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La visita

La visita

Había planeado para ésta noche una sorpresa y ésta se cumpliría.

Después de una cena en un restaurante japonés de la ciudad nos tomamos algunas copas.

Excitados por la conversación que llevábamos nos fuimos a casa. Por el camino comencé a besarla con cualquier pretexto rozando levemente sus pezones que estaban duros y sonrosados por lo que se imaginaba por la transparencia de la blusa.

Llegamos a casa, nos fuimos a la habitación en un largo peregrinar por el pasillo de la vivienda entre toqueteos, besos y demás.

Desnuda como yo comenzamos a follar excitados por los momentos previos en el pasillo de la casa. Ahora mi pene entraba, ahora salía, su excitación era tal que se corrió rápidamente.

Ella seguía inmóvil agotada pero esperando que siguiera sobándola, que la siguiera follando que la siguiera pervirtiendo con mis fantasías así es que era el momento de que alguien me echara una mano.

Cerrados sus ojos por mis besos no se percató de los movimientos que estaba haciendo.

Llamaba a Jaime, un vecino al que le había puesto sobre aviso de lo que podría ocurrir esa noche.

Yo le había facilitado un juego de llaves para que entrara en casa cuando recibiera mi mensaje, mientras esperaba su entrada prepare una botella de cava que lleve a la habitación y empezamos a beber con gusto.

Así lo hizo, al poco rato oí como se abría la puerta de nuestra habitación y entraba ya desnudo arrastrándose para que ella no se diera cuenta.

Durante ese espacio había estado bebiéndome las burbujas de cava de su coño, acariciándola y besando su hermoso culo. Era en esa posición cuando Jaime se incorporó a la cama aprovechando que yo me movía exageradamente para que ella no se diera cuenta.

Desnudo como estaba, con su polla engordada por la excitación, empezó a acariciarla.

Mis manos ya estaban fuera de ella, como mi cuerpo que descansaba sentado al borde de la cama contemplando la escena.

Él siguió lamiéndole el culo penetrando su lengua por el ano, su cuerpo se empezó a tensar más y más, el acariciaba su cuerpo.

De pronto Ana se quiso dar la vuelta pero no la dejó.

Ella se había dado cuenta de que quien la acariciaba no podía ser yo, sus manos la forma de sobarla no era la misma.

¡Quieta!, le dije, déjate llevar, hoy vamos a disfrutar de lo lindo con tu cuerpo, ahora vas a satisfacer mis fantasías. Siguió forcejeando pero nada podía hacer con el cuerpo de Jaime encima.

Entonces se dejo llevar, Jaime la puso boca arriba, ahora ella lo miraba a él de arriba abajo, escudriñaba cada centímetro de su cuerpo mientras él se acercaba a ella le volvió a mojar con el cava su hermoso coño, sus pechos y hasta su boca que abierta tragaba el cava.

Ahora le tocaba a él comerse su chocho, y así lo hizo, aparto los pelos y seguí comiendo con avidez la fruta prohibida.

Entonces yo me abalancé sobre su espalda y empecé a acariciarle el cuello a salivar todo su cuerpo mientras el maltrataba su sexo con sus manos introduciéndolas dentro, ella no paraba de gritar enloquecida por el placer, así que debió decir acallarla, fue entonces cuando Jaime cambió su postura cogió a mi mujer y la colocó entre sus piernas metiéndole su polla en la boca y con las manos obligándola a seguir el ritmo que él marcaba, de repente lanzó un alarido de placer y su semen rebosó de la boca de mi mujer, en ese momento aproveche para sodomizarla, levante su pierna y zassssssssss le fui penetrando poco a poco entre alarido de placer y de dolor.

Seguíamos sobándola, pellizcando sus pezones hasta que me corrí en su culo y Jaime se corrió de nuevo en su boca gracias a la maravillosa mamada que le hacía la zorra de mi mujer.

Nos quedamos unos instantes en la cama, entonces tapamos los ojos a mi mujer, ya exhausta y la dirigimos a la ducha dónde la bañamos entre caricias, sobeteos, entonces la sacamos de nuevo de la ducha y la arrodillamos para que volviera a chuparme la polla, me mamaba los huevos me chupaba el capullo, y entonces Jaime la levantó la puso de pie tumbo su cuerpo hacia delante y la penetró por detrás, era lujurioso ver la cara de placer que mostraba, sudorosa, seguía chillando de éxtasis y seguro algo de dolor cuando yo volvía a correrme en su boca a la vez que Jaime hacía lo propio en el culo de mi mujer.

Quedo tirada en el suelo exhausta, esperando que la lleváramos al dormitorio para descansar pero todavía no sabíamos si seguir o dejarla a su suerte.

Mi imaginación no daba para más estaba cansado por lo nos despedimos de Jaime y caímos rendidos en la cama sudorosos a pesar de la ducha.

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