Capítulo 1

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Vampiros I

Sonia y Philip, fotógrafos y periodistas de profesión, habían sido elegidos como los reporteros que irían al tan conocido «Bosque Rojo» para hacer un reportaje sobre la verdad que allí se escondía.

Durante muchos años corrían los rumores de la existencia de un viejo clan de vampiros que se ocultaba entre aquella multitud de altos árboles.

Cabras, vacas, zorros y muchos otros animales se encontraban con frecuencia muertos cerca del lugar con una curiosa herida en el cuello, constante en todos ellos.

Incluso se llegó a hablar de gente desaparecida que corrieron la misma suerte.

Después de un largo viaje en avión y autobús, nuestros protagonistas llegaron a Stelhill, un pequeño pueblecito ubicado a un par de kilómetros del bosque.

Se hospedaron en una pequeña fonda donde fueron muy bien atendidos.

-Mañana hemos quedado a las diez en casa del herrero. Nos explicarán la ruta que seguiremos y el grupo de cazadores que nos acompañará –dijo Philip mientras se sacaba los zapatos.

Sonia asintió con la cabeza y abrió las cortinas de la pequeña habitación doble donde pasarían la noche. Era un apartamento muy acogedor, con bonitos elementos decorativos y con una preciosa vista de las montañas.

-Voy a darme una ducha –dijo Sonia mientras sacaba unas bragas rosa de la bolsa -. Si me llama alguien al móvil coge el recado.

-Ok, preciosa. Puedo ducharme contigo? Je, je! –dijo bromeando el chico mientras ella le hacía una mueca.

Al cabo de un largo cuarto de hora Sonia salió del baño, tapada únicamente con la toalla. Philip, que estaba limpiando las lentes de las cámaras la miró atentamente, con algo de excitación.

-Mmm…, que piernas tiene! –pensó sin dejar de mirarla.

La chica se sentó en la cama con la bolsa de viaje, buscando en el interior algo cómodo para ponerse antes de bajar a cenar. Philip, que se había excitado bastante de verla sólo con la toalla, se acercó a la cama y se sentó a su lado.

-Joder Sonia, te han dicho nunca que tienes unas piernas preciosas? –dijo acercándose más a ella.

-Si, tu. Siempre que me ves con minifalda me lo dices, pesado! –contestó.

-Oye, por qué no jugamos un ratito? –continuó Philip mientras le acariciaba suavemente una pierna intentando calmar su excitación.

-No, va, para ya, pulpo! –dijo ella apartándole la mano de encima.

-Por que…? –dijo en tono mimoso.

-Pues…, porque me vas a poner cachonda y…

-Y que? –dijo. Y volvió a acariciarle un muslo, esta vez con más insistencia.

El chico siguió así, acariciándole las piernas, y viendo que ella cada vez ofrecía menos resistencia fue subiendo la mano por el interior de su muslo. La chica dejó que le separara un poco las piernas, hasta que notó la mano de Philip contactando con sus bragas rosa y hundiéndolas entre sus labios vaginales.

-Mmm…, Sonia, estás como para comerte! –dijo mientras seguía acariciándole el sexo con los dedos, por encima de las bragas.

Ella echó la cabeza para atrás suspirando, momento que aprovechó él para besarle el cuello. Poco después le sacó la toalla, quedando únicamente con las bragas. Philip, admirado por tanta belleza, la tumbó sobre la cama y empezó a acariciarle los pechos, que cada vez se endurecían más.

-Tengo frío! –dijo la chica entre suspiros -.

-Tranquila, que yo te calentaré. Ya verás que rápido entras en calor.

Philip se abalanzó sobre ella y empezó a chuparle un pezón a la vez que volvía a acariciarle el sexo.

Esto provocó un inmenso placer en ella, que, muy excitada, empezó a gemir.

Al poco rato, y notando que ya estaba mojada, le cerró las piernas para sacarle las bragas, dejándole la vagina, húmeda y con los labios enrojecidos por los roces, al aire.

Entonces, con un hábil y rápido movimiento, tiró de ella por las piernas hasta llevarla al borde la cama, colocó la cabeza entre sus piernas y empezó a chuparle el sexo como un loco, dándole rápidos lengüetazos sobre el clítoris, que hacía bailar de un lado para otro.

-Ooouh! Philip! Me vas a matar de placer –decía entre gemidos y retorciéndose sobre la cama.

-Mmm! Me encanta el olor de tu vagina excitada! –exclamó él sin dejar de chuparla.

La excitación en los dos chicos era enorme.

Sonia, a punto del orgasmo, suspiraba y gemía sin parar.

Pocos segundos más tarde, notando Philip la fuerte erección que tenía y que ya le molestaba en los pantalones, se levantó y no tardó ni dos segundos en bajarse pantalón y slip, dejando salir libre un pene duro y erecto que osciló en el aire.

Sonia se incorporó un poco, esperando la próxima acción de su compañero.

Éste, le dijo que volviera a tumbarse, se acercó de nuevo a ella y, poniéndose entre sus piernas, le separó los labios vaginales con el glande y la penetró.

Sonia se agarró con fuerza a las sábanas y soltó un largo gemido notando como le iba entrando cada centímetro de aquella polla, dura y caliente.

Él, que estaba como una moto, empezó una serie de rápidas embestidas adentro y afuera, buscando ya el punto máximo de placer.

-Ooouf! Siii! Sonia, que chochito tienes!! –decía de forma entrecortada y suspirando sin dejar de penetrarla.

-Uuumh!Aamh! –gemía ella arqueando el cuerpo mientras el orgasmo la recorría como una descarga eléctrica.

El chico, aún más excitado al ver las caras de placer de su amiga, aceleró aún más el ritmo, hasta que, gimiendo con fuerza y con los dientes apretados, la penetró hasta el fondo y empezó a correrse. Sonia dio dos gritos entrecortados de placer, notando el chorro caliente de semen en su interior.

Finalmente, el chico se tumbó a su lado, con la respiración rápida y con el pene flácido sobre un muslo, mojado y con la punta aún empapada de semen. Sonia, también cansada, pero satisfecha, giró la cabeza y miró la ventana.

Entonces dio un salto de la cama y gritó mientras se tapaba con la sábana.

-Que pasa!? –exclamó el chico, que se había asustado por el grito de ella.

-La…, la ventana! –dijo casi sin aliento y señalando con el dedo.

Philip se acercó a la ventana, que estaba cerrada, pero con la cortina sin correr.

No había nada extraño, pero lo que era cierto, al menos para ella, fue que su mirada se había cruzado con la de un rostro que estaba justo al otro lado del cristal.

Continuará…

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