Capítulo 1

El quiosco de revistas

Después de licenciarme en el servicio militar a los 21 años, haber sido desvirgado mientras cumplía el servicio militar, hacía más o menos un año de esto, y haberme encantado, me aficioné a comprar revistas pornográficas, no es que hubiera muchas, la mayoría más que pornográficas, eran eróticas que contenían fotos sensuales, direcciones de contactos y algún que otro relato.

Cuando iba a comprar alguna de estas revistas, por vergüenza, lo hacía lejos de donde vivía y procuraba que no fuese siempre el mismo quiosco. Pero claro, esto no era siempre así, por lo que me acostumbré a ir casi siempre al mismo quiosco, era el que mayor confianza me daba. Lo llevaba un hombre de unos 40 o 45 años, por lo que la mayoría de las veces recurría a comprar en dicho quiosco. Compraba la revista que me gustara, siempre buscaba temas homosexuales, y para disimular siempre compraba algo más, solía ser tabaco, otras veces algún diario o revista de fútbol, etc.

Por supuesto que aquel hombre me caló a la primera, eso lo supe tiempo después, el caso es que un día, siempre solía ir a última hora de la tarde, después de estar ojeando varias revistas a ver por cual me decidía, le pedí un paquete de tabaco y al verme el quiosquero que no me decidía por ninguna revista, sabiendo él de sobras lo que yo buscaba, me dijo, tengo aquí unas que he traído hoy y te pueden gustar, pero todavía no me a dado tiempo a colocarlas. Ven por aquí me dijo abriendo la puerta del quiosco y échales una ojeada.

Muerto de vergüenza y colorado como un tomate maduro, me acerqué a donde me decía el quiosquero. Ven pasa, me dijo haciéndome espacio en aquel pequeño quiosco. Mira estas revistas ya verás como te van a gustar, me decía cerrando la puerta del quiosco. Nada más ver las 2 primeras revistas, los ojos se me fueron a una de ellas, era una pequeña revista y en la portada ya se veía a 3 asiáticos desnudos manteniendo sexo, uno estaba dándole por el culo a un jovencito asiático, y el otro le estaba comiendo la polla mientras el otro le daba por el culo. Dios, aquella visión ya me puso bien palote, sujeté la revista con mis manos, y empecé a ojearla.

Estas como puedes ver no las puedo tener a la vista, ¿qué te parecen? Me decía llevando su mano a mi culo.
Te gustan, ¿verdad?
Yo muerto de vergüenza, colorado como un tomate y excitado con aquellas fotografías, notando como el quiosquero me sobaba el culo, le contesté que sí, moviendo la cabeza en señal afirmativo.

Ya sabía que te iban a gustar, me decía sin dejar de manosearme el culo. Mira más ya verás que buenas son, échales un vistazo por dentro ya verás, me decía siguiendo con su manoseo de mi culo.

Yo paralizado por la vergüenza y excitado como estaba, no decía nada, le dejaba que me fuera manoseando, mientras con nerviosismo iba ojeando aquellas revistas.

Por supuesto que el quiosquero no dejó pasar la ocasión, llevó su mano a mi paquete, viendo como estaba de excitado, ¡ufff como estás! Me soltó mientras apretaba mi polla y la manoseaba por encima del pantalón.

Yo cada vez más nervioso, intenté darme la vuelta y salir del quiosco.
Pero el quiosquero, perro viejo, al verme nervioso, me tranquilizó diciendo, tranquilo, espera que voy a cerrar y bajo las persianas así no nos ven.

Cerró la ventana por donde despachaba, bajando luego la especie de persiana que tenía el quiosco.

Así ya no nos ven. Ahora mira las revistas tranquilo que nadie nos va a molestar, me decía siguiendo con su manoseo.

Yo seguía sin reaccionar, seguía dejándole que me manoseara, mientras sujetaba la revista con mis manos e iba mirando nerviosamente su interior.

Tranquilo me decía el quiosquero mientras me iba metiendo mano. Mira como estás, me decía. Tu tranquilo que yo sé que te gusta lo que te hago.

Como seguía sin decir nada y le dejaba hacer, el quiosquero empezó a aflojarme el cinturón para luego seguir desabotonándome el pantalón. Una vez pudo bajarme el pantalón, tiró de él para abajo y metiendo su mano por mi slip, se apoderó de mi polla.

¡Ufff! Mira como estás, la tienes bien durita ¡Eh cabrón!

Empezó a menearme la polla suavemente, mientras me bajaba un poco el slip, liberando mi polla y pelotas. Mientras con su mano me iba descapullando la polla, con la otra bajaba el slip, hasta dejarlo a la altura de las rodillas. Llevó luego esa mano a mi culito, y mientras lo acariciaba, me decía ¡ufff que bueno estás, cabrón!

Yo nervioso y excitadísimo, no sabía que hacer, miraba la revista, y de reojo miraba lo que me iba haciendo el quiosquero.

Cuando me di cuenta, ya me tenía el pantalón y slip por debajo de las rodillas, y el muy cabrón no paraba de sobarme y meterme mano por todas partes. Aquello que me estaba haciendo me gustaba, así que dejé que siguiera.

Cuando volví a mirar de reojo lo que hacía, ya le vi la polla de fuera al quiosquero. Se había liberado su polla que era larga y estaba tiesa a mas no poder. No era una polla de esas enormes ni gruesas, pero si algo mas larga de la media, y se podía ver que se curvaba un poco, eso seguramente era por la excitación y lo duro que la tenía.

Mira, me dijo. Cógela con la mano ya verás que caliente y dura está. Llevó mi mano a su verga, y una vez la sujeté con mi mano, me dijo, descapúllala, y métela en la boca ya verás que rica sabe.

Yo empecé a descapullarle a la vez que se la acariciaba dando suaves meneos, mientras él jadeaba y me decía, anda, agáchate y chúpala un poco ya verás que rica sabe, ya verás como te va a gustar. Anda que lo estás deseando, me decía al verme dudar.

Me fui agachando, y acercando mi cara a su polla, abrí la boca y empecé a chuparle la polla al quiosquero.

¡Ohhh! Suspiró el quiosquero cuando le empecé a chupar la polla, ¡ooohhh que gusto! Jadeaba entre gemidos. Ves como te gusta, ya sabía yo que te gustaba la polla y sabía que te iba a gustar chuparla.

Así, así, abre bien la boquita y cómetela toda, me decía agarrándome por la cabeza mientras me follaba la boca con su pene.

En varias ocasiones me hizo atragantar, haciéndome abrirme la boca dando arcadas. Los ojos me lloraban y la bilis me salía por la comisura de los labios e incluso la nariz.

Abre bien la boca maricón, que sé que te gusta, me gritaba, anda abre bien que luego te la voy a meter en el culo, como los de la revista, ya verás como te va a gustar perrita, anda que se que lo estás deseando.

Te voy a romper ese culito que tienes, ya verás como vas a gozar perrita, que eres toda una perrita, me decía sin dejarme de follar la boca.

Yo ya no podía más, estaba cansado de estar agachado en cuclillas, sudaba por todas partes y apenas me podía revolver en aquel estrecho lugar.

Cuando el quiosquero se cansó de follarme la boca, sacándome la polla de ella, dejó que me levantara, diciéndome, ahora vamos a romperte este culito, ya verás como te va a gustar, ya verás cómo gozas con mi polla dentro de tu culito perrita.

Me hizo girar dándole la espalda, me colocó las manos sobre el pequeño estante que hacía de mostrador, tiró de mi cintura haciendo que me curvara un poco, quedándole mi culo, a su entera disposición.

Así perrita, quédate así, que ahora viene lo mejor, ya verás como te va a gustar y vas a disfrutar con mi polla dentro de tu culito.

Acercó su polla a la entrada a mi ano, pasó su mano impregnada en saliva, presionó con su dedo mi esfínter un poco, viendo que estaba bien cerrado. Anda relájate y deja que se abra el culo, me decía volviendo a presionar con el dedo. Ahora si había entrado haciéndome dar un pequeño respingo cuando su dedo entro en mi culo.

Así maricón, así, relájate y déjame darte por el culo, ya verás como te va a gustar. Anda relájate y deja que te folle, que se que lo estás deseando. Te mueres de ganas por que te de por el culo, perrita, te encanta la polla maricón.

Sacó su dedo de mi culito, colocó la punta de su polla en la entrada a mi ano, me sujetó con sus manos por las caderas, y a la vez que tiraba de ellas hacia él, impulsaba su pelvis, metiéndome la polla en el culo.

¡Ohhh! Grité al notar como su polla traspasaba mi esfínter, ¡ooohhh! ¡ohhh! Volví a gritar al entrarme toda la polla. El cabrón del quiosquero me había enterrado toda la pija en 2 estocadas. Notaba sus pelotas pegadas en la entrada a mi ano, y su pelo púbico, rozando mi culito.

Se quedó parado unos instantes, mientras me sujetaba fuertemente por las caderas, tirando hacia él. Ya maricón, ya te la he metido toda, menudo culito tragón que tienes, estás echa toda una perrita, te he ensartado por completo la polla y te la has tragado toda sin protestar.

El muy cabrón del quiosquero me tenía ensartado en su polla y me sujetaba fuertemente por las caderas, debía tener miedo de que me escapara, pero aquello era imposible, me tenía bien empalado en su caliente estaca. Me fue subiendo la camiseta junto a la cazadora que llevaba puesta, hasta los hombros, luego fue a mis pezones empezando a pellizcarlos y retorcerlos, mientras empezaba a culearme suavemente.

Te gusta perrita, te gusta como tu macho te da por el culo, ¡eh! Me decía mientras metía y sacaba su polla en mi culito.

Mientras el quiosquero me daba por el culo, yo caliente y excitado, echaba mi culo hacia atrás, notando como su pelvis pegaba en mi culo al entrar su polla en mí. Aquello me estaba encantando, tenía la polla dura y tiesa a más no poder, y notar como la polla del quiosquero me taladraba el culo, me hacía jadear y gemir como una perrita en celo, ¡ohhh! ¡ooohhh! ¡ohhh! Gemía mientras me daba por el culo.

De vez en cuando se escuchaba pasar algún coche, los ladridos de algún perro, y el plof plof plof, de la pelvis del quiosquero, golpear mi culo cada vez que me ensartaba su polla.

Te gusta perrita, te gusta como te folla tu macho, ¡eh!

Claro que te gusta perrita, ya sabía yo que te iba a gustar, me decía sin dejar de follarme. Metía y sacaba su polla de mi culo, cada vez a mayor velocidad. Ya sudábamos los 2 como si aquello fuera una sauna. Mi polla ya empezaba a gotear semen y a bambolearse en todas las direcciones. El roce que su polla le daba a mi próstata me estaba haciendo delirar de gusto, y no tardaría mucho en correrme.

Pero el que se empezó a correr, fue el quiosquero, que, clavándome los dedos en las caderas, y dando unas fuertes envestidas, empezó a chillar que se corría, ¡ohhh perrita! Me corro, me corro, me corro, gritaba. ¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto!

Dios, me había levantado los pies del suelo y clavado la polla bien profunda. Había notado como se hinchaba el glande de su polla en mi interior, y empezaba a soltar trallazos de esperma, regando mis entrañas. El muy cabrón del quiosquero me había dejado bien preñado el culo con su semen.

El quiosquero apoyado su cabeza sobre mi espalda, se iba reponiendo mientras me besaba y lamía la espalda y me decía, ¡ohhh que bueno! ¡ohhh que bueno! Que culito tan rico tienes y que bueno ha estado perrita. Ya te he dejado bien preñado, ya sabía yo que te iba a gustar, maricón, ves cómo has disfrutado, me decía llevando su mano a mi polla y viendo cómo estaba goteando semen sin parar. Mira como derrama la lechita tu polla, te ha gustado, ¿eh?

Te ha gustado cómo te ha follado tu macho, ¿eh perrita?

No hizo más que tocarme la polla y darle 2 meneos, haciéndome que explotara derramando mi semen en su mano.

¡Ohhh! ¡ooohhh! Gritaba empezando a eyacular sobre su mano.

Así perrita, así, córrete, decía el quiosquero meneándome la polla mientras eyaculaba sobre su mano. Aún me tenía ensartada la polla en el culo cuando yo terminé de correrme sobre su mano.

Nada más terminar de eyacular, pasó su mano con mi esperma por mi vientre y barriga, luego sacó su polla de mi culo, la cual aún estaba tiesa, agarró unos trapos, y nos limpiamos con ellos.

¿Te ha gustado? Me preguntó.

Sí le contesté.

Claro que me había gustado, de hecho, aún me temblaban las piernas, y cada vez que el quiosquero me tocaba la picha, me hacía dar al culo para atrás y soltar un gemido. Tenía la polla super sensible, y ganas de que siguieran dándome por el culo.

Me subí el slip y pantalón, y una vez ambos estuvimos listos, le pagué el paquete de tabaco y aquella revista que me había gustado, me dijo que esperara por él que ya se iba, y nos fuimos los 2 juntos.

Mientras íbamos caminando, me dijo si quería repetir, yo me encogí de hombros diciéndole que bueno; estaba caliente a más no poder y tenía ganas de que me siguieran dando por el culo; entonces vamos a mi casa, ¿Qué te parece?

Me volví a encoger de hombros, y le contesté que bueno.

Pero esto lo contaré en otro relato.

Continúa la serie