaba más gastado.
– ¿Quieres tomar algo?- me preguntó
– Sí, un poco de agua – respondí nervioso y con la boca muy seca.
– ¿En forma de cubitos y con un poco de whisky, no te apetece más?
– Está bien – le dije
Entró en la pequeña cocina del estudio y salió con dos vasos. Uno para cada uno. Nos sentamos el uno frente al otro sin que yo pudiera dejar de mirar, lo más disimuladamente posible, aquel abultado paquete de su entrepierna, que sus piernas exageradamente abiertas no dejaban de mostrarme.
Charlábamos de la clase, de mis fotos, que me dijo eran muy buenas, del tipo de película que había usado, de que le gustaba mucho el retrato en blanco y negro, etc.
– Me gustaría tomarte algunas fotografías como las de tus negativos. Sin camisa. ¿Qué te parece?
– Le dije que estaba de acuerdo y pasamos a la zona donde la cámara, unos focos y una enrome sábana que iba desde la pared hasta el suelo, ya estaban preparados para la sesión. Yo me quité la camisa y los zapatos y me quedé sólo con el pantalón vaquero que llevaba puesto, y que también escogí muy ajustado para la ocasión y empecé a posar, siguiendo sus indicaciones.
– Bien ahora vamos a cambiar el vestuario – me dijo y entró en otra habitación saliendo con un trozo de tela blanca, un poco transparente.
– Mira, quítate el pantalón y ponte esta tela como si fuera un pareo. Puedes cambiarte detrás de ese biombo.
– Yo pasé detrás del biombo y me desnudé. En ese momento noté que estaba totalmente empalmado y mi glande muy mojado. No sé si sería el efecto de alcohol, pero me enrollé aquella tela a la cintura y, tratando de tapar con una mano mi excitación salí de nuevo a ponerme sobre la tela, frente a la cámara. Él hizo el disimulado frente a mi excitación y me dijo: – Muy bien. Ponte de espaldas a la cámara y abre los brazos.
Así me indicó algunas posturas que yo hacía, tratando siempre de que no viera mi polla tiesa.
– De pronto se quitó la camisa, – Estos focos dan mucho calor, así que así estoy más cómodo – me dijo.
– Yo ya no soportaba el cosquilleo que sentía en todo mi cuerpo sobre todo en los genitales y en el culo.
– – Para que se te marque más el cuerpo, sería bueno que te pusieras un poco de aceite, así se contrastan más los músculos y sale mejor la foto – Y sin decirme nada más, sacó de un armario un bote y se acercó con él hasta donde yo estaba.
– ¿Te lo pones tú? – me preguntó
– Sí, ¿Por el pecho? – le pregunté
– Por donde quieras respondió él.
– Yo me unté el pecho y los brazos y, un poco también las piernas. Seguimos, posando yo y disparando la cámara él, mientras, de vez en cuando se agarraba el paquete como para acomodárselo dentro del ajustado pantalón.
– – Oye, tú estás muy fresco y yo pasando este calor con los focos. No es justo. Vamos a igualar las condiciones – me dijo. Y sin decir nada más se bajó la cremallera del pantalón, sin dejar de mirarme y se quedó solamente con un slip blanco y diminuto, que dejaba translucir perfectamente aquel pedazo de carne tan apetecible para mí. Por la parte superior del slip se le asomaba un espeso vello negro y rizado que yo me moría por tocar, aunque me contenía.
– – Ahora estamos más igualados – dijo
– Continuamos la sesión, mientras él me iba diciendo cómo ponerme y cómo colocarme aquel trozo de tela que cada vez tapaba menos de mi anatomía.
Por un momento se quedó pensativo y me preguntó, mientras con disimulo se tocaba la polla dentro aquel diminuto slip: – ¿Te importa que te fotografía totalmente desnudo?
– Yo ya no aguantaba más, quería desnudarme, quería comerle la polla, el culo. Quería todo. Y a todo estaba dispuesto a decirle que sí. Y eso le dije: Que sí.
Bien – me dijo acercándose mucho a mí – te voy a poner yo el aceite por las partes que no llegues. Quítate la tela y date la vuelta para untarte la espalda.
Yo me di la vuelta, solté la tela y me dejé acariciar por aquellas manos impregnadas de aceite.
– Mejor acuéstate boca abajo para que sea más fácil.- Y yo le obedecí
– Sus manos pasaban por mi espalda, luego por mis piernas hasta que llegó a mi culo, que untó de aceite entre la raja de mis nalgas. Yo trataba de controlar mi respiración acelerada y me parecía notar que él hacía lo mismo, hasta que tocó, levemente, con sus dedos mi agujero, lo cual me hizo dar un ligero sobresalto.
Me dejó así, en el suelo, y sacó la cámara del trípode y vino, con ella en la mano, hacía mí. Empezó a disparar desde todos los ángulos, mientras me pedía que moviera una pierna, o un brazo o que girara la cabeza.
– En un momento en que se puso de rodillas, con su polla cerca de mi cara mientras me miraba por el objetivo, pude ver que en su ropa interior una gran mancha húmeda, justo a la altura de su glande que se dibujaba duro y jugoso a pocos centímetros de mi cara. Tan embelesado estaba que no me di cuenta de que él había apartado la cámara de su cara y me estaba mirando con una sonrisa.
Me miró a los ojos y me dijo: – No te conformes con mirar. Puedes tocar.
No me hice esperar. Comencé a acariciar aquel deseado bulto mientras él habría más las piernas y me pedía que siguiera. Y yo seguí. Acostado como estaba, comencé a lamer su slip y a sentir aquel olor a sudor y polla de macho, hasta que no pude más y liberé aquel fabuloso y enorme pollón, húmedo y caliente que metí en mi boca saboreándolo intensamente. Su sabor, algo salado y aquella textura cremosa en mi boca me hicieron sentir como nunca y seguí chupando con verdadero ardor mientras oía sus gemidos que me calentaban más aún.
Él se desprendió de aquella diminuta prenda y me la comenzó a pasar, lentamente por todo el cuerpo mientras me pedía que no me moviera. Mi piel estaba totalmente erizada. Me pidió que abriera un poco las piernas y me pasó su slip, sudado y aún caliente de su cuerpo, entre los muslos, hasta llegar a mi nalgas que fue separando y acariciándome con aquella prenda sudada y mojada de sus líquidos.
Yo gemía de gusto y creía morir de placer. De repente su lengua acarició mi agujero que yo sentía caliente y dilatado y empezó a introducirse con auténtica maestría.
– Date la vuelta – me dijo, y mirando mi polla tan dura, que no está nada mal, por cierto. Se la metió en la boca de un solo golpe y empezó a chuparme mientras me acariciaba con una mano los huevos y con la otra la raja del culo.
– Para – le dije – que me voy a correr
– Todavía no – me dijo – que aún falta lo mejor
– Tomó mis piernas con sus manos y las elevó, muy abiertas, sobre sus hombros mientras miraba mi culo que yo sentía que se abría y se cerraba de deseo. Su mirada y la cara que ponía me tenían totalmente entregado. Acercó su glande, que goteaba líquido pre seminal, y acarició con el mi ojete, mientras me miraba a los ojos y sonreía con malicia.
– ¿Quieres que te la meta, verdad? – me dijo
– Sí. Lo estoy deseando hace rato – respondí
– Yo lo deseo hace mucho más tiempo – Y sin decir nada más, fue introduciéndome aquellos centímetros da carne caliente y palpitante dentro de mí.
– ¿Te gusta?
– Sí. Mucho. Sigue por favor
– El comenzó a moverse con suavidad, muy lentamente y yo sentía cómo se abría paso su polla dentro de mí. Mis pezones estaban tan duros que me dolían. Pero aquello era lo más deliciosos que había sentido nunca.
– Sigue por favor – le pedí
– Entonces empezó a moverse con más rapidez y yo ya gemía y casi lloraba de placer en cada nueva embestida.
– Él me decía cosas como: Qué culo tan rico. Disfruta bien de la polla que te estoy metiendo. ¡Dime que te gusta! Que quieres más.
– Quiero más – le dije – quiero que me revientes el culo con tu rabo. Fóllame así. Asiiiiií.
Su cuerpo sudaba y las gotas caían sobre mi cuerpo aceitoso y sudado y eso me ponía más caliente todavía. Yo no quería que aquello acabara. De pronto juntó su lengua con la mía sin dejar de follarme de aquella manera salvaje y sentí por su respiración que se iba a correr. Al momento sentí su leche dentro de mí, mientras yo me corría también, con el roce de su cuerpo sobre mi polla, llenando de mi leche el espacio que nos unía.
Me acababa de correr y sin embargo, le pedía más y él me seguía dando, hasta que fuimos bajando el ritmo y nos quedamos abrazados acariciando nuestro cuerpo llenos de semen y sudor. Cuando intentó sacar su polla de mi culo, lo agarré por sus nalgas y lo atraje hacia mí, impidiéndoselo.
– Déjamela dentro – le dije – no me la saques todavía. Me gusta sentirla, me gusta sentirte dentro de mí.
– Así permanecimos un rato hasta que su polla se fue aflojando y saliendo lentamente de mi agujero, produciéndome otro placer hasta entonces desconocido.
– ¿Te ha gustado? – me preguntó
– Mucho – le respondí
– Podemos repetir cuantas veces quieras
– Sí quiero que ésta no sea la última
– No lo será. Además mi culo también está hambriento de tu polla – me dijo
– Nunca lo he hecho. – contesté yo
– Pues ya es hora de que empieces
Y diciendo esto se puso frente a mí mostrándome su agujero rosado y rodeado de vellos oscuros y sudorosos mientras llevaba mi mano hasta él diciéndome: – Ve preparándolo, porque esto no ha terminado. Y no terminó. Estuvimos todo el día hasta bien entrada la noche, follándonos el uno al otro, lamiéndonos y disfrutando de nuestros culos, nuestras pollas y todo nuestro cuerpo.
Nos seguimos viendo hasta que acabó el curso. Luego él se fue a otra ciudad y no lo vi más, hasta hace unos meses que me llegó una invitación para una exposición de fotografías que iba a presentar en una galería. Allí nos volvimos a ver. Entre las fotos expuestas estaban las que me sacó aquel día. Auténticamente buenas y llenas de morbo. Ricardo se me acercó mientras yo miraba las fotos y, después de saludarnos me presentó a su novio.
– Mira. Él es el modelo de esta colección – le dijo al novio.
– Tenía ganas de conocerte. Ricardo me ha hablado mucho de esa sesión fotográfica – me dijo
Yo, de sólo recordarla, sentí que crecía mi polla dentro de mi pantalón y le dije: -Sí yo también la recuerdo mucho.
– Yo también soy fotógrafo. Posarías para mí – me preguntó
– Encantado le dije.
Nos fuimos a cenar los tres juntos y quedamos para el próximo sábado, pero esta vez en mi casa.
Lo que allí ocurrió, ya os lo podéis imaginar. Ahora no os lo cuento porque recordar esto me ha puesto muy caliente y necesito masturbarme para bajar la tensión. Pero prometo que os lo contaré próximamente.