Resultaba ser que Mario se puso en una de sus tardes de masturbación, tan solo para disfrutar y deslecharse hasta el cansancio.
En uno de los tantos videos que veía en la plataforma del roedor, encontró uno en específico que le hizo estallar de excitación; uno tan específico que el cuerpo regordete de ambos cogiendo le hizo terminar a chorros después de estar más de una hora jalandosela.
Siempre al terminar, sentía una sensación de que algo le faltaba. Por supuesto él no era virgen, a sus 19 años ya había tenido acción con chicos y chicas por igual, la preparatoria fue una etapa movida para él, siempre con protección y responsabilidad.
Al recordar tal video que le hizo acabar delicioso, comenzó a recordar sus años hormonales en los que veía a sus compañeras de estudio en la preparatoria. A 10 años de aquellos recuerdos, se dispuso a buscar a una en particular que conoció de otra clase, y con la que mantuvo una buena amistad, hasta que se distanciaron al graduarse.
Curiosamente, a pesar de que a Mario le excitaba muchísimo verla y fantasear con ella, nunca hizo por hacérselo saber, más bien por el hecho de que no quería perder esa auténtica amistad que hizo con ella.
A pesar de eso, pasaron los años y no se volvieron a contactar, hasta apenas hoy, el día en que decidió buscar su perfil en alguna red social, el cual terminó encontrando.
Para su sorpresa estaba soltera igual que él. Las intenciones de Mario eran mixtas; si bien el calor del momento le decía actuar de manera compulsiva e ir por las de coger con ella, sus recuerdos le llenaban la cabeza de querer retomar su amistad.
—Fabiola, que tal? Soy Mario, de la prepa, te acuerdas?
Mario envío el mensaje al buzón de su conocida, esperando a lo largo de la tarde una respuesta. No fue hasta por la noche que ella respondió gustosa.
—Hola Mario! Claro que me acuerdo, como has estado?
—Pues bien bien, la verdad no me quejo de estos años que han pasado
Varios mensajes retomando las vidas uno del otro y contándose cosas, que se hizo la media noche y ellos aún platicando.
—Crees que nos podamos volver a ver? Me gustaría pasar más rato contigo
Mario esperó la respuesta de Fabiola, la cual tardo unos cuantos minutos, titubeante de la respuesta que le daría.
Después de todos estos años, se habían creado y crecido inseguridades en ella, que quería ocultar de Mario.
—Claro, igual puedes venir a mi depa si gustas
Sabía que se iba a arrepentir de ser tan directa y abierta, pero, después de todo ambos eran adultos y sería bonito para ambos volver a verse en un entorno acogedor y familiar.
—Te mando mi ubicación, tengo libre en dos días, nada más avísame cuando llegues
Mario ni se lo podía creer, pero de igual manera respondió rápido y conciso, haciéndole saber a Fabiola lo contento que estaba por volver a verla.
Dejaron de textear, pero Mario seguía curioso de ver fotos de ella actuales, que en realidad no habia nada, solo un par de fotos que databan de 4 años atrás, en la graduación de la universidad de Fabiola. Tenía un aspecto similar como en la prepa, quizas un poquito más rellena, que apenas se notaba en sus caderas.
Dejó de indagar y solo esperó paciente a la fecha de encuentro; el par de días volaron, seguían mensajeando y compartiendo memes de vez en cuando.
—Fabi, a qué hora llego contigo?
Mandó un mensaje el día de reunión, temprano por la mañana. No fue hasta un par de horas después casi a medio día que recibió respuesta de la joven.
—Está bien a las 4 o 5, a esas horas ya estaré en casa, no te preocupes
—Va! Nos vemos más tarde
Se despidieron, volviendo Mario a sus deberes antes de salir de casa. Justamente fue en una semana en la que él se encontraba de vacaciones, y no le afectaba a los tiempos de su empleo.
Eran las 4 de la tarde, estando casi fuera del domicilio, mandó un mensaje a Fabiola avisando de su llegada.
Ella simplemente lo vio, y abrió la puerta principal de su departamento que se encontraba al pie de las torres en el condominio, estando en la parte de afuera de estás, teniendo un acceso rápido, sin necesidad de identificarse con el portero de las torres al llegar una persona nueva.
Al verse nuevamente, Mario no creía lo que sus ojos veían. Era Fabiola, sí, arreglada como de costumbre se arreglaba en la preparatoria, pero con algo notoriamente distinto… Había subido de peso, lo suficiente para que el recuerdo de Mario sobre Fabiola, se viera extrañado ahora frente a frente.
De igual manera, la expresión de Fabiola era la misma, de ver a un muchacho enclenque y medio ñoño, miró a un bien formado, robusto y algo choncho Mario, recibiendose de grata manera, con un abrazo y un beso de mejillas.
Fabiola le dejó entrar en su apartamento, poniéndose cómodos y al día con todo.
Lo primero fue sus respectivos cambios físicos; de una u otra manera, eso les llamaba la atención del otro aunque no debiera ser así.
Un rato más pasó entre las pláticas y café, que decidieron encender la televisión, mirando unas películas y platicando de igual forma, como si el ambiente fuera una mera excusa para que no haya silencio en el ambiente.
Fabiola había preparado unos sandwiches en forma de triángulo de jamón de pierna, queso y diferentes verduras. Por la hora que era al recibirlo, pensó en eso como un aperitivo o una comida sencilla mientras pasaban el rato.
Y el momento llegó, Mario se encontraba pensativo y titubeante mientras más charlaba con su vieja amiga; pensaba en lo que sentía por ella de más chicos, no románticamente, sino la atracción física que tenía por ella. Se puso aún más titubeante al ver cuánta atención mostraban sus ojos y su mente a su actual figura. Curiosamente le gustaba y le apetecía más que a cuando ambos eran adolescentes.
Casi como si se estuvieran leyendo las mentes, ella también le echaba el ojo de vez en cuando, más discretamente que el propio Mario con ella, eso sí.
—Fabi, te quería decir una cosa…
—…dime Mario, qué pasa?
—Es algo que quizás debí decírtelo antes, o quizás no, después de todo la vida nos trajo aquí de nuevo
Fabiola asintió curiosa, escuchando la voz de Mario qué se tartamudeaba de poco en poco.
—En su tiempo me atraias bastante, físicamente hablando
Hubo un silencio seguido de un par de miradas de sorpresa y vergüenza.
—Con esto también pues, eh… Espero no ser grosero o sobrepasar un límite. Volverte a ver hoy, conocernos de nuevo si se puede decir… Reanimó ese gusto que tenía escondido desde hace años por ti. Me atrevo a decir que incluso más…
Fabiola se quedó callada de la pena, en sus pensamientos ella esperaba un asombroso rechazo o incomodidad de parte de Mario por su nueva apariencia, pero resultó ser todo lo contrario, dándole valentía de responder.
—Mario, siempre noté ese comportamiento hacia mi de tu parte, más nunca dije nada porque tú también me atraes… Atraías
Cambio de inmediato la palabra, cerrando los ojos de pena y desviando un poco el rostro.
Había una clara tensión en el aire, ambos se querían como dos buenos amigos, pero deseaban sus cuerpos como no tenían idea.
Mario se puso de pie y camino hasta donde ella para sentarse a su lado en el sofá, quedando sus muslos y caderas juntos, sintiendo el tacto y calor de sus cuerpos.
Se dieron un par de miradas, un par de movimientos con la cabeza, como si pudieran comunicarse sin necesidad de palabras, y acercaron sus labios el uno al otro, dándose un apasionado y húmedo beso. El vaivén de sus lenguas y el sonido de sus respiraciones entre mezcladas con la saliva que sonaba, les hacían excitar más.
El juego de manos comenzó, se estaban toqueteando y manoseando por donde sus extremidades alcanzarán en sus rechonchos cuerpos, deshaciéndose con calma del orden en sus prendas, quedando ella con solo su sostén negro y el sin su playera, la cual quedó sobre la mesita de centro a sus costados.
Fabiola acarició el pecho firme pero suave de Mario, al igual que su barriga, la cual sí estaba más abultada, sintiendo sus vellitos y pezones en un tacto suave y delicado, el cual hacía reaccionar la piel de Mario, erizandose de lo suaves que eran sus palmas.
Sin pedir permiso, pero sin mostrar una restricción, Mario soltó el seguro de su sostén, haciendo que las tetas de Fabiola cayeran un par de centímetros; sus pezones duros también fueron manoseados y saboreados por él, haciendo escapar jadeos constantes de ella.
Su mano escurridiza se deslizó por los jeans de Mario, agarrando su firme y abultada verga, buscando desesperadamente sacarla y comenzar a jalarsela. Ya no les importaba nada, fueron más rápidos está vez al desnudarse, soltando risitas y jadeos hasta quedar completamente desnudos, sus cuerpos regordetes encontrándose y sintiendo el calor mutuo. Casi a la par Fabiola tomó la erección de Mario, cubriéndola con su mano de por sí chica. Si bien él no tenía un tamaño espectacular o que diera miedo, a ella no le importaba, estaba tan caliente que deseaba comérselo y que el se la comiera.
Igualmente Mario deslizó su mano y le dio un par de dedos que entraron fácilmente, estaba mojadisima, al grado de dejar una pequeña mancha en su sofá y un hilillo de sus jugos entre la mano y su vientre y vulva.
—Cogeme.
Mario escuchó cerca de su oído, a lo que se detuvo un momento; jamás lo había hecho a pelo con nadie
—Fabi, no traje condones, no esperaba eso
—Mario, cogeme, ya veremos después qué
Un par de segundos bastaron, Mario dejó su preocupación de lado, por un embarazo o algo peor, confiando en ella, igualmente un poco cegado por la calentura.
Con una seña, le indicó a Fabiola que se girase quedando espaldas a él, teniéndose de perrito y entrando su virilidad de manera casi inmediata. El calor de su cavidad vaginal y la sensación de aprision que sentían, los tenía cogiendo de manera frenética, jadeando, gimiendo y esbozando palabras de satisfacción mientras de fondo se escuchaban los diálogos de la película que habían puesto, la cual ignoraron rotundamente.
—Así te quería tener, como mi perra
—Ay si, cógeme Mario, cógeme
Sus pieles se pegaban y desprendían, soltando un aroma a sudor y fluidos íntimos poco a poco en la sala. Sus cuerpos hacían un sonoro aplauso con cada embestida que le propinaba Mario a Fabiola. Deteniéndose solo unos segundos, Mario tomó asiento, subiendo encima a la voluptuosa mujer, teniendo sus tetas rebotando enfrente de sus narices, brincando y sometiendo la verga del joven, ahora ella tomando el ritmo de su apareamiento.
Ni quince minutos pasaron cuando Mario ya sentía su descarga venir, intentando detener el frenesí de Fabiola. Ella entendió sus señales y dejó que se corriera fuera, llegando a embarrar un poco sus labios y clítoris, lo demás saliendo disparado directo a sus vientres y barriga.
Entre jadeos se dieron una sonrisa y ella nuevamente introdujo su erección dentro de ella, resultando en un jadeo ahogado de sorpresa para ambos; la sensación era distinta, ahora era más pegajoso y resbaloso, lo cual hizo encender en lujuria a ambos nuevamente.
—Mario, dejamelos adentro ahora
—Ay Fabi…
A sus peticiones solo le quedaba ceder y cogerse a su gorda de fuego como nunca lo habría hecho. Ambos se deseaban que no pensaban en las consecuencias que podrían tener.
Nuevamente cambiaron de posición, quizás un poco más incómoda que las anteriores, pero que prontamente se adaptaron. Mario podía ver de frente como entraba y salía su verga de su coño, dejando hilillos de sus líquidos y comenzando a verse blanquecino y espumoso de la fricción generada. La posición de misionero era la favorita de Mario, y Fabiola lo pudo descubrir, pues se movía como experto en un baile de caderas y sexos que se encontraban, se metían y se salían, hasta empujar la entrada de su útero. Ella se encontraba extasiada entre gemidos, sin poder articular palabras apropiadamente y con los ojos casi en blanco de lo intenso que Mario se la estaba cogiendo. No eran embestidas de fuerza, era un auténtico oleaje que hacían sentir una estimulación enorme en ella, con el golpeteo de su vientre con su clítoris, y las estocadas que sus buenos 12 centímetros anchos le daban a la pobre regordeta. Ambos necesitados de sexo, se estaban dando la cogida de su vida.
Los minutos transcurrían entre jadeos y gemidos, que la voz de Mario comenzó a quebrarse, rompiendo en una serie de gemidos que le tomaron por sorpresa a Fabiola, pero que de inmediato entendió, aferrando sus anchas piernas a la espalda de Mario, haciendo que estuvieran juntos al momento del bombeo vaginal.