Hazte fama II

Aquella mañana, cuando el timbre sonó y fui a abrir la puerta, muy dentro de mi corazón guardaba la esperanza que fuera Walter quien llamara.

Mis deseos se hicieron realidad.

En mi cama estaba Diego, aún agotado del placer de la noche anterior, y todavía no había pasado lo mejor.

Hice pasar a Walter y le conté lo que había pasado con el chico, creo que se excitó de solo escucharme, y sin demasiadas vueltas, le dije de una si no quería hacer un trío.

Bien directo, como suelo ser.

Lo dudó un instante, pero mi mano sobre su entrepierna frotando lujuriosamente lo convenció de inmediato.

El problema era Diego, no sabíamos si aceptaría.

Yo me metí en la ducha, todavía tenía restos del placer de la noche y estaba pegajoso por el aceite, Walter, quitándose la ropa, me acompañó sonriente.

Nos enjabonamos uno al otro, nos abrazábamos y nos besábamos tiernamente.

Walter se apoyó contra la pared de la ducha, ofreciéndome un panorama bellísimo, su pija bien dura que ansiaba ser chupada.

Me acerqué a él, y le mordí el cuello, para luego comenzar a bajar lentamente por su pecho, detenerme en sus tetillas, y continuar el camino que ya conocía bien, hasta llegar a esos 19 cm de carne palpitante que fui lamiendo y besando suavemente.

Mis labios rodeaban su glande, y mi amigo, con unos sutiles movimientos me la fue haciendo tragar toda.

Comenzó a cogerme la boca, lentamente al principio, más rápido después, mientras me decía que me quería, que le gustaría estar así por siempre.

Mi mano derecha comenzó a apretar sus nalgas, hasta que mi dedo mayor, previamente enjabonado, empezaba a ingresar en el culo de Walter.

Yo pensaba en qué rico desayuno me estaba tomando, cuando golpean la puerta del baño.

  • ¡Gato, puedo pasar, me estoy meando!.- Dijo Diego.
  • Pasá…

Diego entró al baño y se puso a orinar, jamás se imaginó que detrás de la cortina de la ducha estaba uno de sus amigos con un dedo en el culo y recibiendo una mamada de lujo.

La situación me calentaba muchísimo, entonces, apropósito, raspé con mis dientes la pija de Walter, que sorprendido, se quejó.

Diego lo escuchó, e inmediatamente se asomó a la ducha.

Su cara lo decía todo, y su pija que empezaba a endurecerse también.

Walter se sonrío y volvió a tomarme la cabeza con las manos para seguir metiéndome su pija hasta la garganta.

Yo sin para de chupar, acerqué mi mano a Diego y tomándolo de la pija lo metí en la ducha y comencé a pajearlo.

Comencé a alternar entre esas pijas, chupaba un rato cada una, ambas eran exquisitas.

Walter se ubicó detrás de mí, y se arrodilló para empezar a lamerme el culo con una calidad que pocas veces vi en mi vida. Diego aprovechó y empezó a cogerme la boca.

Su pija entraba y salía casi por completo de mi boca, a pesar de su grosor, la ecuación era lógica, si ayer entró hasta la garganta, hoy también puede hacerlo.

La lengua de Walter y sus largos dedos estaban dilatándome de una manera fantástica.

Cuando me notó preparado, se enjabonó la verga y me la fue introduciendo hasta que sentí los huevos de él chocar contra mí.

Me tomó de los pelos, desde atrás, y me apretó contra Diego, haciendo que su pija llegará hasta bien al fondo.

Es como que me obligaba a seguir chupándole la verga a su amigo, mientras la de él, entraba y salía de mi culo furiosamente.

La ternura que siempre había existido entre Walter y yo, no había entrado a esa ducha, esta vez no hacíamos el amor, simplemente cogíamos a lo bestia, y no estaba mal que eso fuese así.

Con mi mano empecé a hurgar en el culito de Diego, que estaba completamente virgen. Cuando el primer dedo entró se quejó un poco, pero al rato ya me pedía que le metiese uno más, y así lo hice hasta que tres dedos entraron en él.

Se me ocurrió que quizás quisiera probar lo que se sentía ser penetrado, entonces le propuse a Walter que lo cogiera, sin demasiadas vueltas, éste saló de mí y le indicó a Diego que me coja cómo él lo había hecho.

Diego se ubicó detrás de mí, y más delicadamente que su amigo, pero no con menos pasión, me enterró sus 20 cm. Walter se ubicó detrás de él, y comenzó a chupar el culito de Diego que ya estaba bastante dilatado por mis dedos.

El chico se dejaba hacer, estaba totalmente entregado y quería disfrutar cada momento a pleno.

Diego se acomodó mejor para facilitarle la tarea a su amigo, que sin dudarlo un instante cuando vio el culo de este bien abierto y disponible, le enterró la cabeza de su pija de golpe, para luego, tomándolo de la cintura, metérsela hasta el fondo.

La primer reacción de Diego fue empujar hacia delante bruscamente, taladrándome a mí con fuerza, penetrándome completamente.

Pero Walter lo sostenía con fuerza, y el movimiento empezó a ser coordinado, era un mete y saca por partida doble, un trencito donde por suerte, yo hacía las veces de locomotora, llevando detrás dos vagones de lujo.

Diego prácticamente se recostaba sobre mi espalda y me decía que ya no podía más, que iba a llenarme el culo de leche, yo mientras lo escuchaba acababa a lo bestia sin tocarme siquiera.

Le dije que lo hiciera, y el chico explotó en un grito terrible de placer que era correspondido con los chorros de esperma que depositaba en mi interior.

Al rato, Walter se salió de Diego y se acercó a mi boca ofreciéndome la posibilidad de hacerlo llegar al orgasmo lamiendo ese mástil que ya era mío. Así lo hice, me tragué esa pija hasta la garganta.

La mezcla de sabores era fantástica, había gusto a culo de Diego, a jabón y a semen. Un cóctel muy bueno para el desayuno.

La leche de mi querido Walter me llenaba la boca, mientras la pija de Diego seguía moviéndose dentro de mí aunque ya no tan dura.

Me puse de pié saliéndome de Diego, y aún con leche en la boca, besé a Walter apasionadamente bajo las gotas de agua tibia que caían sobre nosotros.

Después lo abracé tiernamente, y sus brazos me envolvieron con cariño.

Diego, se paró detrás de mí, y se sumó a ese tierno abrazo, dejándome en el medio, entre esos dos hombres que tanto placer me dieron aquella mañana.

Acercándose a mi oído, y luego de un beso muy dulce en él, la voz juvenil de Diego me dijo que no le habían mentido, que mi fama de dar realmente placer, la tenía bien ganada.