Esta historia es de mi imaginación cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

En medio del bullicio de la fiesta, Felipe (28 años) se encontraba rodeado de amigos, riendo y bebiendo, cuando de repente su mirada se posó en una figura que le resultó familiar. Entre la multitud, una mujer destacaba con su presencia magnética. Se acercó, intrigado, y al llegar a su altura, su corazón dio un vuelco. Era Alex, su amiga de la infancia, a quien no veía desde hacía años. Pero algo era diferente. Alex (23 Años) ya no era el chico que recordaba; ahora era una mujer deslumbrante, con un ajustado vestido negro que se ceñía a sus curvas como una segunda piel. El escote pronunciado dejaba ver parte de sus pechos firmes, y los tacones altos alargaban sus piernas tonificadas, dándole un aire de elegancia y sensualidad. Su cabello corto y despeinado le confería un toque rebelde y seductor que Felipe no pudo ignorar.

—¿Alex? —preguntó, incrédulo, mientras se acercaba más.

Ella se giró, y sus ojos se encontraron. La sorpresa fue mutua. Alex sonrió, una sonrisa que Felipe recordaba bien, pero ahora cargada de una nueva intensidad.

—¡Felipe! ¿Eres tú? —exclamó, su voz llena de asombro y alegría.

Se abrazaron, riendo como si los años no hubieran pasado. Pero en ese abrazo, Felipe sintió algo más. La proximidad de Alex, su aroma, la suavidad de su piel bajo el vestido, despertaron en él una atracción que nunca antes había reconocido. Alex también lo notó, su sonrisa se volvió pícara, y sus ojos brillaron con una chispa de complicidad.

—No puedo creer que seas tú —dijo Felipe, aún sosteniéndola entre sus brazos—. ¿Desde cuándo…?

—Desde siempre, Felipe —respondió Alex, su voz baja y seductora—. Solo que ahora lo ves.

La conversación fluyó con naturalidad, recordando viejos tiempos, riendo de anécdotas pasadas. Pero bajo la superficie, la tensión sexual era palpable. Felipe no podía evitar mirar el cuerpo de Alex, deseando tocarla, sentirla cerca. Ella, por su parte, lo observaba con una intensidad que lo hacía sentir desnudo bajo su mirada.

Al salir de la fiesta, decidieron caminar juntos. La noche era cálida, y el aire parecía cargado de electricidad. Caminaron en silencio durante un rato, hasta que Alex rompió el hielo.

—¿Recuerdas cuando jugábamos a ser héroes y villanos en el parque? —preguntó, su voz teñida de nostalgia.

—Cómo olvidarlo —respondió Felipe, sonriendo—. Siempre ganabas tú.

—Porque eras un mal perdedor —bromeó Alex, y ambos rieron.

Pero la risa se desvaneció rápidamente, reemplazada por una mirada profunda y cargada de significado. Felipe se detuvo, y Alex hizo lo mismo, girándose para mirarlo directamente.

—Alex… —empezó Felipe, su voz ronca de deseo—. No puedo dejar de mirarte.

Ella se acercó, su aliento cálido en su oído, y susurró: —Siempre supe que éramos más que amigos, Felipe.

No hizo falta más. Felipe la tomó por la cintura, sintiendo la suavidad de su piel a través del vestido, y la atrajo hacia él. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, lleno de deseo contenido durante años. El beso fue voraz, sus lenguas se entrelazaron con urgencia, como si estuvieran compensando el tiempo perdido.

Alex se separó ligeramente, mirándolo con intensidad. Sus manos fueron a los botones de su vestido, desabrochándolos con lentitud, como si estuviera desvelando un secreto. El vestido cayó al suelo, revelando un conjunto de lencería negra que realzaba aún más su figura. El sostén apenas contenía sus pechos, y la tanga se perdía entre sus nalgas redondas, dejando poco a la imaginación.

Felipe la observó con hambre, su polla ya dura y palpitante en sus pantalones. Alex se acercó de nuevo, sus manos fueron a los botones de los pantalones de Felipe, liberando su polla erecta. La tomó con una mano, acariciándola lentamente mientras lo miraba a los ojos.

—Te he deseado desde que éramos niños, Felipe —dijo con voz ronca.

Comenzó a masturbarlo con firmeza, sintiendo cómo su polla latía en su mano. Felipe cerró los ojos, disfrutando de la sensación, pero la necesidad de tocarla, de sentirla, era abrumadora. La tomó de la mano y la guió hacia la cama, recostándola suavemente.

Se inclinó sobre ella, besando su cuello, sus pechos, su vientre, hasta llegar a su tanga. La quitó con cuidado, revelando su coño húmedo y depilado. Se arrodilló entre sus piernas y comenzó a lamerla con devoción, saboreando su esencia mientras Alex gimia de placer. Sus dedos se enterraron en el cabello de Felipe, su cuerpo se arqueó, y su voz se quebró en susurros de éxtasis.

—Fóllame, Felipe —suplicó Alex, y él no necesitó más invitación.

Se colocó sobre ella, su polla alineada con su entrada, y la penetró de una estocada, llenando su coño apretado. Alex gimió fuerte, abrazándolo con fuerza mientras Felipe comenzaba a moverse, entrando y saliendo de ella con ritmo constante. La habitación se llenó con el sonido de sus gemidos y el chasquido de sus cuerpos uniéndose.

La follada se intensificó. Felipe la tomó por las caderas, aumentando la velocidad y la profundidad de sus embestidas. Alex lo recibió con entusiasmo, moviendo sus caderas al encuentro de cada empujón, sus pechos botando con cada movimiento.

—Más fuerte, Felipe —gritó, y él obedeció, embistiéndola con fuerza, sintiendo cómo su polla golpeaba contra su útero.

De repente, la puerta de la habitación se abrió, y Miguel, el amigo que los había presentado en la fiesta, apareció en el umbral. Los observó con una sonrisa pícara, y Alex lo vio, pero en lugar de detenerse, lo invitó a unirse.

—Miguel, ¿quieres unirte a la fiesta? —preguntó con una sonrisa seductora.

Miguel entró, desvistiéndose rápidamente, y se unió a la escena. Besó a Alex mientras Felipe la seguía follando, creando un trío improvisado y ardiente. Miguel se colocó detrás de Felipe, y sin previo aviso, lo penetró con un consolador que había traído, sorprendiendo a Felipe pero excitándolo aún más.

Ahora, Felipe estaba siendo follado mientras él mismo follaba a Alex, creando una danza de placer y deseo. Alex, sintiendo que se acercaba al orgasmo, gritó: —¡Me voy a correr, Felipe!

Felipe aumentó el ritmo, embistiéndola con todo lo que tenía. Miguel también aceleró sus movimientos, y Felipe sintió cómo el consolador lo llenaba por completo. Los tres llegaron al clímax al mismo tiempo, Alex gritando de placer, Felipe llenando su coño con su leche caliente, y Miguel corriéndose sobre la espalda de Felipe.

Después del intenso orgasmo, los tres cayeron exhaustos sobre la cama, riendo y jadeando. Felipe miró a Alex, sintiendo una conexión que iba más allá del sexo, y ella le devolvió la mirada con una sonrisa satisfecha. Miguel se levantó, besándolos a ambos, y se marchó, dejándolos solos para disfrutar del momento.

Felipe y Alex se abrazaron, sus cuerpos aún sudorosos y satisfechos.

—Nunca olvidaré esta noche —susurró Felipe, y Alex asintió, besándolo tiernamente.

Sabían que su amistad había evolucionado a algo más, y que esta no sería la última vez que sus cuerpos se unirían en un baile de pasión y deseo.

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