La cita estaba fijada para esa noche, y Rafael Batista, el Rafi, como todos le llamaban en el penal, jamás faltaba a su palabra.
Todos aquellos a los que les había rajado la cara podían asegurarlo.
El Rafi tenía fama de ser violento, y le temían por ello, pero en realidad solo era un tipo solitario que no le gustaba ser contrariado.
Tras cinco largos y duros años en la cárcel, su carácter se había vuelto aun más taciturno y esquivo, y muy pocos se atrevían a meterse con él, por lo que podía decirse que gozaba de cierto prestigio y algunas comodidades que para otros estaban vedadas.
Una de ellas era la poder tomar una ducha a la hora que le apeteciera, y no era nada extraño que aprovechara la tranquilidad de la noche para tomar un largo baño, aunque siempre vigilado por uno de los guardias.
Precisamente con uno de esos guardias había pactado la cita.
Todo mundo lo conocía como «el manotas», porque era un tipo grandote y medio bruto, con un par de manazas que casi siempre iban a parar a las nalgas de los presos nuevos y de aquellos no tan nuevos que contaban con un buen culo y quisieran granjearse su amistad.
El manotas estaba más que dispuesto a concederles pequeños favores a cambio de poder disfrutar de un buen polvo. Las manotas no eran lo único grande que tenía, y ya era famosa su gruesa y juguetona herramienta.
El Rafi había sido uno de los pocos que habían escapado a sus ataques, pues pronto estableció su fama de rudo y el manotas era medio bruto, pero no tanto como para meterse en líos con gente como él.
Por varios meses, el libidinoso oficial había deseado el recio y masculino culo del Rafi, pero se guardó bastante de tomar la ofensiva, teniendo que contentarse con mirarlo a su antojo en la ducha siempre que le tocaba acompañarlo.
Pero esta noche sería diferente. Una semana antes, el Rafi le pidió un favor excepcional.
Necesitaba hablar con alguien de su familia, pero no en la sala de visita, donde apenas les daban media hora, sino con mas calma y privacía, por la noche en el patio, cerca de la entrada posterior.
Los reclusos tenían prohibido acercarse allí, y solo la compañía de un guardia podía permitírselo.
El manotas había aceptado ayudarle, a cambio por supuesto de que el Rafi por fin accediera a tener sexo con él. Para su sorpresa, el Rafi aceptó y fijaron una cita en las duchas, donde a nadie le extrañaría verlos juntos.
El manotas esperaba ansioso la hora fijada.
El apretado uniforme azul marino no disimulaba la gruesa tranca bajo los pantalones.
Desde media tarde había comenzado a sentirse excitado y más de una vez humedeció los calzones con el liquido que manaba de su gruesa cabeza.
Cuando por fin se acercó a la celda del Rafi, la erección era imposible de ocultar.
Metió una mano en el bolsillo para disimular, y se encontró al Rafi leyendo tranquilamente boca abajo en su cama.
El manotas no tuvo ojos sino para su hermoso trasero perfectamente marcado por el ajustado uniforme del preso, y tragó saliva deseando saltarle encima allí mismo y hacerlo suyo de una vez. Se contuvo y abrió la reja.
Es la hora – le informo con ronca voz.
El Rafi no dijo nada y atravesó la puerta rumbo al pasillo. El manotas siguió al recluso sin poder evitar mirar el adorable par de nalgas que pronto serían suyas. La erección latió furiosa entre sus piernas.
El compañero que vigilaba la entrada a las duchas les abrió sin titubear. Muchas veces lo había hecho anteriormente y distraído, no se dio cuenta que el manotas sudaba y resoplaba al pasar.
Una vez en las duchas, el manotas echó el cerrojo y el Rafi comenzó a desnudarse. Ya otras veces había disfrutado de ese privilegio, pero una vez más se emocionó al contemplar su cuerpo perfecto.
El Rafi dedicaba muchas horas al gimnasio. No era de esos tipos exageradamente fornidos, pero había desarrollado un cuerpo espectacularmente bien proporcionado.
Su pecho delineado y marcado, ligeramente velludo, enmarcaba un par de oscuros y redondos pezones, con un par de pequeñas y puntiagudas tetillas.
El abdomen plano y fuerte destacaba con un ombligo peludo que anunciaba la maraña de vellos que se arremolinaba mas abajo.
Los hirsutos pelos de su pubis coronaban una verga gruesa y corta, que nunca había visto erecta, descansando sobre un par de gordos y pesados huevos rosados que colgaban sobre sus muslos de forma tentadora.
Los muslos eran perfectos, fuertes y definidos, al igual que sus pantorrillas. Pero lo mejor de todo, lo más deseable, apareció en cuanto el Rafi se dio vuelta para abrir el grifo de la regadera.
Sus nalgas. Perfectas y bellas, como dos obras maestras que solo merecían admiración.
Redondas y firmes, duras y suaves a la vez, prometían entre ellas el abrazo mas firme y apretado. Todos sabían que el Rafi no se dejaba coger por nadie, y eso no hacía sino acentuar la deliciosa espera de ser el primero en inaugurar tan apetecible manjar.
El Rafi comenzó a ducharse. Se mojó el rostro primero, empapando la hirsuta barba que con tanto esmero recortaba de vez en cuando. El agua brincó sobre sus anchas espaldas y resbaló sobre su deliciosa grupa.
El manotas no aguantó más la espera y se sacó la verga de los pantalones.
Medía sus buenos 18 cm. y goteaba ya después de tan larga espera. Comenzó a masturbarse lentamente, teniendo cuidado de no acercarse al clímax. Solo quería disfrutar con la vista y hacer la espera más llevadera. El Rafi nunca lo miró. Continuó con el baño hasta que el manotas, desesperado, no aguantó más.
Vamos – le apuró – si quieres tener tiempo para hablar con tu familiar, mas vale que cumplas ya tu parte del trato.
El Rafi cerró por fin la llave del agua. Húmedo, se acercó al guardia, con las manos bajas y los ojos casi cerrados.
Era un regalo, y el manotas lo tomo como tal. Extendió un par de toallas en el piso y se desnudo rápidamente.
No se atrevió a besarlo, por miedo de que reaccionara de algún modo, y prefirió inclinarse sobre los pequeños y adorables pezones.
Lamió las tetillas casi con miedo de recibir un empujón, pero el Rafi le dejo hacer, parado sobre las toallas, desnudo y mojado, casi indefenso, y el manotas encontró el valor para descender sobre aquel ombligo mojado y limpio y lamer la humedad que aún contenía.
Los vellos de su pubis le cosquillearon el mentón y sus manos resbalaron desde la espalda hasta las torneadas nalgas del Rafi.
Como lo esperaba, como lo había imaginado tantas veces, sintió aquellas masas de carne dura y firme y perdió la cabeza, loco de deseo.
Le dio la vuelta al Rafi sin que éste opusiera resistencia.
Allí, frente a su ardorosa mirada, las ansiadas y esperadas nalgas estaban completamente a su disposición.
Comenzó a acariciarlas casi con reverencia, pero pronto se sintió incapaz de contenerse, y en un frenesí de deseo las beso, las lamió, las araño y finalmente las abrió, desvelando el secreto que había entre ellas.
El ano del Rafi, rosado y pequeño, apretado y firme, fue un manjar difícil de resistir. El manotas metió la cara entre las nalgas del Rafi, pegando su boca a la pequeña abertura que parecía resistirse a su ardoroso ataque.
Ensalivado y mojado, el pequeño culo acabo abriéndose a su apasionado beso, y poco a poco, el peso del manotas fue arrastrando al Rafi hacia abajo, hasta tenerlo acostado y boca abajo, en perfecta posición para el ansiado momento.
No fue necesario que el Rafi estimulara la gruesa verga del guardia. Estaba más que listo.
El enorme pito babeaba y cabeceaba de deseo. Simplemente lo acomodo frente a la angosta entrada y empujo incapaz de contenerse. El Rafi se puso tenso.
Sus piernas, ampliamente separadas por las rodillas del guardia no pudieron ofrecer ninguna protección, y solo un gemido profundo y bajo escapo de su garganta cuando la gruesa cabeza traspasó la entrada, venciendo la resistencia de su esfínter.
El guardia resoplo de satisfacción.
El culo del Rafi era sin duda el mejor culo que hubiera disfrutado jamás. Con lentitud, deseando hacer durar tan increíble momento, le metió la verga poco a poco, sin perder de vista la forma en que su miembro desaparecía entre las apretadas nalgas del Rafi y entraba en su cuerpo.
Cuando el voluminoso vientre del guardia descanso sobre la espalda del Rafi, ambos comprendieron que el enorme falo estaba completamente dentro, y el Rafi dejó escapar el aire contenido en sus pulmones, dispuesto a aguantar ahora las embestidas, que pronto comenzaron, una tras otra, violando su culo con fuerza y determinación, hasta casi hacerlo gritar de desesperación.
Sobre el húmedo suelo, el Rafi cerró los ojos y espero.
El animal que tenía encima resoplaba y empujaba, incansable, sudoroso e impetuoso, no cejo en su empeño hasta que de su gruesa manguera salieron chorros de semen que el Rafi sintió escurrirse entre sus piernas, mojando sus huevos y dejándolo pegajoso y húmedo.
Finalmente el guardia se hizo a un lado. El Rafi se puso de pie dolorosamente y en silencio tomo una segunda y rápida ducha, mientras el manotas volvía a vestirse sin tomarse la molestia de darse un baño también.
Quince minutos después, ambos salieron al patio y se encaminaron al fondo.
Allí, al amparo de las sombras, el Rafi golpeo a su violador de forma silenciosa pero eficaz, dejándolo gravemente lesionado y definitivamente fuera de combate por las próximas dos horas cuando menos. Salto la valla de la forma en que lo había imaginado tantas veces y solo el sordo dolor entre sus nalgas le impidió saltar de alegría al verse libre nuevamente.
La euforia le duró solo un par de segundos, pues el ulular de la sirena y los reflectores iluminando la noche intempestivamente le hicieron darse cuenta que algo había salido mal.
Se tumbó en la negra tierra y en cuanto el haz de luz paso sobre su cabeza se interno en el bosque y comenzó a correr al amparo de las sombras.
Sabía que contaba con muy poco tiempo antes de que sacaran a los perros de sus perreras y comenzaran la cacería.
Sus oportunidades eran pocas, pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de ser libre, y sino, que le preguntaran al manotas, si alguna vez despertaba, de lo que era capaz.
Comenzó a correr sin rumbo fijo. Trató de recordar lo poco que sabía de la geografía que rodeaba a la penitenciaria, y en algún lugar, debería haber un camino vecinal que lo conduciría a la carretera.
Razono rápidamente que ese sería el primer sitio donde intentarían rastrearlo, así que se lanzo atropelladamente entre la maleza hacia lo que considero era el lado contrario.
El miedo latía desbocado en su garganta y no se detuvo ni para tomar aire. Un par de horas después se concedió un respiro.
El ulular de una lechuza le hizo consciente de que se había internado en el bosque profundamente.
Un leve olor a humo le llamo la atención e instintivamente se dirigió hacia ese aroma, hasta que distinguió la silueta oscura de una granja. Precavido, decidió esperar hasta cerciorarse de cuanta gente vivía allí.
Mas tarde, la luz del amanecer le permitió distinguir la casa y sus alrededores. Espero escondido un rato más.
Con la primera luz de la mañana, el relincho de caballos le alerto. De la granja, salió un hombre seguido de una mujer y dos niños. En una carreta montaron la mujer y los pequeños.
Ve con cuidado – escucho al hombre aconsejarle a la mujer. – Saluda a tu hermana de mi parte.
Nos vemos en dos semanas – respondió la mujer enviándole un beso al aire y los niños dijeron adiós.
El Rafi espero hasta que la carreta desapareció en el camino y el hombre regreso a la casa. Se acerco sigilosamente y atisbo por la ventana.
En la cocina, el hombre preparaba café. Un gruñido en las tripas le recordó que no probaba bocado desde muchas horas antes. Estudio al hombre, midiendo sus fuerzas por si tenía que atacarlo.
Se veía sano y fuerte, como de 35 a 40 años, de pelo rubio y piel curtida por el sol. Sus antebrazos eran gruesos y aunque no era muy alto el Rafi decidió que era mejor tomarlo por sorpresa que enfrentarlo abiertamente. Se agazapo a la entrada oculto tras la puerta entornada.
Llamó su atención con un ruido y cuando el hombre salió le salto encima. Rodaron en el polvo, luchando a mano limpia. El hombre era fuerte, pero el Rafi había aprendido muchas mañas en la cárcel y rápidamente lo redujo.
Deja de luchar o te rompo el cuello antes siquiera que puedas darte cuenta – le amenazó el Rafi.
El hombre cedió y dejo de luchar, resoplando aun por la lucha.
Así me gusta, dulzura – dijo el Rafi complacido – vamos adentro.
Siguió al hombre sin perderlo de vista. Dentro, le ordeno traer una cuerda y lo maniato diestramente. Ya atado, le ordeno sentarse mientras buscaba algo para comer. Desayuno vorazmente mientras estudiaba al hombre.
Cómo te llamas? – le cuestiono.
Genaro – contestó el granjero secamente.
Pues mucho gusto, Genaro. Seré tu invitado por un tiempo. Trátame bien y nada malo te pasara – le advirtió el Rafi.
El hombre no contestó.
Necesito darme un baño y cambiarme de ropa. Estoy harto de este uniforme. Vamos – le ordenó.
Siempre vigilándolo, Genaro lo llevó hasta el patio tras la casa, donde una pequeña habitación hacía las veces de baño.
El Rafi ató a Genaro y accionó la bomba manual que permitía que un fino y frío chorro de agua emergiera por una tubería. Se desnudó y comenzó a bañarse. El hombre lo miraba de reojo mientras se enjabonaba.
Que, a ti también te excita mirar mientras me baño? – pregunto recordando lo sucedido la noche anterior.
El hombre volteo la cara hacia otro lado.
El Rafi, comenzó a sentirse cachondo. En la cárcel había aprendido a disfrutar de lo que las circunstancias le permitían, y aunque al principio se había resistido, había terminado gozando del sexo eventual con alguno que otro compañero de celda.
Genaro era un tipo bastante guapo, y el Rafi disfruto viendo como su rostro se ponía colorado con su insinuación.
Mira, te gusta? – le mortifico tomando su verga entre las manos jabonosas y ofreciéndola a su mirada.
Genaro miro por apenas unos segundos, volteando el rostro nuevamente sin contestar.
No te pongas tan remilgoso – le dijo – que yo sé muy bien cómo tratar a los tipos como tu.
Como Genaro no volteara a mirarlo nuevamente, el Rafi, más excitado, termino de ducharse. Desnudo, mientras el fresco aire de la mañana le secaba la piel, el preso hizo algo que había decidido desde el momento mismo que empezó a planear su huida.
Se afeito el rostro completamente. Hasta el mismo se sorprendió al ver su cara. Los oscuros ojos grises y los sensuales labios parecían los de otra persona. Satisfecho, se palmeo su nueva cara.
Vamos – ordenó a Genaro al tiempo que lo desataba – necesito algunas prendas limpias.
A empujones, lo llevo de regreso a la casa. Desnudo, el Rafi lo siguió. En la recamara, Genaro saco algunas prendas, un gastado pantalón de mezclilla, una sudadera y un par de calzoncillos limpios pero bastante viejos.
Mira que cabrón – contestó el Rafi – me diste los calzones más viejos que encontraste. De seguro que los que tú usas no están tan jodidos.
Genaro no supo qué contestar.
Muéstrame los que traes puestos – pidió el Rafi.
Genaro no se movió. El Rafi le soltó un repentino golpe en la cara y decidido, desabotono su pantalón y de un tirón se lo bajo hasta las rodillas. Debajo, llevaba puestos unos calzoncillos blancos, en mejores condiciones.
Mira nada mas – se burlo el Rafi – como eres de envidioso. Tu con los calzones muy bonitos y quieres que yo use los mas fregados. Eso no puede ser.
De un tirón, rasgó los calzoncillos por el frente. Por el agujero asomaron los vellos del pubis de Genaro, tan rubios como su cabello. El Rafi le dio la vuelta, y le rasgó los calzones por detrás.
Una de sus nalgas apareció por la amplia rasgadura. Redonda y velluda, hizo que el Rafi comenzara a sentir un conocido calorcillo de excitación.
Empínate – le ordenó, y como no obedeciera, lo empujo sobre la cama.
Genaro mantuvo el equilibrio, pero se vio forzado a apoyar las manos atadas sobre la cama. El Rafi metió los dedos por la rasgadura de su ropa interior.
La carne tibia de su nalga terminó por enderezarle la reata. Con un dedo, siguió el camino de la raja que separaba sus nalgas, bajando hasta llegar al ojete, peludo y caliente.
Que cosita más rica hay por aquí – le comentó al atribulado Genaro.
El dedo hurgó con mas insistencia, bajando hasta la base de sus huevos, para acariciarlos de forma lenta y perturbadora.
Te gusta? – le preguntó. – Te han dedeado el culo antes?. Tu linda mujercita te acaricia el ojete de vez en cuando? – insistió con tono lascivo – . O a la mejor – continuó – tal vez algún compadre o un amigo que se haya dado cuenta de lo rico que está tu agujero.
Genaro seguía mudo y tieso.
Contéstame cabrón – le urgió el Rafi, golpeando su trasero sonoramente.
No señor, – contestó Genaro con voz entrecortada – nadie me ha hecho nada…por allí – terminó.
Mmmm, mucho mejor así – dijo el Rafi, terminando de arrancar los jirones que quedaban de la prenda.
Continuo acariciando las nalgas de Genaro, abriéndolas y sobándolas. De vez en cuando deslizaba una mano entre sus piernas, acariciando sus huevos, gordos y llenos, y la picha, antes pequeña y encogida comenzó a dar muestras de despertar.
Échate en la cama para quitarte los pantalones – le ordenó después de algunos minutos.
Por favor, señor, – rogó Genaro – yo le ayudare en todo, pero déjeme en paz.
Por respuesta, el Rafi lo empujo sobre la cama y le quitó los zapatos y los pantalones. El tipo estaba bastante bueno. Sus piernas blancas, cubiertas de un fino y dorado vello fueron brutalmente separadas, dejando el acceso hacia sus nalgas completamente despejado.
Que culo más bueno tienes, cabrón – le dijo mientras se montaba sobre su espalda.
Genaro gimió bajo el peso de su cuerpo, y más gimió cuando sintió la dura cabeza del pito del Rafi hurgando entre sus nalgas. Estaba atado, nada podía hacer, y la verga del Rafi lo penetró con un rayo de acuciante y delirante dolor.
No, por favor – gritó entre dientes, pero en aquella lejana granja nadie podía ayudarlo.
El miembro del Rafi entró hasta el fondo. Su tranca gruesa y dura gano sus entrañas y comenzó a moverse en su interior. Los chirridos de la cama, pronto establecieron el ritmo para ambos y gruesos goterones de sudor comenzaron a escurrir por la frente de Genaro.
Ya, ya, ya por favor – susurraba cada vez que la verga entraba lacerante y dura.
Si, si, si – contestaba el Rafi enterrando su herramienta entre el apretado abrazo de su culo.
Finalmente, el semen explotó en borbotones dentro del granjero, y el Rafi descanso sobre las espaldas de Genaro hasta que su respiración volvió a ser normal. Sus cuerpos se separaron y el Rafi cayo a un costado.
Dame un cigarro – le pidió.
Genaro se puso de pie trabajosamente para buscar en el cajón de la cómoda. El Rafi vio que el granjero tenía una buena erección. Su verga, rosada y gorda estaba dura.
No que no te había gustado? – se mofo al tiempo que tomaba los cigarrillos de sus manos.
Genaro se puso rojo de vergüenza, tratando de ocultar su innegable erección.
Menéatela – le ordenó el Rafi encendiendo el cigarrillo y exhalando el humo con evidente placer.
Frente a la cama, Genaro estaba de pie. Con un gesto, el Rafi le indico que obedeciera. Lentamente, con torpeza, empezó el granjero a masturbarse. El Rafi lo miraba divertido.
Comenzó a juguetear con su propio miembro, abriendo sus piernas, mostrándole los huevos y poco después los alzó para que el rubio Genaro viera sus nalgas y entre ellas, el ojo de su culo.
La mano del granjero aceleró sus caricias. Pronto Genaro gemía sin perder de vista la forma en que el Rafi se acariciaba a sí mismo, y segundos después, un borbotón de semen saltaba sobre la cama y las piernas del Rafi.
Vas a tener que limpiar esto – le dijo el Rafi señalando los blancos y viscosos chorros escurriendo en sus piernas, y reticente y con una evidente mueca de asco, Genaro comenzó a lamer su propio semen de las pantorrillas velludas del presidiario.
Cuando termino, el Rafi lo ató de pies manos a la cama, y exhausto se durmió el resto de la mañana.
Despertó poco después del mediodía. A su lado, Genaro, desnudo de cintura para abajo había terminado también por dormirse.
Como lo más natural, el Rafi le paso una pierna por encima y comenzó a acariciarle las nalgas. Su verga se puso dura casi de forma inmediata.
Las nalgas de Genaro olían a semen, y el Rafi no perdió más tiempo y comenzó a montarlo aun antes de que el desprevenido granjero despertara. Cuando lo hizo, ya tenia la cabeza del miembro enterrada en el culo, y el resto entró poco después sin darle tiempo siquiera de protestar.
Esta vez fue incluso más dolorosa que la primera, pero Genaro se aguantó como pudo y terminó cooperando con su violador, tal vez tratando de hacer la cosa más sencilla por su propio bien.
La segunda cogida despertó el apetito del Rafi, y bajaron a la cocina nuevamente. Genaro le pidió que lo desatara para poder preparar la comida, y el Rafi aceptó no sin antes advertirle que lo mataría a la menor señal sospechosa.
A modo de advertencia tomó un afilado cuchillo del estante y Genaro se portó de lo mas bien mientras le preparaba un suculento trozo de carne asada. Solo llevaba puesta la camisa, pues los pantalones se habían quedado hechos un ovillo al pie de la cama.
Al servir la mesa, el Rafi le metía las manos bajo la camisa, acariciándole las nalgas como si fuera una vulgar tabernera, lo que de alguna forma mantuvo en los dos una latente excitación.
El Rafi continuaba completamente desnudo, lo que no dejaba de ser un aliciente para aquella atmósfera cargada de erotismo.
Genaro se sentó a comer a su lado y terminaron ambos al mismo tiempo. El Rafi echo la silla hacia atrás. Su verga, entre las piernas abiertas mostraba un asomo de erección.
Tu postre – le indico el Rafi a Genaro señalándose la verga.
Al ver que el granjero no reaccionaba, el Rafi lo jalo por el cuello hasta su entrepierna. Allí, hincado entre sus muslos separados, Genaro quedo frente a su miembro gordo y cabezón. Entendió lo que le pedía esta vez sin necesidad de más explicación.
Cerró los ojos al tiempo que acercaba los labios a la lustrosa cabeza. El olor del sexo le hirió las fosas nasales, y sin ganas, abrió la boca y comenzó a lamerlo.
Pronto sus caricias lograron enderezar el insaciable pito del Rafi. A duras penas se lo metió en la boca, y comenzó a succionarlo con mas energía después que el presidiario le diera un par de coscorrones como castigo por su falta de empeño.
Así está mejor – le indico complacido – comete la verga, que yo sé que te esta gustando.
Genaro terminó encontrándole el gusto, muy a su pesar y pronto llevó al Rafi hasta el punto del orgasmo.
Detente – le ordeno de pronto. Quiero que te sientes en ella y venirme dentro de ti.
Genaro se puso de pie, abriéndose sobre su regazo.
El Rafi sostuvo su verga en la posición correcta y las rubias y redondas nalgas descendieron sobre la estaca de carne, clavándose el pito por sí mismo. Esto hizo que fuera diferente, pues podía controlar el ritmo y la cantidad de verga que le entraba.
Sufrió mucho menos que las veces anteriores, y sin necesidad de que se lo ordenaran comenzó a masturbarse mientras se empalaba sobre la gruesa y juguetona verga del Rafi.
En plena faena, el sonido de cascos de caballos acercándose por el camino casi les pasa desapercibido, pero los sensibles sentidos del Rafi pronto le advirtieron el peligro. Se puso de pie de improviso, enterrándole la verga a Genaro dolorosamente.
Cállate – le ordeno – alguien se acerca. Un asomo de esperanza brillo en los ojos del granjero, pero el Rafi, rápido y letal le puso el cuchillo en la garganta. – Un solo murmullo y te destripo – le amenazo.
Corrieron a ponerse los pantalones, sin detenerse a buscar ropa interior
Te lo diré una sola vez – dijo el Rafi con voz queda y ronca – a la menor señal de que intentas traicionarme, te mato a ti, a quien quiera que toque a la puerta y esperare aquí tranquilamente a que regrese tu familia para vengarme con ellos.
Genaro no dudo ni por un segundo de que aquello no era una simple amenaza. Se acomodo las ropas al tiempo que unos golpes en la puerta resonaban fuertemente.
Ponte donde pueda verte – indico el Rafi mientras se dirigía a la puerta.
Un par de sudorosos hombres uniformados estaban en el zaguán. El Rafi, en total control les saludo. Uno de ellos, aparentemente de mayor jerarquía pidió permiso para entrar.
Tendría unos 40 años, complexión robusta y pelo canoso cortado casi al rape. El otro apenas tendría unos 20, delgado, de piel blanca y ojos castaños, no dijo nada, y se limito a seguir a su jefe.
Pronto le explicaron al Rafi que andaban checando las escasas fincas y granjas de la región, pues se había escapado un peligroso delincuente, y aunque consideraban improbable que aun permaneciera por esos rumbos, debían seguir las ordenes.
Aquí solo estamos mi criada y yo, – comento el Rafi señalando al silencioso Genaro.
Su criada? – preguntó extrañando el oficial mirando a Genaro y dudando de haber escuchado bien.
El Rafi estalló en carcajadas.
Perdón oficial, es una broma particular – explico el Rafi.
Pues cuéntemela – le pidió el hombre canoso bastante interesado y con un extraño brillo en la mirada.
Si de algo podía jactarse el Rafi era de tener la habilidad de juzgar a las personas de forma inmediata y certera. Conocía bastante bien a todos esos hijos de puta relacionados con la cárcel y el maduro y canoso oficial no era diferente a otros muchos que el Rafi conociera en el penal.
A este cabrón – dijo el Rafi señalando a Genaro – lo contrate el verano pasado para que me ayudara con las labores de la granja, lo cual sabe hacer bastante bien, pero allí como lo ven, tan hombrecito como parece, le encanta la verga – les informó.
Los dos oficiales miraron sorprendidos a Genaro, que no pudo decir nada salvo ponerse rojo como un tomate.
En serio? – preguntó el viejo oficial al tiempo que se acomodaba el paquete de forma casi imperceptible, pero perfectamente notorio para el Rafi, que esperaba esa reacción.
Si – siguió el Rafi. – Al principio disimulo bastante bien, pero pronto me di cuenta que me miraba insistentemente cuando andábamos en el campo y me daban ganas de orinar. Yo me sacaba la verga para mear y él me espiaba descaradamente.
El Rafi casi escenificaba lo que iba platicando, y el publico atento, sobre todo el oficial mas joven, no perdía detalle.
Cuéntenos mas – pidió el joven – como fue que se dio cuenta que lo observaba su criado?.
Pues mira – accedió gustoso el Rafi – imagínate que estos son nos arbustos – dijo señalando el sillón de la sala – y yo me acerco a orinar.
El Rafi se paro junto al sillón y sin vergüenza alguna se abrió la bragueta. Los oficiales miraron atentamente su entrepierna. El preso, con estudiada lentitud metió la mano y se saco el miembro.
No estaba erecto, pero si estaba grueso y grande, en ese estado que precede a la erección. Genaro, desde la cocina, no pudo evitar, al igual que los otros, mirar el hermoso pito del Rafi.
Ya lo ven – dijo el Rafi señalando a Genaro – apenas ve una verga y se le hace agua la boca.
Los oficiales lo miraron y asintieron. El mayor de ellos se acarició nuevamente la entrepierna.
Y luego que pasó? – preguntó el mas joven.
Bueno, – siguió el Rafi – pues estoy con la verga en la mano echando una buena meada cuando noto que este cabrón no me quita los ojos de encima. Me la sacudo así – y latigueo el aire con el grueso miembro en la mano bajo la atenta mirada de los tres – y le pregunto: te gusta mi verga?
Y el que contesto? – pregunta esta vez el oficial de mas edad.
Nada, me miro y asintió con la cabeza. Entonces le dije, pues te dejo que me la mames.
Y lo hizo? – preguntaron a coro esta vez.
Si, -dijo el Rafi – tal como lo va a hacer ahora.
Con una sena, llamo a Genaro.
Vio en sus ojos, por escasos segundos, la decisión de negarse, pero la amenaza aun estaba en su mente, y obedientemente se acerco hasta donde estaba el Rafi. Los oficiales se acercaron un poco mas al verlo arrodillarse delante del Rafi y su grueso pene.
No perdieron detalle de la forma en que lo tomo con sus manos y lo lamió brevemente para después metérselo por completo en la boca. Casi suspiraron al mismo tiempo cuando la voluminosa verga desapareció dentro de su boca.
Genaro continuo mamando la verga del Rafi mientras este le tomaba la cabeza regulando la cantidad de reata que se comía y sonreía con la evidente excitación de los dos oficiales.
Crees que le apetezca un poco mas? – preguntó el oficial canoso abriéndose los pantalones y sacándose un pito de muy buen tamaño, colorado y cabezón.
Como respuesta, el Rafi empujo el rostro de Genaro sobre su entrepierna y Genaro abrió la boca para recibir la segunda verga que probaba en su vida.
El masculino olor del peludo sexo lleno sus narices al tiempo que lo engullía. Mientras tanto, el joven oficial miraba la reluciente verga del Rafi húmeda aun de saliva.
Tócala – le sugirió el Rafi, y al ver que este dudaba, tomo una de sus manos y la llevo hasta su sexo.
El joven la acaricio tímidamente al principio, pero pronto agarró confianza y comenzó a meneársela con determinación, disfrutando evidentemente.
De haber sabido que te gustaba la verga desde cuando te la hubiera dado, cabrón – dijo el oficial mayor al ver que su subalterno acariciaba el erecto falo del Rafi.
Este no contesto, concentrado en el calor que emanaba de aquel grueso trozo de carne. El Rafi lo jalo de los hombros, obligándolo a hincarse y acercar su rostro al erecto pito. El joven se resistió, acariciándolo pero sin dejar que se lo metiera en la boca.
Cómetelo – le ordenó el otro oficial, y al verlo dudar se acerco, dejando solo a Genaro por unos segundos.
Tomo la verga del Rafi en una mano y la acaricio un par de veces. La suya brincaba excitada. La acerco al joven oficial y sin aviso se la metió en la boca.
El joven la acepto, y después de varias metidas y sacadas, le dejo el lugar a la del Rafi. Esta vez el muchacho no se negó, la acepto y comenzó a mamar como desesperado.
Si te apetece, puedes darle por el culo – le dijo el Rafi al oficial canoso – que también le gusta que le den por detrás.
Genaro no dijo nada, y la invitación fue aceptada de forma inmediata. El oficial le arrancó los pantalones, encantado de encontrar solo piel desnuda debajo. Las gruesas y fuertes nalgas de Genaro fueron inmediatamente masajeadas y acariciadas.
Que rico culo tiene – dijo el oficial. – Le puedo dar unos cachetes?
Claro que si – acepto el Rafi – nada mas no me lo maltrates mucho.
Prometo portarme bien – dijo el otro con una sádica sonrisa.
Acomodo a Genaro sobre el sillón, empinado y con las rubias nalgas bien dispuestas. La primera nalgada retumbo en el salón, acompañada de un ligero chillido de Genaro. El oficial joven dejo de mamar para ver a su superior castigar el blanco trasero de Genaro.
Eso te excita, verdad? – le susurro el Rafi al ver como el joven oficial resoplaba visiblemente alterado con el cachondo espectáculo.
Sin dejar de mirar la seductora forma en que las nalgas de Genaro bailoteaban bajo los contundentes cachetes del canoso oficial, el Rafi puso de pie al otro oficial y le desabrocho los pantalones.
Tan extasiado estaba con el espectáculo que ni siquiera protesto de que el otro le bajara los pantalones y los calzoncillos. Sus menudas y bien formadas nalguitas calentaron al Rafi, que procedió a meterles mano.
Tu también tienes un culito respingón bastante apetecible – le dijo seductoramente al oído.
Para entonces, las nalgas de Genaro estaban rojas y calientes, y el oficial mas que listo para encularlo. Le escupió un poco de saliva en el rosado agujero y sin mas dilación le retaco la verga con un sonoro suspiro de placer.
Genaro, con los ojos cerrados y las nalgas abiertas, no pudo sino apretar los dientes mientras la ardorosa verga del oficial le abría las entrañas.
El Rafi manoseaba el culo del otro oficial, repasando un dedo por el apretado esfínter del muchacho.
Ya te han cogido alguna vez? – le preguntó roncamente, y él negó con un movimiento de cabeza.
Sin mas preámbulos, el Rafi empinó al joven, casi al lado de Genaro. Sus pequeñas y masculinas nalgas contrastaban contra la rotunda y rubia grupa del granjero. Su culito joven y virgen pronto fue abierto por las decididas manos del Rafi.
Te lo vas a coger? – preguntó el oficial mayor, mas por morbo que por averiguar lo que era tan evidente.
Si, – contestó el Rafi siguiendo el juego – le voy a meter la verga hasta el fondo, hasta que la tenga ensartada profundamente en su cola y me pida a gritos que me detenga.
El joven no contestó. Tenia los ojos cerrados y respiraba atropelladamente sobre el sillón, a la espera de que se cumplieran aquellas terribles palabras.
Yo creo que le vas a romper el culo – dijo el oficial sin dejar de bombear su duro garrote entre las cada vez más resbaladizas nalgas de Genaro.
No me importa – dijo el Rafi, que ya repasaba la cabeza de su miembro sobre el pequeño agujero – que se chingue el muy puto – acotó sin perder de vista la reacción del joven.
Bueno – aceptó el otro – dale verga hasta que se llene. Quiero verle el culo rebosante de leche.
El muchacho casi se arrepiente. Volteo sobre los hombros y vio al Rafo con el pito en la mano apuntando entre sus piernas.
Ya era tarde. La cabeza de su pene empujaba ya con determinación, y antes de poder hacer algo lo sintió entrar acompañado de un breve pero intenso dolor.
Ayyy – se quejó mientras reculaba tratando de escapar.
El Rafi le atenazo las caderas, sosteniendo con fuerza sus pequeñas nalgas hasta ver que la totalidad de su miembro entraba en el angosto pasaje. Como el joven seguía tratando de escapar, su superior le palmeó con fuerza en una de sus nalgas.
Aguántese cabrón! – le ordenó.
El muchacho reaccionó a la voz de mando. Su cuerpo se tensó mientras el pito del Rafi le entraba en su totalidad.
Y más te vale que te acostumbres, pendejo – continuo el oficial – porque en cuanto salgamos de aquí serás mi puta y te voy a dar verga siempre que se me antoje – le advirtió.
Aquellas palabras parecieron vibrar en la atmósfera cargada de erotismo. Genaro estaba ya exhausto y después de tanta verga pedía un poco de descanso.
El oficial como respuesta comenzó a nalguearlo nuevamente, lo que termino por excitarlo tanto que s vino en medio de un potente y escandaloso orgasmo. Cayeron ambos desmadejados sobre el sillón.
El Rafi continuo con lo suyo, disfrutando del apretado culo del joven oficial que sumiso y callado se dejaba montar a pesar del evidente dolor que la cogida le causaba.
Su jefe, a su lado, metió una mano entre sus piernas y comenzó a acariciarle la verga.
Eres una putilla muy caliente – le decía al tiempo que lo masturbaba. – Se ve que te encanta la verga y que los hombres te utilicen a su antojo – continuó mientras seguía sobándosela. – Solo hay que ver la cara de placer que pones mientras te montan y te meten la reata hasta los pelos.
El Rafi no pudo más. El sucio lenguaje del tipo lo había puesto tan cachondo que comenzó a arrojar semen como loco, mientras las diestras manipulaciones del oficial mayor hacían lo propio con el joven, que también se vino en innegables estertores de placer,
Satisfechos, los oficiales se quedaron un rato mas hablando y tomando una cerveza, hasta que comenzaron a despedirse, pues debían seguir el rastro del peligroso criminal que andaba prófugo. El Rafi tuvo entonces una brillante idea.
Señores – les comunicó – me encantaría acompañarlos, al menos hasta donde sea seguro seguir mi camino por separado. No quisiera viajar solo y toparme con ese malviviente. – Los ojos de Genaro le cuestionaron mudos su desvergonzada petición.
Por supuesto – aceptó el oficial, pensando ya tal vez en las posibilidades de viajar por aquellos solitarios caminos en compañía de aquel caliente granjero – será un placer para nosotros, verdad? – preguntó al joven mientras le sobaba el trasero, como un adelanto de lo que le harían entre los dos.
El joven bajo la mirada, pero era evidente que estaba de acuerdo y aceptaba lo aquel par quisiera hacerle. El Rafi subió entonces con Genaro a la recámara y preparó una maleta con la mejor ropa que pudo encontrar en sus gavetas.
No te preocupes – le prometió – te devolveré tu ropa algún día. Pienso venir a visitarte – terminó, mientras le plantaba un sonoro beso en los labios y le acariciaba sus fuertes y rotundas nalgas. – Creo que ya empiezo a extrañarte – se burló – pellizcando con fuerza el culo del granjero.
Genaro no dijo nada, pero muy en el fondo debió reconocer que a pesar de todo, la aventura le había terminado gustando un poco.
Anda, cabrón – le animó el Rafi – no seas ranchero, y despídete de la verga que te desvirgó.
El Rafi, con una amplia sonrisa en los labios, le tomó una de sus manos y se las llevó a la bragueta.
Genaro pudo sentir la calidez del miembro, grueso y suave bajo la ropa, y a pesar de todo lo ocurrido, lo acarició con una extraña mezcla de odio y placer.
Para sorpresa del Rafi, el masculino granjero se hincó por su propia voluntad y le bajó la cremallera. Sacó el miembro, aún húmedo y viscoso de semen, y sin dar muestras de asco lo lamió hasta dejarlo limpio.
El pito comenzaba a crecer, pero el tiempo se les terminaba. Genaro le plantó un sonoro beso en el glande y lo volvió a guardar en los pantalones.
Déjame verte las nalgas por última vez – le pidió el Rafi.
Genaro se dio la vuelta y se bajó los pantalones. Las rubias y masculinas nalgas eran maravillosas. El Rafi las acarició y palmeó, y por último le metió uno de sus dedos, el mas grueso, hasta el nudillo y con un sólido empujón.
Te vas a acordar de mí de vez en cuando, cabrón? – le susurró al oído, al tiempo que comenzaba a meter y sacar su dedo del perforado agujero de Genaro.
Si, si, si – musitó el granjero, sosteniendo el peso de las arremetidas con las manos apoyadas en las rodillas, dejando que el otro le picara el ojete cuanto quisiera.
Eso espero – terminó el Rafi, sacándole el dedo y partiendo por fin.
Genaro se abrochó los pantalones, y con una notoria erección salió al portal a verlos partir, y no se movió de allí hasta que el trío desapareció en una vuelta del camino.